Capítulo 48: La Más Valiosa Piedrita Del Coleccionista

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Las cosas iban sorprendentemente a un ritmo de lo más normal, como si lleváramos tiempo conviviendo juntos. Faltaban dos días para navidad y al no tener que ir a trabajar, me quedaba en casa preparando todo para la reunión de esa noche a la que asistirían toda la extraña familia mezclada que éramos, salvo con Remus que se quedaría para el baile del torneo del cual me hablaba con emoción y nerviosismo. Con Andrómeda nos encargamos de enviarle una túnica de gala a su gusto para que la luciera ante su cita.

James ahora estaba de vacaciones por lo que se quedaba a mi cuidado, aunque parecía que era todo lo contrario luego de que Draco le hiciera caer en cuentas de los suplementos vitamínicos a los que me veía obligado a tomar cada mañana y tarde debido a mi falta de magia.

El platinado no había dejado pasar por alto aquello y luego de un largo cuestionamiento sobre el tema, me vi obligado a someterme a varias pruebas en manos de Blaise, después de haberle dicho que había sido una médica muggle del pueblo vecino la que me lo había recomendado. Afortunadamente, creo, ninguno de los dos quiso contradecir la receta de la mujer por miedo a cómo mi cuerpo podría reaccionar a pociones mágicas, recordando que James no las había digerido del todo bien cuando le había sucedido todo el proceso de perdida de magia, pero, aun así, Draco no se quedaba de brazos cruzados.

- Vaya. No sabía que la piña tenía un sabor tan fuerte – dije al notar el nerviosismo de Draco que esperaba ansioso mi respuesta ante la nueva preparación que me había sugerido al agregarle un par de frutas adicionales, según siguiendo los consejos de Luna que tenía experiencia en el asunto naturalista.

Para mí estaba claro que algo extraño tenía dicho batido y no era nada relacionado con el mundo muggle, pero como siempre lo había hecho, confiaba en todo lo que Draco me ofrecía desde que estaba en el último año del colegio. No por nada había resultado ser mi medimago personal.

- ¿Está feo? Podría ponerle otra cosa... - intentó pensar mientras revisaba dentro de la heladera.

Era divertido verlo sufrir por aquello que claramente me ocultaba. Quizás no tenía mi magia y no podía usar mi legeremancia, pero sabía escuchar detrás de las paredes con mucho sigilo. Algo llevaban tramando junto a Blaise y Luna. Una poción claro estaba, aunque no sabía los efectos que tendría, pero era fácil de sospechar y por tal motivo no me atreví a cuestionarle nada. Mientras él estuviera seguro de dármela, lo complacería bebiéndola en secreto.

- Claro que no – mentí con seguridad pues la verdad era que tenía un gusto espantoso combinado con todas esas frutas raras que al parecer había intentado mezclar para camuflar el sabor de la poción – Si viene de ti todo es rico – agregué a modo de venganza por semejante tortura a mi paladar que me estaba obligando a soportar solo por verlo sonreír.

- Idiota – murmuró luego de ser asaltado por mis labios – Será mejor que me vaya o llegaré tarde. Pórtate bien, desteñido – saludó a James con sorna, dejándole un beso en su coronilla.

Normalmente James le discutiría que no le gustaba ese apodo, pero esa mañana estaba más que somnoliento luego de una noche de desvelo mirando películas. Solo atinamos a reírnos por el sobrenombre mientras nos quedábamos a degustar los emparedados que ahora era una costumbre de los días viernes.

- ¡También te amo! – le grité desde la cocina. James bufa divertido al ver como molestaba a su padre.

- ¡¡¡Te odio más!!! – escuchamos a Draco gritar desde la sala antes de que las llamas de la chimenea se lo llevaran a la mansión Malfoy donde luego se dirigía al hospital San Mungo.

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