Capítulo 25.

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Las cosas con el grupo iban cada vez mejor y yo disfrutaba de sus avances como si fuera uno de ellos. Y sin embargo, un día, como si la vida quisiera hacerme saber de una forma cruel que en realidad, yo no pertenecía a su mundo, que yo me estaba quedando atrás mientras que ellos seguían y seguían avanzando hacía delante a pasos gigantescos, recibí un correo electrónico. El mismo que me dejó hundida durante toda una semana entera.

Viéndolo ahora, quizás estaba exagerando un poco, quizás me estaba comportando de una manera algo infantil y dramática, quizás no era para tanto, pues no era la primera vez que sucedía. Y quizás era por eso; porque no era la primera vez que me rechazaban. En esos tiempos, ya había perdido la cuenta de todas estas negativas, pero no por eso seguía doliendo menos. Y creo que la razón por la que me dolió tanto aquella vez fue porque ellos estaban consiguiendo cosas, cumpliendo nuevas metas mientras que a mi, no paraban de decirme que no era lo suficientemente buena. ¿Era envidia lo que sentía? Quizás y odiaba sentirla, pues a pesar de que me alegraba como la que más por lo que ellos estaban logrando, también sentía ese leve ardor dentro de mi pues era imposible no anhelar lo que ellos tenían; el reconocimiento, los elogios, el saber que eras bueno en lo que amabas. ¿Como no podía sentirme insuficiente? ¿Como no podía desear aunque fuese un poco parte de lo que tenían?

Pero no dije nada sino que me limité a aislarme durante unos días, a encerrarme en mi apartamento después del trabajo y a leer una y otra vez mis escritos, buscando miles de fallos en estos, intentando arreglarlos y sintiéndome cada vez más frustrada.

Y entonces, Oliver apareció en mi casa una noche mientras me encontraba a un paso de borrar todos los documentos y tirar la toalla. Era como si el lo hubiese sentido, como si hubiera notado que necesitaba su ayuda; se que era imposible pero apareció justo en el momento exacto. Tal y como había sucedido desde que le conocí, el apareció como una antorcha en esa oscuridad en la que yo ni si quiera sabía que estaba y esa noche, iluminó algo dentro de mi, algo que creía perdido; la confianza que tanto necesitaba.

-¿Que está pasando, Jane? -Preguntó tras unos minutos de estar ambos sentados en el sofá sin demasiada conversación por mi parte.

En un principio no quise explicarle pero después pensé y comprendí que de todas las personas que había, de todas las que conocía, era el con quien sabía que podía abrirme, con el que sabía que podía hablar de cualquier cosa, el que sabía que me entendía. Además, el había ido a verme esa noche sabiendo que algo pasaba y conociéndole tanto como le conocía, sabía que probablemente no iba a parar hasta que lo descubriese.

Como respuesta, le enseñé el correo electrónico, el rechazo editorial que había recibido y el lo leyó con el ceño fruncido.

-Y no es el primero que recibo. -Murmuré con pesadez. Oliver bajó la pantalla del ordenador y lo dejó a un lado. Se acercó a mi, pasó su brazo por mis hombros y entonces, me derrumbé. -Sabes, creo que debería de entender por fin que puede que esto no sea lo mío.

-¿Por que, solo por que una editorial te ha enviado un mensaje? -Preguntó algo indignado.

-Ya van unas cuantas en realidad.... -Añadí.

-¿Y quien dice que tenga la verdad absoluta? Yo te he leído y me ha gustado mucho, ¿mi opinión no cuenta entonces?

-Bueno, tu no eres una editorial así que... no mucho. -Intenté bromear, forzando una sonrisa que en realidad hizo que aquello pareciese más triste. No pude evitar enterrar mi cabeza en la parte que dejaba su cuello y su hombre, aspirando su familiar perfume. -Estoy harta, Oliver. Siempre es lo mismo, siempre hay cosas que mejorar, siempre hay alguien mejor, siempre hay cientos de fallos y yo lo intento y lo intento pero me estoy cansando. Creo que simplemente tengo que aceptarlo.

Seremos eternos.Where stories live. Discover now