Capítulo 30

15.4K 113 26
                                    

Una semana: eso fue todo lo que tuvimos para nosotros.

-¿Cuando te irás? -Le pregunté después de nuestra conversación la cual había terminado con los dos desnudos en mi habitación, a las tantas de la madrugada. No quería oír la respuesta pero al mismo tiempo lo necesitaba.

-El sábado. -Respondió con pesadez.

-Entonces, aprovecharemos cada maldito segundo. -Y eso fue exactamente lo que hicimos.

Sietes días juntos, siete días que pasaron demasiado deprisa. Siete días en los que pude darme cuenta de varías cosas: La primera, que no había dejado de quererlo, ni si quiera un poco y que la distancia que había puesto entre nosotros, solo había servido para que al reencontrarnos, sintiera que le quería un poco más si es que era posible. La segunda; que sus sentimientos tampoco habían cambiado, que el alejarle de mi vida no había hecho odiarme ni olvidarme y que cuando me abrazaba, se aferraba con más fuerza que antes a mi cuerpo, como si temiera el perderme, como si supiese que lo haría en algún momento. En resumen: ambos estábamos metidos en un buen lío pues creo que en el fondo, éramos conscientes de que sea lo que fuere a pasar, probablemente no saldría bien. La tercera cosa que me di cuenta es que había algo distinto con Oliver, algo que no logré averiguar en esos pocos día pero que si noté. Fueron ciertos signos, ciertos toques que quizás no tomé con la importancia que se merecía: su mirada parecía perdida en ocasiones, cuando sonreía, rara vez llegaba esa sonrisa a sus ojos. Apenas quería hablar de la gira o de su vida profesional y cuando lo hacía, no lo hacía de esa forma ilusionada o emocionada que cabría esperar de una persona que acababa de convertirse en uno de los cantantes más famosos de los últimos tiempos, que acababa de cumplir lo que tanto había deseado. Sus ojos ya no brillaban con esa intensidad de antes al hablar de la música. De hecho, apenas tocó la guitarra en los siete días que estuvo a mi lado; antes, ni si quiera hubiera podido estar unas cuantas horas sin parar sus dedos por las cuerdas del instrumento.

No salimos apenas en esos siete días pues el había dicho que necesitaba un poco desconectar de la gente, las fotos e incluso los halagos; solo lo hice yo por las mañanas y para ir a trabajar, deseando que esas cuatro horas se pasaran deprisa y así poder volver a casa donde el me esperaba con la comida recién hecha. También fumaba algo más que antes, se tomaba una cerveza en horas que antes jamás lo había hecho y una noche, lo descubrí levantándose de madrugada y encerrarse en el baño durante demasiado tiempo; no le dije nada.

Pero aun así, estaba contenta de volver a tenerle porque si había algo que no había cambiado para nada era la forma tan querida, especial y deseada que me sentía a su lado

-Hacía ya un tiempo que no veía esa sonrisa. -Comentó Martha uno de esos días y pareció complacida con ese cambio en mi.

-Intentaré lucirla más a menudo a partir de ahora.

-Espero que sea así, sino tendremos problemas tu yo. -Amenazó fingiendo seriedad pero al final acabó guiñándome un ojo y luciendo una pequeña sonrisa. -¿Que tal le va? Últimamente oigo su banda en todos lados... parece mentira que ese chico del que todo mundo habla sea el mismo que pasaba aquí todas las mañanas tan solo para verte.

-También venía a desayunar. -Puntualicé, pensando de inmediato en aquellos tiempos y a pesar de lo mucho que habíamos logrado los dos por separado, me vi a mi misma deseando poder volver a ellos. -El... está bien o al menos, eso creo.

-¿Eso crees?

-No lo se. Es solo que... parece distinto, como si algo pasara con el pero cuando le pregunto insiste en que todo está bien. -Expliqué y el silencio de Martha me invitó a seguir hablando. -No veo al mismo chico que se fue, el que estaba ilusionado por cumplir su sueño. No ha tocado la guitarra en todos estos días y eso es algo totalmente inusual en el.

Seremos eternos.Where stories live. Discover now