Capítulo 47

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—¡¡Rápido, métanse ahí!! —nos gritó mamá señalando una cantina.

La puerta de esta se cerraba y abría al compás del viento, golpeando constantemente.

Todos corrimos hacia esa puerta sin pensarlo dos veces siquiera. Primero entró Eva, luego los niños, después mamá, Luka, yo, y al final Marx.

Tan rápido como pudimos, movimos todas las mesas hasta la puerta para trancarla por dentro, ya que la tranca de la puerta estaba rota.

Después hicimos lo mismo con las ventanas. Inclusive arrastramos las heladeras contra ellas, para que no nos vieran ni la luz entrara por ellas.

Luego de casi diez minutos, habíamos cubierto aparentemente todos los recovecos por donde esas cosas podrían descubrirnos.

—Creo que ya es todo —dije algo agitada.

—Eso parece, sí —asintió mamá.

—Bien, cuando salga el sol vamos a ir allá, hasta entonces, nos quedaremos aquí —anunció de manera oficial Marx y luego dejó caer su espalda contra una de las paredes, para después deslizarse por ella hasta que sus piernas tocaron el frío suelo de madera—. Me hubiera sido de utilidad tomar un trago —comentó con cierto deje de broma.

—¿Creen que aún haya alguna bebida? —pregunté con curiosidad y me dirigí a lo que vendría ser el mostrador.

Revisé los cajones y estantes que habían en la parte inferior.

—¡Bingo! —exclamé.

—¿Encontraste algo? —preguntó Marx ansioso estirándose desde el piso.

—Licor de huevo —me incorporé con la botella en mano, alzándola para que la viera.

—Trae eso —me extendió sus manos y yo le llevé la botella.

—No olvides que tenemos que despertarnos temprano —le avisó mamá.

—No te preocupes. Aún es temprano. Para mañana estaré más que sobrio —abrió la dichosa botella y bebió el primer trago—. Está a temperatura natural. Estaría mejor frío, pero lo voy a aceptar.

—No parece que te moleste mucho el hecho de que esté al natural —me burlé.

—¡Mira si voy a andar desperdiciándola solo porque no está a la temperatura justa! No soy tan quisquilloso —se defendió y siguió bebiendo.

—Espero que no tengamos que parar cada diez minutos en el camino porque a ti se te revuelva el estómago y te den ganas de vomitar —le advirtió mamá, y Marx le levantó el dedo pulgar en referencia mientras seguía tomando.

Lo bebía de tal manera que parecía agua.

—Míralo —me dijo Luka—, quien lo viera de fuera pensaría que estuvo sin agua durante una semana entera.

—Es cierto —asentí con la cabeza mientras me reía ante su comentario.

—¿Cómo estás tú?

—¿Mmm? —no entendía a qué se debía su pregunta.

—Ya estamos muy cerca del refugio.

—¡Aah, sí! —dije. Estaba bastante distraída.

—Creí que teniendo en cuenta que mañana sería el día, estarías muy nerviosa.

—De hecho lo estoy —comenté.

—Pues lo manejas muy bien. Ni siquiera se nota.

—Pienso... en cómo reaccionarían Ryan y papá si estuvieran aquí con nosotros. Si vieran que por fin estamos cerca del refugio y que ya se acercan los créditos finales de la película, como quien dice.

La hora más oscura [√]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora