Capítulo 45

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ANDREA.

Aiden. Aiden Franklin estaba tumbado en el suelo frente a mi inconsciente. Me arrodillo rápidamente para socorrerle mientras Scott soltaba terribles indultos por su boca, pero ignoré sus palabras para centrarme en lo que realmente importaba ahora.

Le intento erguir pero al moverle me doy cuenta de que mi mano y su camiseta están llenas de sangre. Su sangre.

Por mis mejillas comienzan a correr numerosas lágrimas descontroladas.

—¡Aiden!—grito a pleno pulmón.

Mi grito llama la atención de Nick y Will que estaban cerca intentando calmar a Marilyn del ataque de nervios que le acababa de dar. Ella no estaba acostumbrada a situaciones así, y mucho menos a que la medió secuestraran y la utilizaran como rehén. Los amigos de Aiden se giraron asustados hacia nosotros debido al grito que yo acababa de soltar. Ambos se miraron y en apenas diez segundos estaban ayudándome a cargarlo mientras Marilyn sale afuera.

—Aiden, ¿puedes oírme?—pregunto con un hilo de voz.

—Que poco a durado tu amorcito—ríe Scott a mis espaldas, a lo que yo me giro sobre mí misma para poder mirarle a la cara.

—¿¡Se puede saber que ladras!?—exclamo mientras aprieto los puños llena de rabia y de impotencia.

—Muy pronto se ha desmayado teniendo en cuenta que mi navaja es pequeña—sigue riéndose.

De repente entra Marilyn totalmente despeinada—cosa que no le hacía mucha gracia—sujetando su carísimo móvil en la oreja.

—La policía está de camino—afirma y yo me alegro al fin de poder escuchar la frase que yo tanto esperaba.

—Ojalá te pudras en la cárcel—alcanzo a decir antes de salir corriendo junto Nick y Will los cuales agarraban a Aiden de los brazos.

Marilyn se ofreció a quedarse allí hasta que los agentes de policía llegaran para llevárselo preso y llamó a Chad, su hermano, para contarle lo sucedido, a lo que este no tardó en llegar al lugar donde había ocurrido todo.

Will y Nick con todo el cuidado del mundo llevaban a Aiden hasta el coche destartalado de Will. Este me lanzó sus llaves para que pudiese abrir el vehículo.

Tras abrirlo, ambos chicos colocaron a Aiden en los asientos traseros y yo me monté también atrás, junto a él.

Mientras nos encaminábamos hacia el hospital más cercano posible sólo podía pensar que todo había sido culpa mía. Era la verdad. Si yo no hubiese irrumpido en la disputa que tenían entre Aiden, mi padre y Scott, nunca hubiese pasado nada de esto.

Miro el rostro de Aiden y le acaricio suavemente la mejilla para terminar dándole un pequeño beso.

—Te quiero—digo en un susurro imperceptible al oído de Aiden.



Entramos en el hospital irrumpiendo el silencio de la sala de urgencias. Por suerte no había mucha gente en la sala por lo que seguramente nos atenderían con rapidez.

—¡Necesitamos ayuda!—grito nada más entrar por las puertas automáticas d Ema sala de urgencias.

Todas las personas de la sala de espera junto a las administrativas que había tras la pantalla de dos ordenadores nos miraron sorprendidos.

—¡A mi novio le han apuñalado con una navaja!—grito desesperada.

Entonces dos enfermeros aparecen corriendo hacia nuestra dirección por el pasillo mientras traen consigo una camilla y tras tumbar a Aiden con sumo cuidado se lo llevan por el largo pasillo rápidamente. Uno de ellos empuja la camilla mientras el otro le supervisa las constantes vitales como el pulso y demás. En el intento de seguir el mismo camino de la camilla sobre la que iba mi novio postrado, una enfermera nos intercepta y nos impide el paso.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora