Capítulo 6.

17.6K 178 32
                                    

Cuando salí de trabajar, lo hice mucho más feliz que de costumbre y en aquel momento, incluso me costó adaptarme a ese sentimiento. Realmente no conseguía averiguar de donde venía esa repentina felicidad pero estaba dispuesta a disfrutar de ella mientras durase. Caminaba por la calle con rapidez, desando llegar a casa, deseando sentarme delante del ordenador y dejar que mis dedos cobrasen vida. Quizás era aquello lo que me mantenía tan feliz; esas ganas de escribir que vinieron, como solía tener antes, esa ilusión por sacar lo que vivía dentro de mi cabeza. Quizás esa felicidad también tenía que ver con Olly, pues verle me había ayudado mucho más de lo que podría haber imaginado; era reconfortante tener una cara conocida, un viejo amigo que te había conocido en todas las épocas de tu vida y aun así quería permanecer a tu lado.

Mientras pensaba en mi amigo, por mi mente apareció el rostro de su acompañante, del cual ni si quiera sabía su nombre. Habían estado cerca de una hora en la mesa sentados y durante esa hora, había sentido su mirada en mi cada cierto tiempo y cada vez que podía, era yo la que aprovechaba para mirarle también.

Una parte de mi, una pequeña e inconsciente y que no podía evitar, se preguntaba si volvería a verlo y eso me llevaba a preguntarme si realmente quería hacerlo. Preferí no pensar en la respuesta pues sentía que averiguarla, tan solo iba a hacerme sentir culpable.

Y entonces, como si el universo quisiera darme un choque de realidad, como si de alguna extraña y malvada forma quisiera hacerme ver que no estaba pensando adecuadamente, al abrir la puerta de casa vi a la persona que se suponía que debería querer ver pero que sin embargo, no me emocionó nada el hacerlo.

El olor a comida recién hecha, comida que parecía ser del restaurante chino que había a la esquina del edificio, inundaba todo el apartamento. Santi me sonreía desde el salón y mientras yo cerraba la puerta tras de mi, mucho más lento de lo que debía, el se acercó con una sonrisa.

-Sorpresa. -Exclamó después de darme un beso en los labios.

-¿Que haces aquí? -Le pregunté, aun sorprendida por verle, intentando sonreír. -¿Y como has entrado?

El sacó una llave del bolsillo y la movió con diversión.

-Se las pedí al portero, le dije que tu habías perdido las tuyas, que necesitabas hacer una copia y que como estabas trabajando, me habías pedido a mi que se lo dijera. -Explicó, encogiéndose de hombros. -Y como ya me conoce y me ha visto varías veces, no tuvo ningún problema en dármelas.

La revelación me hizo preguntarme si realmente aquello era realmente algo legal, lo que al mismo tiempo me llevó a preguntarme el porqué estaba pensando en ello en vez de lanzarme hacía sus brazos, agradecida y feliz por la sorpresa. Deseé que sucediese, deseé que ese sentimiento llegase a mi, pero este no parecía querer aparecer. De hecho, aquella efímera felicidad que había sentido hacía no muchos minutos atrás, se había esfumado por completo.

Sabía que no quería que estuviese en mi casa y la gran culpabilidad que sentía por ello me hizo darle un gran abrazo, sintiéndome la peor persona del planeta por no poder sentir lo que se suponía que debía de sentir.

-Bueno, ¿y a que se debe esta maravillosa sorpresa? -Le pregunté, intentando parecer lo más feliz posible y mi voz sonó tan falsa que ni si quiera se como Santi no pudo notarlo. Ambos nos dirigimos hacía la mesa del salón donde el ya había colocado toda la comida.

-Me apetecía. Hace mucho que no pasamos la noche juntos. -Explicó y estoy a punto de recordarle la noche en la que me echó de su casa, la noche en la que yo había hecho exactamente lo mismo que el estaba haciendo y el no lo apreció, pero decidí morderme la lengua y dejarlo pasar. Se suponía que íbamos a olvidarlo, que ya estaba perdonado.

Seremos eternos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora