Jimin sonreía levemente, con las mejillas algo húmedas y un sonriente Yoongi que lo observaba con dulzura, caminando al trono, dejando que el doncel ocupase su puesto primero para luego ocupar el suyo. Ambos eran, oficialmente, emperadores del imperio más grande en el norte, Kokuryeo.

Comenzaron con la entrega de todos los regalos traídos por los invitados, tomó algo de tiempo y Jimin estaba confundido por algunos de los regalos, pero no mencionó nada. Una vez terminada esta actividad, comenzó el banquete, deliciosos platillos habían sido colocados en cada mesa para el disfrute de los invitados.

Jin comía gustoso, aliviado de poder comer comida después de una semana de solo comer caldo sin verduras.

—Come lentamente. —soltó una risita y asintió, observando a su esposo servirle en su plato. Por su parte, Yoongi le alcanzaba los platos a Jimin que le agradecía en voz baja.

—Esposo—le llamó, viendo como Jimin se llevaba las manos a los labios, su rostro tornándose rojo y sus ojos formando medias lunas—. ¿Por qué te avergüenzas, Minnie? Eres mi esposo ahora.

—Es raro que me digas así ahora, Minnie esta mejor—le dijo algo tímido, notando como el emperador le limpiaba la comisura de los labios.

—Entonces te diré Minnie—Jimin sonrió, solo concentrado en los bonitos ojos negros de Yoongi. Si ellos tenían hijos, ¿Serían como él? Su pulgar acarició aquella cicatriz apenas visible sobre el ojo del emperador, su expresión enseriándose—. ¿Qué sucede?

—No es una cicatriz, es la señal que te marca como mi destino, y tu cabello rubio la luz al final de mi túnel.

La sonrisa desapareció de los labios de Yoongi, pero no por sus palabras, sino por otra razón. 

Su mesa fue volcada en sentido contrario, la flecha atravesando la gruesa madera y quedando solo a centímetros de su rostro. Fue alejado del lugar con brusquedad, siendo alzado por Yoongi con tanta fuerza que su brazo dolía, pero no lo notó hasta que fue llevado a otra habitación y recibido en los brazos de Seokjin, que lo abrazó con lágrimas en los ojos y le susurró que estaría bien.

Y por fin lo entendió, habían intentado matarlo, el día de su propia boda y como si fuese agua a punto de hervir, cayó sobre sus rodillas y vomitó todo lo que había comido.



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—¿Alguna noticia?

—Ni el día de mi maldita boda puedo disfrutar tranquilo—suspiró con molestia, quitándose el traje de la ceremonia, las sirvientas corriendo a su lado para colocarle otro traje—. ¿Lo encontraron?

—Se suicidó.

—Ahh, genial—se carcajeo de manera sarcástica—. Debo buscar al maldito en el infierno para sacarle información.

Las sirvientas terminaron rápidamente su trabajo, alejándose de la habitación luego, casi a zancadas. Yoongi tomó una respiración profunda y observó al capitán de su guardia, le tomó del rostro con ambas manos y pegó sus labios a su oreja.

—En este momento debería estar consumando mi matrimonio y estoy aquí porque tú no estás haciendo tu maldito trabajo, ¿Cómo crees que me siento? —el guardia cayó de rodillas casi de inmediato—, no vengas con estúpidas excusas. Y envía un mensaje claro a todos los nobles, hasta que Jimin me dé un hijo todas sus cabezas son una extensión de mi esposo. Si algo le pasa, ellos sufrirán el doble.

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