-De Olly, un buen amigo. -Y decido ahorrarme todos los detalles.

-No lo conozco. -Y seguimos andando hacía su coche el cual estaba aparcado a unos pocos metros de la cafetería. -No sabía que tenías otros amigos. -Vuelve a bromear y de nuevo, vuelve a ser el el único que se ríe. Quizás es la mirada que le lanzo lo que hace que su sonrisa se borre del rostro y baje la mirada. -Venga ya, solo ha sido una broma, cariño. Y dime, ¿de que conoces a este chico?

A pesar de que no sentía ningunas ganas de hablar de Olly delante de el, me obligo a contestar.

-Nos conocemos del colegio, desde que eramos unos niños. Hace poco que se vino a vivir aquí y nos hemos vuelto a encontrar y a retomar el contacto. -Hice una pequeña pausa, preguntándome si realmente quería decir lo que estaba a punto de decir. -Ya te lo presentaré. Puedes venir esta noche a su cumpleaños, va a hacer una pequeña fiesta en su casa.

-Justo esta noche he quedado con los chicos. -Respondió y no me molesté en contestar, sintiéndome bastante aliviada con aquella respuesta.

Recorrimos la mitad del centro comercial y cuando nuestras tripas comenzaron a rugir, decidimos parar para comer algo en una mesa donde el silencio reinó y la falta de confianza, complicidad y amor fue evidente. No se en cuantas tiendas pudimos entrar y aun seguía sin encontrar regalo para Olly. Sabía que a el no le importaría lo que le llevase, que de hecho me había pedido que no era necesario el hacerlo pero aun así, sentía la necesidad de darle algo especial por mi parte, de ver sus ojos iluminarse ante alguna cosa que yo hubiese elegido para el. En realidad había visto varías cosas que me habían llamado la atención pero el limitado presupuesto con el que contaba me había echado para atrás; el dinero no era algo que me sobraba en aquellos momentos.

-¿Por que no le compras una camiseta y ya? -Propuso después de que saliésemos de la última tienda en la que tampoco había tenido éxito. Pude notar cierta irritación en su tono pues sabía que ya se encontraba harto de dar vueltas sin conseguir nada.

-No voy a comprarle una simple camiseta a Olly. -Protesté, pareciéndome aquel un regalo demasiado simple para mi amigo. Noté como puso los ojos en blanco pero decidí ignorarlo.

Al final acabé comprándole una pequeña figura de una batería hecha a mano, la cual encontré en una bonita tienda de manualidades. Me gustó desde el primer momento en el que la vi, a pesar de que Santi me preguntó si realmente iba a regalarle aquello pues por su mirada, supe que no aquel no era un regalo que a el le hubiese gustado recibir. Pero Olly era distinto y yo lo sabía.

Conducimos de vuelta a la ciudad, de nuevo el silencio reinó entre nosotros y la música que sonaba en la radio resultó ser una gran aliada. No se si a el le pasaba lo mismo, pero yo no pude evitar sentirme ahogada sentada en aquel coche y esa sensación no se fue por mucho que bajara la ventanilla y sacara ligeramente la cabeza por esta.

Cuando aparcó en la puerta de mi casa, sentí que ya no podía más.

-¿Se puede saber que nos pasa, Santi? -Pregunté cuando la música paró. El se mostró confundido al oírme.

-¿A que te refieres?

-A ti y a mi, a lo que tenemos. -Contesté algo exasperada, no logrando comprender como el no podía saber a lo que me refería. -No se que nos ocurre, no se que nos ha pasado pero... pero no podemos seguir así. No podemos seguir haciendo como que no pasa nada, al menos yo no puedo hacerlo.

-No tengo ni idea de lo que estás hablando, Jane. -No pude evitar llevarme las manos a la cabeza con su contestación.

-¿Como no puedes verlo? -Pregunté, alzando un poco la voz y aun así, el siguió sin mirarme. Tenía la vista en frente, las manos aun sujetando el volante y su rostro serio, sin ningún tipo de emoción en este. Decidí seguir hablando al ver su falta de palabras. -Ni si quiera somos capaces de mantener una conversación, ¿cuanto hace que no nos reímos de algo? ¿Cual fue el último plan que hicimos juntos y en el que lo pasamos realmente bien? Dime, ¿cuando fue la última vez que sentiste ganas de verme? Porque sinceramente, yo no puedo recordarlo. -Quizás me estuviese pasando, quizás estaba siendo algo más cruel de lo que pretendía pero una vez que comencé a hablar y soltar lo que tantas ganas tenía de liberar, sentí que ya no podía parar. -¿Pero es que no te das cuenta? Dormimos juntos y apenas nos tocamos en toda la noche, me levanto una hora antes para así no tener que verte cuando despiertes. Me dejas irme sola a las doce de la noche y ni si quiera te importó si llegaba o no a casa. Te cuento acerca de la única cosa que me motiva en la vida y en vez de apoyarme, te lo tomas como si fuese la mayor tontería que has escuchado en tu vida.

Seremos eternos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora