—Tienen que esperar aquí—dice la enfermera sin ningún tipo de expresión en la cara.

Supongo que era algo normal en el día a día de una enfermera que trabajaba en urgencias.

—Pero...—intentó decir.

—No pueden pasar, es una zona restringida—sentencia—tienen que ir a administración para dar los datos personales del paciente que acaba de ingresar de urgencia, por favor—nos guía con una mano hacia administración.

Veo como se aleja Aiden en aquella camilla de hospital mientras mi corazón deja de latir por unos segundos pensando que esa iba a ser la última vez que le vería con vida. Era inevitable pensar aquello. Scott le apuñaló con una navaja a sangre fría y había perdido mucha sangre...

Tras dar los datos personales de Aiden, nos invitan a sentarnos en la sala de espera para aguardar a que le estabilizaran y el médico le hiciese un diagnóstico.

Nos acercamos a los asientos de la sala de espera. Yo me siento en uno de ellos mientras que Will y Nick se sientan cada uno a un lado mío.

—Tranquila, saldrá de esta—me pone la mano sobre el hombro y esbozando una pequeña sonrisa llena de esperanza en un intento de calmarme.

—Eso espero, le quiero mucho... quiero decir... es mi niñero y le aprecio—intento arreglar mi metedura de pata ya que acordamos guardarlo en secreto de momento.

—Tranquila, sabemos que estáis juntos—añade Nick mientras se recuesta un poco en el asiento.

—¿Cómo?—le miro sorprendida.

¿¡Cómo rayos se habían enterado de que yo tenía una relación con Aiden!?

—Sí, nos lo dijo él—afirma Nick—cuando llegamos para socorrerle, nos dijo que estabas en peligro. Nosotros le ayudamos y le dijimos de ir a un hospital, pero él en lo único que pensaba en ese momento era en salvarte. Entonces nos confesó que erais novios.

De repente se abren las puertas de urgencias y podemos divisar a un médico vestido con una bata blanca y sujetando una serie de numerosos papeles en una mano.

—¿Familiares de Aiden Franklin?—pregunta al llegar a la sala de espera.

—¡Sí!—afirmo mientras me levanto de un salto.

—Tenemos que operar al paciente de urgencia, la herida hecha con una navaja ha dañado el hígado levemente, pero ha perdido mucha sangre.

—Hagan lo que tengan que hacer, pero salven a mi novio, por favor—pido con cierto tono de desesperación.

—Haremos todo lo que esté en nuestra mano—dicho esto se va con paso acelerado mientras avisa a las enfermeras de guardia que había en la sala que preparen la sala de operaciones.

—Tranquila, Aiden es fuerte, podrá con esta operación sin problemas—dice Will.

—Tengo miedo de que no salga de esta...—admito mirando hacia la puerta por la que había entrado él médico hacía ya unos pocos minutos.

—Solo queda esperar y cruzar los dedos para que no pasa lo que acabas de decir—dice Nick.

—Nick, Blanca me ha enviado un WhatsApp, tengo que ir a por ella y las demás, enseguida vuelvo—dice Will mientras guarda de nuevo su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.

Seguro que Will había avisado a las chicas de lo sucedido. Era normal. Son sus amigas y tienen derecho a saber lo que había pasado.

—Entendido, yo me quedo—dice Nick colocándome su brazo sobre los hombros.

—Luego nos vemos—se despide Will para irse por las puertas mecánicas y desaparecer.

Nick, quien había accedido a quedarse conmigo se aleja en dirección la cafetería del hospital a por unos cafés aunque yo no tenía demasiada hambre.

Salgo afuera para respirar un poco de aire fresco y despejarme un rato. Necesitaba que Aiden saliera de esta, lo necesitaba conmigo.

—Buenos días, Andreita.

Esa voz... no puede ser.

—¿Qué diablos haces aquí Max?—pregunto sorprendida y temerosa de lo que vaya a hacer.

Todavía me acordaba de todas esas veces que me manipulo y de aquella vez que intentó propasarse conmigo en el baño de mujeres del bar del padre de Carlota. Trago saliva fuertemente.

—Ver a mi amigo Aiden, ¿qué iba a hacer si no?—esboza una sonrisa mientras me mira de arriba a abajo.

—A otro perro con ese hueso, Max, a mi no me la das, que quieres—digo seria mientras la ganas de quitarle esa sonrisa de la cara aumentan por segundos.

—Ahora no hay nadie que te proteja princesa, así que he venido a cobrarte lo que no terminamos en el bar de Carlota—dice con una sonrisa socarrona y acortando distancias conmigo invadiendo así mi espacio personal.

—Lárgate—digo decidida.

—¿O si no qué vas a hacer? ¿Me vas a pegar?

—No soy la misma niña indefensa de antes—digo seria mientras me cruzo de brazos.

—Esa posición tan seria no te valdrá cuando te tenga debajo de mi mientras gimes mi nombre, bebé—ríe mientras sujeta mi barbilla con su mano obligando a que le mire a los ojos.

Cierro el puño al oír tales tonterías en una misma frase. Me muerdo el labio intentando contenerme pero es inútil.

Mi puño colisiona con su cara en milisegundos, haciendo que esté retroceda y acaricie la zona en la que mi puño le ha tocado con su mano esbozando una sonrisa ladeada.

—Tú lo has querido—se acerca a mi de nuevo con intenciones de jalarme de la mano, pero por suerte se le acaba el chiringuito cuando le meto un rodillazo en la entrepierna.

Cae al suelo retorciéndose de dolor, a lo que yo solo le miro con desdén y asco.

—¡Y ahora vete!—exclamo.

—¡Esto no quedará así!—grita Max de vuelta.

—¿A caso quieres que te de una paliza imbécil?

El solo alcanza a darme una mirada de odio antes de irse por donde había venido como puede.

—¿Ese era Max?—pregunta Nick a mis espaldas.

—Sí, pero no volverá a molestarnos más-sonrió triunfante.

Me giro para encontrarme a Nick sujetando dos cafés en vasos de cartón. Entramos de nuevo adentro para sentarnos en los mismos asientos de antes.

De repente se abren las puertas de urgencias y me dejan divisar a mis padres. Esperen... ¿qué hacen aquí? Yo no les dije nada de lo que había ocurrido.
Aunque sabiendo cómo es mi madre, seguro que había utilizado su maravillosa aplicación para rastrearme el móvil.

—¡Mamá! ¡Papá!—grito emocionada por que están bien.

Mis padres se abalanzan sobre mi y me abrazan con fuerza.

—Andrea, estás híper castigada por escaparte—dice mirándome a los ojos—pero me alegro mucho de que estés bien.

—Hija, temíamos que te hubiesen hecho algo malo esos criminales...—dice mi padre sujetándome por los hombros mientras me mira a los ojos.

Se preocupan mucho por mi, y los entiendo. Por eso los quiero tanto, por que aunque estén todos los días trabajando, sé que se preocupan por nosotros y nos quieren.

—Tranquilos, estoy bien—les tranquilizo.





Tras un par de horas esperando en la sala de espera, en la cual ya estábamos todos: yo, mis padres, los padres de Aiden, Lexi, y los amigos de Aiden. Yo había avisado a Loyd y a Paola mientras nos encontrábamos esperando en la sala de espera. Prácticamente ocupábamos todos los asientos de la sala d espera.
Alguien carraspea detrás de mi.

—¿Familiares de Aiden Frankiln?

—¡Si!—exclamo mientras todos los presentes nos levantamos a la espera de las noticias y de saber si Aiden estaba bien.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora