No Puedes Escapar De Mí.©

By Azulito123_

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Desde pequeña, Ámbar vivió en carne propia lo que es el verdadero dolor y sufrimiento. En un trágico accident... More

Cap 1
Cap 2
Cap 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap 7
Cap 8
cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
cap 17
Cap 18
Cap 19
Capítulo 20
capítulo 21
Capítulo 22
capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
capítulo 26
Capítulo 27
capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Nota
Mil pedazos.

Capítulo 35

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By Azulito123_

Después de la discusión Damián no volvió a dirigirme la palabra. La primera noche cuando salió del baño, se acostó en la cama y me dió la espalda ¡Él nunca antes me había dado la espalda! Pensé que sólo estaba haciendo berrinche para que me disculpara, pensé que en la madrugada iba a subirse sobre mí como hacía siempre y a la mañana siguiente haríamos como si nada había pasado.

Pero no fué así.

Se levantó antes que yo lo hiciera, por lo que ese día no lo ví hasta que regresó muy tarde en la noche a la habitación pero no se quedó a dormir, sólo vino, se ducho, entró al armario y salió de él vestido sólo con un chándal para luego caminar directamente hacia la salida, sin dedicarme ni siquiera un mirada por el rabillo del ojo.

Lo extrañaba, lo extrañaba tanto que prefería que me gritara cada dos segundos a que hiciera como sí no estaba. Sabía que lo de nuestro hijo le dolía tanto como a mí, también tenía muy claro que tenía razón, que no debí decidir sola lo que haría con los zapatitos, pero era algo que ambos teníamos que superar de una vez por todas.

-Necesito hablar contigo-dije tan pronto como abrí la puerta de la pequeña habitación que funcionaba como oficina.

Ya no quería seguir peleada con él, lo extrañaba de todas las maneras posible. Quería que me hablara, que me hiciera enojar, que besara mi rostro sólo porqué sí. Lo quería dentro de mí, mi cuerpo reclamaba el suyo, su tacto...su boca.

-Estoy ocupado.- respondió mirándome con frialdad, interponiendo una gran muralla de hielo entre nosotros.-Hasta luego.

-Si quieres puedo salir un momento...-Le propuso Hansel al rubio malhumorado.

-No Hansel.- refutó.-Vamos a terminar con estó hoy mismo. -palmeo con fuerza el papel en su escritorio, luego volvió a poner sus fríos ojos azules sobre mí-Adiós Ámbar.

-No me voy a ir.-le hice saber con altanería. Entré completamente al lugar, cerré la puerta a mis espaldas y luego caminé hasta sentarme en la silla desocupada frente al escritorio.

-No te quiero aquí.-dijo entredientes. Sin dejar de mirar sus ojos crucé mis piernas y brazos al mismo tiempo para tomar una postura relajada en mi asiento.

No. Me. Voy. A. Ir.

-Regreso en un rato Damián.-habló Hansel con incomodidad, y antes de que la bestia frente a nosotros reclamara en desacuerdo, él se levantó de la silla a mi izquierda y tan rápido como estuvo de pié, camino hacia la salida del lugar.

La puerta se cerró y él rubio enojado levantó los documentos en sus manos para luego lanzarlos con fuerza sobre la superficie del escritorio de madera.

-Eres una jodida...- empezó a hablar con un elevado tono de voz, pero sin llegar a gritar.

-Lo siento.- le interrumpí antes de que me echara a patadas y gritos del lugar.-Sé que estuvo mal, que no debí hacer lo que hice, pero sólo quería ayudarnos.

-Ayudarte a tí.- corrigió con desdén.

-Ayudarnos Damián, ayudarnos.- insistí poniendo las manos sobre el escritorio y inclinándome hacia adelante, para hacercarme más a él- Porqué aunque no le veas estas tan jodido como yo respecto a ese tema.- hizo una mueca y recostó su espalda de la silla giratoria en la que estaba sentado.-No era sano seguir conservando las pruebas de embarazo, no ibas a superar su ausencia de ese modo. Lo único que lograrías conservando esas cosas, era volver al inicio. Al punto de dolor.

Su mirada se desvió aún punto en la pared detrás de mí.

Estaba considerando mis palabras.

-No quise deshacerme de los zapatitos-proseguí- pero tampoco era bueno que siguieran con nosotros, ¿Con que fin? ¿Para guardarlos como un recuerdo eterno de algo que no se nos dió?-su mirada volvió a la mía, fría pero no tan distante como cuando entré- Era insano, amor,- susurré sabiendo lo mucho que le gustaba que lo llamara así.-No estaba bien quedarnos con ellos.-tomé su mano por encima de la mesa y él no hizo ningún ademán de retirarla-Por ello se los di a Amelie. Ella es mi amiga, y esta esperando al hijo de tu amigo-su mirada poco a poco fué descongelandose.- si hay alguién merecedor de esos zapatitos es el bebé de ellos, el bebé del hombre que ha crecido junto a tí como sí fuera tu hermano. El bebé de la mujer que ha estado para mí incondicionalmente en los últimos meses.

-Eres una maldita manipuladora.-susurró esbozando una pequeña sonrisa de medio lado.

No pasaba nada por alto, sabía que había optado por decirle "Amor" con el único fin de persuadirlo. De hacer estó más rápido.

Sonreí de oreja a oreja.

Me levanté de mi silla y salí casi corriendo hacia él que hizo girar su asiento a un lado y cuando estuve de frente con él, no dudé ni un solo segundo en sentarme a horcajadas sobre él. Sus manos me rodearon enseguida y yo acuné su rostro en mis manos para besarlo con todas las ganas que me habían estado consumiendo en los últimos días.

-¿Me extrañaste nena?- preguntó con soberbia. Sabía perfectamente que sí lo había hecho.

-Como no tienes una idea.-respondí sintiendo como mi cuerpo reaccionaba a su cercanía.

-No te imaginas lo mucho que te he deseado en estós dos días-su boca empezó bajar por mi cuello sin ningún tipo de delicadeza al mismo tiempo que sus manos empezaron a acariciar mis muslos hasta llegar a mis nalgas.-Estuve a punto de mandar mi orgullo a la mierda.

No respondí nada, mis mente estaba muy ocupada tratando de quitar su cinturón con mis manos apresuradas.

Lo ansiaba. Lo deseaba.

Sus manos alzaron la falda de mi vestido y las mías bajaron el cierre de su pantalón, y a mi vista quedó la elástica de su boxer Calvin Klein, pero no me detuve allí, quería más. Venía por más.

Mis manos desesperadas se adentraron al interior de su ropa interior hasta que sentí su duro, viril, caliente y apetecible miembro entre mis dedos.

Bajó la parte superior de mi vestido y su boca atacó mis pechos mientras mi mano en su entrepierna lo estimulaba hasta sentirlo cada vez más duro.

Cuando mi intimidad empezó a reclamar con desespero lo que ansiaba, no esperé más y traté de levantarme de encima de él para quitarme el pantys, pero me detuvo afianzando sus manos en mis caderas.

Una de sus manos bajó a mi entrepierna y tan pronto sentí sus dedos rozar con mi humedad gemí de placer, queriendo más pero sólo fué eso; un roce, pues, sus dedos lo único que buscaban eran hacer mis pantys a un lado para luego volver a tomar mis caderas con las dos manos para levantarme y hacerme sentar con fuerza sobre su miembro erecto.

Jadeé de puro y exquisito placer tan pronto como lo sentí, y sin esperar empecé a moverme sobre él. Sus manos apretaban mis nalgas con fuerzas, con ganas. Su boca devoraba mis labios, mi cuello y pechos. Dejaba mordiscos, chupaba, lamia y rasguñaba con sus dientes esas zonas, provocando cada vez más placer.

Me había vuelto adicta a estó gracias a él, constantemente quería que me tocará, que me besara, que me acariciara. Lo quería dentro de mí. Y es que mi maldito rubio sabía como hacerme enloquecer con sólo un beso, una caricia. ¡Con su sola presencia me volvía loca! Y sólo podía pensar en quitarle la ropa y hundirme en él. En saciarme de su cuerpo hasta que mi mente colapsara de puro éxtasis y placer, pero era una jodida trampa de mi cerebro, porqué mientras más sexo teníamos, nuevas y más fuertes ganas me poseían.

Era una maldita adicta a mi bestia.

.........

-Me ha dicho que hablará con el señor Damián.- prosiguió Callie hablando de su enamorado-Que le pediría venir a trabajar aquí.

Clarisse rió con burla, ganándose una mala mirada de la morena. Parecían niñas pequeñas peleándose constantemente por cosas casi insignificantes, pero pese a sus continuas peleas, ambas se tenían un gran cariño.

-A veces no puedo evitar imaginar que estoy escuchando a una pequeña de trece años que recien acaba de conocer a su primer amor-dicho aquello la burlona chica recibió una palmada en la cabeza por parte de la hermosa morena.

-Que tu amor haya fracasado no quiere decir que el de las demás también, Clarisse- refutó Anna llevándose la taza de chocolate caliente a los labios.

Clarisse puso los ojos en blanco con diversión.

-Aldair no es como piensas, Clarisse- defendió Callie con una sonrisa en los labios, al griego.

Estaba totalmente enamorada de él.

-¡Vamos Callie!-levantó la voz Clarisse.-Lo conoces desde hace ¿Cuatro, cinco meses?-hizo una mueca y se levantó de la silla para ir a llevar su taza al lavado.- y de ese tiempo, sólo has estado con él tres meses contando los días en que no sabías de su existencia.

-¿Sabes qué amiga?-La morena se levantó de su silla colocó las manos en su cintura y miró a Clarisse, que se encontraba lavando su taza del otro lado de la barra americana.- Desde hoy en adelante, reduciré las dos horas en que habló con Aldair a una-tomó su taza vacía y se aproximó a Clarisse.-¿Y sabes que haré con la hora restante?

-No, pero quizás tampoco me interesa- rió.

-¡Por supuesto que te interesa! -murmuró con fingida efusividad la morena de ojos color chocolate- Esa hora me dedicaré entera y exclusivamente a buscar un novio para tí-solté una carcajada sin poder evitarlo y seguidamente Amelie y Anna se unieron a mí-uno que no se acueste con tu mejor amiga en tu propia casa.

-Hija de puta.-insultó Clarisse mientras reía con diversión.-Muchas gracias Callie, eres una muy buena amiga, pero yo no quiero un novio cariño.- añadió con sarcasmo.

-Nena-hizo una mueca de pesar y yo reí más ganándome una mirada de desaprobación de parte de Clarisse-No es cuestión de querer, sino de necesitar, y tú lo necesitas ahora mismo-otra carcajada salió de mi garganta y se escuchó por todo el lugar opacando las risas de Anna y Amelie-¿Desde hace cuanto no tienes sexo?- dijo estó último en un susurró lo suficientemente audible para que todas escucharamos, mientras ponía su mano alrededor de sus labios.

Sin poder detenerme más carcajadas salieron de mi garganta, podía escuchar también las risas de las demás, pero las mías eran tan fuertes que mi voz predominaba.

¡Estás chicas hacían que mi estómago doliera de tanto reír!

-Ha pasado un tiempo- aceptó Clarisse asintiendo, mientras fingía estar pensando-a diferencia de Ámbar, que parece que tuvo sexo del bueno antes de venir aquí- mis carcajadas cesaron enseguida, y puse mis ojos bien abiertos sobre ella mientras las demás reían aún más-¿No es así Ám?-preguntó la maldita moviendo su cabello color cenizas de un lado a otro, mientras ponía cara de niña tierna, y al mismo tiempo señalaba un punto exacto de su cuello.

Inmediatamente supe a lo que se refería. Llevé mis manos a mi cuello por inercia y lo cubrí, al parecer el rubio hijo de puta había dejado marcas en mi cuello, y a eso se refería la endemoniada chica de ojos café.

-No te imaginas lo bueno que estuvo-respondí quitando mis manos del cuello y mordiendo mi labio inferior. Sí algo había aprendido en el orfanato era a como persuadir a las personas que intentaban molestarme.

Las personas que molestan a otras verbalmente, lo hacen con temas que te generan molestia, queda de tú parte permitir que el tema realmente te afecte, es decir; talvez sí hubiese tratado de evadir sus palabras o me hubiese visto avergonzada ella seguiría tratando de molestarme.

Pero es justo allí dónde yo cambio el rumbo de las cosas, pues, muy a pesar de que sentí algo de vergüenza no se lo hice ver, y acepté con altanería algo que ella creía que me afectaría, pero ya la he dejado sin armas para molestarme.

-El maldito coje como los mismos dioses.- afirmé mojandome los labios con la lengua.

-Joder-murmuró alzando las cejas con sorpresa.

Solté otra carcajada por su reacción y las chicas también lo hicieron.

Después de un par de horas más llegó el momento en que cada cual se retiraba a su habitación hasta el día siguiente. Me despedí de las chicas entre risas y bromas pesadas para luego caminar hacia la habitación.

Antes de que empezara a subir las escaleras un brazo me rodeó desde atrás y luego una mano grande tapó mi boca. Mi corazón se aceleró con miedo por unos breves segundos, hasta que reconocí el cuerpo del maldito rubio.

Me removí hasta que me soltó y giré enojada mientras él reía con burla.

-¿Te asustaste muñeca?-preguntó inclinándose hacia mí al mismo tiempo que escondía sus manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.

-Por supuesto que no.-mentí descaradamente- Sólo me sorprendí.

-Sí, claro- murmuró y tomó mi muñeca para avanzar conmigo hacia el segundo piso de la casa.-Vamos a la habitación.

-¿Quien era el hombre que vino en la tarde?- pregunté con curiosidad.

Después de nuestro encuentro un hombre de talvez la misma edad que él llegó a la casa. Dos de los hombres de mi bestia lo traían prácticamente a la fuerza, y su cabeza estaba cubierta por una especie de funda negra.

-Nadie importante amor-respondió con tranquilidad.

Llegamos al segundo piso y sin esperar más, seguimos nuestro camino directo a la habitación.

-¿Por que vino? ¿Por que sus ojos estaban vendados? ¿Le hiciste daño?- las preguntas salieron prácticamente solas.

-No-respondió nuevamente empezando a irritarse- es algo parecido a un socio- explicó- y si estaba vendado era porqué no quería que supiera la ubicación de la casa.- abrió la puerta y después que entramos la cerró y me acorraló con su cuerpo.- ¿He disipado tus dudas, preciosa?- preguntó con una sonrisa.

-Por los momentos sí.-asentí envolviéndo mis brazos en su cuello para dejar mi cara cerca de la suya. Él no espero un sólo segundo y hizo que mis piernas rodearan su cintura para tener un mejor acceso a mi cuello.-Pero hay algo que quiero decirte.

Quería hablarle de una vez por todas sobre Camerón, quería decirle que iría a su graduación aunque para eso aún faltarán tres meses.

Pero ya era muy tarde.

Él estaba besando mi cuello.

Quería volver a poseerme.

Y yo quería volver a ser suya.

-Hablaremos de lo que quieras luego, muñeca- susurró en mi oído mientras mordía levemente él lóbulo de mi oreja.- Ahora sólo puedo pensar en compensar las dos noches que no te tuve.

Sentí su cuerpo empezar a caminar conmigo entre sus brazos mientras mis labios tenían una guerra campal con los suyos. Segundos después me lanzó con fuerza sobre la cama y sin verlo venir bajó el short de pijama junto al panty que me había puesto antes de bajar a cenar. Sus ojos estaban deseosos, ansiosos por tenerme completamente desnuda frente a él. Por ello tan pronto como mi pantalón y pantys estuvieron tirados en algún lugar del suelo quitó mi camisa y me dejó como quería.

Desnuda frente a él.

Sus ojos se deleitaron con la vista de mi cuerpo desnudo por unos instantes, luego y sin quitar su mirada de mí empezó a despojarse de su ropa.

Sentía el deseo crecer cada vez más en mí.

Mirar mientras desabotonaba su camisa con desespero era jodidamente sexy, y aún más cuando se despojó de su pantalón junto a su ropa interior.

Sus brazos.

Su pecho.

Su abdomen.

La sexy V que se marcaba perfectamente al final de su abdomen.

Su grande y erecto miembro.

¡Dios! Todo él era tan irresistible. Tan sexy que emfermaba. Tan adictivo y tan mío.

Se abalanzó sobre mí y empezó a besarme, a chupar mi piel, a morder, a rasguñar con sus dientes, mientras sus dedos se hundían en la piel de mis caderas y mis manos se aferraban a su espalda.

Su boca empezó a bajar con descaro por mi cuerpo y cuando sus dientes presionaron la cara interior de uno de mis muslos, supe que tenía que hablar de una vez por todas. Que sí llegaba a mi entrepierna iba a perder la razón y perdería la oportunidad de oro de decirle y que acepté de buena manera que iría a ver a Camerón.

Y no era que tuviese miedo a decírselo en otro momento, no. El miedo que le tenía a mi bestia ya prácticamente no existía, el único y verdadero problema es que era un bipolar, y sus cambios de humor eran tan frecuentes que a veces me irritaban mucho. La mayoría del tiempo estaba enojado por cosas tan insignificantes y con poco relevancia, es decir; muy, muy pocas veces estaba así, relajado...calmado.

Y única y exclusivamente era por eso que quería hacerlo ahora, pese a que todo mi cuerpo exigía, reclamaba que no lo parara puse mis manos en sus mejillas justo cuando sentí su aliento rozar con mi húmeda entrepierna.

-Tenemos que hablar ahora-susurré con la voz jadeante.

Él me miró confundido y fruncio sus cejas empezando a enojarse.

Quería seguir, y yo también anhelaba que lo hiciera, pero no podía esperar más, quería decirle ahora mismo.

-No me jodas-dijo con enojo y subió a mis labios- yo no quiero hablar-me besó luego bajó a mi cuello- yo sólo quiero hacerte mía hasta no poder más- bajó su mano por mi abdomen hasta que llegó a mis pliegues y empezó a mover sus dedos sobre ellos- quiero que te vengas en mi boca, jadeando, gimiendo mi nombre.

¡Que duro era hacer estó! Quería seguir, quería hacerlo. Pero debía hablarle, tenía que decirlo ahora.

Cerré mis ojos con fuerza para tratar de llenarme de voluntad y quitando su mano de mi humedad hablé sin abrir los ojos.

-Iré a ver a Camerón- enseguida sentí su boca dejar mi cuello. Ahora su respiración chocaba con mis labios.

Abrí los ojos lentamente, su boca estaba levemente abierta mientras trataba de regular su agitada respiración, sus labios húmedos, rojos, más deliciosos que nunca. Sus rubia melena yacia desordenada y algunos mechones de sus ondulados cabellos caían sobre su frente levemente transpirada.

¿Por que carajos tenía que ser tan jodidamente hermoso?

-Me estas jodiendo ¿No es así?-preguntó enojado, miré sus hipnotizadores ojos por unos breves segundos antes de negar.

-Necesito verlo- susurré, él se levantó embravecido y empezó a caminar por la habitación sin rumbo fijo.-amor...

-¡No!- gritó señalandome con el dedo índice-¡No trates de manipularme! ¡Basta!

Me parecía ridículo estar teniendo esta conversación. Los dos desnudos, él gritándome, para lograr nada al final, porqué iría a ese puto evento con o sin su consentimiento. Y si quería decirle era simple y llanamente para evitar más peleas, para que estuviera al tanto. Para que sintieran que lo tomaba en cuenta al decirle lo que planeaba hacer.

-Damián-cada vez que se ponía de esté modo intentaba en la medida de lo posible hablarle con calma, transmitirle paz. Pero había veces que la situación me sobrepasaba, tal y como pasó hace dos noches, cuando le grité cosas que me dolieron tanto como a él.- Necesito hacer estó.

-¡No! ¡No necesitas nada! ¡Quieres ir con él porqué lo quieres! ¡Lo quieres más que a mí!-volvió a mí y apretó mí cuello haciendo que volviera a quedar acostada en la cama con él encima- Te he dado todo lo mejor, todo lo mejor, incluso he tratado de ser mejor para tí-susurró en mi cara. Ya está situación no me asustaba, sabía muy dentro de mí que Damián no sería capaz de hacerme daño, o por lo menos no más de sólo simples marcas en los brazos o sujetar mi cuello de la misma forma en que lo estaba haciendo ahora- ¿No te es suficiente? ¿Quieres más? ¿Por que maldita sea sigues prefiriendole a él? ¡¿Por qué?!

-No se trata de preferencias, Damián-susurré manteniendo la calma-es sólo que él estuvo cuando nadie más, estuvo antes que llegaras tú. Lo quiero, lo quiero muchísimo, como sí fuera mi hermano, talvez del mismo modo que quieres tú a Hansel.-él me miraba con los ojos furiosos- Yo no puedo simplemente olvidar todo lo que hizo por mí, todo lo que me ha ayudado a superar. Le debo explicaciones amor, muchas explicaciones y quiero dárselas, quiero cerrar ese episodio para poder estar bien con él y al mismo tiempo contigo.

Soltó mi cuello y dejó caer su cabeza sobre mi pecho, estaba frustrado, y mis dedos acariciando su cabeza le ayudaba a calmarse, por ello metí mis dedos dentro de su melena rubia y empecé a trazar círculos allí, mientras que mi otro brazo fue a parar sobre su espalda alta.

-¿Y como me quieres a mí? Si a él lo sientes como un hermano ¿Como carajos me sientes a mí?- preguntó en un susurró y sonreí.

-A tí te siento como mío- respondí sincera-te quiero como al hombre que deseo ver todas las noches en mi cama antes de dormir. Te quiero como el único que me besé, me toqué... El único que me haga suya todas las malditas noches que me quedan de vida.

Se quedó en silencio durante un par de minutos, quizás analizando lo que le pedía, buscando los pros y contras. Así era él, su mente era tan diversa, tan extraordinaria que daría mi vida a cambio de ver aunque sea una mínima parte de lo que piensa, de lo que planea.

-Sólo serían un par de horas Damián-susurré para convencerlo.

Pero cuando creía que ya casi lo estaba convenciendo, todo se distorsionó. Se levantó de encima de mí y volvió a caminar por la habitación con el ceño fruncido.

Estaba enojado... De nuevo.

¿Por que? ¡Ni puta idea!

-No. No. No. No-empezó a decir un montón de veces, hasta que se detuvo frente a mí al mismo tiempo que yo volvía a sentarme sobre la cama.-¡No vas a ir a ningún lado! -asentí complaciendolo. No había más que discutir.

Gruñó y caminó al baño hasta adentrarse en él y cerrar la puerta de un portazo.

........

Pero aquí estaba yo después de todo, entrando con mi largo y bonito vestido color rosa palo, y usando tacones que hace millones de años no usaba, al lugar dónde mi mejor amigo recibiría de una vez por todas el diploma por el que había luchando desde hace años.

No me escape de mi hermosa bestia, eso sería técnicamente imposible. Pero deben saber que él no me decía manipuladora sólo porqué sí. Tuve mucho tiempo para voltear las cosas a mi favor, tres meses habían pasado desde la primera de tantas peleas que habíamos tenido por esté tema para qué finalmente terminara accediendo a mi favor, y ahora me encontrara aquí, con un maldito guardaespaldas que más bien era el espía que él había enviado para que le informara de cada paso que daba.

¡Jodida bestia desconfiada!

Eché un último vistazo hacia atrás por encima de mi hombro y miré al chico vestido exactamente igual que todos los otros guardias de la casa, justo detrás de mí. Puse los ojos en blanco y volví a mirar el frente.

Había gente caminando de un lugar a otro a pesar de que ya el acto de graduación había empezado hace algunos minutos. Sin reparar en nadie más seguí subiendo los escalones del lugar mientras escuchaba los del hombre detrás de mí acercarse más.

Entré de un vez por todas al enorme salon repleto de asientos los cuales en su mayoría estaban ocupados. A pesar de ser de día el salon estaba a oscuras y lo único que lo alumbraba era las radiantes luces que apuntaban al escenario donde habían alrededor de cuarenta chicos vestidos con togas azules.

Busqué a Camerón con la mirada entre ellos, y mí corazón dió un vuelco furioso cuando lo encontré. A pesar de que estabamos alejados a una considerable distancia, podía vislumbrarlo a la perfección; estaba hermoso, como siempre. Su cabello totalmente negro caía por su frente a pesar de que en su cabeza estaba el sombrero azul que todos los demás chicos también usaban. En su rostro había una pequeña sonrisa de labios cerrados, pero no era una sonrisa genuina, al contrario, era una de nostalgia, una triste.

Su mirada iba cada dos segundos a un lugar entre la multitud que miraba con orgullo y emoción al escenario, por inercia mí mirada siguió la suya y encontré el sillón vació; ese en el que tantas veces habíamos asegurado que sería mí lugar cuando esté día llegara.

Una media sonrisa se dibujó en mi cara. Él aún me esperaba, me extrañaba pese a que le había dicho que se olvidará que alguna vez fuí parte de su vida.

Al lado de ese lugar vació estaba sentada Melissa, sonriente, feliz, emocionada, mientras veía con orgullo a Cam. Ella lo amaba, lo adoraba y le estaría eternamente agradecida que durante mi ausencia no lo dejó solo.

En el lugar pude reconocer a unos que otros chicos de la universidad, algunos eran amigos de Cam, uno que otro habían sido también muy agradable conmigo.

Quería ir y sentarme en el lugar que mi mejor amigo miraba cada dos segundos, quería que me viera allí, que supiera que pese a todo, había cumplido la promesa de estar aquí con él, apoyándolo, sintiéndome la persona más jodidamente feliz del mundo, sólo por verlo cumplir una de sus metas.

Pero lo conocía, lo conocía tan bien, que tenía muy seguro que apenas me viera allí, bajaría del escenario sin importarle absolutamente nada, y lo menos que quería era eso. Quería verlo recibir su diploma, quería ver como oficialmente se convertía en lo que tanto luchó por ser, quería sentir mi corazón explotar de orgullo sólo y únicamente al ver a mi mejor amigo... A mi hermano, convertirse en abogado.

Por ello, caminé hasta sentarme en unos de los asientos más alejados. El espía de Damián se sentó en la hilera de sillas que estaban justo detrás de mí, y así nos dispusimos a mirar con atención el evento.

Pasada aproximadamente una hora después, finalmente todos los chicos sobre el escenario obtuvieron su diploma, y cuando todas las personas espectadoras de ello se levantaron para aplaudirles con orgullo, sentí que ya era el momento.

Tan pronto como me levanté de mi lugar, el joven pelinegro detrás de mí también lo hizó. Caminé con él detrás de mí tratando de pasar desapercibida hasta que finalmente llegué al lugar justo al lado de Melissa.

Tan pronto como estuve allí me senté mientras veía al chico espía tratando de pasar entre la gente para no perderme de vista.

-¿Ambar?- la voz de Melissa me hizo girar la cabeza para mirarla.

Me miraba como sí no pudiese creer lo que veía. Como sí mi rostro era lo último que pensaba ver el resto de su vida.

Le sonreí con dulzura, al mismo tiempo que llevé mi dedo índice e hice una señal de silencio. Ella pareció entender lo que pretendía hacer y después de mirar varias veces hacia todos lados, volvió a poner sus ojos en mí y finalmente asintió con mucho desconcierto y confusión en su mirada.

Finalmente el murmullo de personas dejó de aplaudir y poco a poco volvieron a tomar asiento mientras los chicos sobre el escenario daban una pequeña reverencia tomados de las manos, antes de tomar sus gorros y lanzarlos a aire con orgullo.

Los ojos de Camerón con una sonrisa un poco más sincera que la que tenía cuando entré, buscaron los ojos de la chica que ya había tomado asiento a mi lado, y después que le sonrió sus ojos se dirigieron al sillón que había estado mirando durante toda la ceremonia.

Pero esta vez el lugar no estaba vacío.

Esta vez estaba yo en él.

Ahora lo estaba mirando con el mismo orgullo que tantas veces le dije que sentiría esté día.

Había cumplido. Estoy aquí como se lo prometí.

Tan pronto como sus ojos se pusieron sobre los míos su sonrisa se desvaneció, para darle paso a una total y absoluta sorpresa.

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