Capítulo 28

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La mañana siguiente a ese día, cuando por fin pudimos abrir puertas y ventanas, fue sin duda de las mañanas más incómodas que hubiese pasado.

De hecho, esa mañana estaba dentro de mi lista de las diez peores mañanas que había tenido, según recordaba.

Estaba en el puesto número ocho aproximadamente.

Nadie se atrevía a decir nada sobre lo que había pasado el día anterior, como si en verdad no hubiese pasado.

Pero las miradas cómplices que de vez en cuando se dirigían unos a otros delataban la verdad que tanto se intentaba evadir.

Era agotador.

Era agobiante.

Y asfixiante.

Sin preguntarle a nadie ni avisar, tomé un saco y me dirigí hacia la puerta principal cuando la voz de mamá me detuvo.

—Rox —me volteé para verla cuando ya tenía el pestillo en la mano—, ¿qué haces?

—Voy a salir a pasear y tomar aire fresco. Si voy a pasar encerrada —levanté la voz para que papá pudiera escucharme— toda mi vida, al menos saldré al mundo exterior una vez que puedo.

Y me marché de ahí antes de que pudiera siquiera pensar en responder algo.

Miré a mi alrededor verificando que no estuviesen aún alguna de esas criaturas cuando escuché que la puerta se abría detrás de mí.

Estaba preparada para escuchar un sermón de papá o mamá cuando un ladrido me desconcertó.

Me giré sobre mi eje y pude ver a Luka saliendo junto con Yarilth, quien llevaba la correa de Freddy.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

—¿Acaso no es obvio? Vamos a tomar aire. Freddy quiere estirar un poco las patas —me sonrió con gracia y me guineó un ojo.

Al entenderlo no pude suprimir una sonrisa de ternura y a la vez gracia en mi rostro, así que simplemente lo acepté.

Era grato poder salir al mundo real como quien dice. Una vez que estás tanto entre cuatro paredes, el aire comienza a hacerse cada vez más y más pesado hasta que llega un momento en el que parece que estás moviéndote en agua, y no puedes respirar.

Y tienes que salir a la superficie, porque sino, te asfixias.

Porque sino, enloqueces y mueres.

Morir enloquecido sin duda no parecía una idea grata.

Si iba a morir —y lo iba a hacer, porque después de todo todos vamos a morir—, lo haría disfrutando plenamente del sol, saboreando el aire que entraba y salía de mis pulmones.

Freddy parecía muy animado. Vaya que lo entendía.

Yarilth corría con él por la calle metros más adelante, riendo a carcajadas sonoras.

Escuchar reír tan abiertamente a un niño en momentos como ese, sin duda era refrescante.

—¡¡No te alejes mucho, Yari!! —le gritó Luka.

—¿Alguna vez te pasó que saliendo a pasear con ella se te haya extraviado? —indagué con curiosidad.

—¿Quieres averiguar si fui negligente como hermano? ¿Vas a denunciarme por negligencia infantil? —dramatizó.

—¿Cómo lo supiste? ¡Estaba segura de que el micrófono no se veía! —jugué tapando una parte de mi saco.

—De hecho, nunca llegué a extraviarla. ¡Y pobre de mí que lo hiciera! Mis padres me hubiesen castigado por meses —él rió al pensar en eso.

—Ryan una vez me perdió a mí —comenté mientras miraba a Yarilth. Pude ver por la visión periférica que Luka dirigió su atención a mí—. Fue cuando yo tenía ocho o nueve. No recuerdo exactamente. Él me había llevado a un parque de diversiones, aunque en realidad esa fue una excusa que le puso a mis padres para poder ver a una de sus conquistas. Él me había dado unos boletos y me dijo que jugara en el carrusel en lo que se ponía a coquetear con esa chica. Estaba tan comprometido en su trabajo que no notó que yo me fui a otro juego porque el carrusel me había aburrido.

—Debió ser una locura —comentó Luka con gracia.

—Para él sí que lo fue. Cuando se dio cuenta que no estaba en el carrusel comenzó a correr por el parque gritando mi nombre a todo pulmón. Hasta les había dicho a los guardias que me había perdido. Me pregunto qué respondió él cuando le preguntaron cómo me perdí. De seguro habrá inventado alguna buena excusa, lo hacía muy bien. En fin, lo vi cuando estaba en ese juego de la rueda gigante, que tiene sillas, ¿viste? Él seguía gritando mi nombre, así que yo lo llamé desde la altura.

—¿Y qué pasó entonces?

—Le dio un ataque —me reí—. Resulta que yo no traía abrochado el cinturón de seguridad porque quería sentir la adrenalina. Y la silla en la que yo estaba se balanceaba y balanceaba. Cuando por fin mi asiento llegó al suelo él estaba tan histérico que pensé que le daría un infarto.

—¿Estabas sin cinturón? —repitió él, asombrado.

—Sí —asentí con la cabeza—. Me sentí tan mal por él, por cómo quedó cuando me vio bajar, que decidí no decirles nada a mis padres. Básicamente le salvé la vida. Si ellos hubieran sabido que me había perdido por una chica, y que estuve sin cinturón y sin supervisión en un juego peligroso como ese, lo hubieran castigado por al menos seis meses. Hubiera sido una verdadera tragedia no poder ver a ninguna chica por seis meses. No podía estar sin ver una ni una semana.

—Debió ser tranquilizador para él que no hubieras dicho nada.

—Sí, imagino que sí. Él era un patán, de lo más desgraciado que pudieras encontrar nunca. Escucharlo hablar sólo cinco palabras te hacía querer darle un buen golpe en medio de la cara. Sin embargo, nunca podía enojarme verdaderamente con él, no después de ver lo desesperado que estaba porque no me pasara nada.

—Creo que eso es lo que importa a fin de cuentas, ¿no lo crees?

—¿Mmm?

—Todos tenemos nuestros defectos, cosas completamente irritantes y desesperantes —me dirigió una mirada acusatoria con una sonrisa de lado y yo levanté la mano asumiendo la culpa—, pero mientras uno sepa que puede contar con esa persona, que de verdad se preocupa por uno y que dicha persona haría lo que fuera por verte a salvo, los defectos se vuelven casi insignificantes.

—Casi —repetí.

—Casi.

—Papá no acepta ir al refugio por mi culpa —confesé de pronto.

—¿Qué? —no entendió a qué venía eso, pero igualmente le sorprendió oírlo.

—Los escuché hablar ayer a él y a mamá. Él decía que no quería perder a la única hija que le quedaba.

—Vaya... —estaba sorprendido.

—Y yo pensaba que tal vez..., si él no tuviese que preocuparse por mí entonces...

—Hey, no pienses cosas innecesarias. Tú ya no eres una niña pequeña de la cual él tenga que hacerse cargo las veinticuatro horas. Eres lo suficientemente grande para cuidarte sola. Tu seguridad no depende de tu padre, sino de ti misma, y si él no lo puede ver, entonces es su problema y algo que él tiene que corregir, no algo que tengas que corregir tú. ¿Ok?

Asentí cautelosamente con la cabeza.

—Perdón, no pude escucharte bien —acercó su oreja en forma de broma.

—Sí, sí, ok —lo dije en voz alta al empujarlo un poco.

—Bien. No te preocupes por cosas innecesarias.

¿De verdad era tan innecesario como me quería hacer creer?

La hora más oscura [√]Where stories live. Discover now