Gastón
—Abre la puerta —le pido después de que termina de vomitar, pero no me hace caso ni me dice nada—. ¿Brisa?, ¿estás bien?, ¿puedes abrirme la puerta? Sé que estás molesta conmigo, pero no te sientes bien y me gustaría ayudarte, ¿sí?
Tira la cadena y, por lo que escucho, deduzco que abre el grifo del baño.
—Brisa —insisto.
Y esta vez me hace caso. Corre la traba. No me abre, así que entro y me la encuentro sentada en el inodoro, tomada de la cabeza y respirando con pesadez. Me inclino hacia ella, quiero verla a los ojos, pero no me deja.
—Bri... —pronuncio su nombre con calma, esperando a que me mire, pero no lo hace—. ¿Te has descompuesto por lo que estuvimos hablando?
—Sí... Digo, no... Bueno, no sé. —balbucea.
Se descubre la cara, clava profundamente sus ojos azules en los míos. Por la expresión dura de su rostro me preparo para una discusión. La conozco, la mayor parte de las veces todo empieza sereno, y luego se pone algo loco. Pero la entiendo. A mí también se me haría difícil enterarme que mi pareja se tiene que besar con otra persona.
Es la primera vez que tenemos que tocar este tema desde que nos pusimos de novios. Sabía que esto pasaría en algún momento, y estúpidamente esperé que no se molestara por ello, pero es mucho pedir. Sé que le cuesta aceptarlo, que si lo hará es porque me quiere y porque no quiere ser un estorbo para mi carrera, cosa que no es y jamás será.
—Tal vez sí sea buena idea que te vayas a acostar un momento, y luego hablaremos de esto. ¿Te parece?
Se limita a asentir. La ayudo a ponerse de pie.
—Te voy a traer un vaso de agua —le digo, cuando se sienta en la cama y empieza a sacarse las zapatillas.
—Agua fría —pide, recostándose en la cama.
Me pone inquieto pensar que probablemente le haya bajado la presión por mi culpa, porque a pesar de que la noticia de mi viaje no fue una superbomba, sí fue algo duro de masticar para ella. Y no la juzgo ni la culpo. La comprendo y la respeto.
Tampoco me quiero apartar de ella por tres semanas. No quiero que se quede sola en la casa y, para ser sincero, ni siquiera quiero que se quede con su amiga, porque de todos modos me da miedo que le pase algo. Todavía no han capturado a Tyler, ni a Matt, y no sabemos quién es la chica. Saber las identidades de dos locos no son gran consuelo cuando andan libres por el mundo como una amenaza real.
Me gustaría muchísimo y me sentiría más tranquilo si ella viniera conmigo, pero, así como ella respeta mi trabajo yo también tengo que respetar que tiene estudios y asistencias universitarias que cumplir. Sus ojos recorren mis pasos. Le entrego el vaso.
—Me iré abajo para que puedas descansar tranquila. Supongo que no debes querer verme mucho a la cara —le comento con obviedad.
Brisa me mira displicente y me da la espalda. A pesar de ello, me inclino en la cama y dejo un beso en su mejilla.
Le envío un mensaje a Isaac preguntándole si puede venir a mi casa, y en cuestión de una hora, después de responderme que sí, lo tengo frente a mi puerta y con tres latas de cerveza. Las eleva en el aire con una sonrisa.
—¿No es un poco temprano para tomar?
—Sí, pero aprovecho que vengo a verte un rato porque luego iré de nuevo a casa de Stef y no quiero beber frente a ella por lo del bebé, y solo no me gusta beber, así que... —me explica, adentrándose a la casa.
—¿Dónde está Brisa?
—Arriba, durmiendo —respondo—. Hace un rato ha vomitado, no se sentía bien.
—No la habrás dejado embarazada, ¿verdad? Porque le he traído una cerveza a ella también, y si espera un bebé tampoco podrá tomar —bromea.
—No. Dudo mucho que esté embarazada —respondo—. Tuvimos una especie de charla incómoda y tensa. Por eso te he pedido que vinieras.
Llevo la lata de Brisa a la heladera y vuelvo a la sala.
—¿Me has llamado para que resuelva sus problemas?
—No, te he llamado porque me tengo que ir por unas tres semanas a Canadá. Tengo trabajo y Brisa no puede ir conmigo por la universidad. Sé que es mucho pedir, que tienes muchas cosas por hacer, pero no puedo irme si no tengo a Brisa segura. Han pasado muchas cosas en los últimos tiempos y...
—Y tienes miedo de que pueda pasar algo con los locos —termina por mí.
—Exactamente. ¿Crees que podrás?
Mira hacia un costado, pensativo.
—Tendría que hablar con mis padres para que se encarguen de solucionar ellos algunos temas pendientes de la empresa, pero sí, sí puedo. Además, Brisa es mi hermana y no puedo dejar que nada le pase. De estar trabajando en otra empresa las cosas serían distintas, no tendría tanta libertad, no me dejarían faltar tanto, así que, qué bueno que tenemos nuestra propia empresa y que soy mi propio jefe —me sonríe y me siento aliviado.
Podré irme más tranquilo. Además, sé que a Brisa le vendrá bien pasar tres semanas al lado de su hermano.
—Te lo agradezco muchísimo, Isaac —Me pasa la lata de cerveza, y le doy un sorbo.
—No es nada, es mi hermana menor. ¿Cuándo te vas?
—Salgo en la madrugada.
—¡Oh!, temprano.
—Sí.
—¿A qué hora?
—A las tres y media.
—¿Y por qué has discutido con Brisa?, ¿es porque te tienes que ir?
—Sí, pero fue más porque tengo que besarme con alguien en una grabación. No es que haya sido una discusión, fue más una charla tensa —le recuerdo.
Me mira con algo de asombro.
—¡Oh!, ya entiendo... Yo también estaría molesto si estuviera en su lugar —declara.
—Sí, por eso no me enojo con ella.
—Si te enojaras serías un...
—¿Un idiota?
—Esa es la palabra correcta —afirma bebiendo un largo sorbo de cerveza—. ¿Ella te ha pedido que no te beses con la chica?
—No, porque sé que ella comprende que es parte de mi trabajo, pero obviamente eso no significa que no le inquiete.
Brisa
Me despierto un poco mareada y con pocos ánimos. El otro día vomité y hoy pasó lo mismo. Puede ser coincidencia, pero las dos veces pasaron muy cerca y eso me hace poner nerviosa, pero no tanto como para estar asustada. Hay gran posibilidad de que mi descompostura se deba al hecho de enterarme de que Gastón se besará con otra mujer. Descarto el embarazo. Estoy con la regla.
Me siento celosa de solo pensar en Gastón con otra... imaginarlo besando otros labios, así todo sea de ficción, es algo que no me gusta y no quiero que pase, pero... ¡lo tengo que aceptar! Cuando el capítulo del beso se estrene no lo veré para no estresarme.
Decido tomar una ducha larga de al menos media hora. Cuando salgo del baño del cuarto, Gastón está esperándome sentado en la cama. Quería un momentito a solas antes de tener la charla del beso, pero sé que tendré que escuchar y dar mis opiniones sin tener otro momento de preparación mental.
—¿Te sientes mejor?
—La ducha me ha ayudado, sí.
—Me alegra saberlo.
—Gracias —respondo simple. Siento que la situación está más incómoda de lo que debería ser, y no me gusta, pero como no puedo tomarme las cosas a la ligera, todo parece en tensión.
Sé que mi comportamiento es inmaduro, porque ya me ha pasado lo mismo con Liam, cada vez que él se tenía que ir yo lo aceptaba, pero igual me molestaba. Sin embargo, con Gastón me pasa que puede que yo entienda su viaje, pero lo que realmente me molesta o lo que más me molesta es que tenga que besarse con otra mujer. Y no quiero compartir sus labios con alguien más. Es complicado.
Enchufo la secadora de pelo. Al menos el molesto ruido acalla el ensordecedor silencio. Gastón se mantiene viéndome en la cama, siguiendo cada uno de mis movimientos. Me dan ganas de pedirle que haga otra cosa en vez de mirarme, pero me contengo porque no quiero ser mala con él. Dejo la secadora al terminar y me siento a su lado.
Estoy grande para andar pateando la charla para otro momento. Gastón se irá dentro de unas horas, ni loca lo dejaré ir sin que hablemos.
—La otra vez me puse celosa cuando te tuviste que besar con una chica en el vídeo musical en el que participaste, pero en ese momento no éramos nada, así que me lo tomaba más a la ligera, pues no tenía por qué reclamarte. Ahora es distinto, porque sí somos novios, y sí, Gastón, sé que es tu trabajo y lo voy a aceptar sin enojarme, pero eso no significa ni va a significar que me guste lo que va a pasar.
—Lo sé, Brisa. —me responde comprensivo.
—Y te voy aclarar una cosa, sabes que yo no estoy para juegos, así que no se te ocurra andar haciendo cosas que no debes, mientras yo me quedo aquí esperando a que vuelvas. —le puntualizo tajante.
—Jamás te engañaría.
—No está de más aclarar las cosas —respondo seria.
Sonríe un poco.
—Te ves hermosa cuando te pones tan autoritaria, ¿sabías?
—Gastón, no es momento...
—Sí es momento —se me tira encima en un intento de abrazo.
Eso me hace reír un poco.
—Oye, no, ¡me estás aplastando!
—¿Me estás diciendo gordo?
—No, te estoy diciendo pesado.
—Eso sigue sin sonar bien —responde, y me hace cosquillas.
Si hay algo que odio, son las cosquillas. No me dan gracia, me dan ganas de pegarle a quien me las hace.
—¡No!
—¿Ya sientes ganas de pegarme? —se ríe. Él me conoce mucho.
—Sí, ¡ya detente! —le pido. Esto es muy incómodo.
Pero él no se detiene hasta pasado uno o dos minutos. Y como venganza, cuando me deja libre, tomo el vaso con agua de la mesita de luz y le lanzo el líquido en la cara.