Cambio

By SirumYem

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Seth McFare y Jenna Kent no se llevan lo que se puede llamar... bien. Pero un buen golpe del destino hará un... More

Cambio
1. Despierta
2. Esa soy yo
3. Qué pesadilla
4. Infierno y Paraíso
5. ¿Me recuerdas?
6. Primer beso
7. Segundo beso.
8. Tercer beso.
9. Cuarto beso
10. Quinto beso
11. El sol detrás de las nubes
12. Noticia de fiesta
13. Cumpleaños de Louis (Tony)
14. Cumpleaños de Louis (Tony) II
15. Cumpleaños de Louis (Tony) III
16. Festival de primavera
17. Walton en El País de las Maravillas
18. Habitación 426
19. Un día con Seth
20. Seth, perdóname
Mini EXTRA
21. Entre confusiones, se levanta el hacha de guerra
22. ¿En qué estabas pensando?
24. La otra mitad del verano
25. La otra mitad del verano ll
26. La otra mitad del verano lll
27. A ti no te voy a soltar
28. Un día especial
29. No era un sueño
30. De dolores y sorpresas
31. Bajo el guindo
32. Escondida
33. Citas, citas everywhere
34. Melisa y el árbol que ardió
35. Veinticuatro horas
36. Lazos rotos
37. Rastro de fuego
38. Extraordinaria velada
39. Primera cita
40. Nuevos clubs, nuevo sentimiento.
41. Amor joven
42. No es lo único.
43. No más un secreto
44. ¿Entonces sí me crees?
45. Por verlo
46. La cereza del pastel
47. Un beso tuyo
48. Sorprendente I
49. Sorprendente II
50. Aviones de papel que no vuelan
51. Una araña en el lienzo
52. Peligro
53. Algo superficial
54. Una sílaba
55. Las mejores cosas
56. Primer beso (última parte)
Epílogo: Su palabra
Entrevista a Sirum.
Gabriel responde.
Louis responde
Jamie responde
Greg responde
Liz responde
HOLA DE NUEVO
ANUNCIO
BUENAS BUENAS
FINALMENTE
BUENAS Y MALAS

23. ¿Una conexión?

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By SirumYem

Lamento la tardanza, no creí que estaría tan ocupada estas fechas de fiesta. Tuve problemas familiares y crisis de escases de tiempo, pero he aquí el maratón, su regalo de Navidad de mí para ustedes:3 Este capitulo está dedicado a Cisabelrdz, que fue su cumpleaños el viernes, sé que está atrasado pero aquí está tu regalo:3

Disfrútenlo. 

***

Todos nos quedamos de piedra, observando el papelito que tenía el hombre entre los dedos. 

-¿Quieren explicarme para qué buscaban esta información? -preguntó y soltamos un suspiro cargado de alivio. No lo sabía, sólo había arrancado la hoja porque le preocupaba el fin con el que su nieto quería utilizarlo. 

-Necesito sacar una teoría sobre algo -explicó Gabriel con sequedad.

-¿De qué? -preguntó el abuelo, curioso. -¿Sacar una teoría? ¿Con metafísica? Hijo, para sacar una teoría debes usar el método experimental. Pero me preocupa eso que quieres sacar. Dime -acercó una silla y se sentó - ¿sobre qué es, eh?

-N-no es nada, abuelo. Necesito esa hoja -contestó Gabriel.

-¿Ésta? -la puso en alto el hombre. La abrió y se puso los lentes que había tenido colgados en el cuello del suéter. Leyó lo que decía y nos miró a todos por encima de los lentes. -¿Para qué quieren una explicación sobre el concepto unívoco del ser? -levantó una ceja, interrogando a su nieto. 

Seth y yo volteamos hacia Gabriel, ya teniendo una idea de lo que quería explicarnos. Por lo que sabía, la metafísica significa etimológicamente <<más allá de la naturaleza, de lo físico>> y tiene como estudio el origen de todo, y con éste, del ser. 

Pero aún no entendía a qué quería llegar.

Gabriel tenía un rostro entre la incomodidad y la humillación por parte de su abuelo. 

-¿Para qué quieres saber? No es nada importante...

-Si no fuera tan importante no tendrían esa cara. A ver, díganme -se quitó los lentes y los volvió a colgar en su suéter -. Los escucho, estoy seguro de que tienen una buena explicación para esto. 

El hombre era insistente, y me ponía nerviosa. 

-Aquí dice -levantó el papel para que pudiéramos verlo -algo sobre la estructura del alma y viajes astrales. 

-Abuelo...

-Verá -interrumpí a Gabriel, elevando la voz, pero me arrepentí de inmediato. Las miradas se dirigían hacia mí y me maldije. De nuevo había actuado por impulso, para sacar a Gabriel de ese lío, y ahora la que no sabía qué decir era yo. -Lo que pasa es que... -rápido, Jenna, piensa en algo. -¡Es que vamos a hacer un experimento sobre viajes astrales! 

¿Qué fue eso? ¿Se puede hacer un experimento sobre eso? 

El viejo elevó ambas cejas, incrédulo. Acto seguido, frunció el ceño y me miró como si fuera una nueva creación, fascinado pero asustado. 

-¿Un experimento sobre viajes astrales? No se puede experimentar eso, los viajes astrales suceden de improvisto.

-¿Qué es un viaje astral? -preguntó Seth.

-Cuando tu alma se separa de tu cuerpo. Mientras esto pasa, tu cuerpo permanece clínicamente en una muerte momentánea, pero tu estás viajando en cuerpo astral, es decir, no estás muerto -explicó Gabriel como si se hubiera aprendido de memoria las palabras.

-Así es -asintió el viejo Culpepper. -Es lo que me temía. Estas cosas son muy peligrosas, Gabriel, será mejor que te mantengas alejado de estos temas, y ustedes también, muchachos. No queremos que se vayan antes que yo, ¿verdad?

Gabriel agachó la cabeza y apretó los puños, frustrado porque no podía decirle a su abuelo la verdadera razón para tener esa página. Lo entendía, yo también estaba frustrada y comenzaba a preguntarme para qué queríamos eso tan desesperadamente, ya no recordaba la razón.

Notaba que Seth también estaba tenso, igual de frustrado que Gabriel y yo. No podíamos hacer nada, el hombre no lo entendería, no teníamos forma de explicarle nada, sólo decirle y prometerle que nadie saldría mal parado. 

Miré a Seth, buscando algo de apoyo, él se encontró mis con mis ojos, y él buscó lo mismo, los dos miramos a Gabriel, que su vez también nos miraba. Intercambiamos miradas, lo cual el viejo Culpepper notó, y asentimos, poniéndonos de acuerdo en una silenciosa conversación.

La desición estaba tomada. 

-Abuelo -inició Gabriel -tengo algo que contarte. Tenemos -corrigió. 

-Estoy ansioso por escucharlo -asintió el hombre, ya sabiendo que había algo detrás de tanta urgencia, no creyendo en lo que yo había dicho antes. Y sólo había una forma de hacerlo ceder. 

Bien y podría ayudarnos un poco con la investigación, dados sus conocimientos.

Gabriel respiró hondo y se acercó a su abuelo.

-La verdad es que... -yo no podía creer que fuera a decirlo. -Jenna y Seth pueden cambiar de cuerpos, besándose.

Las carcajadas del viejo Culpepper llenaron el silencio de la biblioteca, no se desvanecían y el anciano parecía tener más fuerza en los pulmones de lo que parecía.

-Estos niños, tan ocurrentes -rió. Los chicos y yo estábamos ofendidos, aunque sabíamos cómo sería su reacción, no pudimos evitarlo; se trataba de un gran secreto y él se atrevía a reírse. Aunque claro, no esperábamos a que nos creyera. Estábamos diciendo la verdad, pero él lo tomaría como una broma, por lo que nos dejaría en paz por fin.

-¿Verdad que sí? -condordó Gabriel. -Por eso necesitamos esa página, para que puedan besarse sin cambiar. 

-Ah, vale, está bien, está bien. Ya entiendo -le estiró la página a su nieto y éste la tomó, desdoblándola y apreciando su contenido sin emoción contenida. -De acuerdo -viejo Culpepper se apoyó de la mesa para ponerse de pie. -Debo admitir que nunca se me habría ocurrido. Es una buena idea -masculló para sí. -Una buena idea.

-Lo es -asintió Gabriel. 

-Así que no piensan decirme de qué va tanto misterio.

-Esa es la verdad, abuelo. 

-Ya veo -el viejo limpió sus lentes de contacto con un trapito que tenía en el bolsillo del pantalón, cuando terminó se los volvió a colgar en el cuello del suéter. -Mientras no tenga nada que ver con viajes astrales...

-Nada de eso, abuelo. Ya te lo dije.

-Está bien -suspiró. -Siéntanse como en casa, muchachos -se dirigió a nosotros. -Estaré abajo. Llama a Goffrey si necesitan algo. 

-Gracias -dijimos los tres al unísono. 

Cuando bajó las escaleras y se escucharon las puertas de la biblioteca cerrarse, suspiramos de alivio, liberando la tensión de hacía un momento.

-Eso estuvo cerca -comenté. 

-Más que cerca. Le dijimos la verdad -dijo Gabriel.

-De cualquier manera, no nos creyó -dijo Seth.

-Era lógico -argumenté. 

Nos quedamos callados, mirando la página en la mano de Gabriel, de pronto sin saber qué hacer, ya habiando pasado lo que teníamos planeado.

Yo: ¿Ahora qué?

Gabriel: Bueno... estaba pensando en las palabras del abuelo.

Seth: ¿Cuál de todas?

Gabriel: La parte del experimento.

Yo: ¿A qué te refieres?

Gabriel: Es cierto que no se puede hacer un experimento con viajes astrales, ya que es algo que es difícil de explicar cuando uno pasa por eso. Pero ustedes no hacen viajes astrales, ¿o sí? Hacen algo parecido, pero entre ustedes. Y no mueren, clínicamente, sólo sus almas cambian. Ahora, siempre cambian una vez porque solo se besan una vez, y los besos tienden a tener mucho tiempo transcurrido entre uno y otro. 

Yo: Y....

Gabriel: ¿Y si no dejan tanto tiempo entre beso y beso?

Seth: Quieres decir...

Gabriel: Que se besen seguidas veces, sí.

Yo: ¿Qué te fumaste en la mañana?

Gabriel: Entiende, Jenna. Tal vez si se besan... ¡o un beso que dure mucho!

Seth: Una vez lo hicimos, y cambiamos dos veces. Como si nos hubieramos besado dos veces.

Gabriel: ¿Hicieron qué?

Seth: Besarnos más tiempo del usual.

Yo: Pero qué mente tan cochina...

Gabriel: Entonces intenten besarse varias veces, seguidas. Casi como si fuera uno solo, pero despeguen la boca para hacer la diferencia entre beso y beso. 

Seth: Bien.

Yo: ¿Ahora?

Gabriel: No veo por qué debamos perder el tiempo.

Yo: ¿Frente a tí?

Gabriel: ¿Qué tiene de malo?

Yo: Escucha, vete a ver pornografía a tu cuarto. No voy a hacer algo así frente a ti.

Gabriel: ¡Es solo un beso! Yo también lo besé frente a ti.

Yo: ¡E...e-eso fue didiferente!

Seth: Suficiente. Gabe, por favor, baja. Yo te aviso si hay algún cambio. 

-Qué irónico -susurró Gabriel. -Está bien. Estaré abajo, pero no fuera de la biblioteca. Buscaré más libros. Les diría que se tomen su tiempo, pero prefiero que se den prisa y ver si funciona o no, y así poder sacar algo más.

-Muy bien, gracias -le dije yo mientras bajaba las escaleras. Miré a Seth, que miraba los libros sin oculto interés de arriba a abajo. Lo observé durante unos instantes, percatándome de que hacía no mucho que cambiábamos. La última vez fue en su cuarto... 

¿Tenía ahora una oportunidad de decírselo? Estábamos solos, con la tarea de besarnos. 

Mi rostro se tornó rojo y abrí los ojos.

¡Teníamos que besarnos! ¡Muchas veces!

Mierda santa, me iba a derretir. No lo aguantaría, diría alguna estupidez. 

No, me dije. No iba a decirle nada en ese momento. No era lo mejor, no teníamos el tiempo y debíamos cumplir con lo que nos habían dejado. Porque, ¿y si resultaba que él no me correspondía y yo me largaba a llorar? 

No era el mejor momento. 

Lo mejor sería esperar un poco más, no podía ser tan malo.

El único reto era no desmayarme por calentamiento en el pecho de tan rápido que latiría mi corazón.

Ya estaba latiendo apresuradamente, y eso que sólo veía su perfil, su vista enfocada en los libros y los estantes, completamente fascinado. 

Sintiendo el peso de mi mirada, se volvió hacia mí y una diminuta sonrisa asomó por sus labios, divertida. 

-¿Lista? -me preguntó, acercándose. 

-Nací lista -presumí, pero interiormente estaba algo así como: Aléjate, monstruo feo, me matarás. ¡Atrás, Satanás! ¡No sucumbiré ante tu seducción! ¡Atrás, dije! ¡Shu, shu! ¡Fueraaaaa!

-¿Segura?

-¿Qué te hace pensar lo contrario?

-Tu rostro. 

-¿Qué tiene mi rostro? Es bonito, lo sé.

Rio por lo bajo, inyectando el veneno de sus ojos en los míos.

-Está rojo. 

Abrí la boca, pero un tartamudeo salió de ella. Esas palabras sólo hicieron que me sonrojara más. Oh, mierda, ¿qué haría? Ya me había visto, no había vuelta atrás. A menos que me tirara por el valcón y me escabullera como sanguijuela lejos de la biblioteca, escondiéndome en cualquiera de los pasadizos secretos que mansiones como esas tenían.

Involuntariamente, di pasos hacia atrás y me giré hacia los estantes, observándolos esta vez con lentitud. Seth me siguió.

Había muchos tipos de libros, desde ediciones de 1924 hasta los más recientes del año. Muchos temas también, sobre todo, libros de ciencia. No vi ninguno de literatura, nada de novelas, pura matemática, metafísica, química, el estudio del universo, las partículas, partes del cuerpo, química en los alimentos, los por qué de la raza humana. 

No sentí cuando Seth llegó a chocar con mi espalda, hasta que... bueno, hasta que me dio un empujoncito sin querer. Sentí su respiración haciendo volar pelitos cerca de mi oreja, pero mantenía los ojos fijos en los libros.

Me giré, con la cara convertida en un poema y Seth me sonreía. Divertido, insinuador, sus ojos se tornaron más oscuros y sus pupilas se dilataron.

-Seth... Seth, aquella vez... -de pronto me pareció que el tiempo completo nos pertenecía, nadie podía interrumpirnos, estábamos solos en esa mansión. 

-¿Aquella vez?

-En casa de Louis...

-¿Qué tiene? -se acercó más y mi concentración se redució a la mitad.

-Tú... No, no. Yo... 

-¿Tú qué? -estaba muy cerca.

-Esto... Seth yo... -entonces me besó, dejándome sin concluir mis palabras, que, de cualquier manera, sabía que no saldrían. Si no me besaba él, terminaría por hacerlo yo para evitarme ese vergonzoso espectáculo. Agradecí que fuera él en dar el primer paso.

Le devolví el beso, sintiendo el mareo al cambiar a su cuerpo. Nos separamos por un microsegundo y volvimos a unirnos. De nuevo, regresé a mí con un mareo. El corazón nos palpitaba a mil. Cuando iba a su cuerpo, sentía el corazón a punto de estallar, y estaba segura de que él sentía lo mismo estando en el mío. 

Caminé unos pasos hacia atrás, atrayéndolo y chocando la espalda contra el librero. En el cuerpo de él, lo rodeé con ambos brazos, pegándolo más a mi cuerpo y al librero, hasta dejarlo sin escapatoria ni espacio para respirar. En mi cuerpo, lo atraía y lo abrazaba por el cuello, sintiendo cómo él me abrazaba con más fuerza. 

Nuestra respiración se tornó pesada, pero no nos detuvimos a tomar aire, los mareos y el cambio de cuerpo se ocupaban de eso, apenas si separábamos los labios.

Llegamos a un punto donde los mareos eclipsaban el tacto de sus labios contra los míos, ya sensibles a cualquier toque. Sentía que todo me daba vueltas, viajando en cuestión de segundos de un cuerpo a otro. 

Era como si alguien me pusiera en una caja y la zarandeara hasta el cansancio, bajando, subiendo, sin ocasión para respirar, de un lado para otro. 

No pudimos más, nos empujamos mutuamente, yo estando en su cuerpo, y Seth chocó contra el librero, haciendo con la fuerza que dos libros cayeran, escuchándose el eco en toda la biblioteca.

Nos dimos nuestro tiempo para regular nuestras respiraciones y cuando lo hubimos hecho, me incliné para darle un suave toque en los labios y viajar de nuevo a mi cuerpo. 

Una vez allí, dejé en segundo plano el fuerte y rápido palpitar de mi corazón, pues la cabeza me dolía como si me hubieran usado de piñata, todo me daba vueltas y ese último cambio, con ese pequeño roce, había sido el colmo para ponerme verde y taparme la boca para no vomitar. 

Seth tampoco se veía nada bien, tenía el rostro ido, una mano masajeaba su frente y le seguía pesando la respiración. 

-¿Qué pasó? Escuché algo caer -dijo Gabriel mientras apresurado subía de dos en dos. Estaba a punto de explicarle, pero de nuevo sentí la comida en la garganta y me tapé la boca, y con otra mano me sujeté la panza. Gabriel pareció ver esto, porque me indicó por dónde quedaba el baño y en menos de cinco segundos, vomitaba en el excusado de un baño más grande de lo que debería ser un baño de biblioteca. 

Me enjuagué la boca repetidas veces, tomé aire profundo un par, me lavé la cara y salí, aún un poco mareada. Me costó distinguir las escaleras, pero las encontré sin problemas. Las subí y estaba Seth sentado, sosteniendo su cabeza con las manos y Gabriel con los brazos cruzados, pensativo y ceñudo.

Seth acababa de decírselo; que no había funcionado, sólo sirvió para marearnos como si nos hubiéramos subido a una montaña rusa.

Los dos me voltearon a ver cuando llegué. 

-No funcionó -dije, aunque Gabriel ya lo supiera.

-Ya lo sé. Así que, debemos encontrar otra manera. 

-Que no incluya besos por favor -supliqué. Con eso, tal vez no querría besar a Seth hasta que el año finalizara.

-Trataré de que así sea -Gabriel tomó asiento y cruzó una pierna encima de la otra, apoyando los dos codos y la cabeza en ambas manos, éstas entrelazadas. 

-¿Leíste la página? -le pregunté al cabo de un rato, viendo que aún la mantenía sujeta en una mano. Afirmó con la cabeza.

-Sí, pero sacaba esa conclusión, besándose varias veces reduciría los cambios, ya que no pensaba que sus cuerpos pudieran reaccionar tan rápido una y otra vez -un pausa. -Pero ya veo que no es así. Estaba equivocado. Y debemos sacar otra cosa. 

-Necesito ir al baño -avisó Seth, poniéndose de pie con brusquedad y llevándose una mano a la boca.

-Abajo, a la izquierda -le dijo Gabriel, sumido en sus pensamientos, y Seth salió disparado. Yo me senté donde antes había estado él, suspirando, notando los labios inchados. 

Madre mía, nos habíamos besado como nunca. 

Enterré la cara en las manos, tratando de asimilarlo. 

Había sido todo tan... tan... 

Sacudí la cabeza. 

-Una conexión... -masculló Gabriel entre pensamientos. -El libro dice que... -pensó en voz alta. -Debe haber algo... -¡Eso es! ¡Una conexión! -se puso de pie y puso un puño en la otra mano. -Pero... ¿qué clase de conexión? -volvió a sentarse. 

-¿Una conexión? No somos cyborgs ni nada de eso -me quejé, descansando la cabeza en los brazos.

-No... no me refiero a ese tipo de conexión. Sino algo más... -fue interrumpido por los pasos de Seth aproximarse. Tenía mechones pequeños de cabello mojado, también se había lavado la cara.

-¿De qué hablan? -tomó asiento frente a mí. 

-Gabriel estaba pensando que... dile tú -me dirigí a Gabriel.

-Sugería que tal vez ustedes dos tengan alguna conexión. Algo que haga que sus almas cambien. Pero no sé si tenga que ver con sus cuerpos, o con sus almas. Ya que... bueno, estarían conectándose con un beso, pero no creo que haya microchips en sus bocas ni nada de eso. Así que supongo que tiene que ver más con sus almas. 

-Tal vez sí tengamos que recurrir a una médium -opiné.

-No vamos a recurrir a ninguna chiflada -me cortó Gabriel. 

-Pero podría ayudarnos. 

-Estaríamos pisando terreno peligroso, éstas tipas invocan al diablo... No, no. Están locas. Lo mejor será que lleguemos nosotros mismos a algo. 

-¿Y si no llegamos a nada?

-Tu positivismo no me ayuda -se indignó Gabriel.

-¡Estoy siendo realista!

-¿Realista? ¿Crees que exista algo de realismo en esto?

-¿Tendrá que ver con lo que pasó hace ocho años? -nos interrumpió Seth en nuestra intensa empezada discusión. Nos giramos a él, miraba aglún punto fijo en el suelo, pero sus ojos se enfocaban en otra cosa, tenía la mirada perdida. 

-¿Qué pasó hace ocho años? -se irguió Gabriel. 

Era cierto. Habíamos tenido algo hacía ocho años, pero nunca nos habíamos llegado a besar. ¿Habría empezado todo ahí?

-Nos conocimos hace ocho años por primera vez -expliqué. -Yo me caí de un árbol mientras jugaba y Seth fue a ayudarme y pidió ayuda. Estuve en el hospital un tiempo, y Seth me acompañaba todos los días. Nos seguimos viendo después de eso pero... No recuerdo nada importante.

-¿Eran muy unidos? -preguntó Gabriel.

-Nos hicimos novios -confesó Seth.

-Ah... Espera, ¿novios? -Gabriel hizo la cabeza hacia atrás. -¿A los ocho años? -me miró con una ceja alzada.

Levanté las manos.

-En mi defensa, no sabía lo que era eso. Yo solo dije que sí.

-¿Y se besaron alguna vez?

-¿A los ocho? ¡No!

-No que yo recuerde -dijo Seth.

-¿Algo especial que hayan tenido?

-Mmmm -busqué en mi cabeza. -Yo recuerdo que iba a visitarme, sin falta, todos los días al hospital.

-¿Y qué hacían ahí?

-Jugábamos -Seth alzó los hombros.

-¿A qué? -se asustó Gabriel. -Jenna tenía que estar en la cama, ¿no? ¿Qué te lastimaste?

-El pie. 

-¡Entonces no podían jugar a nada!

-Juegos de mesa. Adivinanzas, chistes, basta. No todo era brincar y correr -puntualizó Seth. Gabriel suspiró, cansado.

-¿Fueron novios antes o después del incidente? 

-Después, mucho después -contó Seth. -Cuando Jenna ya podía caminar bien. 

-Y... -Gabriel se pasó una mano por el rubio cabello. -¿Y dónde te caiste? ¿Frente a una iglesia, alguna tienda de una médium, el lugar estaba hechizado o algo así?

-¿Hechizado? -fue mi turno de hace la cabeza hacia atrás con indignación. -¿Quién es el que dijo que había una explicación lógica para eso? Nada de magia -imité la voz de un hombre, una imitación pobre, pero al menos sonó masculina.

-Es que ya no me quedan más explicaciones -Gabriel se puso de pie y se pasó toda la mano por la cabeza, caminando hacia el valcón. -¡He buscado en todo! -extendió las manos vacías. -Y nada. La ciencia no lo explica. Estuve enterrado en libros de física y metafísica noches enteras, buscando algo por diminuto que fuera. Encontré esa hoja -señaló la página arrugada abandonada en la mesa -pero no nos ha dado resultados positivos. Sólo lleva a confundirme más. 

-No, Gabriel -lo tranquilicé. -Tienes razón. Comenzó hace ocho años, no con aquel tropezón en las escaleras. Pero debemos encontrar cómo y cuándo. Y tal vez de ahí saquemos el por qué. 

-Empiezo a creer que deberíamos ir con una médium -Gabriel se apoyó en el barandal, de espaldas a nosotros y dejó caer la cabeza de forma que resaltaron los huesos de sus hombros detrás de esa camisa gris.

-No iremos con usas chifladas -dijimos Seth y yo al mismo tiempo, con una determinación que hizo que Gabriel se volteara sobresaltado, mirándonos alternativamente. Al final, sonrió, entendiendo que no nos rendiríamos hasta dar con lo que debíamos dar, fuese lo que eso fuese.

Llegué tarde a mi casa. 

Eran pasadas las ocho, Tayler me esperaban viendo la televisión. Traté de no hacer ruido, evitar que me regañaran, pero fue inútil. Mi padre había desarrollado ese sensor que usualmente tienen las madres, cuando un hijo llega tarde y, como si fuera obra de unos ojos en la espalda, lo saben inmediatamente. Mi hermano también los había desarrollado, no podía relajarme con él, cuando mi padre se ausentaba, Tayler era el dueño de la casa y por obligación su cuerpo había tenido que evolucionar hasta que un ojo viscoso le creciera en la nuca.

-Te estoy viendo desde hace rato -dijo cuando estaba por dar un paso. Salté del susto y trastabillé dos pasos hacia atrás, ya sin esconder mi presencia.

-¡Tyleeeer! Holaaaa. Ya llegué. 

-Sí, ya me di cuenta -dijo como si fuera obvio, lo cual lo era, con tono de voz estricto. No despegó los ojos de la pantalla. La sala tenía un mueble donde, si prendías el control remoto, aparecía una pantalla delgada. No la usábamos mucho, solo para ver partidos de béisbol y para esperar cuando alguien llega tarde. Como esa vez. -¿Dónde estabas? 

-Salí a dar una vuelta... Les dejé un mensaje.

-Estábas castigada, tonta. ¿Qué piensas decirle a papá?

-No lo sé... No ha llegado, ¿verdad? Entonces no tiene por qué saberlo.

-Él fue el primero en ver tu nota, fue a comprar algo de despensa para el partido de esta noche. Estás castigada la mitad del verano. 

-¿QUÉ? 

-Ya me oíste. Ahora, tráeme una coca-cola. 

-¿Por qué la mitad del verano? ¿Cuál mitad?

-Porque así lo indicó papá. Y esta mitad. No veo la coca-cola en mi mano. 

-¡Ve tú por tu coca-cola! -pisando con fuerza, me dirigí a las escaleras.

-¡Jenna! -me gritó Tayler desde la sala. -¿Quieres que le diga a mi padre que llegasta más tarde? Tráeme mi coca-cola.

Solté un gruñido gutural y, enojada, pisé como un dinosaurio, haciendo retumbar el sueño, a paso rápido, hasta la cocina. Abrí el refrigerador, saqué la coca-cola, lo cerré con un empujón, limpié la lata de arriba con una servilleta, la abrí, saqué un popote y lo metí por la hendidura de la lata con fuerza, como si la coca-cola tuviera la culpa. Rodeé la lata con una servilleta y se la llevé a mi hermano, dándosela en la mano con un estirón.

-Gracias -dijo cordialmente cuando le puse en la mano. 

Refunfuñé, pisando fuerte las escaleras, azotando la puerta de mi cuarto y enterrando la cara en la almohada. 

Al final, no habíamos llegado a otra conclusión, sólo que había iniciado eso del cambio de almas desde que teníamos ocho años, y nos apoyaríamos. 

Me esperaba una semana llena de examenes semestrales, y con eso concluiriamos segundo grado. Estaba a una estresante semana de que las vacaciones de verano llegaran, aunque yo estuviera castigada, encontraría la manera de divertirme. 

No podía creer que ya llegaría a mi último año de preparatoria, todo había pasado tan rápido. Excepto la parte donde conocí a Seth y cosas extrañas pasaron. Desde ahí el tiempo se tomaba su espacio para hacernos reaccionar ante las circunstancias. 

Sin duda, no me arrepentía de nada de lo que había pasado, ni tampoco ninguna de mis desiciones. 

Pero ahora, lo exámenes. 

Gruñí en la almohada, sabiendo que esa semana se alargaría siglos, parecería eterna, horas de intenso estudio todos los días.

Después de bañarme y arreglar todo para el día siguiente, me quedé mirando un punto lejano a mí. Abrazada a la almohada de brazos y piernas, distinguí el dibujo de la flor de Guindo santo. 

Esa flor, tan pequeña pero tan importante para mí. Ya entre el sueño y la consciencia, me vino a la mente la idea de ese símbolo, lo que significaba desde que tenía ocho años. 

¿Era esa flor nuestra conexión?

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