Destinados #D1 (Completa)

By DeniseAyleen

2M 197K 95.1K

Destinados es la historia de dos mejores amigos de infancia, Brisa y Gastón, quienes en su adolescencia se al... More

Destinados #1
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Epílogo
Siempre serás tú
Nuevo título
¡Próximamente en librerías!
¡A LA VENTA EL 20 DE ENERO DE 2022!
LIBRO EN FÍSICO: dónde conseguirlo

Capítulo cuarenta y cinco

20K 2.4K 1.6K
By DeniseAyleen

Brisa

Las últimas dos noches me la paso prácticamente sin poder pegar un ojo. Enterarme de que Tyler (alguien con quien nunca tuve mucha relación) ha sido quien entró a la casa el otro día, me ha dejado asustada. Más sabiendo que la policía no ha logrado dar con él aún. Lo están buscando en Los Ángeles y en Nueva York, pero cada día que pasa siento menos esperanzas de que lo encuentren.

Tyler siempre se comportó amable conmigo en las pocas ocasiones en las que intercambiábamos palabras. Nunca fuimos unidos, porque él y Liam nunca lo fueron. Según sé, ellos iban al mismo instituto y eran rivales. Meses después de graduarse se enteraron de que la madre de Tyler y el padre de Liam se casarían. Desde allí, ambos se convirtieron en hermanastros, en parte de una nueva unión, pero la rivalidad siguió existiendo entre ellos. Quizá, si ellos se hubieran llevado bien, yo podría haber tenido una mejor relación con Tyler. Pero el punto ahora es... ¡¿qué carajo pasa con ese chico?!

Ayer por la mañana llamé al padre de Liam porque con mi ex no quería hablar sobre el tema. No después de todo. Mi corazón sigue sintiendo rencor por lo ocurrido. No respondió mis primeras tres llamadas, pero me dejó un mensaje de voz pidiéndome que le volviera a marcar. Así, que lo hice, lo llamé nuevamente y pude dar con él. Me dijo que no ha visto a Tyler desde hace un tiempo, ya que el prófugo, aparentemente, estaba en un viaje planeado desde hace meses.

Mi exsuegro ya sabe sobre lo del video en que captaron a Tyler, porque la policía de Nueva York se encargó de contactar a su madre. No sé si creer lo que me dijo porque, al ser esposo de esa mujer, él puede estar protegiéndolo para que no se lo lleven preso.

No tiene sentido que él quiera hacerme daño. Encima, no solo se trata de Tyler, hay dos personas más detrás de todo, y de ellas tampoco hay muchas pistas que digamos.

Un mar de cavilaciones me asalta, mientras regreso a casa de la uni en el auto de mi amiga. Hay muchas cosas que no logro entender, muchas cosas que, para mí, sencillamente son absurdas, descabelladas, pero igual me molestan, rondan mi cabeza y creo que me la van a explotar de tanto pensar en ellas.

—Tienes una cara de sueño que nadie te la quita. No deberías haber asistido hoy a clases, ¡y eso que te lo dije, mujer! Pero eres tan terca todo el tiempo. —me recrimina Stef como si fuera mi madre.

—No quiero perderme más clases. Falté mucho en lo que va de año, quiero terminar bien la carrera. No meses después.

—Pero te hace mal estudiar si no has descansado, si no has dormido bien. No eres un robot, mi amor, eres una persona. Una persona que necesita muchas horas de sueño profundo.

—Sí, lo sé. Pero hoy, más que descansar quisiera que te quedaras un rato en mi cuarto, así podemos estar un momento juntas. Extraño nuestras noches de pelis, ¿sabías?

—Bueno, después de que termines de remarcar lo más importante en los apuntes podemos ver una, ¿quieres? Si es que a Gastón no le molesta que me quede, claro.

—A Gastón no le molesta. Él me dijo que tú puedes ir cuando se te dé la gana, que yo tengo que sentirme como en mi casa.

Ella gira en la otra calle y le toca bocina a un chico en patineta delante de nosotros. Sonríe ampliamente.

—¿Y el beso entre ustedes para cuándo, nena?

—No habrá ningún beso entre nosotros —aclaro, sintiendo decepción mientras mis palabras salen.

—¿Cómo que no? Si a ti te gusta y tú le gustas. ¡No es tan complicado, mujer! —pone los ojos en blanco—. Solo tienen que decírselo el uno al otro.

Soplo un mechón de pelo que cae sobre uno de mis ojos.

—Claro, como si fuera tan fácil, Stef.

Me desabrocho el cinturón al momento en que ella estaciona. Nos bajamos y le pone el seguro a su no tan nuevo auto.

—Tienes razón, pero son ustedes quienes lo hacen complicado —replica mientras caminamos hasta la entrada.

Meto la llave en la cerradura y no veo a nadie en la sala.

—¿No está? —pregunta Stef, refiriéndose a Gastón.

Me encojo de hombros.

—No sé. Vamos a mi cuarto. Debe estar ocupado haciendo algo, no lo molestemos.

Los siguientes quince minutos en los que se supone que tengo que prestar atención a lo de los apuntes, me pongo a pensar en Tyler y en las otras misteriosas personas. Luego, pienso en Gastón y en lo que Stef me dijo hace rato. Es verdad, nosotros somos quienes lo hacemos complicado.

En mi caso, a mí me da mucha vergüenza decirle lo que he estado sintiendo por él. Ahora que me siento anímicamente mejor, después de la ruptura, ahora que estoy más relajada en el aspecto emocional, puedo aceptar que desde que nos reencontramos en aquella discoteca todo cambió. Ese fue el punto en el que se abrió la compuerta de mis viejos sentimientos por Gastón.

—¡Brisa! —el mini grito de Stef me sobresalta. La miro—. Te estoy hablando.

—Perdona, ¿qué?

—¿Dónde está tu resaltador verde?

—Ya te lo doy.

Abro mi bolso y saco el resaltador. Le quito la tapa y espero a que me diga qué tengo que subrayar.

—Ahora subraya aquí —me señala y le hago caso—. ¡Te dije este de arriba, no ese de ahí!

Suspiro con frustración.

—Deja, lo hago yo. Tú ve a traer jugo. ¡Y que tu distracción no te haga tirar la jarra y los vasos!

Me levanto de la cama ignorando el comentario de Stef. Cuando estoy en el pasillo escucho que alguien toca el timbre y me dispongo a abrir la puerta. Pero cuando estoy en la mitad de las escaleras veo que Gastón lo hace. Gastón, con una sonrisa seductora le indica a una chica de pelo rubio y ojos verdes que entre en la casa.

La muchacha se le acerca y le da un beso en la mejilla y una alerta de celos me llega a la mente. ¿Quién es ésta? Gastón voltea a verme.

—Brisa, ella es Caitlin.

—Un gusto, Brisa —me sonríe y hace un ademán con su mano.

No digo lo mismo.

—Igual —miento.

—Ella será quien reemplace a la mujer que limpia. Bueno, en realidad viene por la entrevista de trabajo. Eso se verá después.

—¡Ah! —Intento hacer como que nada me molesta, pero es como si mi rostro sintiera esa pesadez de falsedad.

Solo espero que él no lo note.

—Los dejo solos —digo y me voy casi a las corridas hacia mi cuarto. Me tropiezo en el pasillo y caigo, pero me levanto, haciendo como que si nada ocurrió.

Me meto en la habitación. Lo primero que hace mi amiga al verme es mirar mis manos vacías.

—¡Olvida el jugo! —le señalo antes de que me diga algo—. Hay una chica abajo con Gastón —me cruzo de brazos.

Stef cierra exageradamente el cuaderno de apuntes y se sienta en la cama, cruzando las piernas y entrelazando sus manos.

—¡Cuéntame más! —me indica, visiblemente interesada.

—Bueno, viene a una entrevista de trabajo. Quiere encargarse de la limpieza de la casa.

—¿Es linda?

—Muy linda. ¡Y no viste cómo la miraba Gastón! ¿Y si se enamoran... se casan y... después tienen muchos hijos? —me horrorizo ante la idea.

Stef resopla.

—¡Ay, Brisa!, por favor. Uno, creo que se te pegó mi dramatismo y dos, creo que estás estresada y tu mente te hace pensar en cosas que no debes.

—No es exageración. Ella es rubia. ¡A Gastón siempre le gustaron las rubias!

—Entonces, aprovecha esto para confesarle ya mismo lo que sientes. No pierdas tiempo. Si ambos expresan sus sentimientos podrían empezar una relación. Y no me digas que no estás preparada, porque uno nunca está listo para meterse en una. Nunca lo estamos lo suficiente. ¡Avanza, amiga!, no puedes quedarte con esto.

Pienso en lo que Stef me dice y una mueca de angustia se refleja en mi boca. No digo nada y me acuesto. Las palabras de mi amiga se quedan en mi cabeza paseando durante días.

El lunes de la semana siguiente salgo de la universidad con energía. Por suerte, anoche pude descansar bien. Mi día dentro de la uni no tuvo cosas malas, excepto que escuché un estúpido rumor de que estoy embarazada de Gastón y que por eso me fui a vivir con él. No sé cómo es que se enteraron de mi estadía allí, pero tampoco es algo que me preocupe averiguar. Sin embargo, le voy a contar a Gastón del chisme, a ver si le resulta tan divertido como a mí.

Noto a Stef demasiado rara y le pregunto qué le pasa, pero ella no parece tener ánimos para hablar mucho. Me dice que no me preocupe, que se le pasará luego. Como buena amiga, insisto, pero me aclara que no quiere más preguntas.

Para cuando llego a casa de Gastón, me despido de ella con un beso en la mejilla y le digo que espero que pronto se sienta mejor y que me llame cuando llegue a su casa. Todo está bien hasta que entro en la casa y encuentro a Gastón haciendo algo que me produce asco. Se separan en cuanto me ven. Bueno, en realidad, él la aleja.

Sofía, su maldita exmujer, tenía los labios pegados a los de Gastón. Rápidamente se me forma una mueca de disgusto en la cara. ¿Qué hace esta maldita aquí?, ¿y por qué se estaban besando?

No es que pareciera que Gastón lo disfrutara porque en el contacto tenía sus ojos abiertos y sus manos parecían estar empujándola, pero es un poco inquietante para mí. En cambio, la perra parecía disfrutarlo porque sus brazos estaban rodeando el cuello de mi amigo.

¿Cómo describir el nivel de celos que siento ahora? ¡Mierda!

Mi mirada se va directo a la rubia. Ya su exceso de maquillaje me hace querer bufar con displicencia, pero es su manera de observarme con autosuficiencia la que me da ganas de pegarle. ¡Que a mí no me mire así!, si no quiere que le dé un puñetazo en el medio de la cara. Después miro a Gastón, quien parece incómodo por la situación.

¿Qué hace ella en la casa?, ¿por qué Gastón la deja pasar después de todo el daño que le ha causado? Sofía suelta una risa.

—¡Ahora lo entiendo todo! —se cruza de brazos y lo observa con reproche e indignación—¡Te gusta otra! Y esa otra es ella, y por eso no quieres aceptar volver a estar conmigo. ¡Por favor, Gastón, piensa bien las cosas! No te conformes con algo barato.

¡¿Qué?!

¿Disculpa? —le replico.

—¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡ no te metas! Vete y déjanos solos, estoy hablando de algo importante con Gastón y tú no estás invitada.

La miro desafiante y le respondo con parsimonia.

—Yo me voy si quiero, no porque me lo ordenes tú.

Agranda los ojos, arquea una ceja, suelta una risilla y da dos pasos hacia mí.

—¡Sofía... será mejor que te vayas! —le dice Gastón en un tono cansado.

—¡No! —responde ella altanera, como si esta fuera su casa. ¡Mierda!, ¡si Gastón no la saca, la sacaré yo a patadas!—. ¡Te dije que te vayas a otra parte! Es una conversación privada.

Sé que no es mi casa y que meterme en cosas que no me incumben es de mala educación, pero ella tampoco es la dueña como para hacer que yo me vaya de aquí. La veo y solo quiero llevarle la contraria por puro placer. Me iré solo si Gastón me lo pide.

—No me voy a ningún lado. —respondo tranquila.

—¡¿Así es siempre, Gastón?! —se ríe con sorna—. Tan cabeza dura... ¿Cómo haces para soportarla?

Bien. Una más y le pego.

—¡No empieces! —le reclama Gastón serio.

—¡Empiezo todo lo que quiero! —ataca, y me mira como si fuese un bicho raro—. ¡¿Te vas a ir o no?! —me reta.

Mis puños se cierran. ¡Quiero partirle la cara!

—¿O tengo que sacarte? —toca mi frente con uno de sus dedos empujándome hacia atrás.

¡Adiós, control! Le cruzo la cara de una cachetada y me le voy encima tirándola del cabello con la clara intención de revolcarla en el piso.

¡Perra estúpida! —le grito. Parte de mí está haciéndole daño por lo de recién, pero otra parte la está castigando por todas las cosas que le hizo a Gastón.

—¡No, Brisa! —las manos de Gastón me rodean y tiran de mí para que la suelte, pero me aferro al cabello de Sofía y empiezo a azotarla.

Esto no está bien y lo sé, pero me cae tan mal que llega un punto en el que no me importa hacerle daño. Le doy otra cachetada mientras escucho cómo lloriquea. Esa fue por haber mentido en la tele diciendo que Gastón la engañaba conmigo.

—¡Suéltala!

Ahora sí le doy un puñetazo.

—¡No!, ¡ella se lo merece, Gastón! Por todo. —grito, totalmente descontrolada.

—¡Basta, basta! —exige mi amigo mientras me separa.

—¡Estás demente! —me grita Sofía.

No. Yo solo estoy descargando la ira que ella misma produjo en mí desde hace muchos años.

—¡Te voy a matar, estúpida! —la amenazo.

—¡Basta, basta! —me grita Gastón y ejerce mucha fuerza para quitarme de encima de su exmujer. Pega mi espalda a su pecho y retiene mis brazos cuando ve que quiero irme de nuevo hacia ella—. ¡Basta, Brisa! No hagas esto.

Odio que tenga más fuerza que yo. No he descargado toda mi ira aún, quiero hacerla sufrir un poco más. Mi corazón late con fuerza. Es la primera vez que me meto en una pelea. También es la primera vez que empiezo una. No es correcto decirlo, pero me sentí liberada al descargar un poco de mi enojo hacia Sofía. Más cuando ella solita se lo buscó.

—Caitlin, lleva a Sofía a la cocina —pide Gastón a la nueva chica de limpieza, quien se acercó al oír el alboroto.

Ni siquiera me di cuenta de que la nueva empleada (esa que tampoco me cae muy bien) presenció la pelea. Miro por última vez a Sofía, tiene los ojos cubiertos de lágrimas y me observa con odio, antes de desaparecer de la sala.

—¡Estás bien loca! —me susurra Gastón en el oído, lo que me provoca muchas cosquillas. Su tono parece ser divertido, pero a la vez serio—. ¿Puedo soltarte sin que hagas esto de nuevo?

Asiento lentamente.

—Bien —vuelve a susurrar y me da la vuelta para mirarlo.

—¿Estás molesto? —pregunto con una mueca.

Su expresión me resulta inquietante. No parece molesto ni nada, pero siento vergüenza por lo que he hecho. No me arrepiento, pero hubiera sido más cómodo pegarle a su exmujer en otro lugar, y lejos de la mirada de Gastón.

—No, pero no lo vuelvas a hacer. Puedes lastimarte.

—No me he hecho daño.

—Pero puedes. Y, de hecho, tu mano está bastante colorada.

Miro mi piel enrojecida y la sacudo. No sentí casi nada cuando mi puño chocó contra su cara, pero ahora que la adrenalina está reduciéndose de mi cuerpo, el dolor empieza a molestar. Gastón ve que hago una mueca y me toma de la mano.

—Te duele, ¿cierto?

—Algo —musito.

—¿Ves? Sí te has hecho daño —me recrimina con los ojos llenos de incredulidad.

Conduce mis nudillos hacia su boca y besa mi piel. No soy capaz de describir la cantidad de cosquillas que deambulan por mi estómago. ¿Por qué tiene que ser siempre tan lindo? Nuestras miradas se cruzan y puedo ver que él siente deseo. Deseo hacia mí.

Durante los últimos tiempos han pasado cosas que nos dejarían como algo más que amigos para los ojos de otras personas. Hemos dormido juntos, nos hemos besado en una ocasión y las miradas que nos regalamos explican muchas cosas... y a la vez también confunden. Pero ahora está esa llama creciente en sus ojos avellana. Me vuelve loca. Quiero lanzarme a él. Pero ese maldito miedo de que me rechace está presente.

—Yo... —aclaro mi garganta. Me siento perdida en su mirada—. Yo... me... iré a mi habitación. Tengo cosas que hacer.

—Sí. Yo... iré... a la cocina.

—Bien —sonrío.

—Bien...

Me doy la vuelta para subir al segundo piso y cuando ya estoy por el cuarto escalón, su voz me obliga a voltearme:

—Sabes que ella intentará arruinarnos a los dos, ¿verdad?

Suelto un largo suspiro de frustración. Sí. Claro que lo hará. Es Sofía...

—Sí, pero déjala. —respondo fastidiada de tanto drama con esa bruja.

—No. No dejaré que ella te arruine en la tele. Sabes cómo son los chismosos de los programas. La callaré, lo prometo. —afirma con total determinación.

Se me forma una media sonrisa.

—Gracias.

Cuando llego al cuarto lo primero que hago es sacar el teléfono para marcarle a Stef. Seguramente, ni llegó a su casa, pero esto que pasó tiene que ser contado ahora mismo. Además, sé que morirá cuando lo escuche salir de mi boca. Muchas veces fantaseamos con darle en la cara a esa perra las dos juntas. Al menos, hoy, una tuvo la oportunidad de hacerlo.

También tengo que contarle sobre lo que creo haber visto en la mirada de Gastón. Esa chispa me ha dejado pensativa y algo ilusionada. Necesito que me aliente para dar un paso con él. Esto me da un miedo terrible, pero me parece que es hora de intentarlo.

Gastón

Supe que estaría en la ciudad por un par de días, desde la otra vez en que me llamó, exactamente el día que en Brisa se mudó conmigo. Pero jamás pensé que estaría frente a mi casa. Bueno, se trata de Sofía, después de que le dejara en claro que lo de la última vez no volvería a repetirse y que no quería saber nada más con ella, pensé que lo había entendido, pero Sofía es muy caradura y sinvergüenza como para hacerme caso.

—No me interesa saber nada de lo que me tengas que decir, Sofía. Por favor, vete.

La muy descarada, apenas abrí la puerta, se metió sin permiso. Dijo que tiene que hablarme de algunos temas importantes. Se voltea a verme con una sonrisa manipuladora.

—¿No extrañas nuestros días juntos, Gastón? Ya sabes... los paseos, los viajes, las cenas en restaurantes de lujo... —sonríe con picardía—. O las noches de sexo intenso. —susurra mientras se acerca a mí.

Quiero expresar mi desagrado, pero me contengo. Ella no se merece ni eso, después de todas las mierdas que me hizo pasar.

—A veces me acuerdo de todas esas noches y... ¡ufff!... ¡Sí que te extraño! —Continúa hablando, convencida de que puede seducirme.

Da dos pasos hacia mí.

—¿A dónde quieres llegar con esto? ¿Intentas provocarme para que te lleve a la cama y luego te dé dinero? Ni lo sueñes, querida. —le respondo contundente y seco para que no le quede ni una pizca de duda, de que no estoy interesado en ella para nada.

Suelta una risa mientras acorta casi todo el espacio que queda entre nosotros.

—Me pongo caliente cuando te molestas. —contraataca, pensando que puede tener algún efecto erótico en mí.

Sin esperármelo, se me abalanza y me besa. Todo pasa muy rápido. Mis ojos ni siquiera se cierran, pero no por la sorpresa, sino porque no quiero su boca en la mía. Mis labios desean otros labios y no son los de Sofía. La aparto rápidamente cuando la puerta se abre y Brisa aparece. Se percata de la escena y se queda perpleja.

Me siento muy incómodo. Tener a mi exmujer y a la chica que me mueve el piso, en la misma habitación, es inquietante. Sofía sabe lo que pasó entre Brisa y yo, la noche antes de mi graduación. Temo que lo use para atacar a Brisa. Es capaz de hacerlo para espantarla.

Para mi sorpresa, no dice nada, pero sí se comporta pesada e irritable con Brisa. Y a mi amiga no parece gustarle nada. Es más, en un abrir y cerrar de ojos, las tengo a ambas a los golpes. Logro quitar a Brisa de encima de mi ex y tengo que ejercer mucha fuerza para que no se me escape.

—Te duele, ¿cierto? —pregunto después de decirle que está loca. Sofía ya no nos acompaña en la sala, ahora está en la cocina junto a Caitlin, la empleada doméstica.

—Algo.

—¿Ves? Sí te has hecho daño —le recrimino.

Su mano está bastante colorada. La agita en el aire para que el dolor desaparezca, pero no por eso parará de doler. Le tomo de la mano y me llevo sus nudillos enrojecidos a los labios. Cuando poso mi boca sobre su piel, el deseo carnal que siento por ella me enciende, pero intento controlarlo.

—Yo... —aclara su garganta. Tienes las mejillas coloradas. No sé si por la pelea que tuvo o si es porque acabo de besar su mano para calmar su dolor—. Yo... me... iré a mi habitación. Tengo cosas que hacer.

—Sí. Yo... iré... a la cocina.

—Bien —sonríe.

—Bien... —le respondo, viendo sus hermosos y ahora fulgurantes ojos azules.

Se da la vuelta para subir las escaleras, y sin querer observo su trasero. Se me pasa un pensamiento sucio por la mente, pero lo alejo. Me distraigo advirtiéndole de algo que posiblemente pasará.

— Sabes que ella intentará arruinarnos a los dos, ¿verdad?

Suelta un largo suspiro de lo que parece ser frustración.

—Sí, pero déjala. —me responde con hastío.

—No. No dejaré que ella te arruine en la tele. Sabes cómo son los chismosos de los programas. La callaré, lo prometo. —le manifiesto con seguridad, porque realmente la quiero proteger.

Sonríe.

—Gracias.

Dejo que se vaya a su habitación.

Me quedo un momento pensando en ella. Creo que vi deseo en su mirada y espero que no sea mi imaginación. A veces me siento un cobarde, quiero decirle que me gusta, pero no puedo. Hace un tiempo se lo confesé, pero han pasado meses. Tengo que decírselo otra vez, si quiero tener algo con ella. Muchas veces en el día la miro, y tengo que controlar mis ganas de besarla.

Me voy a ver a Sofía, que debe estar con Caitlin. Necesito asegurarme de que está bien y de que se vaya lo más pronto de aquí. Su presencia me resulta desagradable, y después de este episodio de violencia con Brisa, espero no verla nunca más en mi vida. No quiero tener problemas con Brisa por su causa.

—¿Estás bien? —pregunto al meterme en la cocina y verla sentada en uno de los taburetes. Su cabello rubio que hace unos minutos estaba perfectamente arreglado, ahora está enredado y desacomodado.

Me mira.

—¡Es un animal! —responde con los ojos llorosos.

—¿Para qué la provocas así? No es tu casa, no tienes derecho a tratarla de esa manera tan grosera —le aclaro—. Tienes que irte, Sofía. —le demando con serenidad y firmeza.

—No sin antes hablar contigo.

—Te dejé hablar y empezaste a decir estupideces. Lo que pasó entre nosotros quedó en el pasado y, por si no lo recuerdas, tú fuiste quien mató nuestra relación.

—Quiero volver contigo, estoy arrepentida de todo. ¡Te extraño! Y la última vez que estuvimos juntos... me la pasé tan genial que se ha estado repitiendo en mi mente todo es...

—¡No! —la detengo—. No sigas. No sigas. No quiero saberlo, no me interesa —aclaro. Llamo a Caitlin, quien se había retirado apenas entré en la cocina, y le pido que acompañe a Sofía hasta la puerta. A mi ex no le gusta para nada, pero se muerde la lengua. Sabe que no puede quejarse, porque la casa no es suya y no tiene poder alguno.

Retrocedo y doy la vuelta para irme.

—¡Ah! —digo sin regresarme a verla—. Si me llego a enterar de que quieres decir algo en la tele sobre lo que pasó, te arrepentirás.

La verdad no tengo nada que pueda perjudicarla si abre la boca, pero es mejor ser serio para que piense dos veces las cosas. Subo las escaleras con tranquilidad mientras pienso en Brisa y sus iris azules que me vuelven loco. Cuando paso por al lado de su puerta, escucho que su boca pronuncia mi nombre. Parece estar hablando con alguien. Sé que no está bien, pero pego mi oído para ver por qué estoy integrado en su tema de conversación.

—No lo sé, Stef, fue un impulso. Me cegué y le pegué. Y después de eso, Gastón me besó los nudillos para que el dolor provocado por el golpe se calmara. ¡Y fue tan sexy! —oigo lo que le está confesando a su amiga y no puedo evitar emocionarme.

¡Ah!, ¿sí?. Escuchar esto me pone nervioso, enternecido, impresionado, agitado y hasta tonto. Me calmo un poco para seguir espiando la conversación.

—No te das una idea de lo intenso que es todo cada vez que estoy con él. A veces me pregunto si somos amigos o si somos más que amigos. Tiene ciertas actitudes de vez en cuando, que me hacen confundir...

Cuando caigo en cuenta, noto que mi semblante mantiene una sonrisa. Brisa acaba de confesar que siente algo por mí. No dijo exactamente que le gusto, pero sus palabras se me hacen suficientes como para dar un paso. Me voy a arriesgar a hacer algo de lo que me estoy muriendo de ganas. Tengo que intentarlo. Golpeo su puerta y espero.

A los segundos, Brisa me recibe con una sonrisa tímida, y eso se me hace tan adorable y sexy que no lo resisto. No lo resisto y uno mi boca con la de ella. Me hundo en la intensidad de su boca. Me pierdo en la dulzura de sus besos. 

Continue Reading

You'll Also Like

16.3K 704 30
Joel se siente confundido, no sabe si es gay o si es hetero. Quiso comprobarlo metiéndose nuevamente con Emilia, y cuando lo hizo. Ella le jugo una t...
505K 45.2K 91
A HARRY POTTER FANFICTION #3 Alexandra Berrycloth entra al colegio Hogwarts de magia. Estando ahí, ella hará amigos y hasta enemigos. No teniendo en...
801K 48.7K 41
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
4.3K 243 6
Giyuu tomioka, pilar del agua un chico solitario que trabaja en la asociacion de cazadores de demonio, su hermana murio por un demonio haciendo que e...