Capítulo 4

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—Los doctores dijeron que estaba bastante grave, incluso van a tener que operarla en dos horas —me contó el muchacho viendo a la mujer postrada.

—En verdad lo lamento —me disculpé, porque ni siquiera sabía qué decir; todas las palabras que había formulado en mi cabeza se habían esfumado de un segundo al otro.

—Sí. Bueno, yo también —respondió el chico de manera fría y distante.

—¿Puedo...? —Señalé a la mujer en la cama. Él asintió con cautela.

Caminé lentamente hacia la mujer y me senté en una silla que había cerca.

—Lo siento, señora, en verdad lo siento mucho —susurré con la esperanza de que pudiera escucharme y quizá, responderme.

Podría decirme que no me preocupara, que estaba bien, que no era mi culpa ni la de mi madre.

O podría maldecirme a mí y a mi familia, cargando sobre mis hombros o en los de mi madre toda la culpa de lo sucedido.

Podría insultarme y echarme a patadas y gritos de su habitación.

Podría responder de tantas maneras, y estaría perfectamente justificada en cada una de ellas.

—¿Y ella es tu madre?

—Sí... —respondió cautelosamente sin sacarle la vista de encima.

—Ibas con ella, ¿no?

Él me miró sólo un segundo y volvió a ver a su madre, asintiendo con la cabeza.

—Yo llevaba puesto el cinturón, pero ella... —su voz se quebró, así que aclaró la garganta y siguió—. Se olvidaba muchas veces de ponerse el cinturón, así que yo siempre que lo notaba le hacía acuerdo para que se lo pusiera, y justo hoy que no me di cuenta pasa esto.

—Hey, no es tu culpa —intenté consolarlo, pero él negó con la cabeza.

—Yo estaba demasiado emocionado como para parar sólo cinco segundos y verificar que se hubiese abrochado el cinturón. Si hubiese sido más atento, ella... —pude ver una lágrima escaparse de sus ojos— Yo también tengo la culpa de que ella esté aquí ahora, así. Que no saben si mañana va a vivir, morir o siquiera si va a despertar.

No sabía qué decir, así que sólo pude quedarme callada y escucharlo atentamente.

—La otra persona...

—Mi madre.

—¿Ella está bien?

Asentí con la cabeza, aunque era consciente de que él no me estaba observando. —Dijeron que sus heridas no eran graves, lo peor de todo fue una fractura en un brazo, pero esperan a que tenga una rápida recuperación.

—Me alegro por ti y por ella entonces —pudo decir, aunque se notó en su voz que forzaba sus palabras por estar obligado moralmente a estar feliz por la felicidad de los demás.

Qué estupidez tan grande.

—Luka... —habló la señora en la cama con una voz muy débil, como si se estuviera forzando a sí misma por sobre sus límites.

—Mamá. Mamá —repitió inclinándose hacia ella, tan sorprendido como preocupado.

—Están aquí... Están aquí... —murmuraba asustada— Prende todas las luces, Luka —le pidió. Se veía nerviosa.

—¿De qué estás hablando, mamá? —Luka estaba perplejo—. ¡Llama a alguna enfermera! —esta vez se dirigió a mí.

—Sí, sí —salté de la silla y corrí hacia el pasillo buscando a alguna enfermera, hasta que me encontré a una.

—¡La señora en ese cuarto despertó! —le expliqué señalando la puerta de la habitación 118—. Se ve alterada, no sé qué le sucede.

La enfermera corrió hacia la habitación y se introdujo a ella. No pude volver a acercarme en ningún momento. Habrían pasado tal vez tres minutos cuando otras enfermeras llegaron y entraron a la misma habitación.

Luego de la llegada de las nuevas enfermeras, otros cinco o seis minutos después me encontró papá.

—Vamos, Rox, tenemos que ir a casa —puso su mano sobre mi hombro y me empujó levemente de él para que me fuera a su lado, aunque en el trayecto no pude dejar de ver la puerta de aquella habitación.

Me preguntaba cómo estaría la señora.

Y cómo estaría Luka.

El camino de regreso a casa fue ciertamente tenso e incómodo. Papá iba manejando y Ryan y yo estábamos sentados en la parte de atrás. Nadie decía una sola palabra, y papá se veía muy nervioso. Giraba la cabeza a ambos lados de todas las calles que cruzaba unas tres veces, y, cada pocos minutos miraba por el espejo retrovisor para evitar cualquier accidente. Sin duda estaba paranoico, y cómo no estarlo.

En el camino, Ryan y yo nos dedicábamos miradas cómplices con mensajes ocultos que sólo nosotros podíamos entender, y nuestro único consuelo ante esa situación éramos nosotros mismos. Él me tomó una mano y la sostuvo con sus dos manos haciendo un poco de presión, como si dijera "podremos superar esto, como tantas cosas que superamos", y tal vez tenía razón.

O tal vez no.

Al llegar a casa, papá fue el primero en bajarse del auto y entrar a la casa, seguido por nosotros, quienes íbamos caminando lento para estar a una prudente distancia de él.

Era claro que estaba sufriendo y que necesitaba ayuda y nuestro apoyo, pero cuando uno sufre, normalmente, hace sufrir a los demás, y nosotros no queríamos ser víctimas de su dolor. Ya éramos víctimas de nuestro propio dolor.

Papá se fue a su habitación y Ryan y yo nos fuimos a la suya. Mientras él limpiaba su desastre, yo lo acompañaba acurrucada perfectamente sobre su silla con ruedas, mientras hacía presión con mis piernas para un lado y para el otro, girando en mi propio eje.

—¿Crees que papá estará bien? —le pregunté, aunque también me lo preguntaba a mí misma.

—Sí, lo estará, sólo tiene que superarlo —afirmó él completamente seguro. O quizá, sólo quería transmitirme confianza.

—Pero se veía muy mal...

—¿Cómo esperabas que se viera, Rox? Su pareja de hace diecinueve años está hospitalizada por un accidente.

—Pero dijeron que se pondría bien, que se recuperaría.

—No es el punto cómo va a estar o dejar de estar, el punto es que el amor de su vida está en una cama de hospital en este momento. ¿Entiendes?

—¿De verdad piensas que es el amor de su vida, Ryan?

—Sí, lo creo.

—Pero con todas las peleas que tuvieron, discusiones y todo eso...

—El amor no se trata de llevarse genial siempre uno con el otro, se trata de poder superar los problemas, siempre juntos. Se trata de saber convivir uno con el otro, de aceptarse con sus virtudes y defectos, de saber quererse a pesar de todo...

—Me sorprende que tengas tan clara la idea del amor teniendo en cuenta que tus "amores" son de un día o dos.

—Sabes bien que no son mis amores. Es diversión. Y ellas también lo quieren, por eso aceptan, así que no considero que sea malo lo que hago.

—No. No. No digo que sea algo malo, creo que es normal, es natural, pero ¿no te parece que actuando de esta forma nunca va a poder encontrar el amor como tal? Porque una chica que sabe de tus formas de actuar y demás no se acercaría a ti buscando algo serio precisamente...

—Yo pienso que... —miró el techo un momento, pensativo— pienso que voy a saber cuando haya encontrado a mi amor ideal, lo voy a sentir. Y cuando sienta eso con alguien, voy a hacer todo lo posible por ser el hombre perfecto para ella.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi hermano? —me burlé de él.

—Vete al diablo —sonrió y me tiró una almohada, y de ahí nos pusimos a jugar, olvidando sólo por un momento el desastre de cuarto que Ryan tenía que ordenar y los problemas que habían de la puerta de la habitación para afuera.

Por ese breve momento, nada estaba mal, y eso estaba bien.

La hora más oscura [√]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz