Cambio

By SirumYem

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Seth McFare y Jenna Kent no se llevan lo que se puede llamar... bien. Pero un buen golpe del destino hará un... More

Cambio
1. Despierta
2. Esa soy yo
3. Qué pesadilla
4. Infierno y Paraíso
5. ¿Me recuerdas?
6. Primer beso
7. Segundo beso.
8. Tercer beso.
9. Cuarto beso
10. Quinto beso
11. El sol detrás de las nubes
12. Noticia de fiesta
13. Cumpleaños de Louis (Tony)
14. Cumpleaños de Louis (Tony) II
15. Cumpleaños de Louis (Tony) III
16. Festival de primavera
17. Walton en El País de las Maravillas
18. Habitación 426
19. Un día con Seth
20. Seth, perdóname
Mini EXTRA
21. Entre confusiones, se levanta el hacha de guerra
22. ¿En qué estabas pensando?
23. ¿Una conexión?
24. La otra mitad del verano
26. La otra mitad del verano lll
27. A ti no te voy a soltar
28. Un día especial
29. No era un sueño
30. De dolores y sorpresas
31. Bajo el guindo
32. Escondida
33. Citas, citas everywhere
34. Melisa y el árbol que ardió
35. Veinticuatro horas
36. Lazos rotos
37. Rastro de fuego
38. Extraordinaria velada
39. Primera cita
40. Nuevos clubs, nuevo sentimiento.
41. Amor joven
42. No es lo único.
43. No más un secreto
44. ¿Entonces sí me crees?
45. Por verlo
46. La cereza del pastel
47. Un beso tuyo
48. Sorprendente I
49. Sorprendente II
50. Aviones de papel que no vuelan
51. Una araña en el lienzo
52. Peligro
53. Algo superficial
54. Una sílaba
55. Las mejores cosas
56. Primer beso (última parte)
Epílogo: Su palabra
Entrevista a Sirum.
Gabriel responde.
Louis responde
Jamie responde
Greg responde
Liz responde
HOLA DE NUEVO
ANUNCIO
BUENAS BUENAS
FINALMENTE
BUENAS Y MALAS

25. La otra mitad del verano ll

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By SirumYem

Capitulo dedicado a jazmena13 , feliz cumpleaños, linda:3 También es cumpleaños de una de mis mejores amigas, espero que esté donde esté, se la esté pasando muy bien. 

Disfruten la lectura.

Para cuando terminamos de comer y limpiamos la cocina y el comedor -y le dije a Lily que Dylan le enviaba saludos -, se les ocurrió jugar volleybol. 

-Paso -dije, sabiendo que para jugar las chicas me obligarían a quitarme la camisa que llevaba encima y me cubría las pechugas. 

-No seas así -se quejó Lily, con el balón de volleybol abrazado con su brazo. -¡Mujeres contra hombres, venga!

-Vamosss -Melisa me jaló de un brazo.

-¿No deberíamos esperar a que nos baje la comida? -pregunté, para ganar tiempo. 

-No, eso es para meterte a la piscina -me dijo Jamie, pasando a un lado de mí, cargando con la red. En la arena, Seth y Gabriel cavaban hoyos para poner los tubos de volley, que habían estado guardados en el garage. Me pregunté qué otras cosas estarían ocultas ahí. -Además, jugaremos mientras se nos baja y después meternos al mar. Vamos, Jenna. O... ¿no te gusta perder? -me retó con la mirada. 

Eso fue suficiente para provocar a mi yo competitivo. 

-Tú lo has querido -le dije a Jamie, estirando los brazos. Entre todos, cavamos y acomodamos los tubos de la manera más resistente y recta y Seth y Jamie pusieron la red. 

-¿Listos para perder? -les gritó Lily a los chicos desde atrás, antes de sacar. 

-Creo que esas deberían ser ustedes -dijo Gabriel, frente a la red, en posición paralela a mí, con las manos en la cadera. Por suerte para todos, nos habíamos untado el protector solar, en especial Liz, Gabriel y Louis, que eran los que tenían la piel más delgada y sensible. 

Al final no había podido evitar quitarme la camisa, con los ojos puestos en el balón eso ya poco me importaba. Es más, me parecía graciosa la mirada de Seth que se esforzaba por no quedárseme viendo. Me costaba concentrarme con su torso desnudo y el sol pegándole de lado, iluminando la mitad de él como si fuera un dios. 

Todos los chicos se habían quitado la camisa y solo tenían su traje de baño puesto, y para el alivio de nosotras, todos vestían bermudas, unas más cortas que otras, pero bonitas bermudas después de todo. 

Y las chicas, por supuesto, orgullosas en sus bikinis. Yo un poco incómoda, pero se me evaporaba el sentimiento cuando recordaba que todas las chicas vestían igual que yo. 

Lily alzó la pelota y le pegó con todas sus ganas. El juego estuvo reñido puesto que todos éramos buenos, a excepción de Liz, la que menos experiencia tenía jugando volleybol. 

Los chicos eran los que más se evantaban por la pelota, pero al mismo tiempo los mejores clavándola. Me golpeé en la cabeza dos veces, seguido de las risas de todos, Jamie casi se estrella contra el poste, y Seth llegó a colgarse de la red accidentalmente.  

Ganaron los hombres, quince a doce. Después cambiamos de equipos, algo más equitativos; dos hombres y dos mujeres en cada uno. Yo me fui donde habían estado los hombres anteriormente, junto con Liz, Seth y Louis. 

Parecíamos no tener descanso, tan concentrados y juguetones que nos habíamos olvidado que el agua existía. Lo único que hacían los hombres para refrescarse era mojarse la cabeza en el mar. 

Lily golpeó la pelota tan fuerte que salió disprada demasiado lejos, y Seth y yo, que cubríamos la reta guardia, corrimos el mismo tiempo por ella. 

-¡Mía! -gritamos, al mismo tiempo que saltábamos para pegarle y mi cráneo chocó contra el suyo. El estruendo se escuchó por toda la playa, o al menos así me pareció a mí escuchar. No alcanzamos la pelota; caímos el uno a lado del otro, con las manos en la cabeza y el dolor reflejándose en nuestras caras. 

-¿Están bien? -gritó alguien. Sentí las figuras sobre nosotros, amontonándose. Ni Seth ni yo respondimos. Sentía que el lado derecho de la cabeza estaba a punto de estallarme, como si estuvieran apretándola para sacarle jugo. 

-Iré por hielo -corrió Melisa.

-Iré yo también -dijo Liz, detrás de ella. 

-No es nada -articuló Seth, sentándose. -¿Jenna? 

-Estoy bien -me senté. Lily buscó en mi cabeza alguna herida superficial y Louis en la cabeza de Seth. Ante esto, mi mirada fue automáticamente hacia Jamie, que achicaba un poco los ojos hacia los dos chicos, pero no interfería en nada. 

-Solo es un chipote -dijo Lily, refiriéndose a los dos. Louis asintió y llegaron Liz y Melisa con una bolsa de hielo cada una. La sentí demasiado fría en la cabeza, dado el sudor que empapaba mi cabello. 

-¿Creen que puedan seguir jugando? -preguntó Liz con cautela.

-No, fue suficiente por hoy -demandó Louis. -Que descansen, de todos modos se me antoja un chapuzón. 

-Y a mí -Lily se amarró una cola de cabalo alta. 

-¿Puedes ponerte de pie? -le pregunté a Seth, parándome. Asintió y se puso de pie. 

Nos dispersamos por la casa, la mayoría se metió a la piscina, platicaban y reían con unas bebidas que habían puesto en una mesita cerca. 

Busqué una silla plegable de playa y me senté volteando en dirección al mar, sujetando la bolsa fría en la cabeza. Pronto me empezó a doler hasta la coronilla. Seth se sentó a un lado de mí. 

-¿Dolor de cabeza? -me preguntó.

-Sep -respondí. Cerré los ojos, dándole la bienvenida a la brisa veraniega que soplaba a esas horas de la tarde y disfruté del silencio que se instaló entre Seth y yo. Hacía mucho que no manteníamos conversaciones estables y de temas que no fueran del cambio, pero no tenía que ser ese momento cuando lo hiciéramos por primera vez en semanas. Estaba el silencio y el susurro de las olas del mar, y esa era una comodidad que no se dá todos los días, me permití saborearla. 

Era consciente de la mirada de Seth sobre mí, lo cual me hacía disfrutar más el momento, con un placer y una tranquilidad indescriptibles, relajantes, silenciosas, como la suave voz que te canta una canción de cuna.

Cuando me disponía a quedarme dormida, rendida ante esa sensación de paz, los penetrantes ojos de Seth me animaron a abrir los míos para encontrarme con ellos. Bajé la bolsa de mi cabeza, sintiendo el brazo cansado, y giré solamente la cabeza para mirarlo. 

-Hola -le dije en voz baja.

-Hola -me sonrió. -¿Cómo estás? 

-Aún me duele un poco la cabeza.

-A mí también -me miraba relajado, solo su cabeza viéndome, con las dos manos en el abdomen, y la bolsa descansando en el suelo. 

-Qué hermosa vista, ¿no crees? -le dije, de nuevo girando la cabeza hacia el sol, que ya empezaba a ponerse. El mar parecía paciente para engullirlo por completo, y el sol impaciente por desaparecer detrás del mar. 

-Sí -dijo, mas no quitó sus ojos de mí. Lo miré.

-La puesta de sol está por allá -le indiqué.

-Lo sé -sus pupilas se dilataron y me miró con ternura, lo cual hizo que me sonrojara.

-Qué tonto -murmuré, esperando que no me hubiera escuchado. Estábamos de frente al jacuzzi, apagado, en las sillas más lejanas de la piscina, así las risas de los demás eran poco audibles. 

Vagando la mirada por el rostro de Seth, me golpearon las palabras de Jamie. 

Deja de buscarlo. Se da solo, me había dicho mientras hablábamos del momento más adecuado para decirle a Seth que estaba enoamorada de él. ¿Y qué mejor momento que éste? Jamie tenía razón, se había dado solo, no necesitaba mirar hacia él para saber que me dirigía miradas insinuosas diciendo "ahora, Jenna, ¡díselo ahora!" Tragué saliva y pensé en mis palabras, sin saber cómo comenzar. 

El corazón me latía cada vez con más fuerzas, no me podía concentrar el un diálogo coherente. Notaba las manos sudorosas y frías.

-¿Por qué te me quedas viendo? -le pregunté, queriendo que él iniciara alguna forma de dirigirnos a ese tema. Con esa mirada y esos ojos, sentía que él también sentía algo por mí, pero quería que quedara claro por medio de palabras. Porque, ¿y si resultaba que él no me veía de la misma manera? Lo último que me importaba era salir lastimada, quería saber si, después de todo por lo que habíamos pasado, nos mirábamos de la misma manera.

-¿Hay algo de malo? -evadió mi pregunta con otra.

-No, es solo que no es normal.  

Mi comentario pareció darle gracia.

-¿Y qué es lo normal? 

Su pregunta me tomó desprevenida, y no supe responderle bien.

-Pues... tú sabes, ignorarme y platicar sobre tonterías, o tal vez estarías en tu cuarto, dormido. O en la cocina, buscando algún dulce -me encogí de hombros para no darle tanta importancia a mis palabras.

-Pero para mí es normal estar aquí... sentado, viendo el sol ponerse a un lado de ti... tienes razón, no es normal, aunque para mí sí lo es. Creo que por eso lo hago, porque no es lo común. Lo hace especial, supongo -parecía que hablaba solo, miraba el sol o al vacío, no sabía realmente. Pero me gustaron sus palabras, hicieron que, en algún olvidado rincón de mi corazón, algo se moviera y atravesó mi cuerpo por toda la espina dorsal, estremesiéndome de placer.

No supe qué decir a continuación, su tono de voz me había inmovilizado, como si sujetara mi cabeza sin que me diera la capacidad para moverla hacia otro lugar que no fuera él. Mis ojos no podían ver otra cosa. 

Esta vez, él admiraba la puesta de sol y yo me maravillaba con su rostro de perfil, cómo la luz pegaba en un solo lado de su cara y daba la ilusión de que estaba más bronceado, sus ojos se acercaban al color miel y pude ver el sol reflejado en uno de ellos.

Me miró, sobresaltándome.

-¿Por qué te me quedas viendo? -repitió mi pregunta. Sentí los colores en las orejas y la nariz, y parte de las mejillas. Giré la cabeza con brusquedad. 

Quise contraatacar, sin embargo, me quedé muda cuando sus ojos se clavaron en los míos. La distancia entre silla y silla no era muy grande, y no había perdcatado de lo cerca que estábamos. 

-No me has contestado -susurró, cuando estábamos a pocos centímetros de que nuestras narices se rozaran. Me dejé llevar por su mirada y me incliné, cegada por mis sentimientos y el impulso de besarlo en ese momento. 

-¿Es necesario? -le pregunté sin esperar una respuesta. Seth sonrió y saboreé sus labios con la mirada, esperando que no se notara mi deseo por tocarlos con los míos en mi colorado rostro. Observé su boca acercarse, hasta que estuvo tan cerca que me vi obligada a verlo a los ojos. 

Lo que él sintiera por mí en ese momento me dió igual, yo era consciente de mis sentimientos y mientras Seth estuviera tan cerca de mí, no me importaría. Fue ese el pensamiento que me cruzó la mente mientras uníamos nuestras bocas entrabiertas. 

Fue un instante, apenas cuento tres segundos, en los que, por medio de sus labios, sentí que me entregaba algo que se había reusado a entregar antes, saboreé su tacto y dulzura. 

Entonces llegó el mareo. Un mareo mayor que los anteriores, más intenso, que provocó la ya evaporada sensación de que alguien me exprimiera la cabeza. Negándonos a separarnos, nos pegamos más y él sujetó mi rostro en su mano ahuecada, mientras yo incliné la cabeza de lado para que nuestras bocas encajaran mejor. 

Un rayo me atravesó la cabeza, abarcando todo mi sistema nervioso e hizo que nos separáramos de golpe, como si tuviéramos veneno. 

Algo extraño, algo que nunca había pasado, acababa de suceder. Nos miramos directamente a los ojos, sin comprender lo que acababa de pasar, asustados. Debido a que el beso había sido largo, cambiamos dos veces. El primer mareo inició otro dolor de cabeza, más intenso que el que habíamos tenido cuando chocamos nuestras cabezas jugando volley, y el segundo simplemente no fue un mareo, fue como si nos hubieran dado un latigaso en la nuca. 

Escuchamos silvidos y risas, acompañados de aplausos y bullas animadas. Giramos hacia los chicos en la piscina, provocadores del ruido. Lily era la más emocionada, sus ojos brillaban de emoción mientras aplaudía. Melisa había chiflado, riéndose, y lanzaba pequeñas bullas junto con Jamie. Liz y Louis sonreían, pero se les veía la tristeza en los ojos, sentí una punzada de culpa. Gabriel, en cambio, era el único que no mostraba signos de estar feliz por nosotros, él veía nuestras miradas confundidas, sabía que algo raro e inusual había pasado. 

-Jenna, estuviste fenomenal -me dijo Melisa a través del vapor que desprendía el agua irviendo de la bañera. 

-¿De qué hablas? -me hice la tonta. Vertí shampoo en mi mano y tallaba mi cabello en leves caricias. 

Mientras yo me bañaba, ella se cepillaba el mojado cabello y se ponía guapa para salir. 

Seth y yo no habíamos vuelto a cruzar palabras después de lo sucedido, solo un par de fingidas sonrisas para tranquilidad de los demás y él se fue a su cuarto, diciendo que le dolía demasiado la cabeza. Yo, después de prepararme un sandwich y tomarme unas pastillas para el dolor de cabeza, hice lo mismo. Me había quedado dormida hasta que llegó Melisa a levantarme y decirme que saldríamos a la feria en la noche, que me bañara y me arreglara.

-Del beso que tuviste con Seth -puntualizó Mel. Dejé que la espuma cayera por mi espalda y me puse acondicionador en las puntas, peinando mi cabello con los dedos.

-¿Fenomenal? -Oh, no tenía ni idea. Esos segundos fueron los mejores de mi vida, lo que había venido a continuación interrumpió mi vuelo hacia el país de Sethlandia. 

-Sí... fue tan intenso. Ya tenía rato viéndolos, se hacían ojitos -Mel rió. -hasta que, ¡pam!, se juntaron como por ley de atracción. Nunca había visto algo así, como se miraban mutuamente. Incluso él te miraba con más intensidad. Oh, Jenna, que bueno que al fin se lo dijiste.

Dejé de pasarme la esponja por el cuerpo y solo se escuchó el agua caer por unos segundos. 

Nunca se lo había dicho, no me había molestado en decírselo; había tenido la certeza de que él sentía lo mismo.

Pero qué estúpida. 

-No se lo he dicho -le dije a Melisa, y dejé de escuchar el sonido del cepillo pasando por su cabellera. 

-¿No se lo has dicho? -preguntó, atónita. 

-No -susurré, no queriendo que me escuchara. Me enjuagué por completo y cerré la llave del agua caliente. 

-Pero... Seth tenía cara de saberlo. 

Me congelé con la mano en la llave, mi cabello y mi cuerpo goteaban, procesando sus palabras en mi cabeza. Seth tenía cara de saberlo. ¿Qué significaba eso, que lo sabía? ¿Realmente lo sabía? Yo nunca le había dicho nada, ni insinuado nada para que lo supiera. Aunque...

-Tú también tenías cara de saber que él siente lo mismo por tí.

-¡Qué! -grité sin pensarlo, me envolví en la toalla blanca y salí, abriéndome paso entre el vapor. Miré a Melisa a través del espejo, y me sonrió. 

-Si no te lo ha dicho, Jenna, es cuestión de tiempo. ¡Es demasiado obvio! -se giró para verme directamente. 

-¿Demasiado obvio? Pero... -tartamudeé. -Bueno, sí, pero... Lily dijo que los chicos son mentirosos y buenos actores respecto a esto -está bien, yo no estaba en la mejor posición para decir eso. 

-¡Jenna! ¿En serio crees eso... sobre Seth? Tal vez cueste verlo, pero Seth es un buen chico. No es mentiroso y, no sé si te has dado cuenta, pero está rodeado de gente que tiene su confianza y ellos tienen la confianza de Seth. Jenna, el mundo de Seth es tan seguro como una caja fuerte. Y me refiero a seguro porque, no tiene ni cara de sádico ni de mentiroso, y no lo es. Estoy segura de que nunca intentaría nada para hacerte daño. 

Me obliqué a tomar nota de todo lo que me decía. 

-¡Además! -se giró de nuevo hacia el espejo, con una mirada que no supe descifrar -Él no es esa clase de chico: quiero decir, que no te hubiera besado si no estuviera enamorado de ti. 

Lily, Liz, Jamie y Louis decidieron quedarse en el jacuzzi y conversar mientras los que sobrábamos nos íbamos a la feria. Rondaban las ocho de la noche, la brisa era fresca pero hacía mucho calor. 

La feria estaba bastante animada, había más gente de la que esperaba ver. La mayoría eran turistas, como nosotros. Niños jugando, peleando y corriendo con un algodón de azucar por todas partes. Parejas jóvenes y adultas, personas mayores queriendo pasar un buen rato. Había de todo. 

-¿Y? ¿A qué nos subimos primero? -preguntó Melisa claramente emocionada por subirse a juegos extremos. Había muchos, desde los más insignificantes para niños, la casa de los espejos, la casa embrujada, la ruda de la fortuna, hasta los que te hacían devolver la comida, como el martillo, los columpios voladores, la montaña rusa. 

-¡Los carritos chocones! -grité, contagiándome del ánimo de Mel. Seth y Gabriel protestaron, diciendo que eso era para niños. Mel y yo los jalamos hasta que dimos, entre el piso de tierra y acerrín, con los carritos chocones... para grandes. Y como nosotros somos  niños grandotes, nos subimos uno en cada carrito. Melisa llevaba su cámara digital, nunca dejó de tomar fotos. 

Los cuatro salimos despeinados y riéndonos, señalándo que el tipo robusto nos había llegado por atrás a todos y que la cabeza de Gabriel había chocado con el volante más de una vez.

-¡Ahora vamos a ese! -Melisa señaló el martillo, bajando y subiendo al compás de los gritos de la gente. 

Paso -dijimos Seth y yo. No es que no me gustaran, o que les tuviera miedo, pero el dolor de cabeza no se había evaporado del todo. Y un mareo de esos solo haría que incrementara. 

-Oh, bueno, ustedes se lo pierden -Melisa jaló a Gabriel y fueron los dos a comprar los boletos a la taquilla. 

-Vamos -me dijo Seth, caminando hacia el lado contrario, hacia donde estaban los puesto de comida. Lo seguí de cerca, viendo sus músculos a través de esa camisa blanca. 

-Seth -le llamé. Me respondió con un sonido gutural. -¿Ya desaparecieron las cicatrices de tu espalda? 

Había tenido miedo de preguntárselo antes, por lo que había buscado ver su espalda, pero estando cegada por lo que sentía cuando estaba junto a él, no lo había conseguido, Ahora, solos y con la mente en frío, era una buena oportunidad para preguntarle. 

-Se quitaron hace tiempo -me respondió sin emoción en su voz. -Tony las llegó a ver un día. 

Alcé las cejas, temiendo por lo que Louis pudiera haber sospechado.

-¿Y qué hiciste? ¿Qué te dijo? ¿Le dijiste lo que pasó? -lo bombardeé. Aminoró el paso, mirándome por encima del hombro hasta que lo alcancé. Me sonrió.

-Le dije que había tenido problemas con unos tipos de la calle que me molestaban.

-¿Y qué te dijo?

-Me regañó -se rio, agitando los hombros y juntando la cabeza al pecho con disimulo. -Hace mucho que no lo veía tan molesto. 

Hice una mueca que pudo haber pasado por una sonrisa.

-Se preocupó por ti -le dije. 

-Claro que sí -Seth metió las manos a los bolsillos delanteros de los vaqueros. -Pero, ¿te recuerdo de quién es la culpa? -me miró con ojos risueños. Desvié la mirada, avergonzada. 

-Ya lo sé, tonto -mascullé. Escuché la risa de Seth, dando por finalizada esa conversación. 

-Oye, ¿entramos ahí? -Seth tomó mi brazo y me señaló la casa de los espejos. Lo miré con detenimiento, pensando en que esos lugares solo lograban desesperarme. Mis ojos recorrieron el lugar, hasta dar con...

-¡Mejor a la casa embrujada! -exclamé, animada, jalando de su camisa como niña chiquita. 

-¿La casa embrujada? -Seth la buscó con la mirada y dio con ella, su expresión cambió. 

Con brillo en mis ojos por la emoción, escuché los gritos que provenían de ella, sin saber si salían de personas dentro, o de alguna grabadora para espantar y atraer clientes a la casa. A su alrededor, se habían asegurado de crear un aura oscura, tenebrosa y misteriosa. Una mano salía de una ventana, y sujetaba por los cabellos la cabeza de una mujer cuya expresión se había congelado en un grito. 

Una ventana se habría, salía una tela blanca manchada de sangre, seguido de un grito y una mano que intantaba llegar al marco de la ventanta, pero ésta se cerraba bruscamente y la mano llevaba de sangre el cristal. 

Para colmo, cuando alguien entraba, la puerta rechinaba y adentro todo era totalmente oscuro, a excepción del candelabro de mano que te daban al entrar. 

Seth lucía pálido, y escuché cómo tragaba saliva.

-Oh... ¿tienes miedo? -el pregunté, acercándome a él y mirándolo entre divertida y sorpresa fingida. 

-No, no es eso -carraspeó -Pero prefiero la casa de los espejos. 

Ya. Tenía miedo. 

Seth tenía miedo. Oh, Dios mío, esto es asombroso. Me tapé la boca con ambas manos para ahogar mi risa y Seth me miró un poco molesto. 

-No tengo miedo -mintió. -Es más, vamos -me jaló, yo le seguí el paso a trompicones perezosos, entre la risa y la concentración de caminar. Compró dos boletos y nos dieron el candelabro, el cual el encargado, vestido de mayordomo muerto,  prendió y nos abrió la puerta. 

Seth entró antes que yo, y me tomó de la mano con fuerza. La apreté, más por sentir su seguridad que por darle apoyo. 

-No me sueltes -me ordenó y me miró, intentando sonreír. -Si me sueltas, lloraré -bromeó. Reí y le sonreí.

-No te sol... -una risa demoníaca me interrumpió y nos hizo saltar, la mano de Seth se presionó con más fuerza sobre la mía. 

Seth levantó el candelabro y dimos de bruces con una mujer que nos miraba con ojos de loca y se movía espasmódicamente, sujetada por una camisa de fuerza, queriendo safarse y rogándonos ayuda. 

-¡Rápido, ya viene! ¡Quítenmela! -gritaba con la voz más aguda que jamás escuché. Tratando de controlarme por no ver el rostro de Seth, seguimos el camino por el pasillo. -¡YA VIENE! -gritaba la falsa mujer detrás de nosotros. Y escuchamos pasos acercándose rápidamente y algo metálico cortar carne. Nos giramos con brusquedad, encontrandonos con un hombre manchado de sangre todo el rostro y las manos, una de ellas sujetaba fuertemente una filosa llave de gancho. 

Nos miraba, deseoso de más sangre. Sentí otro apretón por parte de Seth antes de que el hombre corriera hacia nosotros y los dos gritamos y corrimos  por todo el pasillo. Sentí arañas -falsas- caerme en los hombros y la cabeza que me impidieron ver por donde iba. Seth gritaba cuando la cera caliente le caía en la mano.

Llegamos al final del pasillo y perdimos al hombre cuando cerré una puerta detrás de nosotros. Estaba todo oscuro, excepto por la única luz de la vela que nos alumbraba a él y a mí, pequeñas partes de la cara. 

-¿Y ahora qué? -preguntó Seth, jadeando, sin soltar mi mano. Iba a responder, entre risas, cuando la puerta que acababa de cerrar se abrió de golpe y una ráfaga de viento apagó la vela. Seth apretó mi mano y me atrajo hacia sí. 

Una luz amarilla se difuminó frente a nosotros, mostrando una habitación común y corriente. En medio había una cama, y en ella se dislumbró a una chica en camisón blanco, acostada, en un profundo y tranquilo sueño. 

Supe lo que vendría después. 

La luz parpadeó y se escuchó una risa inocente. 

-¿Creyeron que estaba dormida? -la chica en camisón blanco se sentó bruscamente en la cama y nos miró con los ojos rojos. Seth y yo nos pegamos a la pared, buscando la siguiente puerta con las manos. -¿A dónde van? -preguntó la niña. -Vamos a jugar un rato -se paró y dejó ver su camisón blanco, ahora manchado de sangre, al igual que sus dedos y rasguños en su cara. Se rió con fuerza, tal vez demasiada. -DIJE, QUE VAMOS A JUGAR -se dobló de forma extraña y la cabeza quedó donde debería estar la espalda. Escaló la pared con una fuerza descomunal y, en arco, caminó por ella, riendo y llegando hasta nosotros con un rostro más desfigurado de lo que parecía desde lejos. 

Seth y yo gritamos, y buscamos la puerta rápidamente. Salimos antes de que la niña se aventara sobre nosotros desde el techo. 

Y así fue, seguidos por un payaso de circo, un hombre con motocierra y unas manos que Dios sabía de dónde salían. 

Llegamos al final, siendo aventados por la puerta trasera de la cocina por la cheff gorda, muerta y mutilada, que quería provarnos para la cena de esa noche. 

Corrimos hasta que llegamos al lugar más poblado de gente, el área de comida, lleno de familias jugando y riendo. Paramos frente a una y jadeamos, recuperando el aire. 

-Es la última vez -dijo Seth con el corazón en una mano. Yo reí y jadeé, divertida por la cara de Seth. Estaba muy, muy pálido, aún no soltaba mi mano y me parecía que, de tanta fuerza, ya se habían fundido. 

Lo abracé y pasé una mano por su cabello, sabiendo lo mucho que se había asustado y el miedo que lo había gobernado. Yo también me había asustado, pero no tenía mierdo, siempre consciente de que nada era de verdad. 

-Creo que mojé los pantalones -masculló Seth en el hueco de mi cuello. Yo me reí ante su comentario y lo estreché con fuerza.

-Lo siento, no sabía que te fuera a dar tanto miedo -apoyé mi barbilla en su hombro, acariciando sus brazos para tranquilizarlo. Alzó la cabeza y me miró a los ojos, sonriéndome y sabiendo que había perdido la dignidad en ese lugar. 

Lo miré y me puse seria, al igual que el, volviendo al momento frente al jacuzzi, de nuevo algo en mi interior se movió. 

-Seth, lo de esta tarde... 

-¿Jenna? -escuché a Dylan. Me aparté de Seth y lo miré, ya sin uniforme, en su lugar una verde con rayas azules y unas bermudas. 

-¡Dylan! -exclamé. -Casi no te reconocí con la camisa puesta. 

-Ja, ja -se burló. Pareció advertir a Seth a mi lado. -Ah... lo siento, ¿estoy interrumpiendo algo? 

Agité las manos rápidamente.

-No, no. En absoluto. ¿Vienes con tus amigos? -miré a varios chicos, comprándose unas crepas y unas malteadas detrás de Dylan. Éste voletó a verlos, como si recordara que venía con ellos.

-Oh, sí -rió. -Venimos a descansar, tú sabes, aflojar los músculos un rato -agitó los hombros como estirándolos. -¿Ha venido Lily? 

-No, se quedó en la casa en la que nos estamos hospedando -alcé los hombros y torcí la boca. 

-¡Dyalnnn! -gritó el mismo amigo que había visto en el entrenamiento de esa tarde. -¿Vienes o qué? 

-¡Ya voy! -gritó por encima de su hombro. -Tengo que irme. Nos vemos, adiós -agitó una mano y salió corriendo hacia sus amigos, que ya se alejaban. 

Seth, que no me había soltado, me jaló hacia el área de juegos. 

-Hey, me lastimas -me quejé. -Ya suéltame -quité su mano con brusquedad. -¿Estás enojado? -estudié su cara, seria y sin expresión o sentimiento reflejado. -Estás... -sonreí pícaramente. -¿Estás celoso? ¿Eh? -lo empujé con un hombro en son bromista, pero la pregunta iba en serio. 

Eso lo hizo sonreír. 

-No tengo por qué estar celoso -dijo solamente caminando hacia Melisa y Gabriel, que nos buscaban entre la multitud. 

Sus palabras me dejaron un sabor amargo en la boca, poniendo en duda todo lo que me había dicho Melisa anteriormente, y de lo que creí haber sentido en aquel beso. 

***

Sé que prometi 5 capitulos, pero fue más dificil encontrar tiempo libre del que creí, pero los dos se los debo para los días que siguen. :) Espero que les haya gustado. ¡Feliz Navidad! 

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