C A P Í T U L O 4 7

6.8K 1.4K 537
                                    

Os juro que no estoy dando vueltas como un alma en pena por el parque Bercy porque quiera cruzarme de casualidad a Lana Douves. Si total..., no soy matemático, pero las probabilidades de encontrármela a una hora concreta en una extensión semejante, son prácticamente nulas.

Bueno, de acuerdo, puede que hubiese un poco de Lana en mi decisión de pasearme, a mí y a la perra, por campo abierto. Pero tampoco me miréis mal; si no choco con ella y no la persigo en silencio, no creo que pueda denominarse acoso. No soy ningún loco, ¿vale? En realidad estaba todo pensado. Este es solo el placebo que le doy a mis ganas de verla para que deje de aguijonearme a cada instante. En el fondo, sé muy bien que es casi imposible que Lana haya decidido sacar a pasear a Chulo justo ahora.

Os estaréis preguntando por qué no he contactado con ella... La respuesta es: por evidentes motivos. ¿No es obvio que si le mando un mensaje, no lo va a poder leer, y si se lo tiene que leer alguien, como Eugene, podría trastocar lo escrito para dejarme por los suelos? Ni se os ocurra decirme que estoy exagerando, y que me he vuelto medio demente, sospechando de complots y conspiraciones contra nosotros. Seguro que ese tío está al acecho, esperando para desprestigiarme. Aunque, en fin... No es nada que no haya hecho yo solito. En cuanto Lana se entere de la verdad —y está claro que lo hará porque sé muy bien que todo se acaba sabiendo, es una verdad mundial—, me querrá matar. Contratará a un sicario para no mancharse las manos, como por ejemplo, Jerome, y amaneceré muerto en la habitación-zulo de Nanna.

Un gran final para un gran hombre.

De todos modos... La reacción de Lana a mi patético «si me quieres, me tienes», habló por sí sola. Llamarla después de contestarme con el silencio y un portazo, habría sido patear mi ego injustamente, y creedme... Tengo suficiente con que me lo pateen, para encima darme yo calamonazos contra la pared.

Gasmy suelta un ladrido que por poco me tira hacia atrás. Frunzo el ceño y busco en mi entorno un elemento desagradable que pueda haberla cabreado.

Los ojos oscuros de un pastor alemán me miran fijamente.

—¿Chulo? —pregunto, sabiendo que lo es. Reconocería su collar gótico con falsos pinchos en cualquier parte.

—¿Alex? —me llama Lana.

—¿Lana? —termino yo.

Gasmy ladra de nuevo, así que imagino que reclama la parte en la que alguien dice su nombre. Paso de largo, porque no voy a estar dándole protagonismo toda la vida, y me giro para mirar a Lana.

Casi se me pone dura al ver que lleva solo un top deportivo y unos shorts de talle alto. Esta vez tiene el pelo recogido en una trenza de las que salen de la cabeza, como esas que intenté hacerle a Dau viendo tutoriales en Internet y que nunca terminaron de salir bien... ¿Trenza de espiga, se llama? ¿De raíz?

¿Qué más da?

—Qué casualidad...

—¿Estás siguiéndome? —me suelta de repente.

—¿Qué dices? Mujer, deja de creerte tan importante —me quejo, sintiéndome acorralado. En serio, nadie le ha dado el derecho de leerme la mente; tiene que dejar de hacerlo, ya—. Solo he venido a pasear a mi perra. Gasmy, ¿recuerdas?

—Ah, bien... Perdona, ha sido solo una coincidencia, entonces. Nos vemos.

Y pasa de largo. Así, como os lo estoy diciendo. Toda regia, tranquilísima, sin ni una sonrisa cortés, ni nada.

—Oye... —la llamo. En un par de zancadas estoy a su altura—. ¿Te pasa algo?

No sé si os habréis dado cuenta, pero no me gusta que la gente esté enfadada conmigo. Y menos cuando no he hecho nada. Aunque, ahora que lo pienso...

—¿Es por Eugene? ¿Has hablado con él?

—Sí.

—Y...

—¿Qué más te da? —espeta, frenando en seco. Se gira en la que cree que es mi dirección, dándome el perfil—. Alex, ya habíamos hablado que no quiero tener ninguna relación contigo, ni siquiera ser tu amiga, y... No lo pones nada fácil insistiendo con citas, o metiéndote en mi vida. Ya vale.

—¿Qué? ¿Cuál es tu puto problema? —respondo en el mismo tono—. Para empezar... Estoy aquí, a tu derecha. —La cojo de los hombros y la giro—. Y ahora... ¿Que qué más me da? ¿Te pones a llorar en mi coche, a contarme tu vida, incluyéndome indirectamente en ella, y ahora dices que no quieres nada? ¿Qué soy entonces, tu puto psicólogo? ¿O el putero? Para follarme bien que me quieres cerca, pero te hago una pregunta personal y te irritas.

—¿No captas la indirecta? Bah. Ni siquiera entiendes lo que quiero decirte cuando hablo claro... —Sacude la cabeza—. Solo... déjalo.

—De acuerdo con que no quieras nada serio, en general... Pero que me trates como si fuera una mierda y pretendas alejarme es lo que no entiendo. No haces eso con los demás. Todo el mundo es tu amigo, y a mí ni siquiera me dejas ser eso para ti.

—No quiero discutir.

—Haberlo pensado antes de ponerte a la defensiva solo por cruzarme en tu camino. Vamos, dime cuál es el problema de verdad y me largaré, porque si esto va de intereses y puedes estar con Eugene, que busca y quiere lo mismo que yo, no entiendo por qué me apartas. Es porque no estoy a tu nivel ni al suyo, ¿no? No soy suficiente. Ni listo, ni... bueno, ni nada. Es eso. Prefieres estar con él porque no soy para tanto. Si estoy clavándolo, solo dilo.

—Estás exagerando, eso no es...

—Tampoco quiero ser un pesado y un acosador, solo necesito que me digas la verdad para quedarme tranquilo y poder pasar página. ¿Por qué no me dejas intentarlo, cuando hay complicidad entre nosotros? ¿Estabas... fingiendo?

—Claro que no. Nada de lo que dices es c...

—No te entiendo, entonces. Se supone que quieres estar con Eugene, pero vienes a mí cuando necesitas consuelo de cualquier tipo... No quieres a alguien que se involucre contigo, cuando estás o vas a estar en una relación con un hombre que te adora. Si lo quisieras lo entendería, pero se nota que no estás enamorada de él. ¿Me equivoco?

—No. No estoy enamorada.

—Entonces la solución es sencilla. Por muchas veces que te corras conmigo, o aunque te rías con lo que digo, no soy lo bastante bueno para ti. Aspiras a algo mejor. ¿Es eso? Por favor, no estoy intentando hacerte sentir mal. Solo necesito que lo digas para irme de una vez... —Hago una pausa, esperando que asienta, o que niegue, o que haga cualquier cosa. No dice nada, así que decido zanjarlo—. De acuerdo, me lo tomaré como un sí. Nos vemos, Lana.

Me voy a dar la vuelta para marcharme, cuando ella, en un arranque que se oye desesperado, me llama.

—No es un sí, Axel. Estás equivocado...


Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now