10. Pesadilla

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Solo veía fuego. No veía nada más que no fuera fuego. Sentí como si me quemaran viva, mi piel ardía en llamas, brotaron miles de ampollas y luego tenía todo el cuerpo cubierto de sangre. Iba a entrar en pánico pero preferí relajarme y respirar. Al calmarme empecé a caminar hacia el frente, no veía nada y me dolía todo el cuerpo, estaba totalmente expuesta ante el fuego ya que había quemado mi ropa. Seguí caminando hasta que no pude más, las llamas eran tan abrasadoras que caí inconsciente.

Entonces desperté. Había sido una pesadilla.

Me senté y sostuve mi cabeza entre mis manos, tapando mis ojos. Respiré un par de veces y me giré para ver si había despertado a Demetrius. Creo que no lo hice porque estaba pendiente de cada uno de mis movimientos. Ahí supuse que había sido el quien había entrado en mi mente mientras dormía pero preferí indagar antes de empezar a discutir.

—¿Estás bien?

—¿Fuiste tu?

—¿Qué? —me miró confundido. Su reacción se veía auténtica, decidí creerle.

—Tuve una pesadilla.

—¿Y creíste que yo había sido el causante?

—Era una opción. —dije avergonzada porque dudé de él y me sentía mal por ello.

—¿Por qué?

—Porque solo había fuego, me estaba quemando viva. Como me contaste que ustedes torturan con fuego y que ibas a ayudarme a entrenar mi mente, supuse que podrías estar atacando como primer entrenamiento.

No dijo nada, supuse que se habría molestado. ¿Cómo no hacerlo? Me ha contado sobre su mundo, me salvó de un hombre que no tengo ni idea de lo que iba a hacerme, me ha dicho su verdadero nombre, había confiado en mí y yo desconfíe de él. No estaba siendo justa.

—Entiendo. —dijo.

No pude mirarlo, me sentía pésimo. Me quedé con la mirada gacha hasta que se acercó a mi y levantó mi barbilla con una mano, aún así no lo miré por la vergüenza que tenía. Bajó su cabeza para que nuestras miradas se encontraran y habló.

—Entiendo. No pasa nada. Pude haber hecho
eso.

—¿No estás molesto? —sonrió.

—No, no estoy molesto. Está bien —sonreí vagamente.

—¿Puedo abrazarte?

Me miró confundido pero luego asintió y abrió sus brazos. Me acerqué más a él y lo abracé. Enterré mi cabeza entre su cuello y su hombro, el me envolvió con sus brazos y besó mi cabeza.

Era raro abrazarlo, pero se sentía tan bien que no lo solté. Se sentía tan... acogedor. Me sentía protegida.

—Lo siento —dije contra su pecho y apenas en un susurro. Me costaba mucho decir aquellas palabras

—¿Qué dices? —se separó un poco para verme pero yo seguía escondida en su cuerpo.

—Que lo siento —dije un poco más alto aunque no creo que me escuchara.

—¿Estás consciente de que el único que te escucha es mi pecho, no? —me reí contra el y asentí—. ¿Qué tienes? Puedes decirme.

Despegué mi cabeza de su cuerpo por un momento y lo observé.

—Lo siento.

—¿Qué cosa?

—Haber desconfiado de ti.

—¿Era eso lo que querías decirme? —asentí—. No hacía falta.

—Tu confiaste en mí, me contaste sobre tus dones, tu historia, me dijiste tu verdadero nombre y para ser honesta, siendo alguien que debe estar oculto a plena vista, es algo que no deberías hacer. Pero me lo dijiste, también me has dicho que me ayudarías a buscar de donde vengo y que me ayudarías a entrenarme para poder defenderme sola y ¿yo qué he hecho? Desconfiar de ti. —bajé de nuevo la cabeza.

Dioses de Sangre ✔️Where stories live. Discover now