Hopeless - NHC

By -besoamargo

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Obra original. No se aceptan copias ni adaptaciones. Cover: organicos More

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P. d M.
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Especial Blake
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EPÍLOGO
Agradecimientos + Segunda Parte
Novela de Reece

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By -besoamargo

15 horas después decidimos jugar a verdad o desafío.

22 horas después se nos ocurrió hacer torneos de ajedrez.

29 horas después era tiempo de juego de cartas simulando el Mortal Combat.

35 horas después nos recostamos a mirar las nubes —desgraciadamente, estaba demasiado nublado, más que otros días y las abundantes nubes carecían de forma. Yo sólo veía una mancha gris en el cielo.

Y ahora sólo faltaban tres horas restantes hasta que terminé el reto. Para este entonces habíamos encontrado otras actividades para entretenernos y las que enumeré arriba eran sólo unas cuantas de todo lo que habíamos hecho.

—Creo que se acerca una lluvia muy intensa.

Todos contemplamos el cielo una vez más, cuando la mamá de George anunció su premonición y salió al exterior del jardín delantero a guardar algunos muebles que habían llegado a su casa. La mujer rubia de cabello corto firmó unos papeles que el repartidor le entregó y le sonrió cuando el camión de entregas partió hacia otro rumbo.

—Pauline, ten— le lanzó una pelota de fútbol y la rubia la recibió con el pie—. Diviértanse un rato, pero cuidado el balón; es nuevo.

—Gracias, Natasha.

Ella era demasiado agradable, ya sabía de dónde George había sacado su carisma... y la mayoría de sus cualidades. Además le gustaba que la llamaran por su nombre de pila para "no sentirse vieja". Sí, definitivamente me caía bien.

—Yo quedo en el arco —Reece se posicionó entre dos pedazos de rocas señaladas como arco y se agitó tratando de entrar en calor

—Lori está en mi equipo —señaló Pauline. Levanté las manos resignada y me coloqué del otro lado de la calle sin ningún problema para comenzar el improvisado juego.

George silbó.

—¡Comiencen!

***

—¿Qué se siente perder contra dos chicas, eh?

—Estamos empatados.

—No, no es verdad. Yo conté once a ocho.—protesté.

—¡Reece, deja de tenerles compasión!— gritó George—. Blake, ¿por qué no vienes a jugar?

El nombrado estaba sentado sobre el césped de la casa desde hace cuarenta minutos, lucía perdido o cansado. Su actitud de hoy era extraña, lo notaba con pocas ganas siquiera de hacer algo. Quise acercarme y preguntarle qué ocurría... pero ¿y qué le diría? Y luego yo me sentí mal por no tener un poco de tacto hacia él. Es decir, era mi amigo, yo lo consideraba como tal, y aún no podría entablar conversación entre nosotros. Estaba comenzando a odiarme por aquello. ¿Por qué simplemente no podría ir y preguntarle que rayos ocurría?

El castaño miró a ambos lados y luego bufó pesadamente, irguiéndose, se acercó y tomó el balón de los pies de Pauline.

—Aprendan a jugar.

Minutos después, todos estábamos con la respiración agitada pero eso no nos detenía. Cada quien anotaba sus goles en los diferentes arcos y celebraban gritando o chocando las manos cuando conseguían un punto más.

—¡Patea Bibby y...!

En ese instante la pelota salió despedida fuertemente a la casa de enfrente y rodó unos cuantos metros sobre el seco pasto hacia el interior del patio delantero, unos metros antes de la puerta de entrada.

—Eres un tarado, Bibby.—se quejó Blake.

—Anda, Messi, ve a buscarla.

Rodó los ojos pero se acercó unos metros.

—George, ¿esta no es la casa de la anciana loca que tiene un gran perro?

—Ups.— rió el rubio.

—Oh, no. Yo no pisaré siquiera el césped de esa casa, mejor que lo haga Blake, el escapa de las situaciones más rápido— pude notar por una fracción de segundo cuando las miradas de ambos se encontraron. Reece tenía un brillo retador que destilaba egocentrismo en ese momento. Blake rodó los ojos.

—Hazlo, Reece— lo reté.

—Cuidado con las trampas caza-bobos— advirtió Pauline en tono de broma.

Bajó los hombros y caminó unos centímetros.

—María tenía un cordero... McDonald tenía una granja... La, Ia, Oh...— cada pasó era la letra de una ridícula canción infantil. Se acercó hasta donde el balón estaba apoyado, cerca de la entrada de la puerta lateral—. Chicos, el perro está allí.

—Camina con sigilo, de seguro el perro está... durmiendo— esperaba a que eso sirviera como consuelo pero lo dudaba.

Llegó hacia donde estaba el balón y con sumo, extremo y delicado cuidado, lo tomó entre sus manos, lo que hizo que yo comenzara a morder mi dedo anular. Se giró hacía nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡LO HICE!

Fue una muy mala idea gritar. En realidad, fue pésima.

Todos nos alertamos cuales campana de incendios cuando los roncos ladridos de un perro resonaron fuertes.

Fue peor, porque aquel enorme animal resultó no estar durmiendo, ni mucho menos calmado.

—¡CORRAN!— lanzamos gritos al aire. No sé que ocurrió con el balón de Natasha cuando todos giramos y comenzamos a correr en dirección opuesta a las casas del vecindario.

Los ladridos del perro no cesaron hasta que estuvimos alejados dos cuadras más allá de la casa.

Me detuve en una esquina junto con Pauline y Reece. Al llegar los demás, Reece fue el primero en soltar una carcajada que luego dio un paso a ser unas vociferas risas. Nadie pudo evitarlo y seguimos con el suicida juego y aceptar la realidad que casi nos devora un perro pitbull.

Sí, suena demasiado loco.

—Oigan, ¿por qué corrieron? Era un pequeño perrito— alegó Blake.

Yo protesté:

—¿Nosotros? Tú fuiste el que escapó primero.

—Debiste verte, Reece. Parecías una marioneta a la que le estaban jalando de los brazos— estuvimos de acuerdo con Pauline cuando reímos aún más fuerte.

—A mi casi se me cae el pantalón.—suspiró George entre restos de risas.

—Oye G, creo que el tendremos que reponer un nuevo balón para tu mamá.

—Buena idea. Corran antes de que salga a buscarnos con una escoba.

Con mis zapatillas negras desgastadas y algo sucias, mi chaqueta negra que impedía mover con agilidad los brazos para correr, perseguí el rumbo detrás de sus pasos hacia donde íbamos, aunque en realidad, no tenía ni la menor idea a que lugar se encaminaban.

Dejé de escuchar las firmes pisadas de los demás y obligué a mis pies a detenerse. Resultó ser, casualmente, frente a un pequeño parque... o la mitad de uno. Claramente estaba a medio construir y aún se notaba el trabajo restante por hacer. No distinguí a ninguno de los chicos en todo el perímetro y las extensiones de casas al rededor, tampoco oí sus voces más que el tranquilo sonido de ese lugar.

Oficialmente los había perdido.

Me había desviado de dónde ellos corrían.

Renegada a aceptar que ahora me encontraba sola en un lugar que no conocía del todo y que estaba a más o menos dos kilómetros de mi casa, decidí seguir caminando.

Moví el cabello de mi cara y bufé al dar la vuelta al parque y no encontrar a nadie. Los juegos infantiles estaban desiertos y la tarde no cobraba color cerca de mi. Parecía que sólo era yo en ese lugar. Ni los dueños de las casas parecían percatarse que eran las 5 p.m y aún no era de noche. No encontré algo más y me senté en una banca frente a una fuente. Mala suerte que estaba apagada y no se arrimaba ni una gota de agua por las regaderas. Por donde sí se acercaba agua era por el cielo.

Un trueno ahuyentó a las palomas que estaban hincando sus picos en el suelo y me hizo encogerme en mi lugar.

—Lori.

A mi derecha, la voz procedente hizo sentirme aliviada de que no estaba sola. Al fin había encontrado a alguno de los chicos. O él me había encontrado a mi.

—Lori, ¿qué haces?— insistió Blake.

Me levanté de la banca y sacudí mis pantalones oscuros.

Carraspeé.

—Los perdí mientras corrían. ¿Dónde están los demás?

—Llevan buscándote desde hace diez minutos. Están a dos cuadras de aquí.

¿Tanto habíamos corrido?

¿Por tanto tiempo me había perdido?

Otro trueno se sintió más cerca de nuestras cabezas e hizo que temblara.

—No deberíamos estar aquí.

—Estoy de acuerdo— asentí y comencé a caminar detrás de él cuando lo hizo. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio me incomodaba. Era el momento de preguntarle que ocurría—. T-te noté distraído hoy... ¿ocurre algo malo?

Mientras esperaba a que respondiera me dediqué a mirar su perfil. Él era más alto, eso me enfadaba; debía verlo desde unos centímetros abajo y para colmo apresuró el paso.

—Blake.— volví a repetir.

—No sucede nada.

Era peor que una chica; decía que no pasaba nada pero yo también estuve en su lugar hace un tiempo.

—Está bien si no quieres decirme, sólo... sabes que estoy aquí para ti, puedes contarme lo que sea.

Fui yo la que adelantó a la salida del parque y me coloqué en una esquina para cruzar la calle. No oí sus pisadas, lo que hizo que me detuviera justo en el momento que una gota de lluvia golpeó mi nariz, luego mi frente y seguido mi mejilla. Giré otra vez para comprobar que él seguía allí y efectivamente así era, sólo que ahora estaba observándome fijamente.

Finalmente la lluvia se extendió ávida sobre nosotros. Mi ropa se humedeció, casi empapada, mientras que el cabello de Blake se oscurecía y se pegaba a su frente.

Y esperé.

Esperé a que se dignara a decir algo y dejara de estar parado allí.

Sin embargo, comenzaba a desesperarme.

—Blake, si al menos no quieres decir algo, mejor camina que te resfriarás.

Cuando quise girar para seguir caminando, en ese momento, sí habló.

—Ocurren demasiadas cosas, Lori— se acercó unos pasos hacía mi—. Pero... no tengo idea de que puedo hacer.

Comencé a sentir el frío que impactó en mi cuerpo y la barbilla me tembló ligeramente cuando estuvo frente a mi. Aparté la mirada unos segundos de sus ojos en cuanto un auto pasó a nuestro lado y salpicara sobre nuestros zapatos el agua que se alojaba en la calle, no duró mucho hasta que volviera a conectarme con él.

—Yo... podría ayudarte. Dime que sucede— pedí una última vez.

Negó. Una sonrisa corta tiró de sus labios.

—¿Quieres ayudar?— preguntó. Yo asentí—. Entonces quédate quieta— su voz era un leve murmullo entre la lluvia que se perdió cuando bajó la cabeza hacia mi—. Sólo quédate...

Simplemente me quedé allí. La calidez de su respiración golpeó mi rostro y tragué dificultosamente al momento que movió un mechón de mi cabello que se adhería a mi frente detrás de mi oreja.

Y sólo ocurrió.

Sentí el escalofrío que me provocó cuando movió su mano detrás de mi cuello para acercarme a sí y besarme. Me di cuenta de que había estado esperando este momento cuando nada impidió a que le correspondiera.

¿Cómo se describe un beso?

No lo sé.

Pero sí puedo describir lo que sentí.

Todas mis emociones se dispersaron al contacto de sus labios con los míos. Las "mariposas" no se hicieron presentes sino otra tormenta dentro de mi creció. Tampoco sé cuánto duró pero pareció que las gotas alrededor no eran interrupción. Su manó izquierda estaba trazando leves círculos en mi mejilla y en ese instante pude percatarme de la inmovilidad de mis brazos a cada lado de mi cuerpo. Mi mano tembló cuando quise acercarla y tocar igualmente su rostro aunque no pudo suceder.

Los momentos siempre están presentes, pero no somos conscientes de aquello hasta que nos detenemos a analizar que fuimos parte de uno.

Su celular comenzó a sonar en el bolsillo de su pantalón y me separé de él cuando el segundo timbre se escuchó más claro hacia mis oídos.

La lluvia seguía allí. No había terminado.

—Los chicos están preocupados— avisó al cabo de unos segundos mientras yo me dedicaba a sólo ver el pavimento mojado—. Creo que ahora de verdad tenemos que regresar.

Quise soltar una pequeña risa en cuanto pude ver una sonrisa ladina adornando el rostro de Blake por primera vez en el día, pero me limité y caminamos juntos hasta reunirnos con los demás.

—¡¿Dónde estaban?! ¿Es que acaso no sienten que está lloviendo a cántaros? ¡Y tu te pierdes— me señaló Pauline—, y tú tardas en buscarla!— reprendió a Blake.

Estaban bajo el toldo de una tienda cerrada a punto de llamar una vez más más, hasta que aparecimos frente a ellos.

Mojados, en silencio y con sólo un momento que él y yo compartimos.



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