C A P Í T U L O 2 5

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—Lo que oyes. —Me cruzo de brazo y me estiro. Puedo hacer la pose de gallito que quiera, si total; no va a ver cómo me chuleo en sus narices—. ¿Por qué te interesa salir con ese tío y conmigo no? ¿Por qué no me dijiste directamente que no querías pasar el rato con el menda? Lo habría aceptado sin problemas. —Eso es una mentira del tamaño del Empire State, pero por una más no nos vamos a morir—. Al igual que no me habría importado si me hubieras dicho desde el principio que tienes novio.

—Es que no tengo novio. Ese es el caso. No lo tengo, y no me interesa tenerlo. Salgo con Eu porque... Ha sido bueno conmigo, y es tan paciente y considerado que no me exigirá una relación. Se conformará con lo que tengamos.

«...con lo que tengamos», resuena en mi mente. Tengo que contener un escalofrío mortal.

Ah, no, no... No van a tener un carajo. O un cangrejo, nunca mejor dicho.

—Yo también puedo conformarme.

Lana pierde la sonrisa.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Que vas a salir conmigo a cualquier precio?

Exactamente eso, pero voy a hacerme el difícil un poco...

—Sí.

...o mejor vamos a lo directo, sí.

Muy bien, Axel. Un poco de brillante honestidad en este lúgubre cielo de oscuras falsedades.

—¿Y se puede saber por qué? —espeta, cruzándose de brazos. Percibo la tensión de su cuerpo, que me llega en forma de rechazo—. Porque créeme, sé que soy atractiva, pero no puedo imaginar por qué un tío que pretende formar una familia perdería el tiempo con una mujer que... —Se corta a sí misma—. Da igual. No te lo tomes como algo personal, Alexander; no es que no me intereses, porque me pareces un hombre agradable y divertido... Pero no voy a salir contigo.

—¿Por qué? ¿Por qué yo no y Eugene sí? ¿Acaso te crees que ese tío no quiere tener tus hijos? Porque créeme, por cómo te mira, yo diría que por ti sería capaz de cortarse los cojones y congelarlos, al estilo Walt Disney.

Lana presiona los labios en una mueca de disconformidad y molestia.

Mierda, mierda, mierda... La estoy tratando como Axel trataba a su casi novia hace cinco años cuando se peleaban: sin pelos en la lengua, con confianza. Y no puedo hacer eso, joder. Se supone que acabo de conocerla, no puedo echarle en cara nada hasta, como mínimo, la quinta cita.

—¿Es que tú quieres tener mis hijos? ¿Tan desesperado estás por la descendencia, que piensas casarte con la primera que se te cruza por banda? No me extrañaría descubrir que tienes sesenta años; no te he tocado y tienes voz de galán antiguo.

Así que voz de galán antiguo, ¿eh...?

Axel, céntrate. Estás discutiendo.

—Para tu información, tengo treinta y uno. —Me he quitado tres, pero solo para estar en racha con lo de ser un falso de competición—. Y no estoy desesperado por tener tus hijos. Solo quiero conocerte, y no entiendo por qué te cierras antes de que pueda demostrarte que merezco la pena.

La expresión de Lana se suaviza, al igual que la tensión de los hombros desaparece.

—No quiero conocer a nadie. No quiero salir con nadie. No quiero tener expectativas futuras con nadie. No quiero una familia, ni nada de lo que dijiste que te interesaba —vomita rápidamente. Apuesto a que se lo ha estudiado de memoria—. Por eso te rechazo antes de que se te ocurra proponer algo. Si algo me ha enseñado la vida sobre las relaciones, es que no puedes imponerle tu voluntad a la persona con la que sales. Tú quieres algo que no voy a darte, y yo rechazo algo a lo que tú no vas a renunciar. Por lo tanto, somos incompatibles. —Encoge un hombro, pero sigue estando tensa, así que la expresión de despreocupación no le alcanza del todo—. Antes de perder el tiempo en algo que no llegará a ninguna parte, sería inteligente olvidar el asunto.

Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now