Destinados #D1 (Completa)

By DeniseAyleen

2M 197K 95.1K

Destinados es la historia de dos mejores amigos de infancia, Brisa y Gastón, quienes en su adolescencia se al... More

Destinados #1
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Epílogo
Siempre serás tú
Nuevo título
¡Próximamente en librerías!
¡A LA VENTA EL 20 DE ENERO DE 2022!
LIBRO EN FÍSICO: dónde conseguirlo

Capítulo setenta

13.2K 864 1.4K
By DeniseAyleen

Brisa

Mi corazón agitado no me deja respirar con tranquilidad. El barullo en mi mente no me deja pensar con claridad. Mis ojos viajan hasta el celular que cae a mis pies, y pienso en levantarlo, pero me quedo estática y con las manos temblorosas.

No quiero pensar que le han disparado, pero yo misma he escuchado la amenaza y el sonido de una bala. Quiero hacerme creer que no le ha pasado nada, que no lo han matado ni herido, pero la situación me pone en peor estado con el correr de los segundos.

Suelto un suspiro tembloroso, mis ojos se llenan de lágrimas de miedo, y me muerdo el labio con nerviosismo.

—Por favor, que no sea verdad —suplico casi sin voz.

Nunca le desearía la muerte a Liam. Tuvimos un pasado hermoso y un triste final amoroso. Ya no lo quiero como antes, ya lo he olvidado y superado. Pero eso no quiere decir que no me preocupe por su salud. No quiero que le pase nada. No quiero que esté muerto.

No sé qué ha pasado, no sé realmente bien qué me ha querido decir con todo eso. Tengo miedo. Tengo miedo porque me ha dicho cosas graves. Tengo miedo porque su voz reflejaba susto. Tengo miedo porque presiento cosas malas.

Me armo de valor y me inclino para tomar el teléfono, la pantalla protectora está bastante rota, pero no hago mucho hincapié en ello. La llamada ya no está en curso, lo que significa que la persona que amenazaba a Liam, seguramente ha colgado.

La respiración se me vuelve pesada, y tengo un gran mareo que me alerta. Me siento cansada, como si no hubiera dormido en varios días. Las náuseas invaden mi cuerpo. Deseo que Gastón llegue rápido a casa para contarle lo que ha pasado. Quizá él pueda ayudarme.

Tocan a la puerta con ansiedad. Mi cabeza se gira en el momento, ruego que sea Gastón. Me voy rápido hasta la entrada, esperando ver su rostro cálido y queriendo darle un abrazo, pero lo único que consigo es que el pánico acuda a mi cuerpo cuando veo el rostro de Matt y Tyler. Ambos tienen una sonrisa torcida que asusta.

Retrocedo rápidamente, intento escapar y pedir ayuda, pero Tyler jala fuerte de mí para atraerme hacia él y pegar mi espalda a su pecho.

Suelto un grito de miedo, pero este se ve ahogado por la mano de Tyler y un trapo con un olor raro. Lucho lo que puedo para que me suelte, pero mis fuerzas y mi vista terminan disminuyendo notoriamente. Lo único que alcanzo a ver es a Stef, quien aparece en la sala y suelta un grito al ver lo que está pasando. Matt la ve y la empuja al suelo, sin siquiera importarle un poco que esté embarazada, y que, irónicamente, ese sea su bebé también.

Quiero volver a gritar, quiero quejarme, quiero insultarlo y quiero ver cómo está mi amiga, pero de pronto todo se pone negro.

Gastón

Si algo me ha molestado siempre es olvidarme el dinero en la casa cuando tengo que ir a comprar algo. Maldigo en mi interior al darme cuenta y le pregunto a Isaac y a mi hermano si tienen dinero a mano para no tener que volver, pero me dicen que no, y vuelvo a soltar una queja mental.

Aún sigo molesto por lo que Brisa me ocultó, las pequeñas cosas que pasan parecen molestarme con facilidad. Vuelvo a repasar la discusión en mi mente otra vez. Ella dice que no es para tanto que me lo ocultara, pero a mí no me ha gustado un pelo que se guardara algo tan importante. Yo quería saber.

Me hubiera gustado enterarme de todo desde un principio. Está bien que no lo hizo por ser mala, que priorizó mi trabajo. Pero su seguridad para mí es lo más importante de todo, y creí habérselo dejado claro más de una vez. El trabajo está debajo de todo, después de Brisa, después de Brisa y después de Brisa.

No voy a negar que estoy más calmado que antes, que incluso mi molestia con Isaac por no decirme las cosas también está disminuyendo, pero el rencor todavía sigue presente. Cuando mi cuñado llegó a casa le dije que lo que hizo no me pareció correcto, que a pesar de que él estuviera a cargo, me habría sentido mejor si me comentaba lo del micrófono porque, al final de cuentas, la casa en la que pusieron eso, es mía. Más razón tengo para molestarme.

Pero la carita de sueño de Brisa aparece en mi mente de repente, y me roba una sonrisa pequeña. No me gusta estar enojado y, por más que sienta rencor, intento no aumentar mi molestia para que nos llevemos bien otra vez.

Doblo por la cuadra que me lleva a casa, y desde lejos noto que algo no anda bien.

—¿Qué es eso? —mi hermano también se da cuenta.

Me pongo nervioso al igual que Isaac y, a medida que nos acercamos, notamos lo que está pasando y no nos gusta para nada. Acelero cuando veo que dos tipos meten a Brisa en una camioneta negra vieja. Los reconozco a los dos. Y quiero matarlos con mis propias manos.

