Capítulo 44

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PARTE 4: CUANDO ALGO SE ROMPIÓ

Y ALGO VOLVIÓ A RENACER. 


Esa mañana llegué tarde al trabajo. Esa mañana Martha me recibió con una expresión desolada en su rostro. Esa mañana todo cambió.

A pesar de que me había ido a dormir temprano la noche anterior, se me pegaron las sabanas al día siguiente, como si de cierto modo la vida me estuviese advirtiendo de que quizás lo mejor era no levantarse ese día, de que lo mejor era permanecer durmiendo, ajena a todo el desastre que había sucedido.

-¡Buenos días! -Saludé a mi amiga en cuanto entré por la puerta, algo agitada debido a la carrera. -Siento llegar tarde, no se que ha pasado pero el móvil se me apagó en mitad de la noche y entonces la alarma no sonó y... -Fue en ese momento en el que vi que Martha no me estaba prestando ninguna atención, al menos no a mis palabras, sino que parecía estar más pendiente de mi, de mi rostro, de como estaba yo. Y aquella expresión de preocupación, aquellos ojos rojos que parecían estar a punto de entrar en llanto me asustó. Algo había pasado, algo que de lo que yo no tenía ni idea,algo que probablemente iba a acabar doliéndome. Dejé de hablar de inmediato y justo en ese instante me di cuenta de que no había nadie en la cafetería, de que las mesas no estaban colocadas y la puerta permaneció cerrada, con el cartel de cerrado hacía fuera.

-Jane, cariño... -Cariño, una palabra que Martha rara vez había empleado y que si lo había hecho, siempre había sido de manera irónica. Aquella vez pareció haber un gran cariño tras de esta, algo que solo hizo preocuparme aun más. Mi amigo me cogió de ambas manos y noté como comenzaba a entrar en pánico.

-¿Que está pasando, Martha? -Pregunté sabiendo que me aterraba escuchar la respuesta.

-Ay dios, no lo sabes... ¿no has mirado el móvil hoy, chica?

-¿El móvil? Yo... bueno, he salido de casa tan rápido que apenas me ha dado tiempo y de todas formas, está apagado. Tenía previsto cargarlo aquí mientras trabajaba.

Lentamente y con una gran delicadeza, Martha me guio con las manos hacía una de las sillas donde ambas nos sentamos.

-Odio ser yo la que tenga que decirte esto... -comenzó a decir y sentí como mi corazón comenzó a latir con una gran velocidad, como este martilleaba en mi pecho, como los latidos golpeaban en mis odios de una manera tan fuerte que creí que no sería capaz de escucharla. De inmediato, Oliver se me vino a la cabeza y estuve convencida de que todo aquello tendría que ver con el, de que algo malo le había sucedido, de que estaba a punto de ser destrozada.

Intenté prepararme a mi misma para lo que estaba a punto de escuchar. Intenté sacar toda la fortaleza que había dentro de mi para afrontar aquello de la mejor manera posible. Pero nunca podría haberme preparado para algo así y ni toda la fuerza del mundo me hubiera ayudado a sobrellevar aquello.

Pero el nombre de Oliver no fue el que salió de la boca de Martha.

No recuerdo muy bien que fue exactamente lo que dijo mi amiga. Lo cierto es que dejé de escuchar en el momento en el que las palabras Olly, accidente, borracho se juntaron en la misma frase. Pareció como si todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, sentí como un puñal me hubiera traspasado el pecho y lo único que pude hacer fue, una vez más, aferrarme al cuerpo de Martha mientras lloraba y gritaba que eso no podía ser posible, que aquello debía de ser un error.

Olly. Nuestro Olly. Él que siempre estaba ahí para todos, él encargado de poner una sonrisa en el rostro de todo aquel que estuviese a su alrededor, él pelirrojo que copiaba mis deberes en el colegio, él chico que se había quedado conmigo hablando hasta las tantas de la mañana, simplemente escuchando todas mis lamentaciones para acto seguido hacerme saber lo mucho que yo valía.

Seremos eternos.Where stories live. Discover now