•Extra~10K lecturas• Parte 1

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Pasaron varios años desde la última vez que vi el mundo exterior por fuera de estos altos e imponentes muros.
Años en los que me vi a mí misma obligada a convertirme en una adulta para cuidar de Gigi, Yarilth, Raymond y Nikolas. Porque lo había prometido.
Pero fueron muchas las veces que estaba tan cansada, que me sentía tan derrotada por las circunstancias a las que nos vimos atados, que fueron incontables las veces en que sólo pretendía quedarme en la cama y esperar a que un destino fatal me alcanzara.
"-¿Pinky promise?"
Me desperté sobresaltada. Mi pecho se extendía y volvía a bajar a una velocidad vertiginosa. Me dolía. Me dolía el simple hecho de respirar.
Coloqué mi mano sobre mi pecho y sostuve mi blusa con fuerza, intentando centrarme en mis latidos, en su frecuencia. Contarlos, concentrándome sólo en eso para lograr ralentizarlos.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis..., siete..., ocho...
-¿Rox? -escuché al lado mío.
Giré la cabeza, con la mano aún en mi pecho, y vi a Yarilth de pie a mi lado, con un semblante de preocupación.
De nuevo me invadía el agobiante sentimiento de tristeza. Si no me contenía, las lágrimas saldrían despavoridas de mis ojos.
Porque era su hermana. Y era su promesa. Nuestra promesa.
-Hola, Yarilth. ¿Qué pasó? -pregunté levantándome de la cama y dejando caer mis pies por el borde y me senté mirándola de frente.
-Te escuché gritar.
¿Gritar?
Vaya.
No me había percatado de ello.
Yarilth ya tenía 16 años. Entendía muchas cosas propias de la edad que tenía. Hacía tiempo que ya no podía intentar desviarla de los problemas utilizando su inocencia propia de un niño, y me dolía demasiado que a una edad tan temprana ya fuera completamente consciente de que estaba sola en el mundo. Sola con respecto a su familia. Sus padres acabaron muertos, y su hermano posiblemente también.
Al igual que los demás...
Por lo menos a Gigi no le afectó tanto, porque no tuvo la oportunidad de formar algún recuerdo con su madre.
Eso era peor.
Pero era peor cuando estabas consciente del hecho, como yo.
Sin embargo, con Raymond y Nikolas ya no podía evadir el tema.
-Tuve una pesadilla. Estoy bien -aclaré rápidamente para no preocuparla y posé mi mano sobre su hombro para sobarlo.
-¿Sobre...?
La pregunta era ilícita, pero se sobreentendía.
Asentí con la cabeza con una leve sonrisa alzando las cejas. Luego, me levanté y fui hacia el pequeño mueble en la habitación, rodeando a Yarilth, donde guardábamos la poca ropa que teníamos. De allí saqué una muda de ropa y me calcé.
-¿Ya desayunaste? -le pregunté ladeando la cabeza.
-Todavía no.
-Bueno, me voy a bañar y vamos a desayunar. ¿Nikolas, Raymond y Gigi ya se levantaron?
Ella se encogió de hombros como respuesta.
-Aún no me fijé.
-Está bien. De camino paso a verlos.
A ellos les tocó en otra habitación cerca a la nuestra. Cuando la gente llegaba al refugio en grupos, eran distribuidos en dos miembros por habitación, pero como cuando Gigi llegó era una bebé, hicieron una excepción y la dejaron quedarse en ese grupo de tres, y al crecer, no servía de nada cambiarla de habitación, así que la dejaron allí.
Agradecí eso, pero cuidarlos desde una habitación diferente fue un desafío considerable. Gigi era mi prioridad por ser la menor de todas y por ser la única que no podía cuidarse en lo absoluto por sí misma, y me hubiera gustado que me hubiesen asignado con ella, pero no era mi decisión.
Así que en la noche y a primeras horas estaba yendo de una habitación a otra todo el tiempo para cuidarla a ella y a los demás, y sin duda fue una tarea laboriosa.
Al principio los administradores del lugar no estaban muy contentos sobre que saliera de mi habitación a horas de la noche, o en el horario previo al de levantarse, y aunque intentaron persuadirme para que dejara de hacerlo, les dejé muy en claro que mientras me mantuvieran en una habitación diferente de Gigi, esa iba a ser la realidad, les gustara o no.
Y así, acabaron haciendo la vista gorda a mi continuo desacato de las normas
La habitación de los chicos estaba unas cinco habitaciones por delante de la nuestra. La ubicación de las habitaciones en todas las plantas -que eran seis. Siete, si contabas la planta de investigaciones, que estaba destinada en su totalidad para intentar crear armas o alguna clase de cura que pudiera derrotar a las criaturas y así volver al mundo normal- estaban ubicadas en forma de cubo, con el espacio del medio vacío. En la planta baja, había un patio ambientado para que pareciera estar al aire libre. Era como un pequeño parque. Había bancas, mesas, en el medio de este parque podías ver un estanque con una fuente y algunos peces, y también árboles estratégicamente ubicados que te daban la impresión, por un momento, de que en verdad estabas en un parque. Ya desde las plantas superiores a ella, podías ver este patio desde la altura, y los árboles llegaban incluso hasta la segunda planta. Ya luego de la tercera y siguientes, alcanzabas las copas de los árboles.
El techo del refugio, en toda el área que cubría el patio, pintaron un cielo intensamente azul con algunas nubes bastante realistas. Esto, con el propósito de intentar hacernos olvidar que, de hecho, estábamos encerrados, y que afuera, cada día, cada ser amado que dejamos atrás, estaban muriendo.
O, bueno, estábamos mentalizados de esa forma, ya que desde hacía ya un tiempo no teníamos ninguna información sobre lo que pasaba por fuera de estos muros. Como si el mundo cruzando las paredes no existiese.
Como si todas las personas que habíamos amado y perdido, no existieran.
Ni mamá, ni papá, ni Luka...
Y entonces, si no hubiesen existido, ¿por qué mi pecho me dolía tanto cuando pensaba en ellos? ¿Por qué en las noches tenía horribles pesadillas sobre ellos siendo masacrados, o sobre las promesas que nos dijimos?

La hora más oscura [√]Where stories live. Discover now