—Creo que me voy a ir yendo, mi familia estará preocupada por mi...—digo un poco avergonzada ya que todo esto había sido culpa mía.

Si hubiera afrontado la situación en vez de huir como hice anoche, no hubiera causado tantas molestias tanto a Paola como a Loyd.

—Quiero que sepas que cuando quieras estamos aquí para lo que sea, ven a visitarnos de vez en cuando—dice Paola con una sonrisa suave de oreja a oreja.

—¡Claro! Ustedes han sido muy buenos conmigo.

—Vuelve a casa con cuidado.

Tras despedirnos, me dirijo hacia el taller donde me encuentro a Loyd agarrando un par de neumáticos. Este hombre es realmente fuerte.

—¿Ya te vas?—pregunta Loyd dejando los neumáticos en el suelo.

—Si, tarde o temprano tenia que volver ¿no?—digo con un tono avergonzado.

—Espero que te vaya muy bien, y si quieres venir a visitarnos cualquier día, estamos aquí para lo que sea—sonríe.

—Muchísimas gracias por todo—digo.

—Gracias a ti.

Le doy dos besos y ando camino a casa. La verdad es que de día se ve todo mejor (obvio, por que hay luz, ¿pero qué cosas tengo yo? Jajaja). Finalmente me di cuenta de que solo había andado durante cuatro manzanas más allá de mi casa, lo que me hizo saber que necesitaba hacer ejercicio ya que a mitad de ese camino ya estaba cansada de andar.

Saqué la llave y entré a mi casa como si nada hubiera sucedido. Como si no hubiera pasado toda la noche fuera de casa.

Una explosión de perfume a vainilla me abrazó.

—¡Estás aquí!—exclamó Lexi nada más verme.

—Hola—dije encogiéndome de hombros.

—¿Estás bien?—preguntó Lexi mientras se separaba de mi y colocaba sus manos en mis hombros analizando si tenía algún rasguño sobre mi piel.

—Si, tranquila que estoy bien. ¿Dónde está Aiden?—pregunto mientras miro por toda la sala buscando su presencia.

—Todavía no ha vuelto de buscarte y...—no pudo terminar lo que iba a decir cuando un ruido tras de mí nos llama la atención.

De repente la puerta se abre, dejando ver a un Aiden cansado y con ojeras, despeinado y con un paraguas cerrado en la mano izquierda.

Al percatarse de mi presencia, simplemente suelta el paraguas cual peso muerto en el suelo y se abalanza sobre mí para darme un fuerte y tierno abrazo, a lo que yo me quedo atónita sin poderle corresponder el abrazo. De repente agarra mis mejillas con ambas manos y mirándome a los ojos.

—¡Dónde estabas, estaba muy preocupado!—exclama sin poder quitarme los ojos de encima.

Entonces recuerdo que eso no le importó mucho cuando estaba Abby. Es más, parecía que no se acordara de mi existencia cuando esa chica estaba aquí, en mi salón y ellos se estaban besando.

—¿En serio? ¿Estás seguro?—espeté cruzándome de brazos causando que me soltara las mejillas.

—¿Qué? ¡Claro que estoy seguro!—grita sorprendido por mi respuesta.

—Vaya, yo creo que me voy y os dejo solos...—dice Lexi.

La voz de Lexi nos obliga a calmarnos a lo que yo solo me quedo seria y él me mira con una cara extrañada.

— ¿A qué ha venido eso?—pregunta tras respirar hondo y soltar una bocanada de aire.

—Viene a que poco te preocupaste por mi cuando ni siquiera me contestaste a las llamadas.

—Estaba ocupado y tenía el móvil con el volumen muy bajo—dice mirando hacia otro lado evitando mi mirada de odio.

—Claro, ocupado con la perra de Abby, ¿no?—suelto una carcajada llena de ironía.

—¿¡Qué, como sabes eso!?—pregunta atónito.

—Como no me contestabas vine andando durante más de media hora hasta aquí, para encontrarme lo que parecía una película para mayores de edad.

—Eso no es cierto—dice esta vez mirándome a los ojos.

—¿Ah no? Entonces dime lo que hacías a parte de liaros en medio de mi salón—suelto otra carcajada pero esta vez más sonora.

—Abby vino para intentar volver conmigo, pero yo la rechacé y entonces se me abalanzó—explicó.

—Pero eso no es excusa para no contestar a mis llamadas—contesto.

—Tenía el móvil en silencio, ya te lo he dicho—dice mientras saca su móvil y me muestra que definitivamente tiene razón.

Su coartada parece bastante sólida, tan solida como un tablón de acero. Por eso le disculpaba, aunque no del todo sabiendo que yo había salido de casa y podía necesitar ayuda en cualquier momento.

—Y entonces... ¿has vuelto con ella?—pregunté un poco más calmada.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora