Capítulo 8

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ANDREA

Ha pasado ya una semana desde que mis padres se fueron a esa maldita conferencia de trabajo. Nunca antes les había echado tanto de menos como ahora.

La semana había estado plagada de peleas con mis hermanos, encontronazos con Marilyn y vacilaciones de Aiden.

Lo único que me calma un poco es que dentro de dos horas, Ángel y Luis se van a la granja escuela, y por suerte está a bastantes kilómetros de aquí.

No me malinterpretéis, yo quiero a mis hermanos, pero también quiero descansar de: "eso es mío", "te gané" y "pringada". Sí, son muy majos conmigo.

Cerré la maleta que iban a compartir en el viaje tras llenarla de todo lo que pudieran necesitar.

Se van por dos semanas y llevan más ropa de la que tengo yo en mi armario. Pero no les culpo, si yo también fuera a una granja escuela por tanto tiempo, también me llevaría más ropa de la que cabe en la maleta cerrando esta a presión.

— ¿Ya tienes preparada la maleta, alcornoque? —me pregunta mi hermano Luis junto con uno de los piropos que sabe decirme.

Pongo los ojos en blanco y hago más fuerza en la maleta hacia abajo hasta por fin cerrar la cremallera del todo.

—Luis, se rifa una bofetada y tú tienes todas las papeletas.

Aiden entra en el momento en el que amenazo a mi hermano y me mira con una expresión extraña mezclada con una pizca de seriedad.

—Andrea, no le hables así a tu hermano—dice mirándome con desaprobación.

No voy a rebatirle nada, estoy cansada de que mis hermanos no se lleven la culpa de nada y yo a mi me culpen de sus trastadas.

Cojo la maleta y la llevo escaleras abajo de mala manera. La poso en el suelo al lado de la puerta, sentándome encima de la maleta esperando al bus que los llevase a esa granja y me dejase a mí respirar en paz.

—Oh, venga, no te enfades—dice Aiden mientras ve como cojo el móvil mientras sigo sentada encima de la maleta impaciente.

—Tú no tienes dos hermanos pequeños que hacen que te regañen todo el tiempo–bufé con un tono de fastidio.

—No tengo dos hermanos, pero si tengo una hermana.

— ¿Una hermana? —pregunto con curiosidad.

—Se llama Lexi, tiene diecinueve años y estudia en el extranjero.

—Pero no hacía que te regañaran todo el rato sin tener culpa.

— ¿Quién dice eso? Una vez, puso colorante verde en la piscina de los vecinos, y adivina quien se llevó la culpa—suelta mientras sonríe por haber recordado esos viejos tiempos.

Yo solté una carcajada tapándome la boca para no parecer una completa exagerada, a lo que él me sonrió.

Un claxon nos avisó. El autobús de la granja escuela había aparcado justo enfrente de la casa y eso significaba una palabra: Descanso.

— ¡Luis, Ángel, el bus os espera! —gritó Aiden desde la puerta.

Mis hermanos salieron corriendo desde dentro de la casa y frenaron cuando llegaron a la puerta del autobús para montarse en este.

Aiden cogió la maleta y la puso en el compartimento del autobús donde va el equipaje. Tras colocarlo con cuidado de que no volcase, volvió a mi lado y los dos nos despedimos de los gemelos haciendo el típico gesto con la mano hasta que perdimos de vista el autobús.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora