Capítulo 3

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ANDREA

—Emm... Hola...—dije tímida ya que había interrumpido así la conversación que estaban teniendo mis padres con aquel extraño chico.

Mi madre me miró y mostró una sonrisa que a mí me dio aún más miedo que cuando la vi al entrar al salón. Mi madre no era una mujer muy sonriente que digamos, es más, ella nunca sonreía a menos que fuese realmente necesario.

— ¡An!—grita mi madre cuando observa que entro por la puerta con un atisbo de extrañeza en la mirada.

¿Se puede saber desde cuándo me llama An? Nadie me había puesto ningún tipo de apodo cariñoso nunca, y menos viniendo de mi madre, ella siempre me trataba por mi nombre o simplemente me llamaba hija, aunque cuando estaba enfadada me llamaba por mi nombre completo con todos los apellidos incluidos. Esto no pintaba nada bien para mí.

Se levanta de un salto, se acerca a mí deslizándose por el suelo como si fuese una patinadora artística pero en vez de con patines, con tacones altos de color negro y tomándome de los hombros me guía hacia el otro sillón, para así estar delante del chico que se había levantado nada más oír mi voz para recibirme.

Cuando le tengo enfrente de mí, me quedó en shock.

¿De dónde ha salido este dios griego? ¿Acaso morí y estoy en el cielo?

Tiene unos ojazos azules y un cuerpo que derrite con nada más verlo. Llevaba puesto una camisa blanca y unos vaqueros negros, rotos por las rodillas, combinados con unas deportivas de color azul cielo.

—Está es mi hija Andrea—dice mi madre más sonriente que antes desconcertándome aún más que cuando entré al salón—y, Andrea, este es Aiden Franklin, va a ser vuestro niñero en el mes que estemos fuera.

Ahí mi cabeza explotó. Si oyeron un ruido ensordecedor, no se asusten, es mi cabeza estallando por completo. ¿Cómo que un niñero?

—Espera... ¿¡Niñero!?—exclame atónita.

—Ya hablamos de esto, hija—dice mi padre mirándome a los ojos queriéndome decir que no monte una escenita delante del tal guaperas...quiero decir, Aiden. Cosa que me dio igual.

—Pero vosotros dijisteis que era mujer—rebatí mirando al chico y devolviendo rápidamente la atención a mis padres.

—No, dijimos que era una persona, no si era hombre o mujer—dice mi madre sonriendo nerviosamente.

Eso era señal de que después me esperaría una charla sobre no montar numeritos delante de invitados, aunque Aiden no era un invitado en realidad, era más un intruso en nuestra casa, parecido un ladrón pero sin que robe nada, sino que encima cobrando dinero.

—Pero...—intentó decir algo pero mi madre me corta antes de poder terminar lo que iba a decir.

—De peros nada, nosotros tenemos que arreglar las cosas del viaje para esta tarde, así que iréis los dos a por los chicos de sus actividades y luego él te llevará a tu castigo y  te recogerá—suelta mi madre antes de dejarme hablar.

— ¿¡Le habéis hablado de lo del castigo!?—exclamo.

Genial mamá, después de que se rían de mí en el instituto, ahora voy a tener que aguantar que este chico se burle de mí por tener que limpiar la dichosa cafetería de arriba abajo.

—Andrea, se va a quedar a vuestro cargo durante un mes, tiene que saber todo lo que os incumbe tanto a ti como a tus hermanos—explica mi padre intentando mantener la calma para no regañarme delante de Aiden.

Miré por última vez al tal Aiden y sin despedirme, me subí a mi habitación dejando a mis padres con la palabra en la boca y dejé la mochila de mala manera a un lado de la cama.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora