18. El Precipicio

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Sonreí en todo momento. Pisé el acelerador y seguí sus instrucciones hasta que llegamos a una montaña.

—Llegamos.

Bajamos del auto. Estábamos en una montaña, no creo que tenga muchas visitas por lo que es perfecto para entrenar. Desde ahí se podía ver cada detalle de la ciudad con claridad, estoy segura que de noche la vista debe ser genial.

—¿Lista para la revancha? —me giré a verlo ya que estaba viendo el paisaje.

—Adelante. —dije con expresión retadora.

Nos pusimos en guardia y activamos nuestros dones. Esta vez sus ataques eran más fuertes, me lanzaba cuchillos llenos de fuego, balas, rocas y un remolino de fuego. Las dos últimas no las vi venir y me costó protegerme pero cuando logré hacerlo, en vez de desintegrar el ataque, se lo envié de regreso. Rápidamente lo evitó y siguió atacando, me protegí bastante tiempo hasta que decidí que era hora de defenderme. Elevé mi pared protectora y a través de ella creé una fuente de fuego que iba directo hacia él, dejó de atacar y empezó a protegerse. Mientras lo atacaba con esa fuente, le enviaba rayos, bolas de fuego, rocas, balas y en un momento se me ocurrió hacer algo diferente. Empecé a hacer que el suelo se agrietara, no pude terminar porque Demetrius gritó, no lo escuché, así que lo ignoré y seguí. Entonces escuché su voz dentro de mi cabeza, gritaba "¡Detente!". Me detuve, caí en cuenta de que seguíamos en Seattle, no habíamos ido a la otra dimensión. Me maldije por olvidarlo, pude haber destruido la ciudad. Dejé de atacarlo y caí de rodillas, me tapé la boca con las manos y miré la tierra agrietada. Tenía que enmendar lo que había hecho antes de que algo malo pasara. Puse mis manos en el suelo pero escuché su voz.

—¡Detente! ¡Vanessa, detente! —sacudía mis hombros de rodillas frente a mi, pero yo cerré mis ojos.

—Espera —susurré.

Él siguió pidiéndome que parara, tenía que reparar el daño así que apagué su voz y seguí lo que estaba haciendo. Llevé mis dedos hacia las grietas más cercanas y pensé en cómo cerrarlas. Empecé a sentir como las grietas se sellaban bajo mi tacto y cesaban los gritos de Demetrius. Seguí hasta que sentí que ya no habían grietas, entonces abrí los ojos y me detuve.

Lo primero que vi fue su rostro alarmado. Tenía los ojos como platos.

—Vanessa no puedes hacer eso si estamos aquí. —dijo serio.

—Lo siento —hablé bajito— olvidé que seguíamos aquí. —bajé la cabeza y empecé a jugar con mis manos. El suspiró.

—Está bien, suele suceder. Solo procura tener cuidado, tienes que estar consciente de donde estás y qué es lo que haces, de lo contrario podrías provocar un desastre masivo. —estaba más calmado, yo asentí— ¿Como hiciste esto?

—¿El qué? —dije sin mirarlo todavía.

—Agrietar la tierra y luego sellarla como si nada hubiese pasado.

—Con mi imaginación, supongo.

—¿Solo lo imaginaste? —asentí— Vanessa, mírame. Está bien, no pasa nada —Lo miré a los ojos, aún me sentía mal—. A mi también me pasó, no seas tan dura contigo misma. Solo tienes que aprender a controlar tus dones. Cuando tengas más práctica, no te sucederá esto. —asentí. Se levantó y me ofreció su mano, la tomé y me puse de pie. Ahora yo tenía una pregunta.

—¿Cómo hiciste eso?

—¿El qué?

—Entrar en mi cabeza. No como en los sueños, sino que me hablaste estando despierta.

—¿Qué?

—Si, gritabas que me detuviera.

—Bueno, grité que pararas mientras me atacabas. Pensé que no me habías escuchado porque seguiste.

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