Capítulo 5

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ANDREA

Llegué donde Aiden había aparcado la camioneta acelerando mi paso mientras notaba como Chad me miraba alejarme.

— ¿No me habías dicho que no tenías novio?—pregunta Aiden con una sonrisa de oreja a oreja estando apoyado de pie en la camioneta con los brazos cruzados.

—Y no lo tengo, es la primera vez que me habla—digo seria y sin mostrarme ni emocional ni eufórica con el hecho de que Chad hubiese notado mi existencia y que me hubiese hablado como si fuera una más de su pandilla de amigos súper populares.

Aunque todo había sido indirectamente gracias a Marilyn y su manía hacia mi persona. Si no me hubiera intentado lanzar ese plato de macarrones, yo no lo podría haber esquivado con destreza y no me habría llevado las culpas de lo sucedido.

—Ah, ya lo entiendo—dice montándose de nuevo en la camioneta al igual que yo en el asiento del copiloto más cercano a la puerta.

— ¿Qué entiendes el que? —pregunto enarcando una ceja curiosa por saber lo que iba a decir.

—Es la típica historia de la chica que se enamora del chico pero el chico no sabe quién es ella, ya sabes, el amor platónico y todas esas estupideces—responde en un tono indiferente mientras miraba hacia ambos lados de la carretera antes de cerciorarse de que no venía ningún coche y salir del aparcamiento.

—Lo primero, eso a ti no te importa, y lo segundo, no me gusta, ni me atrae ni nada, ¿entendido?—digo en tono enfadado evitando mirarle girando mi cabeza hacia la ventanilla y observando las casas pasar a una velocidad moderada.

Mentira, me atraía y mucho. Era el chico que más me había gustado hasta el momento y todo se lo debía a ese balón de baloncesto volador y a mi tendencia a flojear cuando de dar rodeos se trata.

— ¿Y esas miraditas?—pregunta mientras me da un pequeño codazo con un tono pícaro sin despegar su mirada de la carretera pero esbozando una sonrisa cómplice.

—Que, ¿ahora no puedo mirar a nadie o qué? —me intento defender.

Acto inútil, ya que me había pillado literalmente con las manos en la masa. Podía controlar las palabras y el tono con el que hablaba con Chad, pero no podía disimular la mirada de completa enamorada cuando le veía, y menos estando a apenas un metro de distancia de mí.

—Ahora estás a la defensiva, claro ejemplo de una persona que se enamora de la persona equivocada—ríe.

—Y si tú crees lo que dices, y tanto sabes, ¿de quién me tendría que enamorar entonces?—dije mirándole mientras me cruzaba de brazos y me recostaba un poco sobre la puerta para poder mirarle mejor.

—De alguien como yo—afirma sin que le tiemble la voz mientras esboza una sonrisa como si hubiese dicho una verdad como un templo de grande.

— ¿Estás de broma no?—pregunto atónita ante tal afirmación poniendo los ojos en blanco fingiendo pesadez.

—Tienes razón, soy único—dice sonriendo con aires de grandeza.

—Sí, que pena que estés pillado—digo con ironía—y que seas un anciano, si no se podría intentar algo—añado como si ya no tuviese remedio alguno.

— ¿Me estás diciendo que soy mayor? —me pregunta fingiendo estar ofendido por mi contestación.

—No, te estoy diciendo que eres viejo, a ver si escuchamos, abuelo.

Nos reímos a carcajadas.

—En verdad la edad no importa—contesta de repente en un tono más serio y calmado.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora