Capítulo 40

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AIDEN.

El trayecto hacia el barrio en el que me crié estuvo lleno de incomodidad y de silencio, ninguno de los presentes dijo una sola palabra. Llegamos al destino en 10 minutos, y aparcamos el coche enfrente de mi casa.

—¿Qué hacemos aquí?—pregunta Carl con un tono nervioso e impaciente mientras se baja del coche y cerrando la puerta de un sonoro portazo.

—Estoy seguro de que sus hijos están en esa casa—digo señalando a una de las casas más viejas y menos cuidada de la calle.

—¿Ahí?—preguntó con cierto temor.

Observo el jardín de la casa de Scott, el cual es el más descuidado del barrio y puedo ver a los matones de Scott bebiendo cerveza y fumando lo que parecían ser porros.

—Entremos—dice Carl totalmente decidido a llevarse a sus hijos de vuelta a casa.

Yo le miro completamente extrañado. Él y su mujer eran los causantes de todo lo que estaba pasando. Por esa dichosa compra del terreno estábamos metidos en esta peliaguda situación.

Y lo peor es que yo estaba entre la espada y la pared. Por un lado las personas que me habían dado la vida y gente con la que me había criado, y por otro lado se encontraban las personas que me habían dado un trabajo para poder pagarme la universidad y la chica que me volvía loco y de la cual me había enamorado completamente.

—¿Está seguro? Conocemos a esta gente muy bien, no le va a gustar nada lo que va a ver—dice Lexi advirtiendo del peligro que corríamos si dábamos un paso en falso o les desafiábamos.

—Son mis hijos y haré lo que sea por ellos—sentencia y comienza a caminar hacia la casa.

Al pisar el césped mal cuidado, los matones de Scott nos miran como perros rabiosos, esperando el más mínimo movimiento en falso para atacarnos.

—¡Dónde están mis hijos!—exclama el padre de Andrea dispuesto ha hacer todo lo que fuera para tener a sus hijos entre sus brazos.

Agradezco que quiera intervenir, pero si lo hace así, esta gente se lo tomará como insulto u ofensa y terminará provocando una pelea innecesaria.

—Déjeme hablar a mi—me pongo delante de Carl impidiendo que aquellos matones de barrio se duden cuenta de que él era la persona por la que iban a perder sus casas—queremos ver a Scott, decidle que es de parte de Aiden.

Uno de los matones se levanta de mala manera y tras desafiarme durante unos segundos con la mirada y al ver que yo no rehuía de él, pasa a la casa mientras bebe un gran trago de cerveza.

Al rato sale Scott, acompañado de una de sus muchas amigas.

—Pero si es el hijo pródigo, ¿y a quién tenemos aquí?—dice manteniendo su brazo sobre los hombros de la chica.

—¡Dónde están mis hijos, mal nacido!-grita mientras se pone a mi lado delatándose él mismo.

—Ah, pero si estamos ante el mismísimo Carl Donovan, el famoso empresario que quiere robarnos lo que es nuestro por derecho.

—¡Vosotros secuestrasteis a mis hijos en contra de su voluntad!—exclama completamente enfadado.

—Vas a echar a muchas familias a la calle, esas familia tienen niños pequeños y ancianos que necesitan un hogar donde vivir—dice Scott con un tono serio y la verdad es que tenia razón con todo lo que decía.

—¡No tenéis derecho a secuestrar a mis hijos!—exclama el padre de mi novia lleno de ira.

—Veo que sigues con la misma cantinela. Está bien, te devolveremos a tus hijos—accede Scott raramente.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora