Capítulo 1

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-¡Cierra las malditas puertas, Rox!

-Lo siento. Lo siento. Lo siento... -Repetía angustiada mientras corría a ellas.

-¡Si ellos llegan a descubrirnos, será tu culpa, niña! ¡Cristina, las luces! ¡Ryan, desenchufa todo lo que esté conectado a la corriente!

Ustedes tal vez no entiendan nada y digan:

"¿Pero qué mierda le pasa, señor?"

Y desde el punto de vista de ustedes, están en todo su derecho, pero desde nuestro punto de vista, su exaltación era bien justificada.

No siempre fuimos una familia paranoica que a cierta hora del día borra todo rastro de existencia por el simple hecho de lograr sobrevivir, de hecho, no hace mucho solíamos ser una familia completamente ordinaria, solíamos ser personas completamente ordinarias viviendo en un lugar completamente ordinario, como tú y como él.

Empecemos por el inicio.

Mi nombre es Roxan, vivo con mis padres llamados Richard y Cristina y con mi hermano mayor, Ryan. Vivimos en la ciudad de Porchs, casi en el centro de ella, más específicamente en la localidad de Resstle.

Aún no estoy segura de cómo empezó todo. Tal vez pudo haber sido un experimento fallido de algún laboratorio ultrasecreto, o puede que alguna secta satánica de esas que hay casi en todas las ciudades, ocultas del resto de las personas "normales", haya querido invocar al diablo o algún demonio o cualquier otra cosa, pero les acabó saliendo mal y trajeron consigo algo que no pidieron y que no pudieron controlar. Sea cual sea el motivo, no lo sabemos. Nadie lo sabe. Hay muchas teorías, tantas, que debería hacer una lista para enumerarlas todas, pero aún así, hay algo que en efecto todos sabemos, y es cuándo empezó.

Octubre; 17.

Esa noche, mi familia y yo habíamos organizado todo para hacer una noche de películas, donde todos en la sala de estar nos acostaríamos en el suelo o en el sofá, comiendo muchas golosinas y tomando hasta reventar, viendo películas de terror, misterio, suspenso, algún thriller psicológico o cualquier otro tipo de película que nos quitara el sueño y nos dejara altamente alertas.

Eran las ocho o nueve de la noche, no estoy segura. Mi hermano y yo nos acostamos en el piso boca abajo casi demasiado cerca de la tele, pero no mucho, para que nuestros padres no nos regañaran ni nos amenazaran diciéndonos que si nos poníamos muy cerca de la pantalla tendríamos que usar lentes por el resto de nuestras vidas. A mí realmente no me importaría usar lentes, de hecho, en más de una ocasión pensé en usar lentes sin aumento por el simple motivo de que me quedarían bien los lentes, o eso pensaba.

Mi hermano, por otra parte, era todo un Don Juan, y usar lentes sería su perdición. Él decía que no podría ligarse a ninguna chica con lentes como si fuese un nerd. Ciertamente era bastante guapo, demasiado para su propio bien, y solía aprovecharse de eso, llevando a escondidas, en medio de la noche a su cuarto a alguna de sus conquistas, mínimo una por semana.

Perdí la cuenta de cuántas fueron las que ha traído desde que se enteró de su potencial físico "caza-mujeres", pero no fue mucho tiempo después que empezó a exprimir cada gota de su "poder".

No tengo problemas en que lleve a casa a sus conquistas ya que es su reputación, su cuarto y su vida, pero algunas veces cuando me despierto en plena madrugada para tomar jugo o ir al baño o buscar algo para comer, me suelo encontrar con alguna de aquellas dichosas afortunadas escapando a hurtadillas. O sino incluso, cuando voy a buscar algo de su cuarto o entro por cualquier otro motivo, en más de una ocasión, encuentro condones tirados y usados, fermentando el olor de su esperma por todo el cuarto.

Ya que muchas veces me veo obligada a socializar con alguna de ellas, pediría que por lo menos cuidara la higiene de su cuarto y que tirara los condones en el baño o en la basura, porque cuando fermenta su semen en algún rincón de su cuarto o en algún escondite mal elegido, al entrar, se te revuelve el estómago y tienes que luchar por contener el vómito.

Por otro lado, mis padres estaban sentados uno al lado del otro en el sillón, con una pequeña distancia de tal vez diez o quince centímetros entre ellos. Cualquiera podría decir que esa era una pareja afortunada; llevaban diecinueve años casados y aún se toleraban el uno al otro, se besaban sin sentir náuseas, compartían momentos juntos, se hablaban sin hostilidad y se miraban sin odiarse. Claro que han tenido sus peleas y desacuerdos como toda pareja, incluso algunas veces parecía que no podrían reconciliarse y que acabarían separándose, entre surgiría el dilema de con quién nos quedaríamos nosotros.

Cada vez que ellos tenían una fuerte pelea, en la que papá se iba de la casa -tal vez para no seguir discutiendo, poder pensar mejor las cosas, dejar que su enojo se enfríe y así no hacer o decir algo de lo cual podría arrepentirse-, mamá se quedaba llorando sola en la sala, donde la escuchábamos en la madrugada desde nuestros cuartos, de alguna manera, cuando yo me iba para el cuarto de Ryan porque tenía miedo o me angustiaba, o incluso él iba para el mío a hacerme compañía, en algún momento nos hacíamos esa pregunta que tanto odiábamos:

"¿Qué vamos a hacer si se separan?"

Con un matrimonio de tantos años nos acabamos preparando mentalmente en que, en cualquier momento, ellos podrían separarse por aburrirse uno del otro, por alguna infidelidad o simplemente por cansancio, entonces con cada fuerte pelea que se desata entre ellos, mi hermano y yo siempre estamos preparados para lo peor.

Pero esa noche, sin embargo, estaban bien -como casi todas las veces-, se veían verdaderamente felices y eso también nos calmaba a nosotros.

Ya para la segunda película, como a la mitad más o menos de la misma, tanto líquido hizo su efecto.

-Ya vengo -anuncié, me incorporé adolorida ya que estar tanto en la misma posición me había acalambrado y una vez completamente repuesta me dirigí al baño.

Al salir de la sala hay un pequeño pasillo. Al final de este das la vuelta a la izquierda, donde hay tres puertas. Una de ellas, a mano derecha, era el cuarto de invitados, preparado para cualquier visita que pudiera llegar, a mano izquierda está la cocina y al fondo está el baño.

Mientras estaba sentada en el baño, saqué mi celular y revisé si tenía mensajes nuevos.

Nada.

Esperaba mensajes de cierta persona en particular, pero al no recibirlos apagué el celular y me lo guardé, algo decepcionada.

Ya saliendo del baño, mientras iba regresando, logré escuchar un sonido leve proveniente del cuarto de invitados. La puerta estaba cerrada y al escuchar ese sonido me detuve frente a la habitación, agudizando el oído para poder escuchar bien dado que el sonido de la película de fondo dificultaba un poco la audición de un sonido leve como ese.

Sin embargo no se repitió y decidí ignorarlo, pero al dar sólo tres pasos más el sonido volvió, esta vez un poco más fuerte. Eso me hizo detenerme y regresarme frente a la puerta.

Abrí la puerta y prendí la luz. Lo primero que vi fue la ventana abierta, de la cual una notoria brisa entraba de ella. Inspeccioné la habitación la mirada en lo que me acercaba a la ventana para cerrarla. No había nada fuera de lugar, así que, al llegar al origen de la ventisca, cerré y tranqué la ventana para que no se abriera y salí de la habitación para volver a la película.

Si tan sólo hubiera prestado más atención...

La hora más oscura [√]Where stories live. Discover now