-Temía que al hacerlo, alguna de tus tantas conquistas me cogiera el teléfono. Aunque quizás también temía pillarte esnifándote en cualquier baño.

El silencio nos golpeó con fuerza en ese momento; el cajón con todos nuestros problemas se había abierto y me arrepentí de inmediato de lo dicho.

-Lo siento. -Murmuré bajando la cabeza. -No tendría que haber dicho eso.

-Supongo que me lo merecía. -Habló el también, con un hilo de voz. Era como si ambos estuviéramos avergonzados; yo por la crueldad de mis palabras y el porque sabía que estas eran ciertas. -Yo tampoco tendría que haberte reprochado nada. Yo... yo no tendría que haber hecho muchas cosas, en realidad.

Volvimos a quedarnos de nuevo en silencio y ni si quiera nos atrevimos a mirarnos.

-¿Por qué ya no escribes canciones? No me has respondido antes -Le pregunté al final en un intento de relajar las cosas, de romper el silencio y de que consiguiera abrirse un poco más a mi. Y no se porqué pero sentí que su respuesta iba a romperme.

-Ni si quiera yo lo sé, simplemente no puedo hacerlo. -Comenzó a decir, sonando algo derrotado y soltó un suspiro. -Supongo que me falta inspiración... que me faltas tu. Antes todas mis canciones eran para ti; ahora ya no estás conmigo y no encuentro ningún motivo para seguir escribiendo canciones que sé que ya no voy a poder cantarte.

Tenía razón; aquello que dijo me rompió el corazón.

-Yo tampoco he estado escribiendo demasiado. -Confesé, pues sentía que la razón por la que no lo había hecho era la misma por la que el tampoco lo conseguía; a los dos nos faltaba una parte importante de nuestra vida, esa parte que nos daba ese chute de motivación, energía y felicidad. Siempre he oído que del dolor se crea el mejor arte, que cuando más sufres mejor es tu obra pero siento que es una completa mentira. O al menos, en mi caso. Cuando la tristeza se ha apoderado mitad de tu vida, el simple hecho de salir de la cama es toda una batalla y en ocasiones, tu cuerpo no es capaz de sacar las fuerzas necesarias para hacer aquello que tanto te apasiona.

Hablamos un poco sobre nuestros proyectos, aquellos en los que se supone que estábamos trabajando pero que nada salía de ellos. Yo le hablé de aquel maldito libro que tenía que tener listo dentro de dos meses y el me comentó sobre el disco que debían de estrenar para dar paso a la nueva gira; ni el yo deseábamos que ninguna de las dos cosas sucedieran.

Nos abrimos el uno al otro; le conté acerca de como había dejado de tener cariño a la historia, y de que el simple hecho de sentarme a escribir me parecía un total suplicio. El me contó sobre como ya no disfrutaba a la hora de cantar y de que se veía incapaz de componer una sola canción que mereciera la pena escuchar. Podíamos contarnos cualquier cosa, uno entendía al otro; le comprendía, le escuchaba, le importaba lo que tuviera que decir. Y así pasamos toda la noche, hablando de todas esas cosas que antes no habíamos podido hablar con nadie y cuando el cansancio nos pudo, caímos rendidos en el sofá de mi salón, el cual era algo pequeño para dos, lo que tan solo usamos de excusa para acercarnos más el uno con el otro. No hicimos nada más, tan solo dormir, con nuestros cuerpos entrelazados y puedo jurar que solo eso fue mejor que cualquier otra cosa más.

Supongo que a ninguno nos sorprendió como al día siguiente, Oliver pudo componer una canción entera y yo conseguí escribir durante más de tres horas seguidas. Era como si al volver a estar juntos, ambos hubiéramos encontrado en el otro la inspiración, motivación y fuerzas que creíamos haber perdido.

Incluso Martha notó que algo había cambiado en mi en esos dos días y es que a pesar de lo que había sucedido con mi madre, a pesar de lo destrozada que me sentía, lo cierto es que Oliver había conseguido traer luz a toda esa oscuridad. Con el a mi lado, incluso el mayor de los dolores quedaba algo más adormilado.

-Me alegra verte así después de lo que ha pasado. -Comentó Martha esa mañana cuando estaba a punto de irme. Oliver estaba esperándome a la salida; ambos habíamos acordado vernos para comer. -Simplemente ten cuidado, chica

-¿Que quieres decir? -Le pregunté a pesar de que en el fondo sabía perfectamente a lo que se refería.

-Creo que sabes lo que quiero decir, pero si quieres puedo repetírtelo. -Y en realidad, no quería; no quería que me trajera de vuelta a la realidad, no quería que me hiciera ver la verdad. -Sabes los problemas de ese chico, son problemas serios y no me gustaría verte arrastrada en ellos. Aun recuerdo lo mal que estabas ese día cuando te recogí en el aeropuerto y últimamente parecías estar levantando un poco la cabeza, no quiero volver a verte de esa forma.

-No tienes que preocuparte, nosotros simplemente estamos pasando un tiempo juntos como... amigos. -Incluso esa última palabra me pareció incorrecta pues sentía que amigos era probablemente lo que menos nos definía a Oliver y a mi.

-Si mintiéndome te quedas más tranquila, entonces adelante. -Soltó un ligero suspiro y se acercó un poco a mi, poniendo su mano encima de mi hombro. -Se que le quieres y es obvio que el también te quiere a ti pero... a veces eso no es suficiente, ¿sabes? Simplemente no quiero que lo pases mal.

Sus palabras se sintieron como un puñal en el estomago porque tenía razón; era bastante probable que saliera herida al finalizar esos días pero aun así y creo que para sorpresa de nadie, seguí hacía delante.

Seguimos viéndonos durante los siguientes días, antes de que todo volviera a estropearse.

La penúltima noche, antes de que supiera si quiera que iba a ser la última que iba a pasar con el en un tiempo, me llevó hacía la playa; nuestro lugar. Me cantó tres canciones que había compuesto en esos días que había estado en la ciudad conmigo y yo le hablé de lo mucho que había avanzado con la historia. Todo parecía bien, todo era como se supone que debía de ser.

Olive sacó un libro de su mochila y me lo tendió. Mi libro, aquel que había publicado.

-No había tenido la oportunidad de que me lo firmarás, puedes hacerlo ahora.

-Lo tienes. -Susurré sin ocultar la ilusión que eso me había hecho.

-Claro que lo tengo; en cada ciudad a la que iba visitaba una librería y compraba uno. Creo que tengo un ejemplar de cada parte del país en mi estantería pero me parecía demasiado traerte todos para que lo firmaras así que con que lo hagas con este, me conformo. -Comentó con una pequeña sonrisa en su rostro y supe que estaba diciendo la verdad, que no se trataba de ninguna broma. Tuve que hacer todo un esfuerzo por no derrumbarme y lanzarme a sus brazos de una vez por todas.

Cogí con cierto temblor el bolígrafo que el me entregó y abrí el libro, justo en la parte de la dedicatoria.

Al chico que creyó en mi cuando ni yo misma lo hacía.

Tu me acercaste un poco más a las estrellas.

Espero que donde quieras que estés, pienses en mi.

Sigo creyendo en ti, Jane. -Murmuró.- Y pensé en ti, siempre pienso en ti.

Te quiero. Le escribí, porque de cierta forma me pareció más fácil plasmarlo en el papel que decirlo con palabras.

El me miró en cuanto lo leyó, con sus ojos iluminados.

-¿A pesar de todo? -Preguntó, como si de cierta forma no lo mereciera.

-Si, Oliver... a pesar de todo.

Y eso fue lo que le hizo falta para que con firmeza, cogiera con sus grandes y cálidas manos mi rostro y plantara sus labios junto a los míos, con fuerza, como si los hubiera estado necesitando durante todo este tiempo.

Ni si quiera me paré a pensar en si estaba bien o no, en si era lo correcto o por el contrario el mayor error que podía cometer. Sus labios se sentían tan bien que simplemente me dejé arrastrar, me entregué toda a el y creo que hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien.

Seremos eternos.Where stories live. Discover now