Capítulo 7

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—¡Esto es una jodida mierda, tenemos que salir de aquí ahora! —gritó papá saltando bruscamente de la silla al ver aquello que todos igualmente habíamos visto.

—No puedo dejarlos salir, tengo órdenes específicas de que—

—¡Al diablo las órdenes! ¡A esa mujer la mataron estando dentro de su habitación!

—Tal vez tenía la puerta abierta...

—¡Estando encerrados aquí lo único que va a hacer es mantenernos expuestos al peligro!

—Me temo que debo insistir, ustedes no pueden salir—

La enfermera entonces cayó en seco al suelo, inconsciente.

¿O estaba muerta?

Había un poco de sangre bajo ella.

Esperaba que no estuviese muerta, pero ni siquiera tenía el valor o el estómago necesario para acercarme a ella y averiguarlo.

Tomar su pulso. Sentir su fría piel sobre la mía, que conservaba cierta temperatura.

No podía.

—¡Ryan! ¿¡Qué mierda hiciste!? —me levanté sorprendida y algo asustada.

Él traía en sus manos un trípode que iba con una intravenosa que estaba conectada en el cuerpo de mamá. Parecía suero. Seguramente habría cierta medicación en él.

—No nos iba a dejar ir. Estoy de acuerdo con papá, quedarnos acá no nos va a ayudar en absolutamente nada.

—Pero ni siquiera sabemos qué son esas cosas —esta vez habló mamá.

—¡¿Quieres saber qué son?! ¡Te lo diré! —papá estaba eufórico—. ¡Son criaturas caníbales aparentemente diabólicas que comen y matan personas y que pueden aparecerse por ese puto rincón justo ahora! —gritó alterado señalando uno de los rincones, el que estaba más cerca de nosotros.

Justo el que estaba detrás de mí.

No pude evitar voltearme. Me sentía incómoda pensando que en cualquier segundo una de esas cosas podría saltar a mi yugular y...

—Papá tiene razón, tenemos que irnos. Ven mamá —me acerqué a mamá y la ayudé a levantarse como podía, envolviéndola con una sábana para que no pasara frío—. ¿Estará bien? —pregunté refiriéndome a la enfermera.

Caminé hacia la puerta de la habitación lentamente por el peso del cuerpo de mamá y esquivé el cuerpo de la enfermera, el cual se mantenía completamente inmóvil.

—Estará bien. Tranquila —me dijo papá.

Ryan tomó del bolsillo de su bata las llaves y con manos temblorosas —no por el miedo, sino por la ansiedad— abrió la puerta.

Nuestra primera impresión —al menos la mía— fue:

"Mierda. Estamos jodidos."

No era por ser pesimista, sino por ser realista. Habían varios cuerpos de enfermeras, algunos doctores y posibles pacientes tirados por todo el pasillo, dispersos por donde miráramos, como si fuese un río de cadáveres.

Aunque ciertamente no todos estaban muertos, se veía algunos que aparentemente convulsionaban, moviéndose con lo último que les quedaba de vida. En general prácticamente todos cumplían casi las mismas características que la mujer que habíamos visto en la tele; con pedazos de piel faltantes, algunos inundados en sangre, sin ojos, otros ni siquiera tenían dientes o dedos.

Unas fuertes arcadas me atacaron, así que tuve que cubrirme la boca para no vomitar en medio de todo eso. Desvié un momento la mirada, aunque en realidad no había lugar en el que no se viera un cuerpo, excepto, claro, las paredes.

La hora más oscura [√]Where stories live. Discover now