Capítulo 33

266 41 1
                                    

Algunos —quienes nos vieran desde su cómoda realidad—, pensarían que nosotros éramos desertores, nómadas, gitanos o algo parecido, cargando con bolsos, mochilas y hasta algunas valijas hacia lo que parecía ser ningún sentido.

Véanlo desde nuestro punto de vista por un minuto y luego díganme si siguen pensando lo mismo.

No pudiendo guiarnos por nuestros celulares, noticias, el radio o cualquier otra cosa, no estaba muy segura de cuánto tiempo exactamente había pasado.

Solo nos podíamos guiar en base a las salidas y puestas de sol, y ciertamente era difícil recordarlas a todas.

Sin embargo, si no me equivoco, habían pasado aproximadamente tres semanas o tres semanas y media en la que estuvimos vagando por las fantasmales calles vacías.

Cada día era exactamente lo mismo; caminar, caminar, escondernos, dormir, y repetir.

Caminar, caminar, escondernos, dormir, y repetir.

Caminar, caminar..., escondernos..., dormir...

Al diablo.

Llegaba un momento en el que el cerebro se atrofiaba de tanta estúpida rutina.

Algunas veces hasta pensaba que hacíamos todo por costumbre, por inercia, pero no precisamente estábamos pensando en lo que estábamos haciendo como tal.

Solo...

Caminar...

Caminar...

Seguir caminando...

E intentar vivir para el siguiente día.

Sin embargo, ese día lo recuerdo con bastante claridad.

Porque después de tanta rutina, tuve algo de inmensa felicidad, esa felicidad que difícilmente puedes sentir.

Estaba por llegar la hora oscura, así que estábamos buscando una casa en la que pudiéramos pasar el resto del día hasta la mañana.

—Lo siento, necesito descansar un minuto —dijo Annie sosteniéndose el imponente vientre.

Parecía estar adolorida.

—¿Tienes contracciones? —preguntó Eva. Mamá las observó.

Annie asintió con la cabeza.

—Está bien, ven —se acercó a Annie y la ayudó a sentarse en un banco que había a algunos metros de nosotros.

—Esto nos retrasa demasiado —comentó Marx de mala gana, algo irritado.

—No será por mucho tiempo. Solo son unos minutos —le respondió mamá.

—¿Y qué crees que pasará cuando de a luz? ¿Cuánto tiempo estaremos parados tal vez en medio de la nada mientras ella está en trabajo de parto? ¿Y si pasa justo en la hora oscura, y no tenemos tiempo de llegar a un lugar en el que podamos ocultarnos? ¿Qué crees que pase?

—No es necesario pensar en eso justo ahora. Aún tenemos tiempo.

—¿Sí? ¿Qué tanto tiempo? Porque no parece estar lejos de dar a luz.

—Bueno, ella ya tiene aproximadamente... ocho meses.

—Ocho meses —repitió él—. Supongamos entonces que tenemos un mes si nace en tiempo, pero ¿y si no lo hace? Podría nacer la semana que viene. Podría nacer en dos días.

—Si eso pasa, nos la arreglaremos.

—¿Sí? Quiero ver cómo lo haremos —luego de decir eso se fue junto con Raymond un poco lejos.

La hora más oscura [√]Where stories live. Discover now