Capítulo 31

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AIDEN.

Son las 3:30 de la madrugada y todavía Andrea sigue sin aparecer, ¿dónde puede haberse metido?

Mis nervios iban en aumento. Si no la encontrábamos no sabía lo que iba a hacer. No, vamos a encontrarla, la ciudad no es demasiado grande, la encontraremos cueste lo que cueste.

—Creo que es mejor que volvamos a casa...—dice Lexi observando sus deportivas totalmente empapadas por la lluvia.

—No, esto es por mi culpa y yo tengo que encontrarla, vete a casa si quieres, yo me quedo—digo sin siquiera mirarla y pensando en donde podría estar Andrea.

—No es tu culpa, habrá pasado algo y ya está, o simplemente sigue resguardándose de la lluvia.

—¡Está amenazada de muerte y la dejé irse con un niñato de escuela! Soy el peor hombre del mundo. Si le pasa algo juro que me voy a odiar por ello...

Lexi decide irse a la casa de los Donovan para descansar un poco para luego seguir con la búsqueda de Andrea mientras que yo no desisto en mi búsqueda, tengo que encontrarla, asegurarme de que está bien, abrazarla muy fuerte... y lo que más quiero en este momento es besarla...

ANDREA.

Esa sombra me perseguía a lo largo del pasillo. Yo intentaba abrir todas las puertas pero ninguna me dejaba entrar, era como si estuviesen selladas.

La sombra se acercaba cada vez más y yo sentía como la adrenalina y el miedo subían por mi garganta a la vez.

De repente algo me toca la espalda, me doy la vuelta lentamente para admirar a la gran sombra que me venía acechando.

No era una sombra cualquiera, tenía garras larguísimas, media como 4 metros de altura y sus ojos y boca tenían una luz blanca y brillante.

Esa cosa me da la vuelta y al yo mirarla a los ojos, está sonríe y me hecha a su boca.

Eso hace que yo me despierte ahogando un grito. Miro a mi alrededor muy asustada, pero al ver que estoy en una habitación pequeña y muy acogedora me siento aliviada.

Espera.

¡Esta no es mi habitación! ¿¡Dónde rayos estoy!?

Entonces recuerdo lo que pasó ayer, el cine, el beso, la novia de Chad, Abby, la lluvia y los amables de Loyd y Paola que me dieron cobijo en su propia casa.

Me levanto y cojo el móvil que estaba cargando en la mesita.

Vaya, tengo cinco llamadas perdidas de Chad, treinta y siete de Lexi y, setenta y tres de Aiden.

Seguro que estaba preocupado por si acaso se enteran mis padres y se ve de patitas en la calle. Aunque si no tiene donde quedarse, se puede quedar con la rubia de plástico de Abby.

Tras asearme un poco y ponerme la misma ropa del día anterior me dirijo a la cocina de esa pequeña casita, donde se encuentra Paola bebiendo lo que parecía una pequeña taza de té verde.

—Buenos días—saludo frotándome los ojos.

—Buenos días, hija—me saluda Paola echando una galleta en su vaso lleno de leche.

Ignoré el hecho de que me llamase hija, por que al ser mayor era normal que me llamase de esa manera.

—¿Y Loyd?—preguntó observando la sala.

—Se ha ido a trabajar al taller, me ha dicho que tenía que cambiarle las ruedas a un todoterreno y cambiarle el aceite a un Citroen o algo así.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora