Capítulo 13

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Cuando pierdes a un ser querido jamás vuelves a ser la misma persona. Por cada pérdida, algo muy dentro de ti, una parte esencial se va con esa persona.

Por cada pérdida dejas de ser un poco menos tú, y después de cierta cantidad de pérdidas, lo que te hace ser tú desaparece por completo. Entonces, ya no te conoces a ti mismo.

Las personas siempre tratan de no perder a alguien, y sufren de maneras inimaginables cada que pasa.

Porque nadie quiere perderse a sí mismo, verse en el espejo y no ver más que un extraño, el cual te analiza de pies a cabeza intentando encontrar alguna similitud contigo, sólo para descubrir que son tan parecidos, y a la vez, tan opuestos.

Eso es lo que significa ser un reflejo.

Abandonas tu cuerpo y te encierras en un espejo. Entonces entras en desesperación porque por más que luches, grites, llores, jamás, jamás, volverás a ser tú mismo.

Aún así, ese sentimiento no perdura para siempre. Llega un momento, en donde pasas tanto tiempo encerrado en ese espejo siendo nada más que un reflejo de lo que eras en el pasado, que terminas olvidándote que antes eras más que una miserable sombra, y cuando te olvidas completamente de eso, pasas a perder tu esencia y tu existencia como tal.

Y dejas de ser tú.

Yo tenía la delantera en la carrera hacia el perro, aunque Luka me seguía muy desde cerca. Cruzábamos casas, recorríamos calles y calles. Hasta nos metíamos por peligrosos callejones.

Algunas veces mi subconsciente me señalaba que tenía que ver la hora en mi celular, pero de cualquier modo sabía que nos estábamos quedando sin tiempo, y parar para confirmar aquello sólo me pondría más nerviosa y asustada de lo que ya lo estaba por dentro.

Y si me detenía a ver la hora, existía la posibilidad de que me arrepintiera y volviera corriendo a mi casa mientras aún tenía tiempo, y sabría que yo no querría hacerlo, sino que sería mi subconsciente quien tomara el control de mi cuerpo, y me rehusaba rotundamente a abandonar a Luka allí y a su posible hermana.

Incluso salvaría al perro.

Lo haría.

Finalmente, luego de lo que pareció una eternidad corriendo desesperadamente, cuando estaba empezando a pensar que tal vez arriesgábamos nuestras vidas en vano, el perro se introdujo en un callejón cerrado y sólo ahí se detuvo.

Nosotros llegamos tal vez un minuto después de él. Estábamos agitados, muy cansados, y, sin embargo, mientras intentábamos recuperar el aliento tosiendo e inhalando muy profundamente, un estornudo pequeño y muy sutil nos hizo estar atentos, incorporándonos rápidamente.

—¿Hola? —pregunté estirando mi cabeza hacia donde oí eso, sin moverme de donde estaba.

Sin embargo, nadie respondía. Todo lo que se oía de fondo eran nuestras pesadas respiraciones y la fuerte brisa que nos golpeaba y repiqueteaba en los muros del callejón.

—Amm —miré a Luka un segundo y luego hacia el fondo del callejón—... ¿Yarilth? —dije esta vez, esperando una respuesta.

Pasó casi un minuto, cuando una voz suave y aguda respondió.

—¿Quién es? —habló, y al escucharla Luka se sobresaltó.

—¿Yarilth? ¿Eres tú? —Luka empezó a acercarse paso a paso al fondo del callejón, más exactamente hacia un gran contenedor de basura.

—¿Luka? —la niña se asomó desde el suelo para vernos. Para verlo. Estaba con las rodillas y manos sobre el piso. Sólo se veían sus grandes ojos cafés— ¡¡Luka!! —gritó ella, se incorporó tan rápido pudo y corrió hacia él.

Luka hizo lo mismo, y en medio del camino se unieron en un fuerte abrazo de hermanos.

—¡¡Ay, Yarilth, creí que te había pasado algo!! —exclamaba Luka.

—¿Dónde estabas? ¡Tenía mucho miedo! Esas cosas aparecieron y papá me dijo que huyera —contó la niña. Unas lágrimas se escapaban de sus ojos. Se veía en verdad feliz. Eso me alegró.

—Estaba en su casa —me señaló y Yarilth me observó— ella me acogió en su casa y me mantuvo a salvo.

—¡¡Gracias!! —la niña corrió esta vez hacia mí y me abrazó la cadera, que era lo más alto que llegaba.

Yo no sabía cómo reaccionar así que solo atiné a acariciarle el cabello. Era muy suave.

—Y no sólo yo, tú también. Estaremos a salvo allí. Es una familia muy linda —añadió Luka.

Yarilth lo miró y luego a mí de nuevo— ¿Puedo ir a su casa, señorita? —me preguntó con miedo y ternura en sus ojos.

—Puedes llamarme Rox. Y por supuesto que irás, no tienes que preguntármelo. Incluso llevaremos a Freddy —le sonreí con calidez.

—¡¡Luka, Freddy también vendrá con nosotros!! —Yarilth corrió a los brazos de su hermano.

—Por supuesto. No vamos a abandonarlo después de haberte cuidado tan bien, Yari, es parte de nuestra familia.

Mientras ellos se abrazaban mutuamente entre risas y llantos de emoción, decidí mirar la hora en el celular.

—Aaa... —tragué saliva—, ¿Luka? —él me observó alzando las cejas en forma de pregunta—. ¿Puedes venir un segundo? —intenté mostrarme tranquila para no inquietar a Yarilth, pero sabía que mi mirada no reflejaba lo que yo quería que reflejara.

Él lo notó.

Camino un poco apresurado hacia mí y le mostré la pantalla de mi celular.

La hora que marcaba.

17:13

—Tenemos que irnos rápido —susurré.

Él asintió con la cabeza y se dirigió a Yarilth —Bueno, Yari, ahora tenemos que irnos, ¿sí? Vas a conocer tu nuevo hogar, pero tenemos que ser muy muy rápidos, ¿está bien?

—¿Cómo cuando hacíamos carrera por la calle?

Él rió nervioso —Sí, así, sólo que esta vez serán muchas calles. Será la competencia final, ¿de acuerdo? —ella asintió—. Bien, tú irás con Rox y yo llevaré a Freddy, ¿sí?

—¡Está bien! —Afirmó con seguridad algo emocionada.

—¿Puedes con Freddy? —cuestioné—. No es grande, y tampoco es muy pesado. Ya lo cargué antes.

—¿Y lo cargaste mientras corrías muchas calles? —él me reprendió con la mirada y yo cambié el tema de conversación—. Bueno, Yarilth, vamos a ganarle a tu hermano y a Freddy, ¡¡demostrémosle que somos unas ganadoras!!

—¡Síí!

Caminé hacia la entrada del callejón para ver que tuviéramos el terreno libre, y hasta ese momento lo teníamos.

—¡No tenemos obstáculos! —le grité a Luka—. Ven, Yarilth —ella se acercó a mí y la tomé de la mano—. Como somos equipo, no podemos separarnos por nada del mundo, ¿sí? Sino seremos descalificadas, así que no me sueltes.

—¡Está bien! —exclamó ella apretando mi mano.

Yo también apreté la suya para ir más segura.

Un momento después, Luka estaba a nuestro lado cargando como podía a Freddy.

—¿Puedo decir "ya? —preguntó Yarilth.

—Claro —asintió Luka.

—Bien, en sus marcas... —empecé.

—Listos... —Luka siguió.

—¡¡Ya!! —finalizó Yarilth.

Y salimos de allí corriendo lo más rápido que podíamos, como si nuestras vidas dependieran de ello.

Y de hecho así era.

Yarilth estaba convencida de que era un juego, así la podíamos mantener tranquila y no preocuparla demasiado, pero nosotros sabíamos la verdad. Si nos deteníamos un solo paso, nuestras vidas estarían en extremo peligro. Teníamos que ser rápidos, seguros, firmes y consistentes.

Este era, sin duda, el mayor juego de nuestras vidas.

La hora más oscura [√]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum