Capítulo 9

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-Hoy no trabajas. -Me hizo saber Martha nada más entrar por la puerta. Permanecía con la frente arrugada y me miraba con cierta extrañeza al verme allí.

-Lo se. Simplemente estaba dando un paseo y he pasado por aquí y bueno, venía a decir hola, nada más. -Expliqué torpemente, arrepintiéndome al instante de aquella decisión. Había cierta verdad en lo que le acababa de decir a pesar de que no era toda realmente; era cierto que había salido a dar un paseo, sintiéndome agobiada en mi casa sin nada interesante que hacer pero en realidad, habían sido mis pies los que me habían conducido al lugar de mi trabajo como si de cierta forma ya estuvieran acostumbrados a aquel recorrido y se hubieran movido solos, sin necesidad de que yo los guiase. Me ahorro decirle la otra verdad, la más dolorosa y quizás triste; que en realidad, me sentía sola y que al final, al sentir que no tenía a nadie a quien acudir, había acabado yendo a verla a ella pues a pesar de todo, era una cara conocida, alguien que aunque no podía considerar amiga, había pasado a ser parte de mi vida. Simplemente necesitaba a alguien y en aquel momento parecía darme igual que fuera Martha con tal de que se tratase de una cara conocida.

En realidad, era bastante deprimente.

Mi compañera me miró con cierta curiosidad, como si intentase descubrir la verdadera razón de por la que estaba allí pero al final, quizás al darse cuenta de que no iba a averiguarlo, acabó encogiéndose de hombros.

-¿Quieres que te ponga algo? -Preguntó mientras secaba uno de los cubiertos que tenía a su lado.

-Un café estaría bien. -Le acabé pidiendo a pesar de que no me apetecía para nada. Aquello simplemente era una excusa para permanecer más tiempo allí, para no tener que volver a mi casa donde los pensamientos parecían ser mucho más fuertes e hirientes.

Cogí asiento en uno de los asientos de la barra y de inmediato, la imagen de Oliver vino a mi cabeza al recordar que aquel solía ser siempre el sitio que el elegía.

Martha tardó tan solo unos segundos en dejar la taza en frente de mi.

-Que rapidez.

Ella esbozó una fugaz sonrisa.

-Lo que pasa es que tu eres muy lenta, chica. -Comentó, aunque a pesar de sus palabras no noté maldad en estas. No era la primera vez que se quejaba de mi lentitud a la hora de hacer las cosa y eso era algo en lo que no podía llevarla la contraria; yo misma era consciente de lo mala camarera que era.

-¿Esas son formas de hablar a un cliente? -Bromeé. .

-Si ese cliente es tan molesto como tu, entonces si. -Gruñó pero puedo verla sonreír y cuando Martha sonreía, su rostro parecía cambiar. Su sonrisa es de esas sinceras, de esas que hace que todo en ella se ilumine y que quieras volver a verla pues eran de esas sonrisas escasas pero que sin embargo, merecían la pena observar.

Puede que Martha y yo no hubiéramos tenido la mejor de las relaciones; ella era bastante gruñona, yo algo torpe. Ella no era muy habladora y yo tampoco lo era demasiado por lo que ninguna lo intentábamos de veras. Pero con el tiempo, quizás porque compartíamos tantas horas juntas, se había creado un extraño vinculo que aun no lograba del todo comprender y las cosas entre nosotras parecían ir, poco a poco, mejor.

-Martha, ¿por que decidiste contratarme? -Decidí preguntar, sabiendo que aquella pregunta no tenía mucho sentido en ese momento. Y sin embargo, había sido una de tantas que me había estado haciendo durante todo este último tiempo. - Las dos sabemos lo pésima que soy trabajando y no he mejorado mucho que digamos... y aun así, sigues aguantándome. ¿Por que?

La mujer me miró durante unos segundos, con la frente aun algo arrugada, como si aquello le hubiese pillado algo de sorpresa y al final, después de unos instantes en silencio, se encogió de hombros.

Seremos eternos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora