No Puedes Escapar De Mí.©

Von Azulito123_

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Desde pequeña, Ámbar vivió en carne propia lo que es el verdadero dolor y sufrimiento. En un trágico accident... Mehr

Cap 1
Cap 2
Cap 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap 7
Cap 8
cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 14
Cap 15
Cap 16
cap 17
Cap 18
Cap 19
Capítulo 20
capítulo 21
Capítulo 22
capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
capítulo 26
Capítulo 27
capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Nota
Mil pedazos.

Cap 13

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Von Azulito123_

El día estaba culminando y aunque mantenía una actitud neutra frente a Carmen que miraba una película en el televisor de la habitación, estaba muy animada por todo lo que en un solo día había conseguido saber.

Si solo un día fuera de esta habitación había resultado más productivo de lo que pensé, en un par de veces más podría encontrar hasta una salida mágica.

Había empezado a armar un plan en mi cabeza. Y lo primero que debía a hacer era hacer como que si la sola presencia del rubio no me irritaba, sí bien el miedo que le tenía también era un problema dejaría la piel en ser la persona más convincente para que el no sospechara nada. “Caería en sus encantos” ese era el plan, ese era mi boleto de salida y al mismo tiempo la manera que tenía de molestar a la pesada de Dana.

La puerta de la habitación se abrió abruptamente haciéndo que Carmen se levantará inmediatamente de la cama, yo por otro lado solo miré la puerta, él era el único que entraba de esa manera, y aunque sí me tomó desprevenida me mantuve quieta en mi lugar sin decir ni hacer nada.

Sabía a lo que venía, en nuestro encuentro en la mañana le había dicho a Carmen que debía hablar con ella frente a todas en la cocina incluyéndome a mí, y no se era necesaria tanta inteligencia para saber que era por mí, así que debía tratar que no fuera tan duró con Carmen.

Entró en la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.  Camino hasta tomar el mando de la tv y la apagó, se paró frente a la cama con los brazos cruzados sobre su pecho. Aún llevaba la camisa negra de la mañana pero ahora tenía las mangas dobladas hasta los codos.

Puso su mirada sobre mí unos instantes en los que se la sostuve sin mediar una sola palabra.

––¿Por que lo hiciste Carmen? –– preguntó con calma poniendo su fría mirada sobre ella. Carmen abría y cerraba la boca intentando decir algo que moría antes de llegar a su garganta ¿Tanto miedo le tenía?–– ¡¿Por qué lo hiciste, maldita sea?!

Me sobresalté ¡era un jodido animal! ¿Como era posible que de un momento a otro pasara de estar calmado a gritar como lunático?

Carmen estaba a punto de llorar y me sentí culpable que le estuviera hablando de esa manera por mi culpa.

––Fue mi culpa–– dije levantándome de la cama. Volvió a poner su mirada en mí. Miré a Carmen y ella negaba varias veces. Yo la había manipulado para que me dejara ir con ella, sería muy ruín de mi parte dejarla lidiar sola con esté cavernícola.–– necesitaba aire fresco y le insistí. le supliqué que por favor me dejara ir con ella. No le grites. No se lo merece.

––¡Eso no la justifica!–– volvió a gritar hacia ella–– ¡Yo dí una órden y se debe cumplir al pie de la letra!

––Prometo que no volverá a pasar...

––¡Callate de una jodida vez, Ámbar!

Para estas alturas podía escuchar los sollozos de Carmen, y entonces mandé todo a la mierda. Mi paciencia, mi calma y hasta el plan podría salir jodido.

––¡Eres un maldito hijo de puta!–– igualé su tono desde mi lugar, él me miraba con furia pero ni eso, ni el miedo que le tenía me detuvo–– ¡Un maldito desagradecido! ¡¿Como puedes hablarle así a alguién que te ama como si fueras su hijo y que ha dejado atrás todo para dedicarse a tí?!–– grité refiriéndome a la hija de Carmen.

Él se acercó a mí a paso lento con agresividad, con altanería, estaba cegado por la ira, y aunque estaba muerta de miedo también estaba enojada y no despegué mi mirada de la suya ni siquiera cuando llegó hasta a mí y me miró desde su predominante imponente altuta.

––Vuelve a decirme hijo de puta. –– sentenció en un susurró, su voz estaba bastante ronca producto de la rabia.

Podía sentir mi corazón aletear con demasiada fuerza en mi pecho, pero ni eso ni sus palabras me amedrenterían. Elevé mis pies hasta quedar de puntillas sobre ellos y aún así no conseguía pasarlo, era muy alto, pero gracias a que él estaba levemente encorvado hacia mí, pude dejar mi boca a centímetros de la suya.

––Maldito hijo de puta–– respondí haciendo una breve pausa en cada sílaba. Entonces lo que pasó a continuación no me dió tiempo de procesarlo.

No sé en que momento pase de estar parada de puntas frente a él a estar acostada sobre la cama con él a horcajadas sobre mí, con una mano al rededor de mí cuello y con la otra sostenía mis dos manos por encima de mi cabeza.

No quité la mirada ni un solo segundo de sus ojos llenos de furia, y bajo una falsa capa de neutralidad me encargué de ocultar el miedo en mis ojos. Su agarré en mi cuello se fue haciendo más fuerte pero me rehusaba a hacer una sola mueca de dolor o falta de aire.

––Damiá, mi amor–– habló Carmen sin poder dejar de sollozar–– déjala, no le hagas daño.–– no podía verla, solo la oía–– No le hagas daño, cariño.

––¡Vete!–– gritó él sin dejar de mirarme. Ella intensificó sus sollozos.

––Cielo...

––¡Vete de una puta vez!–– volvió a gritar.

Yo no me movía, solo estaba allí sintiendome cada vez más asfixiada.

––Por favor cariño–– insistió ella mientras escuchaba sus pasos–– no le hagas daño, es solo una niña.–– Damián no la miraba él tenía los ojos fijos en los míos. Y tras unos segundos escuché el último sollozo, y luego la puerta de la habitación siendo abierta y luego cerrada.

––¿Que crees que estas haciendo?–– siseo fuera de sí–– ¿Crees que puedes desafiarme sin recibir un castigo por ello?

Estaba muerta de miedo, él estaba descompuesto por la ira, apretando mí cuello con fuerza. Pero aún así le sonreí.

Me miró con el ceño fruncido.

El aire estaba empezando a faltarme pero aún así no hice ni una sola mueca, y aproveché su desconcierto por mi sonrisa y libere mis manos de su agarré, casi inmediatamente el trató de tomarlas de nuevo, pero ser pequeña también tenía sus ventajas.

Tan rápido como dejé mis manos sobre la parte trasera de su cuello, lo traje hacia mí y empecé a besarlo como él lo había hecho horas atrás.

Su sorpresa fué tal que duró un par de segundos en seguirme el beso con la misma intensidad, con la misma ira que tenía en los ojos segundos atrás. Su mano en mi cuello no había cesado pero ya no apretaba como hace unos segundos, solo estaba puesta allí apretando con una muy leve fuerza.

El beso se torno más hambriento cuando nuestras lenguas se rozaron y empecé a sentir como mí temperatura corporal se elevaba. Damián besaba, chupaba y mordisqueba mis labios con demanda, como si le pertenecieran y esa fuera su forma de reclamarlos.

Él estaba sentado sobre mis caderas y desde allí sin aplastar mi cuerpo con su torso había estado ahorcándome segundo atrás, por lo que aprovechó la separación de nuestros cuerpos en esa zona y con su mano libre empezó a subir por encima de la delgada tela del pijama.

No podía permitir que de ninguna manera que mi plan se viera afectado por mis impulsos de defensora, por eso lo tenía así, por eso lo besaba, por eso permitía que su mano siguiera hasta donde sabía que quería llegar.

Un involuntario gemido salió de mi garganta para ahogarse entre nuestros besos cuando su mano llegó hasta mi seno izquierdo y lo apretó con fuerza. Se sentía muy bien, mi cuerpo estaba caliente bajo el suyo. También podía sentir su entrepierna erecta presionarse contra mi vientre y eso hacía que la excitación subiera más.

Todas esa sensaciones, todo ese placer que sentía solo con sus caricias y besos, estaban en segundo plano. Y es que éramos humanos, seres débiles a la tentación, yo tenía claro el motivo por el cual me había raptado; le gustaba, me quería para él, como me dijo días atrás. Pero también tenía claro mis puntos; Salir de aquí. Y sí mientras lo hacía podía disfrutar era mucho mejor para mí.

Y ciertamente mi rechazo a Damián era más mental que físico, lo odiaba, no lo quería cerca, quería huir de él, pero a mi vista su imágen no le desagradaba ni un poco, y mi cuerpo traicionero reaccionaba cuando él estaba cerca.

Su dedo pulgar rozaba mi pezón erecto por encima de la fina tela haciendo que los gemidos volvieran a morir en nuestros labios. Su boca bajo por mi mejilla hasta la parte izquierda de mi cuello qué estaba levemente descubierto de su agarré, también podía sentir su otra mano bajar de mi pecho, por mi abdomen.

Solté otro gemido mezclado de dolor y placer cuando sentí sus dientes rasguñar con fuerza la piel sensible de mi cuello. Su lengua caliente y húmeda acariciaba esa zona al mismo tiempo que la chupaba y generaba más placer.

Hasta que sentí su mano tratar de meterse entre mis pantalones. Casi por inercia una de mis manos se posicionó sobre la suya haciendo que él detuviera su trayectoria.

Dejó de besar mi cuello y me me miró con sus ojos azules ahora más oscuros por el deseo. Al no encontrar una afirmativa en mis ojos, cerró los suyos con fuerza y pegó su frente a la mía, su respiración agitada chocaba en mi rostro.

Hizo presión en mi cuello con su mano haciéndo que sin querer hizo que otro gemido escapará de mis labios, pero este a diferencia de los otros sí pudimos escucharlo.

La mano que aún tenía en el inició de mis pantalones subió hasta dejarla por debajo de mi cabeza y agarrar mi cabello con fuerza haciéndome jadear.

––No me provoques, muñeca–– susurró abriendo los ojos azules más oscuros que de costumbre–– no lo hagas–– besó mi nariz–– Yo no sé controlarme y talvez la próxima vez no tengas la misma suerte.

Liberó mi cuello y mi cabello, se levantó quedando frente a la cama. Yo no me moví solo lo miré desde mi posición, y él hacía lo mismo desde la suya.

Miraba mi cuerpo con descaro y yo el suyo, su pecho subía y bajaba descontroladame como el mío, su cabello rubio estaba desordenado por completo, sus labios aún más rojos de lo que ya de por sí lo eran y en sus pantalones se dibujaba perfectamente aquel bulto grade que hace segundos presionaba mi vientre.

Después de analizar mi cuerpo sus ojos buscaron los míos. Nos miramos por unos largo segundos, podía ver la batalla que había en sus ojos hasta que los cerró con fuerza al mismo tiempo que se despeinaba más el cabello y camino rápidamente hacia la puerta cerrandola de un portazo como siempre.

Solo entonces solté todo el aire que había retenido en mis pulmones y me levanté de la cama para ir al baño por la ducha larga y fría que necesitaba.

......

Eran la diez de la mañana y Carmen no había venido, estaba nerviosa por eso ¿le habría hecho algo? Él era muy agresivo y esa era una posibilidad que no podía descartar, pero no quería pensar en eso.

Justo me había levantado más temprano que nunca para esperarla a las ocho o nueve de la mañana que  era su hora de llegada, incluso me obligué a pensar en que posiblemente se había retardado, entonces me metí al baño con la esperanza que después que saliera de la ducha ella estaría sentada en el sillón que habitualmente usaba tejiendo otra prenda para su nieta. Pero no fue así, salí del baño y aún la habitación estaba vacía, me metí al armario y al salir la habitación seguía vacía.

Ya estaba empezando a desesperarme. La idea de que le hizo algo a Carmen me carcomía por dentro. Si algo malo le pasó a esa señora era por mi culpa, y eso no me lo iba a perdonar. Y es qué, muy a pesar de ser nana y todo lo fuera de mi secuestrador, era la única que me había tratado bien este lugar.

Por mi mente pasó Hansel, él estaba fuera de la habitación ayer cuando salimos y aunque pensé que ya no me vigilaba puesto que no lo volví a ver hasta ayer, lo más seguro era que siguiera allí.

Me acerqué  a la puerta y aunque sabía que estaba cerrada con llave intente girar el pomo, el cual se trabó enseguida, así qué con las palmas de mis manos empecé a golpear la puerta hasta que mis manos ardían.

––¡Hansel!–– él no respondía pero podía escuchar sus risas bajitas–– ¡Hansel!–– sus risas eran incontrolables pero trataba de no hacer ruido, sin éxito alguno, por supuesto–– ¡Hansel maldito!–– grité enojada, y entonces soltó un gran carcajada del otro lado de la puerta.

––¿Que quieres, niña?–– preguntó burlón. Quería insultarlo, moría de ganas por hacerlo, pero fui al grano ignorando su tono.

––Quiero saber donde está Carmen y por qué no ha venido.

––No lo sé, talvez el señor le ha llamado la atención–– este hombre era un verdadero imbécil. Puse los ojos en blanco–– pero quizás subirá pronto para traer tu desayuno.

––Idiota.–– susurré separándome de la puerta y caminando hasta la ventana.

––Las niñas lindas no dicen malas palabras. –– respondió con burla antes de soltar otra carcajada.

Pasaron al rededor de veinte minutos cuando la puerta se abrió y yo me levanté del sillón tan rápido como ví a Carmen aparecer por ella. No supe de mí hasta que me encontraba envolviendo a la mujer entre mis brazos con cuidado de no hacer caer la bandeja que traía entre sus manos.

––Yo también te extrañe niña–– rió un poco y yo me separé.

––Estaba muy preocupada por tí–– le hice saber–– pensé que ese animal te había hecho algo.

––Tienes un mal concepto de Damián en tu cabeza cariño–– ¿un mal concepto? ¡Ja!

––Tengo el concepto que es, Carmen, no lo justifiques y menos después de como yo misma presencié lo mal que te trato ayer. –– bufé.

––Solo hay que entenderlo–– siguió defendiéndolo–– Ha sufrido mucho desde que era un niño.

Yo también había sufrido mucho y aún así no andaba tratando mal a nadie y mucho menos secuestrando personas.

––El sufrimiento no justifica las malas acciones–– dije mirándola–– Después de sufrir tienes la opción de superar el dolor y seguir con tu vida, o convertirte verdugo y ser tú el causante del sufrimiento ajeno. Y tú y yo sabemos que él no eligió la primera y ahora te hace sufrir a tí con el trato que te da después de todo lo que has hecho, dejado y dado por él, y a mí que no le he hecho nada, manteniéndome alejada de la vida que tanto me costó reconstruir.

Ella sonrió, con tristeza en sus ojos.

––Vamos nena, come–– dijo sin más. Y la miré acercarse a la puerta.

––¿A dónde vas?–– pregunté.

––Damián ya no quiere que este aquí nena–– confesó afligida, aquello me molestó ¿Por qué él tenía que ser tan extremista?–– Me pidió que me limitará solo a traer tu comida.

––Siento haberte ocasionado un problema.–– dije sin mirarla.

––Tranquila nena, después de todo lo necesitabas.–– y salió de la habitación.

Allí pasé el restó del día. Sola, sin hablar con nadie, mirando por la maldita ventana la misma maldita imágen que llevaba viendo desde hacía más de una semana, desde allí observé como el sol se ocultaba y le daba pase a la oscura, fría y tormentosa noche.

En esté momento estaba tan aburrida que había pegado mi frente en el cristal de la ventana mientras las gotas de lluvia caían con fuerza sobre ella. Ya Carmen había venido por última vez en el día a llevarse la bandeja con lo poco que había dejado de la cena.

La puerta de la habitación se abrió abruptamente y rápidamente quité mi frente del cristal. El rubio venía entrando mientras se quitaba la corbata.

En ese preciso momento le tenía mucha más rabia de la que le había tenido antes por lo qué le había pedido a Carmen, así que después de la mirada seria que le dediqué volví  a poner mi vista en la verja.

––Buenas noches.–– primera vez que lo escuchaba siendo “educado” pero ni siquiera lo volví a mirar.–– Buenas noches Ámbar. –– su tono ahora era uno de enojo contenido. Me daba mucha curiosidad el hecho de que en menos de dos segundos sus emociones cambiaran de la nada.

No respondí pero escuché sus pasos aproximarse a mí con seguridad, y la agresividad que ya de por sí era parte de él.  Tomó mí brazo con fuerza y de un tirón me levantó del sofá dónde estaba sentada, al parecer le gustaba ver mi cuerpo marcado por él.

Aún tenía los dedos grandes de sus manos marcadas en un color rojizo sobre la piel de mi cuello, pero gracias a una crema que estaba en el baño, para esta hora los hematomas eran casi imperceptibles.

––Estoy hablándote–– susurró con enojo muy cerca de mi rostro.  Seguí sin hablarle, solo lo miraba a los ojos tratando de no mostrar ni un poco del miedo que le sentía.––¡¿Que mierda te pasa!? ––gritó fuera de sí –– ¡Pareces una jodida niña!

Mi corazón estaba aleteando fuerte, estaba segura que al salir de este lugar tendría que ir con un cardiólogo porque mi corazón y nervios no serían los mismos.

Al no obtener respuesta de mi parte me tiró con agresividad al sillón individual dónde Carmen se sentaba, colocó su rodilla izquierda entre mis piernas y con su mano izquierda tomó mi cuello nuevamente haciendo que echará mi cabeza hacia atrás.

––¿Que te sucede?––no respondí y cerré los ojos con fuerza cuando su puño derecho estampó contra el espaldar del sillón muy cerca de mi cara, tan cerca que por un momento pensé que me iba a golpear a mí, tanto fué mi miedo que salió desbordado en un par de lágrimas–– ¡¿Por que no hablás maldita sea?!

––No me golpees–– pedí en un hilo de voz por la fuerza que estaba ejerciendo en mi cuello. Me sentía humillada por pedirle eso, pero era el miedo quién estaba hablando por mí.

La mayor parte del tiempo me sentía muy orgullosa por la manera en la que había aprendido a manejar mis sentimientos. Podía aparentar muy bien sí de sentimientos hablabamos, El miedo lo camuflajeaba bajo una falsa capa de neutralidad y sólo Camerón sabía ver más allá de eso. Pero en momentos como esté, dónde ya estaba cansada de fingir y sentía mis fuerzas desfallecer, la neutralidad con la que me escondía se rompía y el miedo salía con desespero.

Lo sentí aflojar su agarré en mí cuello, pero aún no quitaba su mano de allí, su frente chocó con la mía y allí la dejó. Tenía los ojos cerrados con fuerza mientras trataba de que su respiración volviera a la normalidad.

––No te voy a golpear, muñeca––susurró aún agitado–– No lo haré, no lo haría.

Y por supuesto no le creería nunca, era un violento, un agresivo, un bipolar y encima estaba loco. En cualquier momento la ira lo cegaria a tal punto que de seguro me dejaría inconsciente. Y no iba a esperar ese momento, saldría de esa casa a como dé lugar.

––¿Por qué no quieres hablarme? –– preguntó en un susurró sin moverse.

Esperé unos segundos hasta estar segura que mi voz no sonará tan patética como anteriormente había sonado.

––¿Por qué le prohibistes a Carmen que dejara de venir?–– logré preguntar en un susurró sin que mi voz fallara.

––¡Joder!–– levantó la voz separándose. Yo me levanté del sillón y me detuve frente a la ventana.––¡Me desobedeció! ¡Y lo hizo por tu culpa!

Cerré los ojos con fuerza tratando de que el miedo no volviera a hacerme parecer una imbécil, y diciéndome a mi misma que solo debía asentir y decir que sí a lo que sea que dijera y se iría más rápido, pero ¡joder! Era imposible que lo hiciera, su sola presencia me irritaba, sus aires de grandeza aún más– sí es que eso se podía– y mi orgullo me obligaba a no quedarme callada por más miedo que le tuviese.

––¡Y ya me he disculpado!–– grité igual que él.

––¡No me grites!–– gritó de vuelta desde su lugar.

––¡Entonces deja de gritarme!–– dió un golpe a la pared junto a la puerta de baño, casi inmediatamente sus nudillos se llenaron de sangre pero a él pareció importarle poco.

No dijo nada más así que quité mi vista de él y miré por la ventana. Sentí como sus pasos se acercaban a la puerta y agradecí a todos los dioses del universo que por fin se largaría. Pero la puerta nunca fue abierta, y quise mirar para saber porqué pero me contuve.

––¿Que es lo que quieres?–– preguntó con calma. Definitivamente sus niveles de bipolaridad debían estar por arriba del extremo.

No me moví, no hablé, simplemente hice como si él no estuviese allí y continúe mirando por la ventana. Y sólo eso; no hacer nada, bastó para que volviera a perder la calma.

––¡Te estoy hablando, maldita sea!–– gritó llegando a mí. Creí que me tomaría de alguna parte del cuerpo como lo hacía siempre– ya hasta creía que me decía muñeca solo porque siempre me andaba tomando y colocando dónde y como le daba la gana– pero lo que hizo fue que agarró las cortinas blancas de la ventana con furia y las junto hasta que ya no pude ver nada a través de ella–– ¡Deja de ignorarme y responde de una puta vez! ¡¿Que mierda es lo que quieres?!

Ahora estaba frente a mí con sus hombros ligeramente encorvados hacia adelante.

––¡Quiero irme de aquí!–– no dijo nada. Sus manos se abrían y cerraban continuamente intentando talvez calmar la ira. Cuando quitó su mirada de mí y la puso en algún lugar sobre mi cabeza, supe la respuesta. Estaba muy claro que por él nunca saldría de ahí–– Entonces por lo menos déjame salir de aquí, déjame poder ir cada vez que quiera al patio, déjame estar aquí como si fuera tu invitada y no tu prisionera.

––Perfecto.–– me sorprendí, no pensé nunca que accedería.–– desde mañana puedes salir a dónde quieras siempre y cuando no cruces los límites de la casa. ––asentí varias veces.

Él giró sobre sus talones y caminó a la puerta.

––Damián––llamé antes de que saliera de la habitación, él me miró –– Gracias. –– solo asintió y salió.

Más rápido de lo que creía estaría de vuelta con Camerón.



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