C A P Í T U L O 2 1

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Es bastante irónico que haya hecho un trayecto de media hora en coche para echarle un vistazo al apartamento donde Adrienne vivió hasta que conoció a Leon. Y es interesante cuanto menos que dicho piso se encuentre en el barrio de Saint-Gervais, en el IV distrito de París, conocido por ser animado y albergar a una buena parte de la población gay.

Sí, como lo oís. Yo, Axel Volney —o Alex, todo depende de quien lo esté leyendo—, viviendo en una zona de bujarras por sugerencia de la roba-amigos. Curioso, ¿no?

Pero tampoco me importa demasiado, porque aún no he decidido si voy a quedarme aquí para siempre. Por ahora solo barajo la posibilidad. Si al final resulta que no, habré pagado el alquiler de un mes en un apartamento que, desde fuera, no se ve del todo mal. Y si decido que sí, que me quedaré... Buscaré un piso para mí solo, en un barrio más apropiado.

La choza está tras una de las puertas del sexto piso. No pierdo el tiempo llamando al ascensor: mis magullados glúteos tras una tabla de Crossfit agradecerán el doble esfuerzo ejercitándolos, y no me viene mal familiarizarme con las angostas escaleras de caracol.

Sexto piso, sexta puerta a la derecha, sexto edificio igual que los otros cinco que siguen la calle paralelamente..., letra «D». No me habría dado cuenta de que parece de coña si no hubiera estado sonando The number of the beast de Iron Maiden en mis auriculares. ¿666, «D» de Diablo...? En serio, es que ni hecho adrede... Solo espero que no sea un augurio de lo que me espera en el interior.

Toco al timbre y espero sacándome del bolsillo la factura de la señal que dejé a través del banco electrónico. Ya sabéis que soy una persona impulsiva, ¿no? Claro que sí. Por culpa de mi impulsividad, saqué de un coche a una mujer, y esa mujer murió a manos de su pareja una semana después. Sabéis esa parte de la historia, ¿verdad? Pues es ese mismo aspecto de mi personalidad el que me ha llevado a pagar por adelantado, cuando perfectamente me podrían estar timando.

La puerta se abre y un larguirucho con un jersey de rombos metido por dentro de los pantalones me sonríe amablemente.

—Tú debes de ser Axel —saluda, con un tono tan cálido que me da escalofríos. Es como si me estuviese haciendo el amor en contra de mi voluntad, y entre vosotros y yo... No me gusta que me violen—. Me llamo Remi. Estábamos esperando.

—¿Estábamos? ¿Aquí no vivía solo un tío?

A ver, a ver... No vayáis a llamarme homófobo o intolerante, porque no lo soy, pero si ya tengo mis reticencias viviendo en un barrio de maricones, imagínate compartir baño con una pareja de sarasas. ¿Se pensarán que soy gay yo también, o algo así...? Joder, tendré que poner mis películas de Fast & Furios y mi desodorante Axe al alcance de sus narices para que no crean lo que no es.

—Sí... Yo no vivo aquí —contesta, apartándose de la puerta. Me hace un gesto para que lo siga, sin perder la sonrisilla. Obedezco con los ojos entornados, sin saber si sonríe porque es simpático o porque quiere algo de mí—. Pero había pensado que ayudaría a todo el asunto del alquiler que te recibiera yo... Ya sabes. Lo haría más agradable. 

No estará insinuando que piensa hacerme un favor oral, ¿no? Porque vale, estoy bajo de ánimos, pero no aceptaría nada viniendo de un desconocido. En eso me educaron bien. Claro que, si fuera una desconocida, así, con «a», las reglas del juego cambiarían.

—¿Y eso por qué?

Remi me mira con una ceja arriba.

—¿No has hablado con Jerome? —pregunta en voz baja—. Verás... Cuando alguien nuevo viene a ver el piso, acostumbro a recibirlo yo para... allanar el camino. Jer no es muy... eh... agradable, y menos los miércoles. Son sus días mortales. Pero tampoco creas que es intratable, o insoportable. Solo hay que cogerle el tranquillo y ser paciente. ¿Eres paciente?

—Supongo.

—Eso servirá por ahora. —Asiente, feliz—. Te enseñaré el piso.

La casa es bastante amplia y luminosa, y ese es todo el repertorio de adjetivos que tengo en mi lista de vocabulario para referirme a viviendas. No sé nada de papeles de pared o moquetas; solo puedo decir que no es desagradable. El salón tiene una tele de plasma y la cocina está bien provista. Y con «bien provista», me refiero a que tiene una batidora de última generación, excelente para hacerme mis batidos proteicos. Aparte, no parece una casa en la que viviera una pareja de gays, sino la de un lobo solitario. En las paredes de la sala principal no hay un solo elemento decorativo o porta-retratos. La excepción son un par de plantas exóticas demasiado grandes para mi gusto; la puerta del baño es translúcida, por lo que se podrían ver perfectamente los contornos de quien se metiera a ducharse —algo que solo me atrevería a poner si viviera solo, y ni siquiera—; y en la cocina, no hay una mesa para sentarse, sino un par de taburetes pegando a la isla, como si estuviera acostumbrado a desayunar, comer y cenar sin compañía.

Nada mal para un tío que no tiene nada de analista, ¿eh?

—La casa tiene tres habitaciones —me cuenta Remi, sacando el contrato—, un baño, una cocina y un doble salón, como ya has visto. Estos últimos conectan con esa doble puerta de vidrio. Como ya sabrás, es un barrio metropolitano, así que estás cerca de todos los comercios importantes.

—¿En serio? —exclamo, incrédulo. Levanto la vista del precio final—. ¿El alquiler es tan bajo en un sitio como este?

Remi sonríe avergonzado.

—Es verdad que estoy aquí para, de una manera u otra, convencer a los posibles compañeros de Jer para que se queden antes de conocerle. Pero me sentiría mal si te hiciera quedarte aquí engañado, sin saber realmente a lo que te enfrentas... —Hace una pausa para mirarme con gravedad. Al ver que no salgo corriendo, suspira—. Ya he dicho que Jerome es una persona muy complicada. No está aquí la mayor parte del tiempo, y cuando pasa por casa es para dormir, así que podrías sentirte solo..., pero eso no es preocupante. Tampoco es una persona de lo peor, solo es alguien que tiende a caerle mal a los demás, y eso podría convertir la convivencia en un infierno —confiesa en voz baja. ¡Ah! De ahí lo de la «D» y el 666; ahora todo cobra sentido—. Quería que lo supieras para...

—Remi, me voy.


Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now