Ya no eran los teloneros de otros grupos; ahora era suya la gira, ahora eran ellos los que tenían teloneros. Se habían convertido en la banda de rock del momento, eran la sensación, las personas de las que todo el mundo hablaba. A veces me costaba asumir que en un momento habían sido mis mejores amigos, que el chico por el que todo el mundo suspiraba me había dicho te quiero no mucho tiempo atrás, que las canciones que toda esa gente cantaba a gritos hablaban sobre mi, que habían sido escritas para mi.

Nunca me sorprendió lo famosos que se habían hecho, me hubiese sorprendido mucho más que no lo hubiesen sido. Lo que si me seguía sorprendiendo fue la rapidez con la que todo sucedió. Oliver había cumplido su promesa: se había ido, había tocado todos sus conciertos y había conseguido que la gran mayoría conociese su nombre. El lo había conseguido, mi Oliver lo había logrado y aun así, la tristeza no me había abandonado desde el día en el que lo dejé en el aeropuerto.

Pero estaba orgullosa, orgullosa de el, orgullosa de Danna y Olly por lo que me fue imposible no sonreír al ver aquellos discos en las estanterías, con un cartel de lo más vendido encima de estos. Dolía el haberlos perdido, el saber que ya nunca podía volver a los tiempos de antes pero también estaba feliz porque era lo que merecían, era como debía de ser.

Ahora, mirando su fotografía en aquel disco, observando sus ojos que hacía ya demasiado tiempo que no tenía delante de mi, podía recordar todos y cada uno de los momentos que habíamos pasado juntos, como si hubieran sucedido hace tan solo un par de días atrás. Así se sentía a veces, como si el tiempo no hubiese pasado cuando en realidad lo había hecho, cuando cada día sin el había pesado demasiado.

Habían pasado siete meses desde la última vez que le vi. Le había visto cada vez que había venido a la ciudad aunque tan solo tenía un par de días para quedarse. Fue en verano cuando al mandarme un mensaje avisándome de que estaría tres días en casa cuando dejé de contestarle por mucho que me rompiese el hacerlo y me fui de vuelta con mis padres para así no verlo dr ningún modo.

Dolía demasiado pasar dos días maravillosos con el para luego volver a tener que despedirme. No creía ser capaz de aguantar ni una despedida más porque al irse, me dejaba mucho más destrozada que antes.

No se si hubiera hecho otra cosa de haber podido volver a atrás. Viéndolo ahora, no se si tomé la decisión correcta; cualquiera me hubiera dolido de todas formas. Pero me costó dejarle ir, me costó dejar de contestar sus mensajes, dejar correr sus llamadas cuando lo único que deseaba era escuchar su voz y aun así, sentí que era lo necesario en aquel momento. Quizás me equivoqué, puede que lo hiciese, pero tampoco podía pasar toda mi vida pegada a un teléfono, esperando tan solo los pocos días que viniera a verme para sentirme así un poco más viva. Tenía que aprender a vivir sin el y lo estaba consiguiendo, a pesar de esa opresión que aun sentía en el pecho cada vez que pensaba en el, que aun solían ser demasiadas horas al día y es que, el no estaba a mi lado pero estaba en todos los sitios; Internet, televisión, campañas publicitarias... ¿cómo se supone que iba a olvidarlo?

Seguía mirando el disco cuando oí como Linda, la mujer de la editorial, me indicaba que era la hora. Volví a mirar la fotografía, esa vez mirando a Oliver directamente, como si el pudiera verme, como si el estuviera conmigo aunque lo cierto es que sentía que a pesar de todo, siempre lo estaba.

-Todo esto es gracias a ti. -Susurré y sonreí.

No quería ni pensar en la imagen que podía dar al estar hablándole y sonriéndole a una simple fotografía pero lo cierto es que me sentí mucho mejor después de hacerlo.

Cogí aire y lo solté, sintiéndome aun aterrada, sin saber que podía salir de todo aquello pero siguiendo andando hacía la puerta de todas formas.

-Estoy bastante nerviosa. -Le confesé a Linda cuando me encontré con ella. Me sonrió con ternura.

-No te preocupes, es lo normal. Pero tranquila, todo va a ir genial.

Entonces todo pasó demasiado rápido; yo me centré en sonreír, en intentar no temblar y en hacer todo tal y como había visto a otra gente hacer antes. En la mesa había una pequeña torre con libros, los cuales tenían mi nombre en su portada. No recuerdo demasiado como transcurrió el evento pues creo que no fui realmente consciente de lo que estaba sucediendo hasta que terminó, como si mi mente se hubiera bloqueado en ese tiempo y mi cuerpo estuviera actuando por puro impulso. Se que me presentaron, que me senté en una pequeña silla y que la gente comenzó a sentarse en las que había delante de mi, mucha más gente de que la que había imaginado. Martha y mis padres me miraban con una sonrisa y a pesar de lo mucho que significaba para mi tenerlos allí, no puedo negar que sentí un doloroso vacío en mi interior pues los ojos azules que había estado esperando ver llegado ese momento, no se encontraban presentes; pero yo tampoco los merecía, no después de haberle apartado de mi vida.

La presentación comenzó y fue mucho mejor de que en un principio creí. La gente parecía estar interesada en mis respuestas, hubo preguntas de todo tipo e incluso alguna que otra risa. Comencé a sentirme más relajada según pasaba el tiempo y me quedé con ganas de más cuando esta terminó.

Cuando comencé con la firma de libros sentía como si todo eso no me pudiera estar sucediendo a mi, como si le estuviera ocurriendo a otra persona que si lo mereciese realmente; aun en un día tan importante como aquel, mi parte auto destructiva intentaba hacerme sentir como si no fuera merecedora de ello, como si todo fuese un error. Hice todo lo posible para intentar que no me fastidiase el momento.

Sonreí a todos los comentarios que me hicieron, intenté que la firma que había estado practicando los últimos días quedase igual en todos los libros y fracasé en el intento. Y a pesar de los nervios, de las respuestas tontas que pude dar en algún momento y de que sentía como todo a mi alrededor daba vueltas sin parar, disfruté de cada segundo, sintiéndome por primera vez en mucho tiempo, feliz.

Todo iba bien, todo iba perfecto. Me dije a mi misma que nada podía ser mejor.

Y entonces pasó.

Sentí como si algo dentro de mi me estuviese diciendo que levantase la vista. Como si alguien estuviese gritando en mi oído para que mirase hacía el frente, hacía la persona que se encontraba de pie, apoyada en la pared con los brazos cruzados, sujetando mi libro y mirándome con una sonrisa, con los ojos rebosando de orgullo. Esos mismos ojos azules que aun seguían dejándome sin aliento, los mismos que me habían mirando desde la fotografía minutos atrás. Los mismo que hacía tantos meses no había vuelto a ver en persona.

Sus ojos azules, su pelo despeinado, su chaqueta de cuero y su media sonrisa. Todo el estaba delante de mi.

Oliver estaba ahí.

Seremos eternos.Kde žijí příběhy. Začni objevovat