—¡Mierda! —digo con miedo. Brisa parecía inconsciente cuando la metieron dentro. Tan solo pensar que la golpearon para desmayarla me hace hervir la sangre.

De repente, lo que quedaba de mi molestia se esfuma por completo y solo quiero tener a mi novia entre mis brazos, en mi cama, con su cabeza recostada en mi pecho, protegiéndola y sintiéndome seguro de que está bien. De repente, siento que soy capaz de herir si es necesario. De repente, siento que soy capaz de matar.

Veo que la madre de Brisa, su padre y el mío, salen rápidamente de mi casa, pero no logran nada porque la camioneta arranca y los deja atrás, sin oportunidad de hacer nada. Temo que le haya pasado algo a mi madre y a Stef al no verlas salir. Quiero creer que solo es una inseguridad mía, que ambas están sanas. Freno de golpe en la vereda de casa.

—¡Bájate, Key! —le ordeno a mi hermano con nervios, mientras miro fijamente a la camioneta. No voy a perseguir a ese auto con mi hermano menor aquí.

—¡¿Qué?! —me replica mi hermano— ¡No!, ¡Yo voy contigo! —exclama.

—¡Que te bajes, mierda! —pierdo la poca calma. No hay tiempo.

Key hace lo que le digo sin quejarse otra vez, y arranco nuevamente el auto. Por el espejo puedo ver que el auto de los padres de Brisa se enciende y nos sigue. A mi lado, Isaac saca nerviosamente su celular y marca un número. Pone el altavoz.

—Mamá, hola, ¿estás bien?, ¿estás en el auto con papá?

—No... No... Escuchamos un grito en la sala y... y fui a ver y Stefanía estaba tirada en el suelo, llorando con las manos en la panza como si le doliera—Isaac se pone tenso—. Nos dijo rápidamente lo que pasó y salimos por tu hermana y... Isaac, por favor, encuentra a tu hermana. ¿Por qué le hacen eso a ella...? —llora desconsoladamente. Su voz está totalmente herida y quebrada.

—Lo haremos —respondo por él, con la respiración agitada. Isaac está igual.

—Lo haré, mamá, te lo prometo. ¿Cómo está Stef?

—Está muy asustada y agitada. Ya llamamos a la policía y a una ambulancia. Stef está supernerviosa por el bebé y por Brisa. Creo que está teniendo un ataque de pánico.

—Dile que encontraremos a Brisa y que el bebé estará bien. Dile, también, que la quiero.

—Tráela a casa, por favor —solloza, muerta del miedo.

—Lo haremos, mamá, lo haremos.

—Ten mucho cuidado, por favor. Stef vio que llevaban armas en el pantalón.

¡Joder! ¡Cómo no!

La camioneta va con prisa. Acelero, pero me veo obligado a detenerme bruscamente, cuando casi choco a una señora con un perro. El vehículo negro sigue su rumbo y yo me quedo un poco retrasado por los autos que pasan. Les toco bocina, desesperado y ansioso, y vuelvo a presionar el acelerador cuando tengo el paso libre.

—¡Llama a la policía! —ordeno.

Conduzco durante casi veinte minutos pasándome semáforos. Pierdo el auto en la carretera después de un rato y me enloquezco. Los minutos sin hallar la camioneta pasan, mi vista parece nublarse repetidas veces. No sé qué hacer, no sé qué camino tomar ni sé si hay señal a donde vamos. La noche está cayendo, y aún no he conseguido salvar a mi amor.

Doblo por un camino de tierra con marcas de ruedas. Hay un bosque a nuestros costados y las dudas me invaden. Espero que mi corazonada sea cierta. Quiero encontrar a Brisa. A lo lejos, dentro del bosque, veo una casa grande y aparentemente abandonada, sin luces y sin ninguna camioneta. Quiero seguir buscando por otra parte, pero Isaac me dice que bajemos a revisar.

Ya es demasiado tiempo sin saber dónde está el vehículo en donde metieron a Brisa. Temo que le hayan hecho daño. Muchas cosas pueden ocurrir en estos minutos.

Brisa

Un balde de agua fría me despierta. Mi corazón late rápido por la brusquedad. Estoy a punto de insultar a Stef por hacerme esto, pero la realidad impacta contra mi cuerpo más fuerte que el baldazo y me hace entrar nuevamente en pánico.

No estoy en mi departamento, no estoy en casa de Gastón, no estoy en casa de Stef, no estoy en casa de mis padres, ni mucho menos en la casa de los padres de Gastón. Estoy en un lugar sucio, oscuro, frío, con olor a humedad y desconocido.

Busco con la mirada a la persona que me despertó, pero no encuentro nada frente a mí o a mis costados. Mis manos están atadas con fuerza y mi espalda está apoyada contra algo, giro mi cabeza todo lo que puedo para ver quién está detrás de mí.

—¿Liam? —pregunto, temblando un poco por el agua fría. Las gotas se desprenden de mi cabello enmarañado y caen sobre mi cara.

Por el color de cabello, la musculatura y el tipo de remera, puedo deducir que es él. Al principio creo que está muerto por el charco de sangre que logro ver, pero una queja de dolor de su parte me da a entender que no. No me gusta que esté sufriendo, pero en este momento, aunque suene terriblemente egoísta, prefiero eso a que no esté vivo.

—Liam, ¿eres tú? —pregunto para asegurarme.

—Brisa... —su voz se pierde en la habitación, está cargada de dolor y cansancio.

—¿Qué tienes?, ¿dónde te han disparado? —estoy asustada.

—En la pierna —suelta el aire acumulado—. Logré liberarme después de un largo rato, encontré un teléfono en una mesa y quise llamar a la poli, pero vi en el historial de llamadas tu nombre, y... tenía que avisarte. Ellos... iban en camino.

—¿Cuánta sangre perdiste?

—No estoy muy seguro de cuánta cantidad, pero es demasiada. Me siento muy mareado y cansado. Intento no dormirme.

—No te duermas, por favor, resiste.

—Eso intento... Lo intento, pero no sé hasta cuándo podré.

—¿Te duele mucho?

—No te das una idea.

Se me escapa una lágrima de miedo. Quiero estar en mi casa, cenando con la gente que amo y pasando una linda velada. Quiero oír las charlas constantes de mi suegra y las risas de todos cada vez que mi suegro o mi cuñado hacen alguna broma.

¿Gastón ya sabrá que algo malo me está pasando? Si ya está enterado, no me quiero imaginar lo preocupado y loco que debe estar. Y lo impotente.

La garganta de Liam suelta otra queja e intento verlo como puedo. Sería más fácil intentar ayudarlo si él estuviera frente a mí y no estuviéramos espalda con espalda.

—Quédate tranquilo, ¿sí? Saldremos de esta... —quiero ser positiva por los dos, pero estoy engañándome a mí misma y a él. No sé si saldremos de esta. No sé lo que me espera con el correr de los minutos.

—No quiero sonar pesimista, pero no creo que salga vivo de aquí. Me duele mucho y estoy perdiendo mucha sangre —vuelve a soltar el aire acumulado. Cada suspiro suyo es una brisa de dolor.

—Saldremos de esta —repito, aguantándome las ganas de sollozar.

Quiero que Gastón venga a rescatarme.

—Es Debby —suelta Liam, casi en un susurro—. Es Debby quien está haciendo todo esto —me aclara. y entonces algunas cosas empiezan a cuadrarme en la mente.

Mastica las palabras con dificultad.

—Siempre supe que ella tenía algunos problemas. Desde chica fue muy obsesiva, y me tenía como si fuera su juguete favorito. Quería atarme a ella de todas las maneras posibles. Me convenció de que nos casáramos, y le dije que sí. Pero luego te conocí. Me enamoré de ti y la dejé. Pero no pensé, hasta hace tres días, que su locura realmente era... real. Está mal de la cabeza. Está obsesionada conmigo. Y quiere que paguemos por el dolor que le causamos.

—¿Qué? —respondo incrédula, con ganas de llorar con fuerza en un rincón. Que Liam dijera que Debby, su ex, quiere que paguemos, ha despertado en mi interior un miedo enorme, una sensación de pánico extrema y un gran deseo de vivir.

Porque sé que Liam se refiere a que Débora quiere que paguemos con sangre y vida. ¡Dios! ¡No quiero morir! ¡No quiero que Liam y yo tengamos este final! Y mucho menos acepto mi muerte, ¡porque tengo un bebé creciendo en mi vientre! Y no puedo morir sin que Gastón sepa que le voy a dar un bebé.

—Está mal de la cabeza —afirma.

—¿Y qué pintan Matt y Tyler aquí? —Quiero saber—. Ellos fueron quienes entraron en casa de Gastón una vez. Y fueron ellos quienes me secuestraron hace rato. Ellos me trajeron aquí.

—Tyler y Matt también están locos. Me raptaron hace tres días —se le va la voz.

—¿Qué?, ¿tres días?

—S-sí... Estoy tan cansado —confiesa.

—¡Liam, no te duermas! —le recuerdo—. ¿Crees que nos tengan aquí por días?

—No. Nos van a matar y ya, estoy seguro.

—¡Diablos!, ¡¿puedes ser menos pesimista?! —le reclamo molesta, pero me arrepiento en el momento. No quiero tratarlo mal, no ahora, no en este momento de incertidumbre.

—Perdona...

—No, perdóname tú a mí. Olvida mi mal tono. —le pido.

—Brisa... —me dice paulatina y desganadamente, después de un corto silencio. Su tono de voz me provoca miedo, porque pienso que me va a decir algo como que se está muriendo o que se desmayará.

—Dime —mi voz tiembla.

—¿Es verdad lo que me dijeron?, ¿es verdad que estás con él? Con Gastón —pregunta, y automáticamente cierro los ojos y luego los abro lentamente.

No tiene que dolerme decirle que sí, porque si nosotros nos hemos separado fue por algo que él hizo, pero de alguna manera, al tenerlo detrás de mí, con una bala en la pierna, desangrándose, cansado y con riesgo de morir, no quiero hacerle ningún otro daño. Porque he captado algo de dolor en su pregunta.

—¿Por qué quieres saber eso?

—Solo quiero saberlo.

Termino por soltar un suspiro y quiero responder, pero él se me adelanta.

—El suspiro me respondió. ¿Qué haces con él, Brisa? Dijiste que solo era tu amigo.

—Tú me engañaste, después de eso todo cambió. Las cosas siguieron su curso y nos llevaron a ponernos de novios. ¿Por qué te molestas?, ¿por qué te pones así si fuis...? —me detengo. No quiero ser la que reprocha—. Tú ya sabes.

—No ha sido así... No te engañé, Brisa.

Se me escapa una risita y termino resoplando.

—Liam, no creo que este sea el momento adecuado para ponernos a discutir eso.

—No —me detiene, con la voz desgarrada por el dolor físico—. No es como tú crees. No es como yo creí que pasaron las cosas.

—¿De qué estás hablando? —giro la cabeza todo lo que puedo para intentar verlo. Él hace lo mismo.

—Yo no te engañé. Yo jamás quise hacerlo. Me drogaron —declara con la voz calmada pero llena de rencor.

—¿Te drogaron? —repito en forma de pregunta.

—Debby tuvo desde un principio la idea de querer arruinar lo que tú y yo teníamos. Está loca, tiene una enfermedad mental grave. Es como te dije la vez en que me dejaste, ella no era mi novia, y jamás le dije que tú y yo habíamos terminado. En serio, tienes que creerme.

El rencor que le tuve por mucho tiempo parece querer desaparecer, pero a la vez no. Necesito más explicaciones como para entender bien esto y no terminar tan confundida como ya estoy quedando.

—Cuando fui a Nueva York la última vez, cuando te dije que tenía mucho trabajo y que volvería más tarde de lo planeado, no era verdad, no tenía tanto trabajo. Te lo dije porque necesitaba estar alejado de ti, no podía mirarte a la cara. Una de esas mañanas allí me desperté con Debby a mi lado, ambos estábamos desnudos... Pensé... pensé que... Te había engañado. —Hace una pausa. Yo, mientras tanto, me quedo en silencio y procesando la noticia. ¿Debo realmente creerle a Liam?, ¿está diciéndome la verdad o solo lo dice para que, si salimos vivos de esta, yo tenga un motivo para volver a estar con él?—. Desperté a Débora y me dijo que bebimos juntos y que... y que lo hicimos. Me sentí como una mierda, realmente Debby parecía convencida, parecía decirme la verdad, parecía estar cuerda... Pero no.

—¿Esto es una broma, Liam? —me siento mal.

—No. No lo es. No entendía en qué momento se me cruzó por la mente hacerte eso. Y ahora sé que no te dañé, que no te engañé, que no hice nada malo. Yo te amo con locura, siempre lo hice desde que te conocí y siempre lo haré.

«Yo te amo con locura...» Si Liam está diciéndome la verdad, esto quiere decir que nuestra relación terminó debido a un engaño que nunca existió. Y que siete años de romance fueron tirados a la basura por culpa de una psicópata.

—¿Y tú acaso no recordabas nada de la noche anterior?, ¿cómo puede ser que no te hayas dado cuenta de que te estaban engañando, de que te drogaron? —reprocho.

—No recordaba nada de la noche anterior. Desperté con un horrible dolor de cabeza y vi botellas de alcohol. Me convencí a mí mismo de que sí había pasado lo que te dije. Me sentía una mierda.

—Para empezar, ¿cómo la habrías llamado? No tenías su número en el teléfono.

—Dos días después de llegar a Nueva York me la encontré en un parque y me detuvo para que habláramos, dijo que quería ver cómo estaba, todo parecía normal. Me dio su número en un papel.

—¿Y por qué no lo tiraste?

—No lo sé, solo lo guardé en mi billetera.

Me siento de malhumor. Hablar de esto no me gusta, y todavía hay cosas que no me cierran.

—A ver, ¿cómo es que te drogaron? —interrogo.

—Esa noche, Tyler estaba en casa de nuestros padres. Metió algo en mi bebida. Él fue cómplice. Es un loco de mierda. Y un envidioso también. Quiere matarme porque se ha enterado que mi padre me dejará una parte más grande de la herencia a mí. Desde que su madre se casó con mi padre, se ha puesto peor de lo que antes era en el instituto. Y yo a ti te he contado cómo era Tyler en ese entonces .

Empieza a toser con fuerza, y el pánico vuelve a golpearme. Proceso unos segundos toda la información y me digo a mí misma que, sea lo que sea que haya pasado, las cosas ya no pueden volver a ser como antes. Ahora estoy con Gastón y, si lo que Liam me cuenta es cierto, aunque me duela por él y recuerde todas las maravillosas cosas que hemos hecho juntos, no quiero que regresemos. Quiero a otra persona.

Quiero decirle a Liam que intentaré desatarle las manos desde mi posición, pero pasos en las escaleras me alertan y aceleran otra vez mi corazón. El miedo acude a mi cuerpo cuando veo a Matthew y Tyler bajar las escaleras, ambos nos miran desde sus lugares y el pesimismo de Liam se me contagia.

Es la primera vez que veo la mirada asesina de Matt, porque sí, esa es una mirada asesina. No desprende ese brillo humilde, tranquilo y amistoso de antes, ahora me observa con su verdadera personalidad. No entiendo cómo es que pude dejarme engañar. Matt siempre sostuvo una máscara para cubrir su verdadero ser.

Debí darles más importancia a las sospechas repentinas de Stefanía. Ella pasaba más tiempo con él, ella podía sentir más que yo, que algo estaba pasando. Me arrepiento de haberle dicho que él nunca le haría daño, que nunca la engañaría y que era buena persona. Y también me arrepiento de haberle llevado la contraria a tres de mis seres queridos cuando me contaron por qué sospechaban que Matt era parte de D.M.

Matt baja el último escalón con pasos firmes e intimidantes, y termina por apoyarse junto a Tyler en la pared más cercana a mí. Nuestras miradas permanecen conectadas todo el rato y me temo que, si no la aparto, me pondré a llorar del miedo que le tengo. Porque eso es lo que él me causa. Me da terror.

No sé por cuántos minutos se me queda viendo fijamente, seriamente y sin decir alguna palabra. Su silencio desgarra y arde. Su silencio quema y duele. Su silencio es malintencionado.

Respirar me cuesta, estoy agitada y no puedo permitir que él me escuche tomar y soltar aire. Siento que eso despertaría su voz y temo escucharla. Su simple presencia impone muchas cosas malas. Estoy estresada, cansada y preocupada. Temo que me haga algo, temo que sus manos rocen o toquen mi cuerpo.

Cuando se me escapa la primera lágrima desde que lo vi bajar, aparto la mirada inmediatamente para que no note lo que está causándome. Pero Tyler suelta una carcajada y sé que he quedado descubierta. Me siento tan humillada...

—Llorar no te ayudará —me hace saber y, aunque tenga ganas de decirle miles de cosas malas, prefiero quedarme callada. No vaya a ser que mis insultos despierten a una bestia como ellos dos.

Se me vuelve a escapar otra lágrima. Mi cabeza busca inmediatamente un lugar feliz, una estampa cómoda y segura, a una persona que me quiera, un lugar lejos de esta realidad. La imagen de Gastón junto a mí sosteniendo un bebé en el cuarto de alguna casa, mirándonos enamorados, se me viene a la cabeza. Ese es mi remanso, mi imagen de paz, de amor, de seguridad, mi imagen feliz.

Pero otros pasos en las escaleras captan mi atención y levanto un poco la mirada para ver a la persona que se acerca. La pelirroja, la responsable de arruinar mi relación con Liam, mantiene los ojos en los escalones.

—Un año —dice cuando pisa el último escalón. Su voz es firme y está cargada de rencor—. Estuve esperando tener el suficiente valor para esto desde hace un año —me mira a los ojos. El color verdoso de aquellos ojos es profundo y refleja desestabilidad. Literalmente, tiene la mirada de una loca.

—¿Sabes, Brisa? —Se detiene a un lado de Matthew—. He estado muchísimo tiempo queriendo hacerlos pagar a ambos por todo el dolor que me causaron que, por si no sabes, no fue poco.

—Yo jamás te hice nada a ti —me apresuro a decir.

—Estuve con Liam durante un largo tiempo, todo estaba perfecto, íbamos a casarnos, estaba esperando un bebé de él y... luego llegas tú y lo arruinas todo.

¿Un bebé? Yo nunca supe nada de un bebé.

—No pongas esa cara, ni Liam lo sabía —aclara—, iba a decirle después del casamiento, pero no llegamos ni a eso. Y todo por ti. Sabías perfectamente, que él estaba en una relación y no te importó una mierda. Te metiste con un hombre comprometido.

—Débora, no le eches la culpa. Fui yo quien se enamoró de ella primero —me defiende Liam.

—Tú ya sabes la historia, ahora déjame que se la cuente a Brisa. Cierra la boca o adelantaré tu muerte —lo amenaza .

—Oye, lamento haberte causado dolor, no era mi intención. Por favor, suéltan... —le digo, pero me interrumpe.

—Cuando Liam me dejó, caí en depresión. Perdí a mi bebé... —Sus ojos se le llenan de lágrimas y esnifa—. Amaba a ese bebé con todo mi corazón, amaba a ese ser... Podría haberle dicho a Liam sobre ello cuando me terminó, pero no lo hice porque no quería utilizar a mi hijo para que su padre se quedara conmigo. No sabes lo duro que fue todo... Me pasaba las noches llorando, no quería comer, no quería salir, no quería hacer nada más que llorar y lamentarme. Cuando perdí al bebé, mi depresión se volvió más profunda y me internaron en un centro de rehabilitación.

—Debby, lamento mucho todo, pero nosotros no quisimos hacerte daño de ningún tipo —le hago saber, a punto de romper en llanto.

Sus ojos me gritan que van a matarme.

—¡Por culpa de ustedes perdí a mi hijo! ¡Por culpa de ustedes dejé de sonreír! Estuve años encerrada en ese hospital. ¡Años! ¡No sabes lo duro que fue para mí! Tú y él me arrebataron mi felicidad —nos acusa—. Matt y yo nos conocemos del centro de rehabilitación, le conté mi historia meses después de volvernos amigos. Desde que estuvimos allí, todos los días, ambos íbamos sintiendo que las cosas entre nosotros iban a otro lado. Nos queríamos mucho, y nos pusimos de novios —mira a Matt y le da la mano—. Él siempre me ha cuidado, siempre me ha dado amor, siempre me ha apoyado y siempre los ha odiado a ustedes por el daño que causaron en mi vida.

—Por eso le sugerí a Debby que armáramos un plan para terminar con su ciclo de dolor. Los dos queremos que paguen por hacerla sufrir —se mete Matt. Su mirada está fija en mí otra vez. Ahora que los escucho hablar, no sé quién de los dos está más loco.

—Entonces... ¿tú nunca has querido a Stef ni un poquito?

—Yo solo tengo ojos para Débora —confiesa con una sádica sonrisa en su rostro—. Nadie me importa además de ella. Tuve que meterme a la universidad para estar cerca de ti, para conocerte, para saber tus debilidades. Jamás quise ser tu amigo. Estar cerca de ti me ha causado asco todo el tiempo. A veces, me daban muchas ganas de golpear tu cabeza hasta reventarla. ¡Te odio, Brisa! —me confiesa, y me pongo a llorar. Me siento muy estúpida por haber creído que él era mi amigo, que él me quería y que podía confiar en él.

—¿Era necesario ponerte de novio con Stef?, ¿era necesario hacerle lo que le hiciste?

Me mira como si le estuviera preguntando algo evidente.

—Stef fue daño colateral —responde como si nada, atrayendo a Debby a su cuerpo.

Esos dos me dan mucho asco.

—¿Por qué no me hicieron daño desde un principio y ya?, ¿qué necesidad había de hacer todo esto?

—Queríamos hacer las cosas bien. Y no te equivoques —aclara Matt—, nosotros pudimos hacer esto hace un tiempo, pero Debby tuvo algunas inseguridades con el tema, dudaba bastante, hasta que luego ya lo aceptó al cien por ciento.

—Sí... Me gustaba escuchar lo que tú y Gastón hablaban cuando estaban en su casa, me entretenían las cosas que Matt decía de ti y de la otra pesada. Me daba miedo todo el tema del secuestro, pero hoy estoy segura de que esto es lo que quiero —continúa Debby—. Tú no te mereces tener una vida feliz, tú pecaste, así que ahora yo seré tu karma.

Una de las notas de amenaza aparece en mi mente.

«Ayer dudé, pero seguramente mañana no.

Intentaré hacer lo que pueda,

lograré lo que quiero

por más miedos que tenga,

y te prometo que no saldrás bien de esta.

Me arrebataste lo que más apreciaba.

Yo seré tu karma.»

—Y yo estoy aquí solo porque quiero la herencia completa. Además de que quiero ser el próximo dueño de la empresa, claro —comenta Tyler con sonrisa arrogante y estúpida.

—Sí, siempre supe que Tyler odiaba mucho a Liam, así que por eso lo integramos al grupo. Aceptó muy entusiasmado cuando se lo propuse —Débora habla del tema con normalidad.

Y sí... ¿Qué espero de una loca? Los miro con el desprecio que se merecen.

—Están dementes... Todos ustedes... —dejo escapar.

La historia me da una profunda repulsión. ¿Cómo es posible que dejaran salir a estas dos personas del instituto mental? Aún les queda todo por mejorar.

—Aceptamos eso como un cumplido —se burla Débora.

—¿Quisiste matarme cortando los frenos del auto? —le pregunto conteniendo mis lágrimas.

—Sí, bueno, lamentamos haberlo hecho, fue en un momento de locura que lo hicimos... Es mucha historia para contar —resopla con fastidio, como si darme explicaciones la agotara.

Las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas sin consuelo. ¿Lo hicieron por un momento de locura? Jugaron con mi vida y con los sentimientos de la gente que me quiere. Y pensar que Matt estaba allí mismo, en el hospital, fingiendo quererme y apoyarme. Dejarlo entrar a mi vida fue un error grave.

—¿Por qué entraron a casa de Gastón ese día? Para poner micrófonos, ¿no?

—Sí. Y te advertimos que tuvieras cuidado. Pero solo para asustarte más de lo que seguro ibas a estar cuando escucharas las alarmas de seguridad de la casa. Stefanía le decía a Matt de estas notas, y le contaba que no parecías tomártelo en serio. Algo había que hacer para que verdaderamente te pusieras en alerta. ¡Ah! y lo de los frenos del auto... discúlpanos, fue un momento de inestabilidad.

¿Un momento de inestabilidad? Hablan de mi vida como si fuera un juego. Sin embargo, a pesar de tantas ganas de decir cosas horribles, me centro en lo que pasó en casa de Gastón la otra noche.

—¿En serio ibas a matar a Gastón?, ¿erraste el disparo a propósito o no? —clavo la mirada en Matt.

Sonríe sarcástico.

—No, lo siento, pero no fue intencional. Si lo mataba, no me importaba.

Suelto un sollozo involuntario, e intento secarme las lágrimas con mis hombros. Y pensar que Gastón en este momento podría estar muerto...

—Bri, tranquila —la voz de Liam es suave por el dolor y dulce para intentar calmarme.

Sofía se cuela en mi mente de manera repentina, y les pregunto.

—¿Ustedes dañaron a Sofía?

—¿A qué viene esa pregunta? —responde la pelirroja.

—Tengo la leve sospecha de que ustedes tuvieron que ver.

—Más o menos —responde Matt—. Le dábamos dinero para que colocara micrófonos en casa de Gastón. Aprovechamos que ella empezó a vivir ahí. Como podrás suponer, no pudimos colocar muchos micrófonos la noche en la que entramos. Y luego, fue más difícil con la policía vigilando. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio ¿no?

—¿Cómo es que ella aceptó hacer esto?

—Conocí a Sofía intencionalmente. Empezamos a hablar, salimos, y le dije que además de estudiar en la universidad, también trabajaba como recolector de información para un programa de chismes que pagaba muy bien. Le ofrecí una buena cantidad con tal de que me hiciera un par de favores en la casa de Gastón. Queríamos averiguar cosas tuyas que te hicieran quedar mal parada. Pero justo el día en que íbamos a negociar con ella, no sé bien cómo, pero se enteró de las cosas que realmente estaban pasando. Salió asustada de la casa donde la citamos. No pudo meterse en su auto, y cuando me vio, echó a correr. La perseguí furioso. La pobre estaba desesperada, y fue tan tonta que no miró a los lados y un carro la arrolló. Quedó hecha pedazos, literalmente. Así que, en parte, sí tuvimos que ver, y en parte no —Matt me mira.

—Ella no me agradaba para nada, pero estaba esperando un niño también, ¿saben?

—Sí, un bebé de Gastón, ya sabemos.

Frunzo las cejas.

—No sé si de Gastón, pero había un bebé.

—Te lo estoy afirmando, sí era de Gastón.

—¿Tú como sabes eso, Matt? —pregunto histérica.

—Me lo dijo.

Quiero decir algo más, pero otros pasos en las escaleras captan mi atención.

—¿Caitlin? —pregunto cuando la reconozco. No me digan que la empleada doméstica también tenía que ver en esto.

—Caitlin es mi hermana menor. Trabajó falsamente como empleada doméstica, porque se nos había ocurrido que también hubiera sido lindo que sintieras lo que es que te roben al chico que quieres, pero al final, Cait ya no quiso seguir metida allí.

—Pero al menos me quedo a apoyarlos —habla Caitlin.

Odio a cada uno de ellos. Ahora sé que quien le ha disparado a Liam ha sido Caitlin. La voz que amenazaba a Liam le pertenece a ella.

—Creo haber escuchado que Liam te ha contado sobre el falso engaño que montamos, ¿verdad?

Quisiera decirle a Debby que es una psicópata de mierda, pero no puedo porque tengo miedo a lo que me haga. Me siento más humillada que antes. Me siento débil e impotente. Aparto la mirada, y eso responde la pregunta de la pelirroja.

—¿Y qué hacías tú en la fiesta de Gastón? —se me ocurre preguntar. Es una duda que siempre tuve.

—Fui a poner incómodo a Liam, sabía que viéndome allí y tú estando cerca, él se pondría tenso. Y sí que se puso tenso.

—Deb, es hora de que me vaya, tengo un vuelo que tomar —le comunica Caitlin como si nada—. Me llamas cuando todo termine, ¿sí?

—Bien —se abrazan—. Ve por el interior del bosque por las dudas. Ya conoces el camino.

Caitlin se va de la sucia casa y por un momento desearía ser ella. Está libre. Pocos minutos después, un ruido raro se escucha y los tres se ponen en alerta de inmediato. El ruido se repite y rápidamente desaparecen por distintos lados a ver qué es lo que pasa.

—Te intentaré desatar —me dice Liam con voz cansada—. No intentes lo mismo, tú busca la manera de irte lo más pronto que puedas.

—No voy a dejarte aquí —le aclaro a Liam mientras él se apresura a desatarme.

—Sí, lo harás. Soy una pérdida de tiempo, estoy herido.

—Liam...

—No —me detiene duramente. No digo nada más, y vuelvo a ponerme a llorar de la ansiedad que siento.

Dos minutos después, Liam logra desatar mis manos.

—Intenta encontrar una ventana y salir —me dice cansado.

Me inclino hacia él y le doy un beso en la mejilla. No me importa que esté sudado y sucio. Se merece ese afecto.

—Pediré ayuda, para ti, te lo prometo, Liam —sollozo—. Gracias por desatarme.

—Vete —me mira con lágrimas de dolor.

—Pediré ayuda —repito, mirándolo a los ojos y sintiéndome horrible por tener que dejarlo.

Me apresuro a subir las escaleras hacia el piso de arriba, buscando escapar por una salida alterna, procuro no hacer tanto ruido. No llego ni a terminar de subir el último escalón, cuando escucho la voz histérica de Débora llamándome con furia. Regresó a buscarme y se ha dado cuenta de que escapé. Me apresuro a correr por un largo pasillo y me escondo en uno de los cuartos. Busco rápidamente algo con lo cual defenderme, pero no hay nada más que polvo y una cama sin colchón.

La casa es grande, a pesar de no haberla visto desde afuera, lo sé por el largo pasillo que tuve que atravesar, y por el enorme cuarto en donde estoy metida. Escucho pasos, su voz me llama con enojo. Saltar por la ventana me llevará tiempo y en este momento no tengo eso. Me escondo detrás de la puerta cuando oigo que se acerca. Estoy muerta del miedo.

—¡Te llego a encontrar y estás muerta, estúpida! —me grita.

Me tengo que tapar la boca para no soltar un sollozo. Pero es inútil. Se me escapa uno, y sé que me he dejado al descubierto. Débora se mete en el cuarto, y salgo de mi escondite para pegarle, pero tropiezo con mis propios pies y ella termina empujándome para que caiga al suelo. Me pego fuerte en la cabeza. En un abrir y cerrar de ojos la tengo sentada en mi vientre, intentando clavarme un cuchillo en el pecho.

Pongo todo mi esfuerzo para que no lo logre, pero su locura parece ser más grande que mi propia fuerza y, para colmo, el miedo y el temblor que tengo me restan energías. Veo en cámara lenta cómo la hoja filosa se acerca a mí, y no sé cómo es que me animo a agarrar la parte letal para intentar que no termine enterrada en mi cuerpo.

Suelto un grito desgarrador cuando el filo corta las palmas de mis manos, y mis ojos se cierran automáticamente. La sangre hace que todo se vuelva resbaloso, uso eso a mi favor. Y en el intenso forcejeo, logro sacarle el cuchillo y tirarlo hacia un costado alejado de mí. Mi lucha contra el arma blanca termina, pero empiezo otra batalla contra sus manos, porque me rodea el cuello con mucha furia, rencor y necesidad de venganza.

En sus ojos veo cómo le causa placer el ver que me quedo sin aire, que la debilidad y el miedo están jugándome en contra. Me pongo roja, me debilito al paso de los segundos y, por más que luche para aferrarme a la vida, siento que decaigo a pasos agigantados. Las palmas de mis manos duelen mucho como para lograr hacer que ella me suelte.

Recuerdo el cuchillo y de reojo lo veo a mi costado. Estiro mi brazo todo lo que puedo y mis dedos tienen que luchar para poder tomar apenas la hoja filosa. La vista empieza a nublárseme, me quedo sin aire, sin habilidad para respirar, sin fuerzas suficientes para poder luchar, pero mi imagen feliz, la imagen de Gastón y de mi bebé en una misma habitación me da las fuerzas suficientes para poder luchar un segundo más y tomar el cuchillo.

Lo agarro sin importar el dolor y, sin dudar ni un segundo, se lo clavo dos veces a Débora en el brazo. Rápidamente me suelta y grita de dolor. Me apresuro a inclinarme hacia adelante y a empujarla hasta que se cae y puedo ponerme de pie.

Al fin puedo respirar. Mis pulmones me lo agradecen. La cabeza me duele, me palpita, estoy mareada, hambrienta, con frío y cansada. Siento que en cualquier momento me voy a desmayar.

Salgo corriendo y vuelvo a cruzar el pasillo. A la mitad de él, veo que Matthew sube las escaleras algo alterado, entonces, sé que, aunque no quiera debo hacerlo. Mi vida es más importante que la de ellos. Apresuro mi paso y empujo con mucha fuerza a Matthew hasta hacerlo rodar por las escaleras, y escucho un ruido raro cuando su cuerpo cae. Empiezo a bajar rápidamente, a medida que me acerco, veo que sus ojos están cerrados y que hay un charco de sangre que se expande debajo de la cabeza de quien creí que era mi amigo. Me quedo un poco anonadada.

¡Dios...! ¿Lo he matado?

Veo a Liam tendido en el suelo, con sangre a su alrededor y con sus ojos cerrados. Entonces temo que también esté muerto, pero la voz de alguien capta totalmente mi atención.

—¡Brisa!

Me pongo a llorar.

—¡Gastón! —corro hacia él y me lanzo a sus brazos. Me sostiene fuerte y luego me aleja para escanearme completamente con una rápida mirada.

¿Será real o lo que veo es solo producto de mi imaginación?

—Viniste —sollozo.

—Siempre te encontraré, siempre te rescataré —me hace saber—. ¿Estás herida? —Pregunta con miedo—. ¿Te han manoseado?

—No, solo me he lastimado las palmas de las manos y me golpeé la cabeza, pero no me duele —miento.

—Tenemos que irnos. ¡La policía ya viene en camino! Tu hermano está afuera intentando someter a los golpes a ese tal Tyler para que no escape.

¡¿Qué?! Escucho un disparo proveniente de afuera, y se me congela la sangre, pero el sonido de las sirenas de policía me hace respirar un poco.

—¡Si dan un paso más los mato a ambos! —las palabras de Debby nos hacen detenernos.

Gastón se da la vuelta y me pone detrás de él.

—Baja el arma —le pide Gastón con fingida calma.

—¡Me arrebataste todo, Brisa! —Débora también empieza a llorar como yo. Su herida chorrea sangre—. Tienes que pagar.

—Baja el arma —vuelve a pedir mi novio, pero la pelirroja no hace caso.

—Si no te mueves, Gastón, te prometo que te dispararé a ti. ¡No seas estúpido y muévete!

—¡Jamás dejaré que le hagas daño, prefiero que me lastimes a mí que a ella!

Debby se limpia las lágrimas.

—Brisa, si tanto quieres a Gastón, camina hacia mí y recibe la bala tú. ¡De lo contrario, será él quien muera!

—¡Ni se te ocurra, Brisa! —me ordena Gastón, antes de que yo haga algo. No puedo dejar que Gastón muera, pero tampoco puedo permitir que me pase algo sabiendo que hay una vida creciendo en mi vientre.

Me seco las lágrimas que no me permiten ver.

—A la cuenta de tres, si no sales, Gastón, tú serás quien muera.

—Gastón... —le digo, pero no me responde.

—Uno... —empieza a contar.

—Gastón... —le digo, y sacudo su cuerpo para que deje de ponerse delante de mí, pero es lo suficientemente fuerte como para no moverse ni un centímetro.

—Dos...

—¡Gastón, no!

—Tres.

El disparo me aturde y, cuando abro los ojos, Gastón ya está tendido en el suelo y haciendo presión en la herida.

—¡No! —grito.

Miro a Debby con miedo de que me dispare a mí también, pero tres policías entran y le apuntan con sus armas para que se vea obligada a bajar la suya. Me inclino hacia a Gastón desconsoladamente y le acaricio las mejillas. Escucho la voz de Isaac llamándome. Mi hermano me pregunta si estoy bien, pero se da cuenta de Gastón y me deja centrarme solo en mi novio.

—¡No te duermas, por favor!, ¡no te duermas! —le suplico. Sus ojos parecen entrecerrarse de a poco, y el sudor frío empapa su cuerpo—. No me dejes, ¿sí? No me dejes. No nos dejes —le pido, refiriéndome a nuestro bebé.

—Solo por si acaso quiero que... que sepas que... —hace una mueca de dolor y una pausa—. Quiero que sepas que te amo.

Cierro los ojos con fuerza, y sollozo.

—Yo también te amo muchísimo —respondo, y quiero confesarle que será padre, pero sus ojos se cierran justo antes de que yo pueda empezar a hablar. Y los míos, también. 

Continue Reading

You'll Also Like

25.4M 1.4M 62
[ PUBLICADO POR NOVA CASA EDITORIAL] "Se tomó el puente de la nariz y pude notar cómo contenía su rabia. -Maldita sea, Vega. Trato de ser amable cont...
3K 726 43
Luego del accidente y lo de mi padre, prometí nunca confiar en nadie. Pero Adam, hizo que olvidará todo lo malo que había vivido. Hizo algo que nadi...
504K 45.1K 91
A HARRY POTTER FANFICTION #3 Alexandra Berrycloth entra al colegio Hogwarts de magia. Estando ahí, ella hará amigos y hasta enemigos. No teniendo en...
7.2M 221K 27
Mi nombre es Eli, solo Eli. Si me dices Elizabeth, juro que te secuestro y vendo cada parte de tu cuerpo al mercado negro. Ya están advertidos. Co...