-Es un amigo. -Expliqué sin saber el porqué. Amigo seguía siendo una palabra que no pegaba del todo con el, pero el chico que parece estar volviéndome loca sonaba mucho más acertado pero también menos apropiado.

La mujer le volvió a mirar, sin ningún tipo de disimulo y entonces asintió un poco con la cabeza, como si ella misma estuviese dando su aprobación.

-Es guapo. -Comentó, haciendo que la mirase con sorpresa y agradeciendo al mismo tiempo que Oliver se encontrase a unos cuantos metros de nosotras. Aquel comentario le había salido tan natural que no pude evitar soltar una risa.

-Bueno, si que lo es. -Admití pues había que estar ciego para no darse cuenta de ello. De hecho, aquella palabra se quedaba corta. Oliver no era guapo, Oliver era... fascinante; de esas personas que podías estar mirándola durante horas y aun así, seguirías sin cansarte.

-Mucho más guapo que el otro para que vamos a engañarnos...

-¡Martha! -Exclamé ante su comentario, riendo aun más y sin poder llevarle la contraria. Bueno, la mujer tenía ojos en la cara y ningún pelo en la lengua.

Hacía un tiempo bastante agradable para ser pleno invierno, como si el clima se hubiese puesto de acuerdo para hacer de esa noche la perfecta.

Cuando me despedí de Martha, me acerqué al chico algo nerviosa.

-Al final has venido. -Le dije en modo de saludo.

-Te dije que lo haría.

Reinó un corto pero agradable silencio entre nosotros, en el que simplemente nos miramos el rostro del otro, quizás preguntándonos que era lo que pretendíamos, que era lo que iba a salir de todo ello.

-Y bien, ¿donde vamos, tienes algo pensado? ¿O es que simplemente has venido aquí para verme salir de trabajar? -Pregunté, aun con los nervios a flor de piel.

El sonrió.

-Pues aunque no me importaría venir todos los días tan solo para eso -dijo, con esa forma picara suya -vamos a ir a la playa.

Noté como arrugaba la frente.

-¿A la playa? ¿Ahora? Estamos en pleno febrero, Oliver.

-No sabía que estaba prohibido ir a la playa en febrero, Jane. -Contestó de forma juguetona mientas se dirigía hacía el coche. Yo le seguí.

-Bueno, no digo que esté prohibido pero... -Por la sonrisa que había reflejada en sus labios supe que no valdría la pena decir nada más y al final, acabé aceptando.

Como me alegro de mi yo pasado por hacerlo.

Cogimos algo de comida para llevar y llegamos a la playa unos cuantos minutos después, la cual se encontraba completamente vacía, tan solo para el disfrute de los dos. Cogimos una grande sabana que Oliver guardaba en su coche, pues el tenía todo preparado y nos dirigimos hacía la arena.

-¿No coges la guitarra? -Le pregunté al ver que la dejaba en el vehículo.

-No tenía pensado llevarla.

-Pues hazlo. -Le pedí, realmente deseándolo y el accedió.

Comimos en un agradable silencio, escuchando las olas del mar romper y lanzándonos de vez en cuando fugaces miradas que ponían mi corazón a cien por cien. Aun sigo sin saber si realmente no hacía frío esa noche o es que la presencia de Oliver ,el tenerle a mi lado, hacía que este se fuese y que fuese sustituido por el calor que recorría mi cuerpo.

Seremos eternos.Where stories live. Discover now