Capítulo 44

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Oregón se abría frente a nosotros de forma imponente, haciéndonos sentir completamente pequeños e insignificantes.

Aún se veía lejos, pero a diferencia de antes, se veía.

Nuestro destino finalmente se veía.

Aunque ahora el problema sería encontrar el refugio, ya que Oregón no era precisamente pequeña.

Pero si habíamos logrado llegar hasta allí, de seguro podríamos encontrarlo.

Eso era lo que pensaba sin lugar a dudas.

Estaba convencida de eso.

Lo estaba, hasta que...

—¡Tranquila, Annie, tranquila! —le dijo mamá acercándose a ella rápidamente para auxiliarla. Eva también se sumó.

—¡¡No podemos quedarnos aquí, estamos completamente expuestos!! —se opuso Marx.

—Pues ya se le rompió la fuente, así que es un hecho que va a dar a luz antes de llegar a la ciudad y poder refugiarnos —respondió Eva.

Yo miré para todas partes nerviosa. No iba a perder nuestra oportunidad de sobrevivir, no estando tan cerca.

No después de todo lo que pasamos, sufrimos y luchamos por llegar hasta donde estábamos.

—¡¡Podemos meternos en esa gasolinera!! —grité yo señalando una que estaba algo cerca de nosotros.

Todos siguieron mi dedo hasta dar con ella.

—¿Crees que puedes llegar hasta ahí? —le preguntó mamá a Annie, quien sufría notablemente las contracciones.

Ella asintió con la cabeza mientras apretaba su quijada.

—Ok, hay que hacerlo —accedió Eva.

Ambas pasaron un brazo de Annie por sobre sus hombros para poder ayudarla a caminar.

Fue una caminata mucho más larga de lo que parecía ser a simple vista.

Tal vez porque avanzábamos un metro por cada minuto aproximadamente.

Me estresaba la lentitud con la que caminaban, pero sabía bien que no podía pedir, exigir ni mucho menos esperar más que eso, después de todo, estaba en pleno trabajo de parto.

El problema principal era...

Miré al cielo. El sol estaba demasiado bajo.

Al no tener celulares, relojes ni nada que pudiera proporcionarnos una hora, tuvimos que aprender a la mala a distinguir en qué horario nos encontrábamos calculando la posición del sol, como se hacía antiguamente, y si no me equivocaba, ya eran aproximadamente las cuatro de la tarde.

Poco más, poco menos.

Le pedía a Dios que fuese poco menos, aunque en realidad no importaba, porque tomando el tiempo de trabajo de parto, más el tiempo que Annie demore en recuperarse para poder avanzar, ya va a ser más que hora de que lleguen esas criaturas.

Maldecía por dentro que justo cuando nuestro destino estaba tan cerca, tuvimos que tener ese imprevisto.

Aunque bueno, Eva ya lo había dicho.

Teníamos que prepararnos para eso, porque pasaría. Era un hecho.

Efectivamente, pasaría.

—¡Abran la puerta! —gritó mamá cuando estaban ya algo cerca.

Intenté abrirla, pero estaba cerrada.

—¡¡No abre!! —le dije.

—¡Al diablo! —Luka se estiró la manga de su camisa para cubrir su puño, le dio una piña a la pequeña ventana de la puerta y luego metió su brazo por ella—. No llego al picaporte.

La hora más oscura [√]Where stories live. Discover now