Capítulo 4.

17.7K 196 40
                                    

Querida autora,

Agradecemos su interés al querer formar parte de nuestra editorial. Lamentablemente, en estos momentos su obra no entra dentro de nuestros planes editoriales.

Aun así, le deseamos suerte para lo próxima vez y quizás en un futuro podamos llegar a colaborar juntos.

Un saludo.

Leí el mensaje varías veces, como si haciéndolo fuese a cambiar alguna frase, como si leyéndolo por décima vez aquel rechazo fuera a convertirse en lo contrario. Quizás creía que iba a doler menos al hacerlo, pero lo cierto era que cuantas más veces lo leía, más dolía. Ni si quiera recordaba cuando había enviado aquel manuscrito; probablemente hubiese sido un año atrás cuando aun creía que tenía potencial, cuando aun tenía ilusión y pensaba que podría cumplir todos los sueños que me propusiese.

Aquel mensaje, aquel rechazo me hizo sentir como si me hubiesen dado un gran golpe; era exactamente lo que menos necesitaba mi vida en aquel momento. Supuse que así eran las cosas para algunas personas,que había veces que no importaba lo mucho que lucharas por algo; simplemente no era para ti, simplemente no valías para ello. Y no había nada que hacer. Tan solo tenía que aceptarlo.

Noté las lagrimas corriendo por mis mejillas, a pesar de que no sabía en que momento estas habían comenzado a caer. Lagrimas de frustración, decepción y sobre todo de impotencia, de impotencia por sentir que ni en lo que más me apasionaba llegaba a ser lo suficientemente buena.

Quizás Santi tenía razón cuando decía que todo aquello de escribir era simplemente una bonita fantasía; un entretenimiento bonito, agradable y con el que podía pasar un buen rato, pero una fantasía al fin y al cabo, algo que nunca podría llegar a suceder. Una tontería como alguna vez había dicho el.

Y entonces, mientras lloraba cada vez con más ganas, miré la hora en el reloj del ordenador y tuve que pegar un pequeño brinco, sabiendo que debía de salir ya por la puerta si quería llegar a tiempo al trabajo.

Ni si quiera tenía tiempo para derramar unas cuantas lágrimas.

Cuando entré de nuevo en la cafetería, ya tenía los ojos secos, algo maquillados para disimular el llanto anterior y con ganas de volver a liberarlo al ser consciente de las cuatro horas que aun me quedaban por delante.

-¿Todo bien, chica? -Preguntó Martha cuando me vio, de forma algo despreocupada pero con cierto interés tras su voz.

-Si, todo bien. -Contesté algo cortante, mucho más de lo que había pretendido en un primer momento. -Simplemente ha sido una semana algo larga. -Añadí, esa vez de forma algo más suave.

Noté como Martha me miró con cierta extrañeza.

-Vaya, eso que estamos aun a martes. A este paso, no se si llegarás viva al viernes. -Gruñó, aunque noté un cierto toque divertido en su voz.

-¿Es eso una especie de broma, Martha? -Pregunté, alzando ambas cejas, claramente sorprendida pero también agradecida pues estábamos intercambiado más de unos simples gruñidos.

-¿Es que no se puede estar de buen humor? -Preguntó ella, volviendo a su semblante serio pero aun con el fantasma de la sonrisa anterior. Al menos alguna de las dos si que estaba contenta. -Pero no te acostumbres, chica.

-¿Y se puede saber a que se debe ese buen humor? -Le pregunté, aun sabiendo cual iba a ser la respuesta. La mujer me dirigió una rápida mirada de advertencia.

-No, no se puede. -Contestó. -Y ahora basta de tanta cháchara, es momento de trabajar.

Y reprimiendo las ganas de reír, hice lo que me pidió.

Seremos eternos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora