Capítulo 29

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ANDREA.

—No tengo nada con ella ni lo tendré jamás, solo es parte de mi trabajo—ni siquiera le tembló la voz al decir esas palabras.

Veo como Abby se abalanza a sus brazos con una gran sonrisa dibujada en su rostro, plantándole un beso en la boca como si de una película antigua se tratase, es decir, lento y perfecto, lágrimas empezaron a brotar de nuevo haciendo que la vista se me nuble por un momento.

Me retiro de la ventana dando pasos cortos hacia atrás y en un abrir y cerrar de ojos me veo corriendo calle abajo sin tener rumbo fijo mientras me quito las lágrimas con la manga de la chaqueta que me había prestado Lexi para la "no-cita" con Chad.

Simplemente quiero escapar, hacer como que todo esto no ha pasado. Quiero que todo sea como antes de que Aiden irrumpiera en mi vida poniendo todo patas arriba. Ojalá que cuando vuelva a casa ya no esté, que solo estén los chicos, papá y mamá.

Me gustaba la vida que tenía antes, ¿por qué cambiarla?

Desde que llegó Aiden no ha hecho más que perturbar mi tranquilidad y mi soledad, además de que gracias a él Max se intentó aprovechar de mí y, aunque no es su culpa, me he enamorado de él.

¿Por qué me tuve que enamorar de un tío que me saca cinco años y que trabaja para mis padres? Solo se queda a mi lado por el dinero, yo ni siquiera le importo. Solo le importa el maldito dinero.

Me quito las lágrimas de los ojos de una pasada con la manga de la chaqueta.

Decido llamar a Angie, es la única persona que me queda que no tenga ninguna relación con Aiden y mi única opción para no dormir esta noche en un banco solitario del parque.

Mierda. No me coge la llamada.

Intento llamarla otra vez pero cuando al fin me contesta al otro lado de la línea con un simple "hola" mi móvil cae rendido al quedarme sin batería.

Genial, ¿ahora qué hago?

Intento inútilmente encender mi móvil de nuevo, pero la batería ya estaba descargada y no podía hacer nada.

No tengo dinero, no tengo lugar donde ir y tengo un poco de hambre. Mis tripas empiezan a rugir en ese mismo instante, como si fuese un león no hubiese comido nada en tres días.

Vale, corrijo, tengo mucha hambre.

Paseo por las calles sin rumbo fijo. Gracias a la poca luz que alumbran las farolas puedo ver un poco por donde voy, pero no sé donde estoy.

¿Me he perdido? La respuesta es sí.

Oigo como empieza a tronar y eso no es buena señal. De repente empieza a llover, lo que es muy raro, por que las tormentas donde vivo tardan como media hora en empezar a llover... Comienzo a correr hacia algún lugar techado para resguardarme de la lluvia.

—¡Hey! ¡Aquí!

Oigo como alguien me grita intentando llamar mi atención. Miro en su dirección y delante de mí aparece una especie de pequeño taller mecánico donde un hombre ya entrado en años me hace señas para que me refugie en un taller el cual dedicó que le pertenecía.

Yo, sin pensarme dos veces si es un extraño o no, me cobijo bajo su techo.

—¿Estás bien?—me pregunta mientras me tiende una toalla sobre los hombros para secarme.

—Sí, gracias.

—De nada, me llamo Loyd, encantado de conocerte—me saluda y me tiende su mano

—Yo soy Andrea—estrechó su mano en señal de saludo.

—Y dime, ¿Qué haces por estas calles a estas horas? Es muy peligroso que una jovencita ande por ahí sola—dice mientras me tiende una pequeña taza de chocolate caliente de una jarra que tenía sobre una bandeja para entrar en calor.

—Salí a pasear y me he perdido...—mentí mientras daba un pequeño sorbo de aquel chocolate caliente.

No tenía pensado decirle la verdad a un extraño, sería incómodo, además de que no arreglaría nada.

—Vaya, pobrecita, si quieres esta noche puedes dormir en mi casa, mi mujer estará feliz de tenerte como invitada.

—Muchas gracias, pero no puedo aceptarlo—dejo la toalla y la taza en una mesa y me dirijo rumbo a la calle y justo antes de pisar fuera del techo empieza a llover con más intensidad—vale, acepto su ofrecimiento.


AIDEN.

—¡Quítate de encima!—exclamo con un tono de ira para que Abby me haga caso ya que por las buenas hacía caso omiso.

Abby se hecha para atrás con los ojos un poco llorosos.

—¿Qué se supone que estás haciendo?—pregunto enfadado poniendo los ojos en blanco ante las lágrimas de cocodrilo de mi exnovia.

—Abrazar a mi novio—dice muy segura de lo que está afirmando.

—No querida, estás haciendo el ridículo, yo no soy ni seré más tú novio. Vete de aquí y no me llames ni me busques.

—Pero... amor mío...—comienza a decir pero yo no la dejo seguir.

Estaba harto de tanto dramatismo, harto de tener que estar detrás de ella consolándola en sus rabietas de niña pequeña cuando en la mayor parte de las discusiones que tenía conmigo o con alguien más, éramos los demás los que llevábamos la razón y ella se negaba por completo a escuchar algo que no fuese a ella misma.

—De pero nada, ¡fuera!—grito harto de que intente alargar algo que ya no tiene ningún tipo de futuro ni sentido.

Abby coge su chaqueta la cual había dejado en el perchero que hay en la entrada y dando un portazo se va con viento fresco, dejándome a mi solo en el salón.

Oigo unos pasos acelerados en la escalera. Mi hermana baja con una sonrisa, pero intenta fingir que está seria.

—Has hecho bien en darle la patada, esa mujer no es buena persona ni pretende serlo—dice colocándome una mano sobre los hombros pretendiendo tranquilizarme tras esa discusión con Abby.

Andrea fue la que me advirtió de todo. Ella me lo estaba diciendo a gritos como era en realidad Abby y yo lo negaba o simplemente la ignoraba. No podía aceptar el hecho de que Abby fuese así.

—Debería de haberlo hecho antes, no hubiera abierto los ojos nunca si no es por Andrea...—pienso.

Los dos nos miramos al decir yo ese nombre.

—¡Andrea!—gritamos al unísono.

Miro el reloj, es la 1:56, tendría que estar aquí hace como 2 horas. Miro mi móvil y veo que tengo varias llamadas perdidas pertenecientes a su contacto. Le intento devolver las llamadas pero no me contesta.

¡Mierda!

—¿Qué hacemos?—pregunta mi hermana asustada mientras me mira a los ojos expectante de que diga algo que podamos hacer para saber el paradero de Andrea, pero realmente no sabía lo que hacer en ese momento.

MI NIÑERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora