Gastón
Yo no tenía idea de las amenazas que ella recibía y, a decir verdad, el no saberlo me puso un poco de malhumor. Pero no tardé en hacerme entender que, si Brisa no me dijo nada fue porque no las tomó como algo grave. Pero ahora es distinto porque ha recibido una llamada en la que prácticamente le han dicho que el accidente que tuvo, fue provocado.
Me molesta que no quiera ir a la policía, no estoy de acuerdo con su decisión, pero si acepto es porque ella ha accedido, después de tanta insistencia, a pasar un par de semanas en mi casa. Le dije que no se lo tome como una mudanza definitiva, porque sé que es lo que le incomoda un poco. Es por su bien y es por mi salud mental, porque la quiero muchísimo como para soportar que otra cosa le pase. Ya bastante tuve con lo de su ingreso al hospital.
Espero que lo que sea que esté pasando se termine pronto, así no hay de qué preocuparse. Mientras tanto, seremos cuidadosos. Me agrada esto de poder tenerla bajo mi techo para protegerla. Ella está incómoda, pero no me cabe duda de que con los días se acoplará.
—Me parece que deberías ir a la policía, Brisa. Y te lo digo porque me preocupa —le dice su madre después de beber un poco de vino.
La expresión de Brisa refleja incomodidad.
Ella sabía que si les decía a sus padres sobre el tema ellos iban a preocuparse bastante, pero yo le dije que era mejor que les contara porque tenían derecho a saber.
—No, mamá, no iré a ningún lado hasta saber que es de verdad. Además, necesito pruebas sobre las dos amenazas, o de lo contrario no me prestarán atención. El primer mensaje ya no existe porque estaba en el teléfono que se destruyó en el accidente. Y la nota que encontramos en el parabrisas de Stef —mira a su amiga— la tiramos a la basura. La llamada proviene de un número bloqueado, lo que significa que no se puede rastrear, y por cómo está la policía en estos últimos tiempos, dudo demasiado que hagan algo, y lo sabes. Entiendo la preocupación de todos, pero estaré bien. Como comenté anteriormente, estaré pasando unas semanas en la casa de Gastón.
Sus padres me observan un momento y Sarah me regala una cálida sonrisa.
—Es muy atento que hagas esto por ella. Te lo agradecemos, pero de todas maneras tengo que pedirte que la cuides mucho.
—Sí, vigílala bien —concuerda Elsa, la abuela de mi amiga—. Y avísanos siempre que pase algo.
—En casa tengo buena seguridad en las puertas y en las ventanas —intento tranquilizarlas.
—¿Han intentado entrar a tu casa alguna vez? —me pregunta Isaac.
—Ninguna vez desde que vivo allí.
No tengo mucho tiempo viviendo en ese vecindario, como para haber tenido malas experiencias, aunque con la inseguridad de hoy en día, no me sorprendería que pudiera pasar... Lo que me deja tranquilo es que vivo en una zona bastante segura, los delitos no son comunes en esa área.
—¿Tienes alarmas de seguridad?
—Sí, eso tiene que dejarlos más tranquilos a todos. Si llega a pasar alguna cosa la policía recibirá un aviso y vendrán.
—Y ¿cuándo te mudarás, Brisa? —pregunta Matt, rodeando los hombros de Stef.
Brisa conecta su mirada con la mía, como si estuviera preguntándome qué día me parece bien. Ese tema no lo hemos tocado aún.
—Mañana —respondo por ella—. Mañana en la tarde.
Brisa me sonríe en modo de agradecimiento y vuelve la vista a su vaso de jugo.
—¿Vas a quedarte sola esta noche? Porque no me parece que esa sea una buena idea —opina Isaac.
Mi amiga dice que no, con un leve movimiento de cabeza, y su perfume llega hasta mis fosas nasales. Ha sido buena idea sentarme a su lado, me gusta estar cerca de ella.
—Gastón se quedará conmigo hoy también —le contesta. No habíamos acordado nada, pero la idea es de mi agrado. Quiero pasar la noche con ella, cuidándola, asegurándome de que no le pase nada, ofreciéndole mi consuelo si así lo necesita.
La cena finaliza y nos quedamos hasta las doce y treinta viendo una película en la sala. Veo que Brisa se levanta y va a la cocina, por lo que voy tras ella para preguntarle qué le ocurre.
—Bri... —la llamo. Me mira. Abre la heladera, apartando la vista de mí—. ¿Estás bien? Te estoy notando un poco extraña, ¿sabes?
Se encoje de hombros mientras sirve el contenido de la jarra en un vaso de vidrio.
—Estoy bien, pero no debí decir que te ibas a quedar aquí conmigo sabiendo que no te pregunté siquiera. Debes estar cansado de estar conmigo, a veces puedo ser muy aburrida, así que, si no quieres, ve a tu casa, no hay problema alguno.
Sonrío mientras ella me da la espalda para guardar la jarra. Cuando cierra la heladera la tomo de la mano para que me mire.
—Me está encantando estar aquí contigo. Adoro que pasemos tiempo juntos. Y con gusto me quedo una noche más a tu lado —le hago saber. Las palabras salen de mi boca con total sinceridad.
Los ojos de Brisa se iluminan y parece relajarse un poco. No sé por qué piensa que estoy cansado de estar con ella. ¿No ha quedado claro acaso que la quiero un montón y que estar a su lado ha sido la parte favorita de mi día?
—¿Estás seguro? —pregunta y su ternura me roba otra sonrisa. Se ve linda cuando se pone a dudar.
—¡Segurísimo!
Me despido de los amigos y la familia de Brisa y espero a que ella termine de abrazar a sus seres queridos.
—Iré a tomar una pastilla. La cabeza ha empezado a dolerme otra vez. —se queja mientras cierra la puerta.
Me levanto y me acerco.
—No, tú ve a acostarte, yo buscaré la pastilla y te la llevaré a la habitación junto a un vaso de agua, ¿te parece?
Sonríe.
¡Joder!, ¡adoro cuando me sonríe!
—¡Eres el mejor! —responde. Le hago una seña para que vaya a la cama.
Busco lo necesario en la cocina y, cuando tengo el vaso de agua y la pastilla en la mano, me acerco a la ventana para ver cómo la fuerte lluvia golpea el cristal. Parece que lloverá un largo rato.
Llego a la habitación de Brisa y la encuentro metida en la cama, con una remera blanca que parece ser cómoda para dormir. Su espalda está apoyada contra el respaldar de la cama, y ahora tiene la mirada puesta en mí. Me acerco a su lado y tomo asiento a un costado de ella, tal y como ayer, cuando la observaba descansar.
—Gracias —murmura. Se mete la pastilla en la boca y la pasa con agua.
—No es nada —respondo mientras ella deja el vaso en su mesa de luz—. A pesar del dolor de cabeza, ¿cómo te sientes?
Aparta la vista para ver sus manos. Se encoje de hombros y pienso que no ha sido buena idea preguntar.
—No estoy tan mal como ayer —responde bajito al cabo de unos segundos eternos.
No la veo con los ánimos de antes, es como si después de todo lo malo que le ha pasado, algo en ella hubiera cambiado. Esa luz ha sido obstruida por ese tipejo de Liam, pero lo que me consuela es que, con el tiempo, esa luz brillante tan característica de Brisa volverá. Lo sé.
Hoy ha estado mejor que ayer y el mínimo cambio se nota. Hoy no la he visto llorar y creo que eso es un progreso.
—Gastón...
—¿Sí?
—¿Puedes...? —deja la pregunta a la mitad, como si estuviera debatiéndose en terminarla o no. Escaneo su rostro y capto un poco de vergüenza. Me da curiosidad saber qué iba a decir y espero que termine de preguntar. Entonces, cuando baja la mirada, deduzco lo que quería decirme.
—Claro que dormiré contigo —respondo.
Sus ojos azules se encuentran con los míos. No me dice nada, lo que me aclara que he dado justo en el clavo. Le regalo una sonrisa leve y ella me responde de la misma forma.
Dormir a su lado se convertirá en la segunda parte favorita de mi día.