Cambio

By SirumYem

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Seth McFare y Jenna Kent no se llevan lo que se puede llamar... bien. Pero un buen golpe del destino hará un... More

Cambio
1. Despierta
2. Esa soy yo
3. Qué pesadilla
4. Infierno y Paraíso
5. ¿Me recuerdas?
6. Primer beso
7. Segundo beso.
8. Tercer beso.
9. Cuarto beso
10. Quinto beso
11. El sol detrás de las nubes
12. Noticia de fiesta
13. Cumpleaños de Louis (Tony)
14. Cumpleaños de Louis (Tony) II
15. Cumpleaños de Louis (Tony) III
16. Festival de primavera
17. Walton en El País de las Maravillas
18. Habitación 426
19. Un día con Seth
20. Seth, perdóname
Mini EXTRA
21. Entre confusiones, se levanta el hacha de guerra
22. ¿En qué estabas pensando?
23. ¿Una conexión?
24. La otra mitad del verano
25. La otra mitad del verano ll
26. La otra mitad del verano lll
27. A ti no te voy a soltar
28. Un día especial
29. No era un sueño
30. De dolores y sorpresas
31. Bajo el guindo
32. Escondida
33. Citas, citas everywhere
34. Melisa y el árbol que ardió
35. Veinticuatro horas
36. Lazos rotos
37. Rastro de fuego
38. Extraordinaria velada
39. Primera cita
40. Nuevos clubs, nuevo sentimiento.
41. Amor joven
42. No es lo único.
43. No más un secreto
44. ¿Entonces sí me crees?
45. Por verlo
47. Un beso tuyo
48. Sorprendente I
49. Sorprendente II
50. Aviones de papel que no vuelan
51. Una araña en el lienzo
52. Peligro
53. Algo superficial
54. Una sílaba
55. Las mejores cosas
56. Primer beso (última parte)
Epílogo: Su palabra
Entrevista a Sirum.
Gabriel responde.
Louis responde
Jamie responde
Greg responde
Liz responde
HOLA DE NUEVO
ANUNCIO
BUENAS BUENAS
FINALMENTE
BUENAS Y MALAS

46. La cereza del pastel

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By SirumYem

Después de pasar tardes enteras con las cabezas enterradas dentro de los apuntes de clase, los exámenes terminaron y cada uno quiso celebrarlo a su respectiva manera, desde un prolongado suspiro hasta un aprovechado fin de semana en el antro. Y aunque Liz nos invitó a todos a uno llamado Cuarto De Fuego, todos aquellos que practicábamos un deporte tuvimos que negarnos, puesto que las competencias empezarían en una semana y el consumo de alcohol nos estaba rotundamente vedado.

Por supuesto que esto sólo nos detuvo a Seth y a mí, los demás salieron en cuanto dieron las nueve el viernes por la noche.

Sin embargo, no perdí el tiempo: ese viernes invité a Seth a cenar a casa, ya habiéndome decidido no revelar nada de lo sucedido aquella noche hasta que Tyler y papá se dieran cuenta de que íbamos más que en serio.

Seth llegó bien perfumado y planchado a las siete en punto. Mi papá, con una confianza que era característica de él cuando alguien le cae bien, lo invitó sin muchas formalidades a pasar y ponerse cómodo y platicar con él sobre cosas de hombres que no puse empeño en escuchar mientras servíamos la cena. Tyler sólo dijo lo necesario y se mantuvo en un estricto silencio que papá le había impuesto antes de que mi novio llegase.

—Si no vas a decir nada agradable, no lo digas —había dicho papá. Y Tyler no abrió la boca.

Seth procuró no pasarse de mirón en toda la jornada, puesto que yo no me tomé a la ligera la cena: un sencillo vestido azul con escote en V y manga tres cuartos, y un poco de maquillaje más del usual. Tal vez sea cruel, pero me hacía gracia el esfuerzo que Seth hacía por no quedárseme viendo por más de diez segundos.

Cuando ya estuvimos sentados los cuatro en la mesa, papá le hizo preguntas. Muchas preguntas. Entonces comprendí de dónde había sacado Tyler esa facilidad de soltar preguntas desconsideradas y tan directas. Pese a eso, Seth no se lo pensó dos veces antes de contestar alguna de ellas con todo el respeto y la formalidad posible, mientras que papá iba perdiendo ésta última y cada vez se lanzaba con cosas más delicadas.

—Y dime Seth, ¿qué piensas ser en un futuro? —preguntó, dándole un sorbo a su copa de vino.

Tyler y yo giramos la cabeza en su dirección, intrigados por la pregunta.

—Voy a estudiar arquitectura, lo más probable es que aquí, y tendré aquí mi despacho. Aunque no es del todo seguro.

—¡Estoy de acuerdo contigo, muchacho! ¡No es del todo seguro! Así es, así es —y le volvió a dar otro sorbo a la copa—. Tyler, ¿podrías pasarme la sal? 

—Ni siquiera has probado la sopa —se jactó mi hermano, pasándome la sal para yo dársela a papá.

—Sí, pero la hice yo, y a mí siempre me falta sal.

Seth se acomodó el saco sin corbata, incómodo, y yo le di una patadita por debajo de la mesa para que no estuviera tan nervioso. Me sonrió conciliadoramente pero noté que el nerviosismo continuaba allí.

La cena no estuvo tan mal, pues la conversación se enfocó a nosotros tres y Tyler hacía un comentario sobre el tema de vez en cuando.

Con el paso de la noche, y las palabras cruzadas, mi hermano pareció alejar las malas impresiones de mi novio y se acercó un poco, preguntándole a Seth cosas que tal vez tenía tiempo queriendo sacar a luz. Es difícil decir si le seguía cayendo mal o no; Tyler siempre ha sabido llevar una máscara de actitud cuando se lo propone, y parecer la persona más amable del mundo mientras afila el arma justo enfrente de ti y sigues sin saber si está bromeando o te va a apuñalar en serio, pero su sonrisa, que a pesar de ser tétrica intenta ser amable, se mantiene. Y eso da miedo.

—¿Y a dónde piensas llevar a Jenna cuando acaben la universidad? —pregunta que hizo que Seth se atragantara con su vaso de agua.

—¡Tyler! —le llamé la atención. Mi padre suspiró y se puso de pie para llenar su copa en la cocina.

—Oh, lo siento. Supuse que querrías terminar la universidad —continuó, dirigiéndose a Seth—, siento si saqué conclusiones demasiado rápido.

—Tyler, cierra la boca —le ordené, con un tono más duro de lo que me propuse.

—No, no lo has hecho; no te preocupes —respondió Seth—, en cuanto termine la universidad me la llevaré de aquí.

Esto hizo que mi hermano, involuntariamente, soltara con estrépito el tenedor sobre el plato y se irguiera para mirar ojo a ojo a Seth, quien no se sintió intimidado ni un poco, alzando las cejas, como a la ridícula espera de que el cachorro ladre.

Tyler sonrió.

—Espero que cumplas tu palabra—y me guiñó un ojo.

Seth se mostró más sorprendido que yo, parpadeando e inclinándose un poco hacia atrás en su silla. El oportuno de mi papá llegó haciendo oídos sordos y, como si la copa no hubiese sido suficiente, colocó la botella de vino en la mesa, ofreciéndole a Seth, que aunque se negó, le vertió un poco en una copa limpia, sirviéndole también a Tyler.

—No es necesario, papá —le dijo, con la palma abierta en señal de que parara la botella—. Si me disculpan, creo que mi móvil está vibrando.

Se puso de pie, sacó el mencionado y contestó una llamada que aparentemente no era sólo una excusa. Miré estupefacta a mi padre —quien actuaba con naturalidad mientras cerraba la botella—, y a Seth, pidiéndome perdón con los ojos.

—Jenna —me llamó papá—, consuela a tu hermano, por favor. Tengo que hablar con tu novio a solas.

Me pareció ver que Seth se tensó.

—Vuelvo en un momento —avisé a regañadientes y me alisé el vestido antes de marcharme. A medio camino, con ambos hombres observándome, regresé sobre mis pasos para empinarme y terminarme de un trago la copa sin acabar de mi hermano. Suspiré exageradamente y sin molestarme en ver sus reacciones, salí de la casa a consolarlo.

Conociendo a mi papá, no podía darme una idea de lo que le diría a Seth, pero estaba segura de que yo estaba más nerviosa que él. Me limpié el sudor de las manos en la falda del vestido y cerré la puerta delantera detrás de mí.

—Oye —llamé cuando vi a Tyler sacando un cigarro del bolsillo y encendiéndolo con un encendedor que, a la vista, no era barato—, creí que lo habías dejado.

Exhaló en dirección contraria y al girarse de nuevo a mí, una pequeña nube de humo salía de entre sus dientes.

—Lo hice.

—No es lo que veo —me acerqué a él tratando de calmarme: el olor a tabaco me ponía rabiosa.

—Lo acabo de retomar.

—¿Ah, sí? ¿Cuándo?

—Hace treinta segundos.

—Sabes que eso…

Bufó y tiró al cigarro al piso antes de aplastarlo con el pie.

—Había olvidado cómo te pones cuando fumo.

—Es bueno que lo recuerdes. No sé si también recuerdes de esto, pero le dedicaré mi vida entera a tratar a personas con la enfermedad que esa mierda causa —rezongué, evidentemente molesta.

—Ya, no te pongas así.

—No me pongo así, pero veo un cigarro más y te juro que aventaré todos y cada uno a la trituradora… ¿me oíste?

—Mierda, qué pesada.

El silencio duró unos instantes, donde me crucé de brazos y admiré el paisaje de la vecindad que ya tan bien conocía, con casas de dos pisos y variantes colores con la misma distancia entre sí, casi todas de similar estructura arquitectónica.

—¿Estás nerviosa? —notó mi hermano, distraído por el repiqueteo de mi talón con la pared.

—Algo. ¿De qué pueden estar hablando? —giré la mirada hacia el interior, sabiendo que no podría ver más que el recibidor y una pequeña parte de la cocina a través de una puerta abierta en medio del pasillo.

—Estará bien —puso una conciliadora mano sobre mi hombro y me sonrió—. Seth es un buen chico.

Arrugué la frente.

—Creí que te caía mal.

—Ah, eso —suspiró—. Como el hermano mayor, mi deber alejarlo de ti. Y como tu… novio —casi escupió la palabra—, su deber es hacerme cambiar de opinión. Aunque ya hace tiempo que lo hizo —me despeinó, y siguió haciéndolo a pesar de mis protestas—, pero deber es deber, y no importa que sea el Señor Perfecto, no quiero que nadie me aparte de la mocosita que tengo como hermana.

Me le quedé observando unos segundos sin saber qué responder, ignorando su mano en mi ya despeinado cabello.

—No dejas de sorprenderme —dije por fin.

A respuesta, rió.

—Es un buen chico —repitió, guardando las manos en los bolsillos—. Sé que no es necesario esto pero más le vale que te cuide bien.

 No pude sino esbozar una tímida sonrisa y empujar cariñosamente al mocosito que tenía como hermano. No importaba cuántas veces mirara a Tyler, siempre había una faceta de él que desconocía.

En ese instante, papá llegó solo, apoyándose en el picaporte de la puerta y me dedicó unas breves palabras:

—Jenna, creo que deberías ir a verlo.

Sin más, salí disparada hacia el comedor. No sé qué carajos estaba esperando pero lo que mis ojos vieron me dejaron estupefacta y no supe si reír… o reír, así que opté por ambas.

—¿Qué haz hecho? —le pregunté al aire.

Seth respiraba con dificultad de pie con ambas manos apoyadas en la mesa, la cabeza entre los hombros y los ojos apretados.

—Calla —intentó sonreír.

Me llevé una mano a la boca para acallar mi risa y me acerqué a él, frotando su espalda en círculos.

—¿Te encuentras bien?

Abrió los ojos, envueltos en sangre, y miró la lata de cerveza que rodaba por la mesa sin contenido alguno.

—No —balbuceó—. No estoy bien.

—¿Te la bebiste toda de un trago?

—Eso intenté… Mierda. No tengo aguante.

—¿Necesitas vomitar? Vamos al baño.

—No puedo ni caminar —enterró más la cabeza entre los hombros—. Estoy jodido. Es lo que me pasa por tratar de parecer… —su abdomen se contrajo pero se apuró a taparse la boca.

—¿Quieres que te traiga una cubeta?

—No, sólo dame unos segundos. Enseguida estaré de nuevo contigo —tomó mi mano y la apretó mientras tomaba asiento de nuevo, jadeando con dificultad. Su rostro, apoyado en la mesa, estaba totalmente rojo y algo me decía que vomitaría en cualquier momento.

No queriendo que eso sucediera, actué sin pensarlo dos veces antes de arrepentirme: tomé su rostro entre mis manos y me incliné a besarlo. El mareo del cambio aumentó ante el efecto del alcohol y pronto me encontré dando vueltas en mis propias pupilas. Alcé la cabeza hacia Seth, ahora en mi cuerpo, y su imagen bailó y su figura se multiplicó. Tres Jennas. Como si con una no fuera suficiente.  

A la mierda, estoy en un barco.

—No, regresemos —me ordenó con voz sobria y dura, inclinándose de nuevo.

—No —me negué, alejándome de su alcance.

Y como si fuera por arte de magia, mi vista mejoró notablemente, con su claridad usual, la cabeza cesó de darme vueltas y no estuve más en un barco. En ese momento no cuestioné el por qué de tal cambio: mientras me sintiera mejor, nada importaba. Pero cuando recuperé los cinco sentidos y le sonreí a Seth —que me miró algo enojado el principio, confundido después—, las preguntas se arremolinaron en mi cabeza.

—¿Qué? —preguntó Seth, con algo de desesperación.

—Me siento bien —respondí con regocijo—. ¡Me siento bien! No estoy mareada ni nada. Me siento… bien.

—¿Bien? ¿Jenna?

—Esto es maravilloso…

Para probarle que mis palabras eran verdad, me puse de pie en un salto para estrellar mis labios con los suyos. Mis parientes entraban al comedor en el momento justo en el que nos separamos. Papá pareció notar que estábamos en un momento ridículamente íntimo —no era del todo verdad—, y dio dos pasos hacia atrás, deteniendo el caminar de mi hermano instintivamente con el brazo.

—¿Interrumpimos algo?

Ya en mi cuerpo, me acomodé el vestido pese a estar perfectamente en orden. No pude evitar ruborizarme ante la mirada pícara de mi padre y los entrecerrados ojos de Tyler. Comencé a balbucear algo pero papá se me adelantó.

—¿Ya estás mejor, hijo? Recuérdame a la próxima no darte.

—No, no se preocupe —se apresuró a decir Seth, irguiéndose por completo, recuperado al cien—. No estoy acostumbrado al alcohol, pero estoy mucho mejor.

—Te veías fatal, hijo. ¿Seguro estás bien?

—Por supuesto —sonrió y dijo mientras se alisaba la camiseta—: Creo que comenzaré a practicar para la próxima ronda.

Mi papá estalló en sinceras carcajadas.

—¡Así me gusta! —y le dio una suave palmada en la espalda.

El incidente se olvidó a los pocos minutos, donde nos dedicamos a platicar del crecimiento en sus diferentes subtemas, algunas veces más incómodas que otras, en el lujo de la sala, donde mi padre prendió el tranquilizante saxofón en la vieja estéreo mientras Tyler y papá bebían vino y nosotros jugo de manzana. Ésta vez, el comportamiento de mi hermano hacia mi novio fue impecable, aunque no dejaba de gastar bromas pesadas que papá se tomaba la molestia de interrumpir y acudir con algo más amable. Ahora que sabía que Tyler no hacía más que tomarle el pelo, me daba gracia.

Durante la velada, le dirigía miradas insinuadoras de que teníamos una conversación de una interrogativa pendiente, pero no dispusimos del tiempo a solas para llevarla a cabo.

Ese cambio, hubo algo diferente en él. Yo, temiendo que pasara él por la terrible situación de nausea y vómito, me había decidido a sufrir el proceso de ebriedad-sobriedad, pero en cuanto estuve por completo en el cuerpo de Seth, todos los síntomas antes sentidos se esfumaron en un suspiro. Que yo recordara, eso jamás había sucedido antes.

La vez que yo enfermé y Seth tomó mi lugar, o cuando, embriagada en el cumpleaños de Louis, lo obligué a cargar con el alcohol que antes ingerí, y otras veces más, donde el mal estado de nuestra salud no mejoraba sin importar el alma que habitara dentro del cuerpo… ¿Es que había algo diferente ahora? ¿Qué había cambiado? ¿Cuál era la diferencia entre esas veces y ésta última? El mundo se estaba volviendo loco.

Nos despedimos en el porche, ante las miradas vigilantes de mis parientes, donde compartimos apenas un abrazo. Se fue y ambos quedamos con la duda en la cabeza.

Pero claro que no esperamos al día siguiente. Me mandó un mensaje apenas llegó a casa. Por supuesto, no llegamos a una conclusión, lo único que hacíamos era crear más preguntas y entre más había, menos respuestas encontrábamos, más lejos estaban. Gabriel estaba dormido a esas horas, Seth me dijo que no importaba cuántos mensajes enviara o cuántas veces llamara, ese maldito travesti no despertaría ni aunque una bomba le estallara en el tímpano.

Al día siguiente, estuvo al tanto y dos días después —un día donde todos tuvieran la tarde libre—, Gabriel nos reunió para citarnos a una junta en casa de su abuelo. Todos los informados estuvieron invitados —se invitaron— en cuanto escucharon “un cambio en el cambio”, como lo bautizó Gabe.

—¿A qué se refiere con eso? —me preguntó Lily al final del día escolar, refiriéndose al lema mientras me esperaba sentada en la mesa continua, y yo guardaba mis libros dentro de la mochila.

—A eso. Un cambio en el cambio. Es irónico, lo sé —le respondí, concentrada en mi tarea.

—Pues no es nada original —replicó, cruzándose de brazos.

—¿Original? —levanté la cabeza y la miré con los ojos entrecerrados— ¿En serio? ¿Le pone nombre a esa… esa cosa y a ti te parece nada original?

Se encogió de hombros con un puchero.

—Sigo sin entender por qué lo llamó así

—No te preocupes, en unos minutos lo entenderás.

—De todos modos, encontraré un nombre más original.

—Eres increíble —me mofé.

—Lo sé.

—Oh, cierra la boca.

—¿No vas a ir hoy al entrenamiento? —me preguntó cuando percató en que no llevaba mi mochila deportiva de básquet.

—Noup, pedí el día libre. Tenemos que ir a esa junta, ¿recuerdas?

—Tssss. Te hará pagarlo después—dijo, refiriéndose a la entrenadora—, el gran juego está muy cerca.

Suspiré.

—Lo sé.

Me colgué la mochila al hombro y en cuanto ella se bajó de la mesa de un salto, la puerta del aula se abrió y entró Louis. Sonrió cuando nos vio.

—Hola chicas, ¿se van ya?

—Sip, ¿y tú? —respondió Lily.

—Sí, ya no tengo nada más que hacer aquí —encogió los hombros con una sonrisita tímida—. ¿No les gustaría pasar por un helado? Yo invito.

—Ehh… —divagamos al unísono.

—Íbamos a otro lugar… —se excusó Lily—, pero ¡bah! ¿No quieres venir con nosotras?

—¿Qué? Lily —murmuré lacónica.

Louis pareció escucharme y sus ojos me asintieron comprensivos.

—No, está bien —sonrió—, ya será a la próxima.

—¡Vamos! Yo no veo ningún problema —exclamó Lily y me miró, como invitándome a unirme a una porra de la que yo no podía formar parte—. No hay problema, ¿verdad, Jenna?

—Yo…

—No se preocupen, acabo de recordar que tenía que llegar a otra parte —nos tranquilizó, aunque yo sabía que era mentira.

—¡Yo insisto! Puedes hacer eso más tarde, pero acompáñanos, ¿sí?

—¡Aquí están! —apareció un apurado Jamie, cruzando la puerta de golpe—. Las estábamos buscan… Hola —se detuvo al ver a Louis y carraspeó—. ¿Listas?

—Le estaba diciendo a Louis que viniera con nosotros —lo puso al corriente mi amiga—. Yo digo que es una buena idea, no veo por qué no.

Jamie me miró con alerta y lo miré de la misma manera.

Lily ha perdido la cabeza, traté de decirle.

—De verdad, gracias por la invitación —replicó Louis, colgándose su mochila y ajustándose las mangas del uniforme con nerviosismo—, pero será otro día.

—Eh, pedazos de gente, que los estamos esperando —se unió Gabriel, entrando a zancadas. Sin embargo, él, a diferencia de los demás, la presencia de Louis le fue indiferente —Oh, hola, Yenkeller.

Detrás de él aparecieron Seth, Melisa y Liz, intrigados tal vez por la razón de nuestra demora.

—Gabrielsitooo —canturreó Lily, acercándose a él—, le he dicho a Louis que puede venir con nosotros.

La cara de Gabriel se congeló.

—Eh —miró a Seth a sus espaldas, quien abrió los ojos como platos—, por mí está bien, pero…

Mel, tan sorprendida como todos nosotros, se recuperó rápidamente y abriéndose paso hasta Gabriel, bajó el nivel de incomodidad de la situación. Casi suspiro de alivio al saber que alguien pondría las cosas en su lugar.

—Louis, cabe una persona más, pero no tienes que venir si no quieres, es sólo una invitación. Todos estaríamos encantados de que vinieras, pero que Lily —pronunció el nombre con un tono duro— no te haga sentir forzado.

Como decía, aliviada de… ¿QUÉ?

—Mel tiene razón —la premió Gabriel, ante la exaltación de todos.

—Es verdad —cedió Lily—, perdona si sonó como si te obligara.

—Sólo por curiosidad… —Louis achicó los ojos genuinamente picado por la curiosidad y examinando cada uno de los rostros—, ¿de qué va todo esto?

—Si tienes cosas qué hacer, está bien —concluyó Jamie con rapidez, queriendo terminar el asunto—, de todos modos tenemos algo de prisa.

Se giró para salir del aula pero Liz lo detuvo del brazo y le sonrió cautivadoramente a su primo.

—Me parece una idea estupenda. A mí me encantaría que vinieras.

Claramente Louis ya se olía algo raro ahí. Pero no es que él fuera alguien guiado por la curiosidad.

—Elizabeth —escuché que Jamie la regañaba entre susurros—, ¿qué mierda crees que haces?

—¿Tú qué dices, Seth? —lo ignoró ella, aún sujetando su brazo y volteando la cabeza hacia Seth, quien apreciaba la escena con los ojos bien abiertos y la boca en una fina línea recta, al igual que yo. Me miró, buscando la respuesta en mis ojos, pero yo en ese momento no estaba segura ni de mi nombre.

Las miradas se paseaban entre Seth y yo, quienes parecíamos tener la palabra final. ¿Cómo habíamos llegado a eso? De alguna forma, la situación se había convertido en una decisión sobre decirle a Louis el gran secreto. Todos parecían estar a favor, a excepción de Jamie, quien a lo que realmente se oponía era a la tortura de pasar tiempo con su ex novio. Sin embargo, a quienes les bailaba la balanza era a mi novio y a mí. Comprendía la confianza que Liz le tenía a Louis, puesto que no sólo los lazos familiares les otorgaba la suma confianza que se tenían, sino la cercana relación que siempre habían mantenido. También comprendía la facilidad de Melisa y Lily para aceptar y dar la bienvenida con un gran abrazo que Louis formara parte del pequeño círculo que habíamos formado. Sabía también lo mucho que confiaba Seth en Louis, podría encargarle su vida en sus manos sabiendo que ésta jamás peligraría, pero como yo, tenía razones para echarse atrás.

De conocer Louis la habilidad de nuestros cambios, lo primero que se me venía a la cabeza eran las preguntas que él formularía: ¿A quién besé todas esas veces? ¿De verdad fue Seth? ¿Jenna?

Yo callaría.

El silencio otorga.

Y después, verdad y dolor.

No, no, no. No quiero eso.

Traté de negar lentamente con la cabeza, con los ojos, con todo. Mi ser entero desprendía el aura de la negación, o al menos eso intentaba; que cada parte de mi cuerpo indicara que mi respuesta era no. No quería que Louis supiera la verdad. Le dolería.

No quiero verlo lastimado otra vez.

No, me corregí mentalmente, no quiero hacer la herida más profunda.

La herida seguía ahí, podía verla todos los días en sus ojos caídos, sus sonrisas un tanto forzadas. Tal vez yo era la única en notarlo porque siempre fui muy cuidadosa con esos pequeños detalles. Pero ahí estaba. Esto sólo empeoraría las cosas.

No. Seth, di que no. Por favor.

—No creo que sea buena idea.

Solté el aire que hasta entonces no sabía que estaba conteniendo, y al exhalar, un gran peso —una tonelada, tal vez una y media, quizá dos— se instaló sobre mi pecho, dificultándome la respiración.

En medio de mi abrumación, miré a Louis, topándome con sus ojos clavados en mí, tratando de descifrar mi reacción.

—Jenna, aquí estás. Necesito hablar con… ¿Todo bien? —llegó Greg repentinamente, notando el tensado ambiente y llenándolo con su usual y colorida personalidad.

—Greg, hola —lo saludé, apenas desviando mis ojos a él.

—¿Estás muy ocupada? Ah… —reparó en Seth—, ya veo que sí.

—¿Qué quieres, Gregory? —le espetó Jamie, como quien no tiene tiempo para tonterías.

—Tengo que hablar contigo, Jenna. Si me lo permite tu amo y señor, claro.

—No soy amo ni señor de nadie —se quejó Seth en voz baja,

—No me refería a ti —le sonrió falsamente y se giró a Jamie e inclinó la cabeza.

—No, ya nos vamos —respondió éste lacónico.

—Yo sí que necesito hablar contigo, Greg —dijo Liz, sonriendo tierna pero maliciosamente.

Él parpadeó, apenas reparando en ella.

—Eh…

Antes de que pudiera decir nada más, Liz tiró de él y lo llevó fuera del aula, manteniéndolo bien cerca de sí, hasta que estuvieron lejos y pudo decirle unas cosas al oído de las que ninguno de nosotros fue partícipe.

Me di cuenta del extraño comportamiento que Liz tenía últimamente con Greg, pero en ese instante eso era lo menos importante. Tenía una gran cuestión justo enfrente de mí y mi mente no podía salir de ello.

—Deberíamos darnos prisa —rompió Gabriel el silencio—, el chofer nos está esperando.

—¿Chofer? —preguntó Louis, parpadeando.

—Iremos a la casita del viejo Culpepper —explicó Lily.

Louis se veía muy sorprendido.

—Si te preguntas para qué —continuó Gabe—, acompáñanos.

—Gabriel —apretó Seth la voz.

—McFare —le respondió éste, haciéndose el tonto.

¿El tonto? No. Gabriel no sabía lo sucedido con Louis, no sabía lo mucho que lo afectaría saber la verdad, desmentir las mentiras.

—Melisa, vamos —la tomó Gabe de la mano—, quien quiera venir, adelante. Pero no podemos hacer seguir esperando al chofer.

Salieron y no tuvimos más opción que seguirlos en silencio —al menos Seth y yo—. Liz le susurraba algo a Greg en el pasillo y lo dejó con la palabra en la boca cuando corrió hacia nosotros, emocionada porque Louis nos acompañase.

El camino fue incómodo, por mucho que traté de calmar mi propio estado de ánimo. Mis sentimientos no dejaban de encontrarse con violencia, sin dejar de ver a la ventana para que nadie notara mi conflicto interior. El único que me comprendía era Seth. Por supuesto, él sabía tanto como yo. ¿Cómo poder explicarlo? ¿Cómo rogarle a Gabriel que comprendiera? ¿Cómo decirle ahora que Louis estaba presente? ¿Cómo hablar con la boca cerrada?

Teníamos que decirle a Gabriel que era un error. Muy tarde. Louis ya estaba ahí. Desmentir con él presente… Demasiado tarde.

La impotencia y la frustración que fue creciendo dentro de mí fue directamente proporcional a los metros que recorrimos desde Walton hasta la mansión Culpepper.

Y son muchos, muchos metros.

Era plenamente consciente que pese a la energética alegría de Liz, Lily y Melisa respecto a Louis, los súbitos silencios de Seth y míos convertían al ambiente en una tensa malla que parecía estirarse cada vez más. Una malla de muchos metros cuadrados. ¿En qué momento se desgarraría?

Todos excepto Louis ignoraron nuestros sombríos semblantes. Ellos quizá pensarían que habíamos tenido una pelea entre nosotros, pero la verdad es que teníamos una pelea, pero con nosotros mismos.

Idiotas, pensé con coraje, no saben lo que hacen.

Nos recibieron en la mansión con la misma calidez de siempre, el abuelo personalmente nos guió de nuevo a todos hacia la biblioteca, sin dejar de repetirnos que el mayordomo estaría cerca por si necesitábamos algo. En el recorrido, no me despegué de Seth, ambos caminando detrás de los demás, unos metros alejados.

—No quiero que Louis sepa —le dije en un susurro, asegurándome de que nadie nos escuchara.

—Yo tampoco —me respondió de igual manera—. No es lo más conveniente ahora.

—¿Conveniente? —levanté un poco la voz, y dándome cuenta de mi sobresalto, volví a susurrar—: ¿Es lo que te preocupa, que no sea conveniente?

—Pensé en decírselo antes —me confesó—. Pero se perdió la oportunidad. Esto empeorará las cosas.

—¿No se te ocurre en cómo reaccionará?

—Sí, Jenna —endureció la voz—. Por eso no es conveniente.

—No entiendo qué quieres decir.

Suspiró y tomó mi mano, y yo la apreté.

—Sólo quédate aquí —me dijo, pegándome a sí.

Subimos al segundo nivel de la biblioteca, donde se encargaron de ponernos cómodos —Seth, Jamie y yo no lo conseguimos del todo—, en los acolchonados y largos sofás que adornaban la mitad de la segunda pequeña planta.

El viejo Culpepper se retiró y Gabriel, de pie, nos escudriñó rápidamente y sonrió, tal vez cómplice.

—Ya todos saben por qué están aquí —dijo—. Todos menos Louis.

Éste se revolvió algo inquieto en su lugar, pero Liz se aseguró de abrazar con más fuerza su brazo, como si en cualquier momento fuera a salir corriendo. Y tal vez así fuese.

—Te debemos una explicación, Louis —le digo el anfitrión—. Y la tendrás. Después de eso, proseguiremos con la razón de que estemos aquí hoy.

—Sí, señor presidente —se burló Melisa entre dientes y Gabe entrecerró los ojos en su dirección, con una pequeña sonrisita.

—De acuerdo… —vagó, buscando la mirada de Seth y mía—. Seth, Jenna, creo que ustedes deberían…

No terminó porque Seth se puso de pie, soltando mi mano que cayó fría sobre el sofá, y tomó de manera algo brusca el brazo de Gabriel, alejándose de nosotros y diciéndole algo que, a juzgar por su duro tono de voz, no era nada lindo. Sin embargo, el otro no lo dejó acabar, pues se zafó indignado de su agarre y lo miró como si de un extraño se tratase. Dio unos pasos hacia atrás, acercándose a nosotros y dijo algo que no pretendía no ser escuchado.

—Tiene todo el derecho a saberlo.

Al instante todos supimos que se refería a Louis.

—No sabes lo que haces —le respondió Seth.

—¡Lo sé perfectamente! ¿No dijiste que era tu mejor amigo? Merece saber la verdad tanto como cualquiera aquí.

Seth calló, pero yo sabía la respuesta que no salió de su boca: hay cosas que es mejor no saber.

—¿Qué pasa? —preguntó Louis, anonadado por la escena que estaban dando.

—Eso, McFare, ¿qué pasa?

—Gabriel, párale —advirtió Jamie.

—Suficiente —intervine, poniéndome de pie entre Gabriel y Seth—. Gabe, por favor entiende —le susurré, o al menos así esperaba que me saliera, con mi voz quebrada me era difícil hablar—. Louis, lamento todo esto —me dirigí a él, su rostro bañado en confusión—. Realmente no es importante, siento haberte hecho perder el tiempo.

—¿Perder el tiempo? —se indignó Liz—. Pues lo siento pero Louis tiene que saberlo, así como nos obligaron a nosotros a escucharlos. Louis ha sido testigo de sus cambios, estoy segura, sólo que no lo sabe.

—Liz, suficiente —le cortó Seth—. Es suficiente. Vámonos todos.

—¿Cómo dices? —lo desafió Gabriel.

—Vámonos —repitió Seth, mirándolo a los ojos—. Todos. Ahora.

—Escúchame, no me vas a decir qué hacer, imbécil. No nos iremos hasta aclarar la razón de que estemos aquí. Y no podemos aclarar eso sin Louis.

—La razón por la que estamos aquí son los cambios, lo cual nos concierne sólo a Jenna y a mí; quienes sufren los cambios somos Jenna y yo; quienes decidimos hablar de eso somos Jenna y yo. Ninguno de los dos quiere estar aquí. Decisión tomada. Vámonos.

Seth hizo ademán de dirigirse a las escaleras pero Gabriel lo detuvo del brazo y le empujó el hombro hasta que quedaron de frente.

—No sé por qué mierda estás hoy tan cobarde, pero Louis va a saberlo estén tú y Jenna aquí o no.

—No tienes derecho a contar cosas que no te conciernen —gruñó Seth.

—Esto me concierne tanto a ti como a mí, desde que…

—¿Desde qué? —Seth alzó la voz, empujándolo—. ¿Desde que metiste el culo en asuntos ajenos? Nadie nunca te llamó, tú sólo has metido la pata hasta el fondo.

—¡De no ser por mí estarían perdidos, McFare! ¡De no ser por mí no tendrían el apoyo que ahora tienen! ¿Serían capaces de mantener el secreto ustedes solos? ¿Eh? Mal agradecido.

—Cállate la puta boca, Gabriel. ¡Aún con tu ayuda no hemos llagado a nada! No te creas tan importante.

—Eres un idiota.

—Y no me llames mal agradecido porque nunca pedimos tu ayuda.

—Pedazo de mierda —Gabriel lo empujó con fuerza y aprovechó el tambaleo de Seth para tomarlo por la corbata del uniforme.

—¡Chicos, basta! —bramó Melisa, advirtiendo lo que vendría después.

—Suéltame, cabrón —gruñó Seth, forcejeando contra Gabriel.

—Ahora dime por qué tanto miedo, McFare —lo retó de nuevo—. ¿Qué te da miedo?

—Gabriel, ya es suficiente —exclamé.

—¿Por qué tanto miedo, Jenna? —me miró Gabriel.

En medio de su distracción, Seth logró soltarse de él y de paso, aventarlo hasta que su cuerpo entero rebotó contra el estante. Varios libros cayeron.

—¡Gabriel! —corrió Mel hasta donde él, que logró mantenerse de pie a pesar del desequilibrio.

—Seth, ya basta —exclamó Lily, tomándolo del brazo y alejándolo de Gabriel.

—Son unos idiotas —dijo Liz, en medio de los dos.

Yo me quedé de pie donde estaba, sin moverme. Sintiendo que no tenía las ganas ni la energía para hacerlo. Odiaba aceptar que Gabriel tenía razón. Louis debía saberlo, tenía todo el derecho. ¿Miedo? No. Sí. Tal vez. Un poco. No podía verlo lastimado otra vez. No quería. Seth tampoco. No podría soportarlo.

—¡Dilo, McFare! —alzó Gabriel la voz—. ¡Di por qué no quieres que lo sepa! ¿Por qué te da miedo que tu mejor amigo sepa la verdad?

—¡Cierra la boca!

—¡Dilo!

—¡Cállate!

—¡Basta! —gritó Louis—. Los dos. Paren.

Se mantuvo junto a Liz, con los ojos húmedos. Ella, en cambio, parecía casi tan enojada como Seth y Gabriel. Éstos dos se miraban con rabia, los puños apretados y miradas como cuchillos. Sus cuerpos temblaban, como si en cualquier momento se fueran a abalanzar sobre el otro. Melisa sujetaba a Gabriel, que buscaba zafarse de ella. Lily sujetaba a Seth; él no oponía resistencia alguna pese a la agitación de su pecho, pues sabía, como yo, que Gabriel no paraba de tener razón, y que terminó por lanzarle palabras hirientes que no fueron dichas con la principal intención de lastimarle: sólo buscaban hacer que lo dejara en paz.  Y yo me quedé de pie, como estúpida. Como realmente me sentía. En el camino de evitar lastimar a Louis, Gabriel salió lastimado, y de cualquier manera Louis se enteraría de la verdad.

Estúpida.

—¿Qué está pasando? —trató Louis de mantener la cordura, de mantener su voz firme, de ignorar lo que sentía y ser quien pusiera el orden.

—Cuéntale, McFare..

—Ya cállate, Gabriel —lo calló Jamie, que había permanecido tan inmóvil como yo, en la sombra de su silencio—. Seth, yo pienso que Louis merece saberlo.

—¿Pero de qué están hablando? —exclamó éste, perdiendo la paciencia—. ¡Por favor, díganme!

—Gabriel Beck Culpepper  —escuchamos una gruesa y temblorosa voz proveniente de abajo, el abuelo de Gabe—. Más vale que no le estés dando patadas a mis libreros de nuevo, jovencito.

—No sabía que Gabriel estaba aquí —escuchamos otra voz gruesa.

El mencionado se sacudió, se aflojó la corbata antes de desabrocharse tres botones, y se quitó el saco para aventarlo sobre el sofá y arremangarse las mangas blancas hasta los codos. Todo con los ojos aún puestos en Seth. Éste tampoco lo dejó de mirar, atento a otro movimiento en su contra.

—Sí, y no viene solo —dijo el abuelo.

Los dos hombres subieron. Detrás del abuelo apareció un hombre con gafas rectangulares de montura negra, el cabello rubio perfectamente peinado hacia atrás, y unas facciones casi tan finas como las de Gabriel. Sus pantalones negros y su camisa roja parecían haberse planchado al menos unas cinco veces. De no ser porque parecía demasiado joven para serlo, fácil podría haberse hecho pasar por el padre de Gabriel.

—Hola, tío Stanley —lo saludó cuando subieron, apenas despegando los ojos de Seth unos segundos.

—¡Vaya! —exclamó el aparente tío Stanley, parpadeando después de un rápido vistazo a nuestras posiciones—. Llegué en un momento interesante. ¿Tu novio?

—¿Qué? —esta vez, Gabriel y Seth se giraron hacia él y el hombre sonrió.

—No dejabas de mirarlo. ¿Y bien? ¿No vas a presentarme a tus amigos?

—Tío Stanley, ellos son Seth —dijo algo cortante, cosa que su tío notó y arrugó un poco el entrecejo—, Lily, Jamie, Louis—, uno a uno, fue señalándonos con la mano y nosotros asentíamos al escuchar nuestro nombre—, Jenna. Y ella es Melisa, mi novia.

—No creí que viviría para ver este día —suspiró su tío, acercándose a Mel. Tomó su mano y la besó—. Enchanté —. Ella se sonrojó—. Creí que su novia sería una pequeña rata de biblioteca como él, pero tú, joven dama, me tienes sorprendido. Espero que no te haya sobornado para hacerte pasar por su novia —dijo haciendo una media luna con su mano.

—N-no, para nada.

—Deja en paz a la jovencita, Stanley —le dijo el abuelo—. Pero dime, Gabriel. ¿Fue mi librero el que se escuchó?

—Sí —bajó la cabeza—, tropecé.

—Ah, tropezaste —repitió el viejo. Ninguno de los hombres pareció creerlo—. Si no necesitan nada, ya nos vamos. Sigan tropezándose, pero con cuidado porque no quiero libreros golpeados.

—Un gusto, jóvenes —nos sonrió por última vez el tío Stanley—. Y Melisa, espero algún día me concedas el honor de que me cuentes cómo fue que te conquistó. Porque si mis oídos no lo escuchan de ti, me temo que no podré creerlo.

—C-claro —asintió ella.

—Buenas tardes —se despidió y bajó seguido por el abuelo, quien nos dirigió una última mirada de advertencia que nos tensó a todos.

Cuando se fueron, nos quedamos fundidos en una muda quietud, sin saber cómo romperla y sin el ánimo de seguir levantando las voces. Cansados. Ninguno de nosotros quería esto. De nuevo, la malla que se tensaba más y más.

—Como sea —fue Seth el que rompió el silencio—. Creo que fue todo por hoy. Será mejor que nos vayamos. ¿Jenna?

—Eh —lo detuvo Gabriel, utilizando sólo la voz—. Dije que nadie se iría hasta que aclaráramos este lío.

Seth se volvió, implorando con la mirada. Sin embargo, Gabriel no vio el mensaje en sus ojos, y levantó la barbilla. Seth me miró, pidiéndome perdón con los ojos. Tal vez con la misma mueca de dolor que él, caminé hasta su lugar y tomé su mano, recordando lo que me había dicho al llegar —sólo quédate aquí—, incapaz de mirar a Louis.

—Te recomiendo que te sientes, Tony —le dijo.

El otro, obediente, tomó asiento a un lado de Jamie, a quien ya no le importaba estar cerca de él o no. Parecía haberse dado cuenta de que había algo que nos hacía realmente difícil confesarle todo, y podía ver que estaba dispuesto a saltar en cualquier momento al apoyo mío, o tal vez de Seth, o tal vez de Louis. O tal vez de todos al mismo tiempo.

Tomé aire.

—Hace algún tiempo —comencé, decidida a tomar la iniciativa en la conversación—, Seth y yo…

Y se lo contamos todo. Cuando hacía preguntas, Lily, Liz, Mel o Jamie contestaban, facilitándonos el amargo trago por el que pasábamos. Gabriel se mantuvo de brazos cruzados en el mismo lugar toda la media hora. Al principio, Louis creyó que era una broma, aunque no de la misma manera en la que Jamie y Liz lo habían creído. Creyó que nos reíamos de él, pero al mismo tiempo sabía que no era así porque sabía que nosotros jamás nos reiríamos de él. Al terminar, al aclarar sus dudas, al confesar hasta el más mínimo detalle o cuestión sobre los cambios, su rostro se relajó. Su boca cayó sin resistencia en un rictus, su entrecejo se desarrugó, su mandíbula descansó, sus ojos miraron un punto lejano del paisaje que se extendía más allá de la luz de los ventanales de la biblioteca.

Esbozó una sonrisa triste y apreté la mano de Seth al comprender en qué estaba pensando.

No.

Nos miró, con unos ojos que en ese momento no recordé haber visto tan tristes en toda mi vida. Trataban de ser comprensivos, de entender, pero había mucha tristeza.

—Ahora entiendo —susurró, mirándome a los ojos— por qué no querían que supiera.

Desvió la mirada. Nadie salvo nosotros tres comprendió. Los demás tenían el ceño fruncido en la confusión.

—Gracias —sonrió, pero no supe qué agradecía—, pero ahora entiendo muchas cosas.

—Tony… —comenzó Seth.

—Ninguna de esas veces fuiste tú, ¿cierto? —miró el suelo.

Nadie comprendía.

Seth tragó saliva.

La verdad está casi dicha, no tiene caso seguir ocultándola. Termínalo. Remata con la cereza del pastel.

—Sólo una vez —admitió, exhalando apenas lo dijo.

—¿Sólo una vez, qué? —preguntó Jamie, desesperado por ser él quien ahora no entendía.

—Una vez —repitió Louis—. ¿Cuál? —rogó.

—¿Una vez, qué? —repitió Liz.

—En tu casa, en la que fue mi habitación.

Vi por el rabillo del ojo cómo Gabriel bajaba los brazos de su pecho con lentitud, abriendo los ojos como platos, tal vez comprendiendo ahora.

Tarde. Muy tarde.

—Ya veo —sonrió Louis con más tristeza—. La vez que yo te forcé.

—No, Tony —negó Seth, pero el otro lo hizo callar con una mano.

—Está bien. Está bien —dijo cada vez más lento—. Está bien.

—¿Qué está bien? —preguntó Lily—. ¿Forzar qué? ¿Una vez, qué?

—Tony y yo… —inició Seth pero Louis lo volvió a callar.

—Seth y yo nos… amm…  hemos besamos antes. Dios, qué vergonzoso —trató de reír—. Pero yo no sabía que era Jenna.

Todas las miradas, sorprendidas, se posaron en mí.

—Excepto una vez —añadió Seth.

—Excepto una vez —repitió Louis— ¿Y la vez que fui a tu casa y…?

—Era yo —respondí—. También era yo.

—Así que por eso no me llamabas Tony.

Seth me miró.

—Lo siento —dije—. Lo olvidé. Perdón. ¡Perdón! —me aventé a Louis, abrazándolo, sin poder contenerme más, y enterrando mi cara en su cuello—. Perdón. Perdón. Perdón. Perdóname. No quería que esto pasara. Lo siento tanto —sollocé.

Jamie, sentado junto a Louis, se acercó más para poner su mano sobre mi hombro y sonreírme.

—Está bien —me tranquilizó Louis—. Está bien.

Y realmente sentí que todo estaba bien.

***

Actualización después de 1 mes D: 

Ya extrañaba actualizar:( y a ustedes también. 

Hoy he dado un pasito. Después de 1 año 2 meses (cómo vuela el tiempo), le he dicho a mi mamá que escribo este proyecto desde precisamente ese tiempo. Me ha dado su apoyo, y ahora sabe que no me la paso solamente bobeando en internet. Gracias a ella hoy he podido actualizar así que aplausos por favors *aplausos, aplausos* 

Y bueno! Mi mami me ha dicho que debo establecer un horario para mantener mis actualizaciones al día y con las fechas cumplidas, por lo que ya no tardaré tanto en subir ggg. 

Estoy suuuuper feliz de estar de vuelta, les extrañaba mucho y espero que el sentimiento sea mutuo<3 

En fin, les deseo buenas noches, mañanas, días, tardes, o la hora que sea en su hermoso país, y me despido con los pandas que ya todos extrañábamos. 

XO y Pandas, Ale:) 

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