Capítulo 21

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Me sujetaba de los brazos con una mano mientras me pillaba las piernas con el peso de las suyas.

Con la otra mano me sujetaba la cara intentando que yo no la girase para evitar mirarle y observar la pervertida y asquerosa mirada que me lanzaba mientras mantenía una sonrisa ladeada.

—¿Qué vas a hacer?—pregunto asustada.

No pensé que fuera a hacer algo tan arriesgado como pegarme o maltratarme estando Aiden abajo, pero una parte de mi me advertía, como si fuera la alarma de un coche la cual no deja de sonar.

—Castigarte—dijo mirándome, o más bien admirando mis labios.

Cerré los ojos instintivamente y noté como se acercaba bruscamente hacia a mi para juntar sus labios con los míos mientras con la otra mano se limitaba a acariciarme y manoseadme por todos lados. En uno de esos manoseos subió su mano por dentro de mi sudadera. Me sacudí, di patadas, intenté zafarme de él de todas las maneras posibles, pero no podía. No tenía tanta fuerza como él.

Miles de lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. No podía creer que mi primer beso haya sido con un tipo que me causa de todo menos amor.

El primer beso, para la mayoría de chicas, es muy importante, marca el antes y el después. Y ahora ese privilegio se lo está llevando Max sin piedad.

Me repugna este ser.

Baja sus manos después de manosearme por debajo de mi sudadera y tras succionar mis labios por completo se separa con una sonrisa maliciosa aparcando sus manos en mi cintura.

—Ya sabes cariño, si no me haces caso, tendré que castigarte—me amenaza mientras comienza a bajar la vista para analizarme de arriba a abajo.

Suelta una sonora carcajada y le lanzo una mirada llena de odio y rabia. Lo único que me producía ese ser era repugnancia absoluta. Recé una y otra vez en mi mente para que Aiden entrara por la puerta y le pillase. Le descubriese haciéndome esto, estando encima de mí, besándome y manoseándome por todo el cuerpo, a la fuerza. Soñaba con el momento en el que Aiden le echara de casa y llamase a la policía para que se lo llevaran detenido para que pagase por lo que me acaba de hacer.

En ese mismo instante oímos unos decididos pasos acercarse por las escaleras en dirección a mi habitación.

Mis súplicas habían obrado el milagro de que hubiera una oportunidad de que Max se quitara de encima de mi.

Aiden.

Alias, mi salvación.

—Disimula, o ya sabes lo que te pasará—me advierte totalmente serio mientras pasa su pierna derecha al lado izquierdo para quitarse de encima de mi y levantarse.

Trago saliva fuerte, Max seguramente le habría hecho eso mismo a muchas chicas, las cuales no habrían tenido nadie que las salvara. Tenía que hacer algo, ¿pero qué? No podía decir nada a Aiden o a las chicas por qué eran sus amigos y yo solo una mocosa borde y tonta con la que están por obligación, por que Aiden trabaja para mis padres y está obligado a cuidarme hasta que vuelvan de esa maldita conferencia.

Max me saca de mis pensamientos y me agarra de la muñeca con demasiada fuerza, para obligarme al levantarme de la cama y sentándome en la silla enfrente de mi escritorio ya que me había quedado totalmente petrificada ante sus amenazas y advertencias.

Aiden entra como si nada y como ya es coña timbre en él, sin llamar a la puerta primero. Le observo desde mi escritorio y admiro la sonrisa que luce en el rostro, esa que yo hacía días que no veía.

—¡Hombre, pero si es el desertor!—exclama Max disimulando a la perfección lo que acababa de hacerme hace solo unos segundos en mi cama.

Si se lo propusiese podría llegar a ser un excelente actor de Hollywood. La forma en la que disimulaba el mal rato que me había hecho pasar era increíble. No se notaba que había estado forzando a una chica, besándola ni sobándola en contra de su voluntad. Era un capullo de primera.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora