Capítulo 11

571 80 15
                                    

No siempre fui una chica de palabra, de hecho, tenía muchas promesas atoradas en mi garganta, promesas que se encadenaban con pesas a mis pies y me dificultaban seguir avanzando en mi día a día.

Esa vez, sin embargo, quise hacerlo diferente a como lo hacía casi todas las veces que lanzaba promesas al viento como si no valieran ni pesaran absolutamente nada.

Cuando mamá se había quedado dormida a eso de las 13:30 pm aproximadamente, aprovechamos con Luka para salir a buscar a su familia. Después de todo, teníamos bastante tiempo libre antes de que se dieran las 17:00 pm y tuviéramos que ocultarnos de esos monstruos.

Según Luka, la casa de él estaba a aproximadamente treinta minutos, a unas diecisiete calles al oeste aproximadamente. Si nos apresurábamos, incluso volveríamos a tiempo a casa, era un plan perfecto.

Eso fue lo que creímos.

Eso parecía.

En el transcurso del tiempo y del camino, cada vez nos deprimíamos más —o por lo menos yo— al ver las muertes abriéndose paso a diestra y siniestra por casi todas partes.

Pero lo peor de todo, es que mientras avanzábamos nos encontrábamos con personas que salían a la calle —justo como nosotros lo hacíamos— a hacer no sé qué. Tal vez, como nosotros, estaban buscando a alguien en particular, algún ser querido que se les haya perdido en la masacre.

Tal vez, por otra parte, estaban intentando rehacer sus vidas con la ilusa esperanza de que después de hoy todo volvería a ser como antes, que ya habíamos llegado al fondo y ahora sólo nos quedaba progresar y salir adelante, pero no estábamos en el fondo.

Ni siquiera estábamos cerca del fondo. Esto recién había comenzado.

Pero el ser humano es un ser inútilmente esperanzado, que aún con toda la partida en su contra, apuesta todo lo que tiene con fe de que la suerte se girará a su lado y ganará, o que algún acto divino lo ayudaría a sobrepasar las adversidades.

Pero aquí no había ni suerte ni una entidad divina de por medio, aquí sólo estábamos nosotros enfrentándonos cara a cara con la muerte.

Y aunque éramos tres millones a uno, el final del juego ya estaba predicho.

Aún así nosotros luchamos. Siempre luchamos. Porque así somos los seres humanos, obstinados. No aceptamos que vamos a perder hasta que ya hemos perdido.

Llegamos a la casa, y teníamos que aceptar que por fuera se veía bastante bien considerando el desastre que había del portón de la casa hacia afuera, incluso llegué a mirar a la casa y luego el camino por donde veníamos. Se veía como un espejo, completamente opuesto.

Al principio Luka no quería entrar. Más bien no se animaba a entrar. Tanta convicción al inicio de que quería encontrar a su familia, sólo para detenerse al final porque cayó en la realidad de que podrían estar muertos dentro de esos muros, y seguramente, no estaba preparado para afrontar esa imagen, esa nueva realidad.

Su nueva realidad.

—Hey —puse mi mano en su brazo y lo acaricié—, tranquilo.

Él observó mi mano unos segundos y luego a mí, hasta que finalmente asintió con la cabeza, tomó aire y se encaminó a las puertas de la casa.

Mientras caminaba, podía ver que buscaba algo —o a alguien—, pues estaba cada varios segundos mirando a los costados, como si esperara que alguien o algo llegara.

Él notó mi curiosidad. —Freddy no está —dijo él.

—¿Freddy?

—Mi perro —me explicó.

—Oh...

Finalmente llegó hasta la puerta y se detuvo.

—¿Y si ellos están muertos? Si Freddy murió, también pudieron haber muerto ellos.

—¡Oye! ¡Oye, oye, oye! —me acerqué a él para hacer que entrara en razón—. En primer lugar, que Freddy no esté no significa que haya muerto, pudo haberse escapado o quizá llevado a otro lugar si es que tu padre y tu hermanita así lo decidieron. En segundo lugar, si Freddy llegase a estar muerto, eso no implicaría que tu padre y tu hermana también lo estén. Y, en tercer lugar, si llegan a estar muertos, podrás superarlo. Nos tienes a nosotros. Podemos ayudarte. Seremos tu familia si así lo decides.

Vi en su garganta que tragó saliva al asentir y tomó el picaporte entre sus dedos. Pude notar que hacía mucha presión en él pues sus manos se estaban tornando blancas. Quería decir algo. Quería decir algunas palabras que pudieran ayudarlo en un momento como ese, pero simplemente no se me ocurría nada.

¿Qué podías decirle a alguien que potencialmente estaba a punto de ver a toda su familia muerta?

Más que un "estarás bien" o un "podrás superarlo", incluso un "vas a salir adelante". No podías decir más que eso, porque simplemente no habían palabras que pudieran reconfortar a una persona en una situación como en la que estaba Luka.

Giró con lentitud el picaporte esperando que la puerta se rehusara a abrirse, pero para la sorpresa de ambos, no estaba trancada.

Él me miró con asombro y yo le respondí con un asentimiento, a lo que él juntó puertas y muy sigilosamente abrió la puerta para no hacer ningún ruido que pudiera ponernos en peligro.

Era preocupantemente increíble lo diferentes que estaban el interior con el exterior de la casa. Pude sentir que por un momento Luka se paralizó y no pudo moverse ni un solo milímetro.

Toda la casa era un desastre, casi como el hospital cuando lo habíamos dejado. Los muebles estaban tirados por todas partes, habían cosas rotas, vidrios en el suelo, comida desparramada por algunos lugares.

Había sangre.

Habían manchas de sangre. Habían rastros de sangre, como si una persona que estuviera desangrándose se hubiese estado arrastrando por el suelo.

Y habían huellas.

De esas criaturas.

Luka pareció entrar en una especie de crisis, pues al ver todo eso empezó a correr por cada habitación llamando a su padre y a su hermana. Mientras, yo sólo podía atravesar lentamente ese desastre, viendo cómo todo había sido destruido en lo que fue sólo un día.

Menos de veinticuatro horas.

Menos de veinticuatro horas son las que se necesitan para que todo tu mundo se derrumbe sobre ti, y tú, seas preso de los escombros.

Menos de veinticuatro horas.

Mientras caminaba, de pronto, pude ver algo curioso asomándose por la hendija de una puerta que daba a un armario, aparentemente.

Me dio curiosidad, así que sólo me acerqué con cuidado de no pisar y romper algo —romperlo más de lo que ya estaba— mientras que estiraba lentamente mi brazo hacia el borde de la puerta, para así abrirla y entonces encontrar...

—¡Mierda! —grité de pronto y tapé mi boca con una mano mientras que con la otra sostenía mi estómago, pero era inevitable.

Di vuelta mi cabeza hacia otra parte y me incliné rápidamente para vomitar.

Un cuerpo se pudría allí dentro, con su torso casi completamente separado de su cadera, con todo el intestino por fuera llamando moscas y otros insectos. Su garganta estaba ensangrentada con un pedazo de piel faltante. Su boca estaba abierta en una expresión de horror. Le faltaba la lengua.

La hora más oscura [√]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora