Capítulo 37

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Creo que puedes determinar el momento exacto en que tu vida se desmorona, en que los pedazos caen sobre ti como una lluvia incontenible.

Algunos creen que ese momento no puede ser fijado con exactitud, ya que es un proceso. Eso creen.

Yo discrepo de todos ellos.

El proceso del que hablan en realidad es de la formación de las grietas en tu vida, las cuales van apareciendo junto con los problemas, una a una.

Pero entonces, ocurre cierto hecho que hace que las grietas se abran y tu vida caiga en millones de pedazos sobre ti.

Ese es el momento exacto.

Sabes exactamente cuándo es que pasa.

No sé muy bien cómo explicarlo, pero de alguna forma, mientras estás parado o sentado o lo que sea en donde estés, puedes ver o visualizar tu propia alma cayendo al piso en pedazos, mientras que tu cuerpo sigue inmóvil.

Ese es el momento clave.

Ese era el momento en el que estaba en ese preciso instante.

Mi alma estaba frente a mis pies, tendida en el suelo.

Podía verla, podía sentirla, sosteniéndose de mis tobillos con la poca fuerza que le quedaba para no desprenderse del todo de mí.

Y en vez de ayudarla, solo me quedé allí, observando su agonía y decadencia.

Nada más importaba a mi alrededor.

Nada pasaba.

Era yo con mi alma moribunda en una lenta y dolorosa despedida.

En algún momento dado pude levantar levemente la mirada para ver a Marx siendo llevado a uno de los sofás para que se sentara y descansara.

Estaba herido y agitado.

¿Por qué no había sido él el que no hubiera llegado?

—¿¡Qué pasó!? ¿Dónde está Richard? —preguntaba mamá angustiada, alterada y preocupada.

Entonces Marx comenzó a narrar lo que había sucedido, desde el inicio.

Ellos habían marchado sin ningún problema hacia el almacén más cercano. Les había llevado unos diez minutos aproximadamente llegar. Tal vez quince a lo mucho.

Obviamente las puertas estaban cerradas, así que papá tomó una piedra de un generoso tamaño que había cerca de allí, dio unos pasos hacia atrás para tomar impulso y luego la aventó contra la ventana, la cual estalló instantáneamente en muchos pedazos.

—Eso servirá —comentó en broma Marx y luego, junto con papá, se dirigieron hacia la ventana.

Con precaución se introdujeron en el interior del almacén esquivando los trozos de vidrio para no cortarse y luego Marx tomó uno de los carritos que habían cerca.

—¿De compras? —preguntó papá.

—Es para poder cargar con todo más rápido —explicó Marx.

—¿No es más sencillo meterlo en los bolsos? —cuestionó papá.

—En nuestros dos bolsos no entrará mucho, tenemos que cargar lo que quepa en este carrito para poder equipar todos los bolsos y todas las mochilas. No quiero pasar por esto una vez más —dijo.

—No lo había pensado —confesó él—. Está bien. Hagamos eso.

Primero fueron al pasillo de galletas.

—Las galletas serán nuestra base alimenticia, así que tenemos que llevar bastantes de ellas —dijo papá.

—¿Qué te parecen seis paquetes de tres filas?

La hora más oscura [√]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora