Destinados #D1 (Completa)

By DeniseAyleen

2M 197K 95.1K

Destinados es la historia de dos mejores amigos de infancia, Brisa y Gastón, quienes en su adolescencia se al... More

Destinados #1
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Epílogo
Siempre serás tú
Nuevo título
¡Próximamente en librerías!
¡A LA VENTA EL 20 DE ENERO DE 2022!
LIBRO EN FÍSICO: dónde conseguirlo

Capítulo veintiséis

27.9K 3K 1.7K
By DeniseAyleen

Brisa

Es viernes por la mañana y me levanto de la cama de un salto cuando oigo la molesta alarma sonar. Me apresuro a apagarla para no arruinar el sueño de Liam que retoza a mi lado.

Me voy a la cocina y pongo a preparar café para ambos. Él también se tiene que levantar, lo despertaré en unos minutos, porque le espera un complicado día en la empresa, según me contó anoche. Mi hermano, por otro lado, puede dormir hasta la hora que se le plazca.

Hace unos días vino de sorpresa para festejar mi pronto cumpleaños, y también para pasar un tiempo conmigo porque ya teníamos unos dos meses sin vernos, y era demasiado. Cuando me abrazó por detrás en la vereda me tomó totalmente desprevenida y hasta lo insulté, pero era porque pensaba que se trataba de otra persona. No se me iba a pasar por la cabeza que era él, porque yo creía que se encontraba en Nueva York, trabajando con mis padres.

Mañana es mi cumpleaños número veintiséis y estoy muy contenta de que Isaac esté conmigo. Lamentablemente, mis papás no pueden venir, ni siquiera mi abuela, que es quien se la pasaba cuidándonos a mi hermano y a mí siempre que mis padres viajaban o estaban en la empresa hasta tarde. Prácticamente, es como mi mamá, porque era ella quien me llevaba a la escuela, me preparaba la comida, me acostaba, me bañaba —hasta cierta edad, claro—, quien me llevaba y me buscaba a los lugares a los que se me antojaba ir con Gastón. También, la que me sacaba al cine y a comprarme ropa. No es por ser mala, pero me duele más que ella no pueda venir que mis padres. Está en otro país, algo que yo no sabía porque no me lo dijo, pero según Isaac, se fue hace como unas dos semanas, y está pasándosela de lujo en sus vacaciones. Y aunque me decepcione, ¡¿Qué le voy a hacer...?! Ella está grande y me gusta que disfrute de su vida, porque le encanta viajar y la llena de energía, como siempre dice.

Al menos tendré a mi hermano. Me basta con ello.

Me voy al cuarto a cambiarme de ropa. No tengo ganas de bañarme ahora, así que lo haré en la noche. Me cambio rápido y cepillo mis dientes para después irme a la cocina a terminar el desayuno. Cuando tengo todo listo sobre la bandeja, me voy para la habitación y muevo el cuerpo adormilado de Liam para poder despertarlo.

—Mi vida, es hora...

—Sinceramente, no tengo ganas de ir a trabajar hoy.

—Dudo que mañana quieras ir a la oficina a resolver todo el lío que tienes —le doy un beso en la cabeza—. Yo tampoco tengo ganas de ir a la uni, pero no me queda otra. Anda, levántate, tengo listo el desayuno.

Suelta un gruñido y se da la vuelta para incorporarse. Miro su pecho desnudo un momento y me descubre haciéndolo. Sin embargo, no dice nada. Y sí... qué me va a decir. Soy su novia y le miro todo lo que se me dé la gana.

Desayunamos de lo más tranquilos, con algunos besos de por medio. Para cuando me doy cuenta, ya es hora de que me vaya.

—Extraño llevarte a la universidad.

—Lo sé, pero a Stef no le gusta mucho ir sola.

—Es raro que Matt no la pase a buscar, o al revés.

—Lo sé, pero yo no pregunto nada sobre ello.

—Deberías.

Me encojo de hombros.

—¿Le dirás a Gastón? —inquiere cuando tomo mi abrigo.

Asiento, y le regalo una mirada.

—Sí, en un rato le mandaré un mensaje preguntando si quiere. Igual, sigo diciendo que se me hace extraño que quieras que venga a cenar a casa en la noche —confieso.

—Sí, bueno, pero no tiene por qué parecerte raro. Es tu amigo, ¿no? Yo soy tu novio y quiero conocerlo más, porque en una fiesta no es tan buena idea. El ruido no te deja comunicarte bien, y gritar para oírnos no es muy cómodo que digamos. No olvides que él te ha invitado a salir a una casa de verano y a una fiesta suya, es correcto que tú lo invites a venir.

Sí, es cierto. Además, creo que Gastón está muy solo... Vive en una casa bastante grande sin nadie más. Entiendo que hay personas a las que les agrada estar en la soledad, pero sé que a Gastón no tanto. No hemos hablado mucho en estos días, apenas hemos intercambiado unas palabras. Lo básico, como preguntarnos cómo nos sentimos y qué tal fue nuestro día, pero más allá de eso, no.

—Te veo luego —le digo y lo beso en la boca—. ¿A qué hora vendrás a casa?

—Cuando vengas de la universidad ya estaré en casa. —me responde.

Asiento.

—Mejor.

—Te quiero.

—Yo igual —agarro mi bolso—. Hasta pronto.

Camino hasta el ascensor, bajo hasta la entrada y salgo a la calle buscando con la mirada el auto de mi amiga. Me meto dentro, y el viaje se me hace demasiado pesado. Bajo la ventanilla cuando siento algo de mareo y náuseas. Llego a la universidad sin haber hecho ninguna parada para vomitar. Me estaba sintiendo muy mal, y ahora, que estoy completamente al aire libre, me siento aliviada.

La mañana se me hace lenta, tengo mucho sueño y ansío llegar a mi casa para poder dormir una larga siesta. ¡Qué bueno que es fin de semana! El malestar persiste en mi cuerpo, y más de una vez, siento que vomitaré, pero me aguanto, y no digo nada. Menos con un profesor tan exigente como Miller. Lo que destaco de la mañana es que nadie me ha mirado raro, y eso es bueno, porque todos parecen haberse olvidado de los rumores que me ligaban a Gastón. Los días ayudaron bastante.

Me despido de Matt cuando veo que su novia le da un beso en los labios.

—Me siento mal, la verdad. —expreso, algo mareada.

—Se te nota en la cara, estás pálida.

—¿Mucho?

—Sí.

—Tengo ganas de acostarme por un largo rato.

—¿Vas a avisarle a Gastón?

—Ahora, cuando estemos en el auto —respondo mientras caminamos hasta el coche de Stefanía—. ¡Ah!, cuando lleguemos a tu casa, subiré contigo para que me des el vestido que te presté la otra vez. No andarás subiendo y bajando si te sientes mal. También aprovecharé para saludar a tu hermano.

No respondo nada, no tengo ganas ni de hablar. Llegamos hasta el auto, y mis cejas se fruncen al ver un pequeño papelito pegado al parabrisas.

—Te dejaron una nota —aviso. Stef la despega para leerla.

Me mira con las cejas fruncidas.

—En realidad, creo que es para ti —me la tiende y la leo.

«Mejor aléjate. -D.M. »

La firma es la misma del mensaje que me llegó la otra mañana.

—¿No es la misma...?

—Sí —me adelanto—. Es la misma firma del mensaje que me llegó el otro día —arrugo el papel, pero lo guardo en mi mochila—. ¿Me tendré que preocupar? —pregunto, pero no siento ni miedo, ni preocupación. Solo es una simple nota.

—Si llegan más, creo que sí. Parece una amenaza.

Me río.

—Sí, lo sé, pero yo no tengo enemigos, así que es inútil. Seguro alguien se aburrió y hace estas estupideces. Lástima que la letra está impresa, de lo contrario, quizá podía reconocer al autor.

Stef se encoje de hombros y se mete en el auto. La sigo y bajo la ventanilla porque el olor a goma del asiento me pone en peor estado.

—¡Intenta no vomitarme el auto, por favor! Aguanta hasta llegar a tu casa. —me suplica mi amiga.

Empieza a conducir y, cuando pone música, le pido que la quite. La cabeza también me duele y no estoy de ánimos como para soportar tanto ruido. Suelto una queja y hago una mueca. Estoy poniéndome peor.

—Bri, me preocupas, no te ves nada bien.

—Conduce rápido o vomitaré —pido.

Cinco minutos después llegamos al departamento, pero esos cinco minutos parecieron ser horas. Me bajo con rapidez y le digo a Stef que subamos las escaleras, algo que de todas formas íbamos a hacer porque a ella no le agradan los ascensores.

Coloco la llave en la cerradura y dejo que ella pase primero. Veo a Isaac recostado en el sofá con su celular en mano. Se incorpora cuando nos ve y se acerca a saludar a mi amiga con un corto abrazo. Después me mira a mí.

—Hola —respondo de malhumor.

—¿Qué te pasa? Te vez muy fea, estás demasiado pálida.

—Me siento mal —respondo, mareándome más. Suelto un suspiro—. Stef, busca en mi armario lo que necesitas —le indico mientras camino a mi habitación.

Pero ni siquiera llego al pasillo porque, en menos de dos segundos, todo se vuelve completamente negro, y mi cuerpo cae tendido al suelo.

Cuando me despierto, mi vista recorre lentamente el extraño lugar donde estoy, y por un momento me siento perdida, pero no tardo en suponer que me encuentro en el hospital. Me siento en la cama con la mirada de mi amiga puesta en mí.

—Ahí estás —me abraza—. Me asustaste muchísimo, ¿sabes?

—Me desmayé —digo, recordando los últimos momentos antes de que todo se quedara en negro.

Se separa.

—Sí, tu hermano y yo intentamos despertarte, pero no lo hacías, así que te trajimos hasta el hospital porque nos asustamos.

—¿Por qué me desmayé? —agarro el vaso de agua que me tiende y bebo casi todo. Por alguna razón, mi garganta está completamente seca.

—No sabemos, el doctor te sacó sangre, dijo que vendrá con los resultados pronto. Isaac ha ido al baño, ya vuelve.

Asiento, tirando de mi pelo hacia atrás. Mi vista viaja a la puerta que se abre, y pienso que será el doctor, pero no, es Isaac.

—¡Despertaste! Hola, Bri. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, sin duda, mejor —respondo, y es verdad. Ya no siento náuseas, solo un ligero mareo. Creo que necesito descansar.

—Isaac, ¿sería mucha molestia que te pidiera que me trajeras un café? —le pregunta mi amiga.

—No, ya voy.

Nos quedamos solas, después de que mi hermano me hace saber que se alegra de que me sienta mejor, y sé que lo del café ha sido un método de distracción para que Isaac nos dé privacidad. Algo me quiere preguntar.

—¿Qué vas a preguntar? —digo.

—¿Tú y Liam se cuidan?

Elevo las cejas.

—¿Por...? —en realidad, ya sé por qué lo dice.

—¿Sí o no?

—A veces sí y a veces no.

—¿Cuándo fue la última vez que tuvieron sexo?

—Antes de ayer.

—¿Las últimas veces se han cuidado?

—La antepenúltima, no. Pero las dos últimas, sí. ¿Crees que estoy embarazada y que por eso me desmayé? —pregunto y el miedo acude a mi cuerpo.

Es verdad... ¿y si me desmayé por eso...?

No estoy lista para ser madre, menos ahora que estoy con lo de la universidad y me queda un largo año de estudios complicados.

—No sé, dime tú.

Me acaricio la nuca con nerviosismo y miro la manta con la que estoy tapada. Justo entonces, la puerta se abre y, cuando pienso que es Isaac, es el doctor. Me recorren los nervios al ver que tiene un sobre en la mano. ¿Y si me dice que estoy embarazada?

Si es así, Liam y yo tendremos una conversación supergrande y tendremos que ir comprando cositas para bebés. Sería algo inesperado el tener un hijo. Además, no estamos casados y siempre deseé tener un niño después del casamiento. No antes.

—Despertó —dice amablemente—. Me alegro —agrega.

—Gracias, doctor —sonrío, incómoda.

También está la posibilidad de que el desmayo fuera provocado por estrés, falta de comida o... no sé. En realidad, no sé. Comer, comí. Y estrés... lo dudo. Sí que he estado un poco alocada con todo lo que tengo que hacer por las materias, pero no suelen pasarme estas cosas por estrés.

—¿Son los resultados? —se mete Stef.

—Lo son.

—Díganos, ¿qué tiene?, ¿está embarazada? Por favor, diga que no.

—Ay, ¡Stef! —la regaño.

—No, no está embarazada —avisa el señor con bigote feo—. La presión bajó mucho, y eso causó el desmayo.

Suspiro con menos tensión en el cuerpo. Stef hace lo mismo. Parece que fuera mi mamá y yo una adolescente de dieciséis.

No es que no quiera ser madre, pero este no es el momento.

—¿Hay antecedentes de presión arterial baja en su familia?

—No, no que yo sepa.

—¿Estás pasando por temas personales que te generen estrés?

—No, pero el estudio sí me tiene un poco cansada —respondo. Quizá sí era eso.

—Entonces ese puede ser el posible problema. Debes estar estresada. Te recomiendo que te tomes el día para descansar en casa y no autoexigirte en el estudio porque hace mal.

Acepto todo lo que me dice, como si fuera mi papá el que está dándome órdenes.

—¿Cuándo podré irme?

—¿Te sientes mareada?

—Un poco, nada más.

—Te tomaremos la presión y, si ha mejorado, te dejaré ir luego de eso. —Me sonríe y yo también—. Vuelvo enseguida.

—Gracias, doctor.

Poco después de que mi hermano llega de nuevo al cuarto, el doctor vuelve otra vez a la habitación y me toma la presión. Me dice que me encuentro mejor y que puedo irme a mi casa, pero que recuerde no autoexigirme. Le doy las gracias y me voy con mis acompañantes.

En el viaje a casa voy pensando en Liam. Isaac dijo que no llegó al depa, y que le estuvo marcando para avisarle sobre mi ida al hospital, pero que no respondió ninguna vez. Ni siquiera los mensajes, y me preocupa bastante. Me encargo yo misma de enviarle uno, y luego de hacerlo, lo llamo, pero tampoco responde. Guardo el celular con frustración.

Cuando llegamos a casa me voy para la habitación. Stef dice que se quedará un rato para asegurarse de que esté bien. Le digo que quiero descansar, y me responde que estará en la sala junto a Isaac. Me acuesto en la cama y saco el teléfono para hablar con Gastón.

—Hola, Bri —me dice su sensual voz.

—Gastón, hola... ¡Qué bueno que respondes!, quería hablarte. ¿Estás ocupado?

—¡Eh...! —La voz de una mujer me pone alerta y hace que frunza las cejas—. No —responde, dudoso—. ¿Qué pasa?

Me coloco el teléfono en la otra oreja.

—¿Seguro que no?, ¿con quién estás? Oí a alguien.

—Estaba hablando con mi representante de algo.

¿Hablando?, ¿o haciendo algo?

Ruedo los ojos por mis propios pensamientos.

—¡Ah...!

—¿Qué pasó?, ¿estás bien? No hemos hablado mucho en estos días.

—Ahora estoy bien, pero llegué recién del hospital. Me sentía mal desde temprano y cuando regresé de la universidad me desplomé.

—¿Qué?, ¿hablas en serio? —parece preocupado, y me gusta en cierta parte porque me hace sentir querida—. ¿Por qué te desmayaste?, ¿desayunaste?

—Sí, sí desayuné, pero ya sabes cómo son estas cosas...

—¿Qué tenías?

—El doctor dijo que estoy embarazada —comento, y sé que está mal jugar con algo como esto, pero quiero oír su reacción, me da curiosidad saber qué piensa al respecto.

Pero no me dice nada, solo permanece en silencio, como si estuviera evaluando qué decir.

—No, no es cierto, era una broma. Mi presión estaba baja, el doctor cree que puedo estar autoexigiéndome y que estoy estresada.

Lo oigo suspirar con alivio. ¿Por qué le alivia que no esté embarazada?

—Brisa, no juegues conmigo con algo como eso. No es gracioso —parece molesto.

¿Por qué se pone así? Fue una broma nada más.

—Lo siento —le digo con una sonrisa.

—No pasa nada. ¿Segura que estás mejor ahora?

—Sí, voy a descansar un ratito. También te llamaba para invitarte a cenar. Hace días que no nos vemos y me encantaría que vinieras. Además, mi hermano está en la ciudad, se está quedando en mi casa. No sé, pero lo imagino sonriendo.

Pensar que hoy puede que vea a Gastón me da gusto. Quiero tenerlo frente a mí otra vez, a pesar de lo que ocurrió la otra noche en su cuarto. Tengo ganas de darle, aunque sea, un efímero abrazo. A pesar de que no hayamos hablado por mucho en la semana, se está volviendo ese amigo al que solía recordar, ese Gastón que estaba para escucharme cada vez que lo llamaba.

—¿A qué hora quieres que vaya? —pregunta y mi sonrisa crece.

—A las ocho, si es que te parece bien.

—Nos veremos a esa hora. ¿Quieres que lleve algo?

—Nada, solo tu presencia.

—Te veo allí, entonces.

—Claro. No te quito más tiempo. Hasta pronto.

—Adiós, Bri. Y avísame si te sientes mal.

Le agradezco y finalizo la llamada. No dejo el celular sobre la mesita de luz hasta no llamar por última vez a mi novio. No me gusta nada que no me conteste, me da mucho enojo y me deja inquieta. ¿Qué carajo está haciendo? Dijo que iba a venir antes de que yo llegara a casa, pero no cumplió su palabra, y no quiero parecer caprichosa, pero no puede ser que todavía no esté conmigo. ¿Por qué no responde?, ¿se quedó sin batería?, ¿está el teléfono en silencio? Y... ¿si le pasó algo?

Gastón

Cuando Brisa me dice que está embarazada mi cabeza se queda en blanco y no respiro por un momento. Un pinchazo se instala en el centro de mi pecho y aprieto los dientes para no soltar una maldición. No me esperaba una bomba tan grande... Que la chica que me gusta me diga que está esperando un bebé me genera inquietud. No sé si esto fue planeado o no, pero no es un momento en el que me guste saber los detalles. Claro que tengo curiosidad, pero primero tengo que masticar la noticia para después tragarla y no atorarme en el intento.

La noche siguiente al beso, casi no pude ni dormir pensando en nuestra conversación, en la llamada que ella me había hecho, y que me sorprendió. Le dije que el beso no significó nada para mí, pero fue tan distinto lo que sentí... Es algo que anhelo repetir otra vez. No sé cuál habrá sido su cara al oírme decirle eso, quizá alivio o quizá decepción. Es egoísta querer que fuera lo segundo, pero con las cosas que me están pasando con ella... todo lo que genera en mí, tan solo con su presencia...

Jamás pensé que llegaría a gustarme, pero ahora estoy pensando en Brisa más de lo que debería. Está con una persona a la que ama, con la que está hace casi siete putos años y con la que ahora va a tener un hijo.

—No, no es cierto, era una broma. Mi presión estaba baja, el doctor cree que puedo estar autoexigiéndome y que estoy estresada —explica, y esa tensión que acudió a mi cuerpo, se desvanece en cuestión de segundos.

Se me escapa un suspiro involuntario. Estoy mejor, más relajado, pero molesto por que me dijera algo como eso. Jugó un momento conmigo y los segundos se me hicieron eternos. No sabía qué le iba a responder, y suerte que era una mentira. Pero bueno... lo decepcionante es que, de todas formas, esté o no embarazada, ella está con otro.

—Brisa, no juegues conmigo con algo como eso. No es gracioso —cuestiono con molestia en mi voz.

—Lo siento —responde. Por un momento se siente como si estuviera regañándola, y Brisa se sintiera mal por haber hecho una travesura.

—No pasa nada —me acomodo el cabello—. ¿Segura que estás mejor ahora?

Me preocupa que se haya desmayado. Sé que dijo que fue por la presión, que puede que sea por estrés, así que espero que no esté autoexigiéndose mucho porque hace daño. Comprendo que esté enfocada en su último año, pero tampoco es correcto ni sano que esté con una mochila pesada durante todo el año que le queda por delante.

—Sí, voy a descansar un ratito. También te llamaba para invitarte a cenar. Hace días que no nos vemos y me encantaría que vinieras. Además, mi hermano está en la ciudad, se está quedando en mi casa. Una sonrisa automática se forma en mi semblante.

Hace días que no veo a Brisa, y tengo ansias de poder echarle una mirada, darle un abrazo y oler ese perfume que me gusta, el mismo que sentí en el club, el mismo del domingo que salimos a la casa de verano y el mismo que sentí el día de mi fiesta. No lo dudo y acepto la invitación.

Cuando cortamos, me giro para ver a la chica que está sentada en mi sofá y con su celular en mano.

—¿Me sigues contando? —le digo a mi representante y tomo asiento junto a ella. Levanta su vista y me comenta más a fondo que me han ofrecido una propuesta para modelar ropa interior de una reconocida marca.  

Continue Reading

You'll Also Like

7.3K 1K 32
Luego de dos años encerrada en la peor oscuridad de todo Azkar, Arani recibirá la visita de la persona menos esperada... el mayor enemigo del hombre...
253K 12.3K 30
¿Y si te robo un beso? #2 Lia y Zachariah creyeron que todos los problemas estaban resueltos y que de ahora en adelante todo iría bien. Pero la vida...
544K 40.4K 49
Cuando pierdes a alguien es difícil ver todo de la misma manera que antes lo hacías, sientes que algo te falta, tienes ese hueco en el corazón que po...
214K 23.6K 35
Bam Bam renunció a una parte de su vida. Bam Bam odia conocer a nuevas personas. Bam Bam tiene el corazón roto. Pero Bam Bam no se ha rendido en el a...