47. Amenazas Vacías

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Narra Vanessa

Como de costumbre, desperté temprano. Los rayos del sol le proporcionaban cierta calidez a mi rostro e iluminaban toda la habitación. Me sentía fresca, el calor del sol que se reflejaba en mi cuerpo y la brisa que entraba por la ventana, eran una perfecta combinación que me hacía sentir plena y tranquila, aunque siendo honesta, también me sentía enérgica.

Me senté sobre la cama para terminar de estirarme y tallarme los ojos para ir al baño y asearme como siempre hacía.

¡Espera! ¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo es que me quedé dormida en el auto de Demetrius. Miré a mi alrededor dudosa de que fuera una alucinación o algo por el estilo pero solo vi mi habitación. Rocé la colcha suavemente con la palma de mis manos y luego las hundí en el colchón. La verdad es que todo se veía bastante real.

Me levanté y me dirigí a la puerta, salí y me asomé por las escaleras. Mi padre estaba sentado en el sofá viendo televisión. Al ver eso me tranquilicé porque era típico en él, si fuera una alucinación tal vez estaría leyendo el periódico o algo por el estilo.

Regresé a mi habitación y fui al baño. Tal vez Demetrius me trajo y por eso amanecí aquí. Dejé de pensar en eso, ya después le preguntaría.

Cepillé mis dientes, deposité mis necesidades en el inodoro (creo que nadie necesita detalles de eso), lavé mis manos y mi rostro para despertarme y por último arreglé mi cabello si es que a un moño despeinado y desastroso se le puede llamar arreglo. Me encogí de hombros restándole importancia, de todos modos no iba a bajar todavía, quería pasar un rato en la tranquilidad de mi habitación, el día estaba fresco y me apetecía disfrutar de un poco de soledad.

Salí del baño y busqué mi teléfono, mi sketchbook y un portaminas, nunca han gustado los lápices. Me senté en la silla flotante y encendí mi teléfono para escuchar un poco de música mientras dibujaba. Opté por reproducir Okay Okay de Alessia Cara y busqué una foto de un ojo para tener una referencia. Comencé a hacer el boceto a las siete y cincuenta y ocho, lo terminé diez minutos más tarde, era casi un récord. Iba a levantarme para buscar mis colores cuando Kassandra me sorprendió entrando en mi habitación por la ventana, no tenía idea de que ella supiera dónde vivía. Además, la última vez que la vi fue en aquella reunión y siendo sincera, no parecía caerle muy bien.

-Tiskhinham. -dijo apenas entró. No sabía qué responder así que pensé en saludar mientras apartaba mis cosas para prestarle atención.

-Hol...

-Ahórratelo. -me interrumpió- No vine a ver como estas. Me han enviado a buscarte.

-¿Qué? -dije desconcertada- ¿Buscarme para qué?

-Quieren que vayas a la arena.

-¿Quienes? ¿Qué arena?

-La arena. -sonaba como si fuera una obligación asistir a esa tal arena. Ella se acercó a mí para tomar mi brazo pero me alejé.

-No iré a ningún lado sin Demetrius. -si alguien podía explicarme qué rayos estaba pasando, era él. Kassandra rodó los ojos.

-No hay tiempo, nos vamos.

-¡No! -me resistí pero tomó mi brazo con fuerza.

-¡Vamos! -gritó.

No iba a quedarme quieta mientras trataba de obligarme a ir a un lugar que no sonaba nada bien, es decir, ¿la arena? De solo escuchar el nombre ya sonaba a un ring de lucha, solo que de seguro sería uno muy especial para seres antinaturales y ni de chiste iría sola.

-¡Dije que no! -la empujé. Iba a levantarme cuando ella fue más rápida y volvió a tomar mi brazo pero esta vez con mucha más fuerza, casi podía sentir como me cortaba la circulación.

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